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españolas al principio del reinado de Cárlos I, oponiéndose á la rapacidad flamenca, sin que otro hecho notable registren sus anales en los reinados subsiguientes.

El fanatismo religioso empezó á dominar por doquier. Los autos de fe seguian á los agitados episodios de las civiles guerras; los conventos y las iglesias ocupaban en el órden de construcciones las de los castillos y plazas muradas de la anterior edad, y el pueblo aletargado por la influencia religiosa sumergíase en el sueño del no ser, del cual únicamente podian despertarle las campanas de los templos llamándole á los divinos oficios, ó los anuncios de la próxima quemazon de herejes.

Las desastrosas guerras que en el exterior sostuvo la casa de Austria, la desdichada administracion de los dos últimos Felipes y el tétrico y vergonzoso reinado del segundo Carlos, despoblando la nacion, arrebatándola sus tesoros y teniendo solamente encendidas las hogueras del Santo Oficio, contribuyeron de una manera extraordinaria á su decadencia.

Para comprender hasta qué punto habíase desarrollado en Soria el elemento religioso dirémos, que à principios del siglo XVIII, como restos de las dominaciones anteriores, subsistian treinta y tres parroquias, ocho conventos, un colegio de Jesuitas, otro llamado Casa de la Doctrina, en el que se daba enseñanza á los niños pobres bajo la direccion del clero regular, y la Casa de recogidas.

Y téngase en cuenta, que la poblacion de Soria en aquella fecha escasamente llegaria á cuatro mil almas.

Inútiles son los comentarios al lado de estas cifras que dicen mucho mas que cuanto pudieran expresar nuestras frases.

Con la entronizacion de la casa de Borbon cambió por completo la faz de España y como es consiguiente la de sus provincias.

La guerra de sucesion tuvo necesariamente que dar campo á nuevas ideas, y un órden de cosas totalmente distinto, sucedió al que rigiera hasta entonces.

Soria, despertando de su letargo, se adhirió completamente al nuevo monarca, y sin que fuera bastante á hacerla vacilar en su decidido empeño el ejemplo que la daban el vecino reino de Aragon, puesto en armas contra Felipe V, vióse obligada como plaza fronteriza que era, á fortificarse y prepararse para rechazar al enemigo y sufrir todas las consecuencias que acarrearla pudiera su excesiva fidelidad.

El puente de Garray quedó defendido por algunas piezas que del castillo se condujeron á él, y organizando dos compañías de caballería á las órdenes de D. Manuel Perez y del coronel D. Cárlos Morfi, las envió á contener á los partidarios de la casa de Austria que se aproximaban á la villa de Deza.

Al mismo tiempo se aprestó para la defensa, acordándose sus hijos que antes que todo eran descendientes de aquellos heróicos numantinos que jamás contaron sus enemigos para rechazarlos, y haciendo sacrificios considerables, á la par que mantenian á los prisioneros que los austríacos les hicieran, sostenian nuevas compañías y atendian al sostenimiento de las fuerzas que luchaban en su territorio.

Fácilmente se comprende que los partidarios del Archiduque no perdonarian á esta comarca su acendrada fidelidad á Felipe.

Talas y exacciones de todo género hubo de sufrir, sin que por esto decayera su esfuerzo un solo momento.

El vecindario ayudaba al Municipio, y de aquí que pudieran sobrellevarse las infinitas cargas que pesaban sobre él.

Habíase operado la reaccion, y la vida tornaba á la cadavérica ciudad.

Desde este momento, à la quietud sucede la animacion, y á la vida religiosa y contemplativa sucede la vida agrícola é industrial.

La guerra terminó, pero ya habia dejado en medio de su destructora huella en el órden material, el gérmen del adelanto y del progreso en el órden moral.

Los últimos años del reinado del quinto Felipe, dedicólos la poblacion á restaurar sus perdidas fuerzas, y ya la vemos al empezar el de Fernando VI en la forma con que hizo su proclamacion (1), demostrar la riqueza que en ella reinaba.

(1) Como muestra de las costumbres y de la importancia que ya habia adquirido la ciudad de aquella época transcribimos el siguiente documento que se conserva en el Archivo municipal de la ciudad.

