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perdices, y sobre todo, en tordos, cuyo número no disminuye a pesar de la gran mortandad que anualmente se hace de ellos, pues perecen á millares.

La industria, además de los diversos ramos de la agrícola que ya hemos marcado, consiste en el ejercicio de todas aquellas artes y oficios que las necesidades de tan importante poblacion exigen, y á la fabricacion de harinas y la de salitre, que producen así una como otra muy buenos resultados. Hay finalmente varias imprentas y litografias.

El comercio de importacion consiste en trigo; arroz y otros productos agrícolas de que carece ó no tiene en suficiente cantidad; productos coloniales, hierro labrado, fundido y en barras, alumbre y otras materias para teñir, paños, telas de seda, liño, lana y algodon, y todos estos productos en bruto, á excepcion de la lana. Tambien se importan maderas de construccion.

El comercio de exportacion gira sobre los productos de la industria como sedas teñidas, muy apreciadas por la perfeccion del tinte, botones de gran perfeccion, jabones, objetos de fundicion, chocolate célebre por el sabor exquisito que le da su especial elaboracion á brazo, papel, harinas, lana y los turrones que tanta fama gozan y tal consumo obtienen en la época de Navidad.

En cuanto á caminos además de la línea férrea que de Madrid se dirige à Zaragoza y de la que desde este punto sale en direccion á Barcelona, hay una carretera tambien desde la corte á la ciudad Heróica que se prolonga hasta la capital del Principado; un camino carretero que va á Pamplona, y varios provinciales para Alcañiz, Barbastro, Huesca', Teruel y otros.

XVI.

La familia de Azara.- Un paseo por Zaragoza.

El coche que conducia á nuestros cinco amigos se detuvo junto à la casa del aragonés.

Apeáronse todos y subiendo una elegante y cómoda escalera de mármol, presto se hallaron frente à una moldeada puerta que al sonido de un timbre cuyo boton apretó Azara, abrióse y apareció un criado que apenas apercibido de quien era el que llamaba exclamó con alegre acento:

-¡Otra! es el señorito.

---Psch, calla, dijo Azara, porque supongo que mis padres estarán aun en la cama y quiero proporcionarles una sorpresa.

- Que no va á ser floja ni mala, porque como V. no escribió, ya se ve, en lo que menos se figuran. Y estos señores vienen con V.? -- añadió reparando en los cuatro amigos á quienes en la turbacion del primer momento no habia apercibido.

-Sí, y permanecerán en casa mientras estemos en Zaragoza, por consiguiente condúcelos á mi cuarto, mientras yo voy á sorprender en el suyo á los autores de mis dias y se dispone definitivamente lo que se haya de hacer.

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T. J.

Y volviéndose hácia D. Cleto y sus compañeros que permanecian en pié en el recibidor, añadió:

-Seguid á Tomás que él os indicará donde podeis descansar interin se os preparan habitaciones.

Iliciéronlo estos así, y el sirviente, que hacia ya cerca de veinte años que se hallaba en la casa, les condujo á un bien amueblado gabinete en cuyos cómodos divanes pudieron descansar de las fatigas que siempre ocasiona un viaje por corto que sea.

En tanto Azara, dirigióse apresuradamente á la alcoba en que sus padres reposaban, y entrando de repente en ella dijo en voz alta :

-Buenos dias, papá.

-¡Hijo del alma!

A está exclamacion pronunciada à un tiempo por dos diferentes voces siguióse un triple y estrecho abrazo, pues no pudiendo ninguno de los cónyuges resistir los impulsos de su corazon paternal, habian rivalizado en abandonar precipitadamente el lecho y arrojarse en brazos de Azara.

Pasados los primeros momentos de emocion, comenzaron las preguntas.
-¿Cómo es que has venido así, sin escribir ni mandar aviso alguno?

-Diré á V.; en primer lugar no sabia á punto fijo cuando llegaria y además, aun de haberlo sabido no hubiera avisado para proporcionar á Vds. esta sorpresa.

-Por ese lado estoy satisfecho; pero, cuéntame, ¿qué tal te ha ido en el viaje que segun desde Madrid me comunicaste ibas à emprender con objeto de conocer tu pais? -Hasta ahora perfectamente; he tenido la suerte de ir asociado á tres amigos animados de iguales deseos que yo, y de un señor ya de edad, muy complaciente é instruido que forma empeño en allanarnos cuantas dificultades se suscitan y en comunicarnos todo su caudal de conocimientos: entre paréntesis, los he traido á casa, esperando que Vds. no lo llevarian á mal.

-Has hecho perfectamente.

Y como á la sazon ambos esposos estuviesen ya vestidos, dijo la mujer :

-Voy a dar las disposiciones necesarias para que tus amigos no digan que les has engañado.

abrazo.

Muchas gracias, mamá, - contestó Azara pagando su solicitud con un nuevo

—Y yo,—dijo a su vez el padre;-voy á mi despacho donde tendrás la bondad de llevarme à ese señor y sus compañeros y presentarmelos.

-Inmediatamente."

Y cada uno salió de la alcoba á cumplir su mision respectiva.

Azara encontró á sus amigos sentados tranquilamente departiendo y fumando ricos vegueros de una magnifica tabaquera que sobre la mesa habia.

Apenas les expuso el deseo de su padre, pusiéronse en pié manifestándose dispuestos á satisfacerle.

Con efecto pocos momentos despues penetraban los cinco en el despacho del anciano y Azara verificaba su presentacion con las fórmulas acostumbradas.

Cambiadas entre unos y otros las frases de cajon, la conversacion se hizo general y versó sobre los viajes que acababan unos de hacer, y de rechazo, sobre