«La muy noble y antigua ciudad de Soria, cabeza de provincia en estos reinos de Castilla la Vieja : domingo 27 de setiembre de este año de 1746, siendo entre tres y cuatro horas de la tarde, estando junta esta ciudad en las salas de su casa de Ayuntamiento, segun su estilo y costumbre, siendo y estando presentes los señores licenciados D. José Antonio de Aguilar Mendivil, corregidor, justicia mayor y capitan de guerra de esta ciudad y su jurisdiccion, por su Magestad superintendente general de todas rentas Reales y servicios de millones de ella y su provincia; D. Juan Manuel de Salcedo y Beaumont, teniente de alferez mayor de esta dicha ciudad, por indisposicion del Sr. D. Luis de Salcedo Rio y Azcona, caballero del Orden de Santiago, conde de Gomara, señor de la villa de est nombre de la de Almenar que lo es en propiedad su presidente D. Carlos Montareo de la Peña, D. Francisco Antonio Yañez de Barnuevo, D. Francisco Placido de Herrera, D. José Joaquin Carrillo Hidalgo, D. Fernando de Guzman, D. Joaquin José La Peña y Rada, corregidor de la villa de Berlanga, D. Alonso Pablo de Sotomayor y Dávalos, D. José Antonio de Salcedo y Camargo, marqués del Vadillo, señor de las villas de Magañas, Muriel Viejo y Taveila, D. Manuel de Torres y Barnuevo, conde de Lérida, señor de la villa de Retortillo, D. Antonio Zapata Lerma y Salomanca, señor de la villa de Tejado, Malluembre y la Serna, D. Juan Fernando de Uriarte y Vaquedano, señor del lugar de Osonilla, todos regidores perpétuos de esta dicha ciudad, D. Jerónimo Muñoz de Morales, caballero de Ayuntamiento, licenciado D. Fernando de Laviesca Espina, abogado de los Reales consejos, procurador sindico general del Estado, del comun de ella, y Pedro Jerónimo Perez, procurador síndico general de la Universidad de la tierra de esta ciudad, estando asi juntos en presencia de Nos los infrascritos licenciados de Su Magestad, sus escribanos y de este Ayuntamiento y Reales servicios de millones; el otro señor Corregidor tomó en sus manos el pendon de esta ciudad que sobre la mesa de dicha sala estaba, puesto en una lanza dorada, el cual es de tafetan carmesi y con las armas de la ciudad bordadas de hilo de oro, y estando todos en pié dijo en alta voz: «Escribanos que estais presentes, ó cualquiera de Vos dadme por testimonio como en nombre de dicha ciudad y por ella entrego á D. Juan Manuel de Salcedo y Beaumont, teniente de alferez mayor de ella, este pendon Real, para que por esta ciudad, como cabeza de provincia y conforme à su titulo, se levante y alce por la Magestad de nuestro católico rey y señor D. Fernando VI de este nombre (q. D. g.) felices años. Y besando la asta de dicha lanza se la entregó, y el referido señor lo recibió con todo acatamiento, y trayéndolo en su mano como tal teniente de alferez mayor, salieron todos los dichos señores de la expresada sala al corredor de ella, que estaba colgado y adornado de brocatela y tapicerías, y bajo de dosel el retrato de Su Magestad, y en él inmediatamente la música de arpa, violines y obués, empezó á bacer su salva á lo que correspondieron los dos clarines y timbales con buena orden y armonía, con lo cual bajaron todos á ponerse á caballo, y estándolo se salió de dichas casas de Ayuntamiento, y empezó el paseo por la plaza Mayor, dando vueltas á ella y volviendo despues à el tablado que estaba formado en ella: yendo delante un timbalero, detrás de él dos clarines, despues de estos cuatro ministros alguaciles de esta ciudad, á quienes seguian los dos maceros de ella con sus mazas sobredoradas en los hombros, á la parte de afuera, tras ellos Matias Gomez y Hermenegildo Ruiz de Carabantes, fieles de bastimentos por el Estado general y de los hijosdalgos, á quienes seguia Agustin Martinez, mayordomo de propios de esta ciudad por el Estado general, y despues de este José Gimenez de Vinuesa, solicitador, y D. Francisco Cerraton, alguacil mayor de ella, y tras ellos, nosotros, los infrascritos escribanos, y despues los dichos señores procuradores generales de tierra y ciudad, y luego los dichos Sres. D. Jerónimo Muñoz de Morales, caballero de Ayuntamiento, y D. Juan Fernandez de Uriarte, á quienes seguian los demás caballeros regidores, que van nominados en el principio de este acto, por parejas, segun su antigüedad, detrás de ellos los dos reyes de armas, que lo fueron D. Juan de Aguirre y D. Antonio Medrano, que iban vestidos de negro, encima con sus cotas ó capotillos de damasco carmesí, puestas en ellos las armas de esta ciudad y con sus letreros dorados, á quienes seguian dichos señores corregidor y teniente de alferez mayor, yendo este á la mano derecha y vestido de casaca y calzon del priveta de color y chupa de tela oro, en un caballo negro y detras dos castaños de mano, todos. tres equipados con costosísimos aderezos, que los llevaban dos volantes, y otros dos que iban cada uno a su lado de dicho señor teniente de alferez, y detrás de los dos caballos de mano tres coches de respeto, que es en la forma que desde las casas de dicho señor su padre llegó á las dichas de Ayuntamiento, llevando delante los dos reyes de ar68

T. I.

La marcha seguida por este monarca, su afan de conservar la paz en sus dominios único medio de que estos pudieran prosperar, y el nuevo giro que las ideas habian tomado favorecieron en grande escala la mejora y prosperidad de las provincias, y como inmediata consecuencia el bienestar de la nacion en general.

Verdaderamente podemos decir que desde los últimos años del reinado de Felipe V, es decir, desde la terminacion de la guerra de sucesion, dió comienzo para la poblacion que historiamos, una existencia completamente nueva.

Si en el órden político, durante el tiempo que siguió hasta la llamada guerra de la Independencia, nada de notable ocurrió en Soria; en cambio, en el órden moral, adelantó bastante.

A Fernando VI sucedió Carlos III, y por demás público y conocido es el inmenso

mas y el dicho señor corregidor iba vestido de golilla, todo de tafetan negro, en un caballo castaño con rico aderezo, servido de dos lacayos, y los demás señores regidores y capitulares vestidos de carro de oro negro, casaca y calzon chupas de colores de toda estimacion, con plumas blancas y botones de diamantes en los sombreros, en muy buenos caballos equipados de costosos aderezos, servidos los unos de lacayos y los otros de volantes, yendo con igual uniformidad los demás comprendidos en el acto, manifestando todos en el lucimiento su amor y lealtad, y su celo correspondiente à tan elevado asunto, y habiendo en la forma dicha llegado al tablado referido que estaba en medio de la plaza, cubierto y adornado con ricas alfombras, se apearon los dos maceros de la ciudad y se pusieron cada uno á su lado en la segunda grada, igualmente nos apeamos nosotros, los infrascritos, dichos reyes de armas y señores Corregidor y Teniente de alferez mayor, y todos seis subimos al tablado, quedando de á caballo á su rebedor todos los demás señores, y puestos los dos reyes de armas en cada esquina de dicho tablado, delante de los referidos señores y de nosotros, los infrascritos, mirando las dichas casas de Ayuntamiento dijo en voz alta el uno de dichos reyes de armas: «; Silencio! ¡Silencio! ¡Silencio! ¡Oid! ¡Oid! ¡Oid!» Y luego el referido señor teniente de alferez mayor, teniendo el pendon un poco bajo, dijo: «Castilla, Castilla, Castilla, por la Magestad de nuestro rey D. Fernando VI de este nombre (q. D. g.) muchos y felices años; » levantando tres veces el pendon, á que correspondió la muchedumbre del pueblo y concurrió con sentidas aclamaciones de «¡ Viva! ¡Viva!¡ Viva!» Dicho señor corregidor lo pidió por testimonio, con lo cual debajo del tablado y vueltos á montar se prosiguió el paseo con el mismo órden subiendo en derechura desde la dicha plaza Mayor á la calle del Collado, en donde habia formado otro tablado igualmente adornado de alfombras, en el cual se repitió la misma ceremonia que en el primero, y continuando el paseo en derechura por la misma calle y puerta del Postigo, se salió á la plazuela que llaman de los Herradores, en medio de la cual estaba formado y adornado otro tablado en la forma que los antecedentes, en el que se hizo igual ceremonia que en los dos primeros; y volviendo el paseo por la derecha puerta del Postigo y calle del Collado se llegó hasta el frente de las casas principales de dicho señor alferez mayor, cuyos balcones estaban adornados de ricas colgaduras, como tambien lo estaban los demás de las plazas y calles del paseo, y encima de la portada de dichas casas un dosel y en él dos retratos de nuestros Reyes; en el tablado que en frente de ellas estaba tambien formado y cubierto de ricas alfombras se repitió la misma ceremonia de proclamacion en la conformidad que los otros tres y órden que el primero se espresa, con igual alborozo y festivas aclamaciones de «¡ Viva!» de todo el pueblo y grande número de forasteros que à esta funcion concurrieron; y concluido el acto en dicho tablado, vueltos á montar se continuó con la propia órden, volviendo por la entrada de la dicha calle del Collado à la referida plaza Mayor y casas de Ayuntamiento, en donde habiéndose apeado todos subieron al dicho su corredor, y estando en él, el expresado señor teniente de alferez mayor entregó el pendon á dicho señor corregidor, quien le recibió y le puso bajo el ya espresado dosel, en donde quedó con la asistencia de muchas personas que para este efecto se hallaban presentes haciendo al mismo tiempo la música de instrumentos diferentes salvas correspondiendo á ellas los clarines y timbales con sumo regocijo de todo el pueblo, y el espresado señor corregidor lo pidió todo por testimonio.

«Y despues de lo susodicho, el alferez mayor dijo á todos los dichos señores estimaria le favoreciesen, pasando á la casa de su padre á refrescar; y con efecto, habiendo admitido el convite volvieron á montar en sus caballos, y con la propia órden que se fué en el paseo acompañaron todos á este, llevando á la derecha al corregidor. Llegados a la casa se sirvió un espléndido refresco de aguas aderezadas y dulces, con lo que se concluyó este acto: hasta que por la noche, despues de haberse tocado todas las campanas con un repique general, y puestas luminarias en todas las calles de la ciudad y luces en los balcones y ventanas de sus vecinos, estando llena de luminarias la plaza Mayor, doce hachas de cera blanca en el corredor de la de la ciudad, donde permanecian el retrato y pendon, como así bien en los balcones de la casa de los Linajes y corredor del Comun, se dió principio al disparo de fuegos que habia prevenidos de diversas invenciones y entre ellos un árbol de todo coste con su cenador, que al medio del disparo manifestó con letras bien formadas «¡ Viva D. Fernando VI y D.a María Bárbara!» con universal júbilo de todos y acompañamiento de las músicas, repitiéndose á la noche siguiente, la misma funcion,»

De igual manera que nosotros se hace cargo tambien de este documento, el ilustrado autor de la última historia de la provincia de Soria, Sr. Perez Rioja, á quien mas de una vez consultamos, tanto porque su opinion la tenemos en mucho cuanto porque con mas espacio que nosotros, y con tan buen deseo, ha podido examinar y compulsar documentos que sirven de mucho para ilustrarnos en determinadas ocasiones.

beneficio que este sábio reinado derramó sobre España, para que nos detengamos á encomiarle.

Hubiera seguido las huellas trazadas por su antecesor, el rey Cárlos IV, y otra hubiese sido la suerte de la nacion, que á tan alto lugar elevara el tercer Carlos.

Las consecuencias de su torpe y desacertada marcha pronto se hubieron de tocar. Sin tacto, sin energía en las dificiles circunstancias que para las naciones limítrofes llegaban á consecuencia del terrible sacudimiento experimentado en Francia, cayó del trono, por no haber sabido ser buen padre, así como arrastró á la nacion á una guerra desastrosa y terrible por no haber tampoco sabido ser buen rey.

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Con mejores ejemplos que imitar, Fernando, con una educacion mas moral y menos abandonada, ni hubiera promovido el motin de Aranjuez ni hubiesen llegado las vergonzosas escenas que le siguieron; del mismo modo, que con mas atencion á los asuntos exteriores, con menos confianza en Godoy y con mas perspicacia y tacto político, no hubiesen llegado los funestos dias que siguieron á las sorpresas de la ciudadela de Pamplona, del castillo de Monjuich en Barcelona y del 2 de mayo en Madrid.

XII.

Soria durante la guerra de la Independencia.

La perfidia francesa hizo exhalar un grito de indignacion á toda la península y en todas partes el entusiasmo era grande y el odio al invasor mostrábase abiertamente. La Junta de Soria no tuvo que hacer llamamiento alguno á los naturales de su provincia.

De todas partes acudian, y en breve espacio creó el batallon de voluntarios Numantinos, fuerte de ochocientas plazas, y que á las órdenes del general D. Gregorio de la Cuesta tanto se distinguió en aquella memorable lucha."

Al mismo tiempo completaba el regimiento de milicias, y aprestábase para oponerse con todas sus fuerzas á la marcha de los hasta entonces siempre victoriosos ejércitos franceses.

Pero llegó el momento en que millares de soldados extranjeros hollaron nuestra patria, tratando, sin duda, bajo el peso de su numerosa muchedumbre de ahogar su independencia, y entonces los sorianos, como en otras muchas provincias, emprendieron aquella clase de guerra que tan costosa habia de ser á la Francia.

Correos, municiones, víveres, convoyes, todo era atacado por aquellas partidas que aparecian hoy en un puesto y reaparecian al siguiente dia en otro, é incansables, activas, enérgicas, vengativas y conocedoras del país, no dejaban un instante de sosiego á aquel coloso de tan múltiples brazos, manteniendo en una perpétua ignorancia á los generales franceses de los movimientos de sus compañeros.

Villacampa, el Empecinado y el cura Merino, contaban en sus filas multitud de guerrilleros sorianos; y sin que el número les arredrase, sin que la fatiga les hiciera desfallecer, sin que los reveses consiguieran quebrantar su esfuerzo, mostrábanse siempre donde habia enemigos á quienes combatir.

En 1810, à consecuencia de la desgraciada accion de Yanguas, la Junta de Soria hubo de evacuar la ciudad retirándose á Deza, mientras los franceses establecian su cuartel general en aquella.

El brigadier D. José Joaquin Duran tomó entonces el mando de la division soriana, y dias de gloria alcanzaron aquellos bravos descendientes de Numancia, bajo la direccion de tan bravo jefe.

Organizóla de nuevo, aumentóla con nuevas fuerzas que su prestigio logró reunir, y aun cuando todavía era el número de sus soldados bastante escaso, en varios encuentros que con el enemigo tuvo, supo demostrarle que no siempre la superioridad numérica es la que reune las mayores probabilidades del triunfo.

El gobernador francés de Soria, Duvernet, teniendo á sus órdenes mil seiscientos hombres de la guardia imperial, veíase en algunas ocasiones bastante apurado para hacer frente á su atrevido contrario.

Pidió refuerzos al general Dorsenne que estaba en Burgos, pero Duran sin intimidarse por esto continuó haciendo sus preparativos para la grande empresa que meditaba, que era la toma de la ciudad.

Y decimos grande empresa, porque efectivamente lo era, con tan escasas fuerzas acometer una plaza fortificada y con guarnicion decidida (1).

(1) Hé aquí en qué términos describe D. Lino Matias Picado, capellan que fue de uno de los cuerpos que estaban á las órdenes de Duran, este interesante episodio:

«Luego que el general se vió en Trébago con la division reunida, y que de ambas armas juntaba cerca de tres mil plazas, útiles, avanzó a las inmediaciones de Soria. Puso su cuartel general en Narros, quedándose con el batallon de numantinos y compañias de artilleria, colocó el de voluntarios de Soria en Castelfrio, y el de Rioja y cabaHleria en Almojano. La gran guardia de caballería y un destacamento de infanteria ocupaban à Garray, y las avan

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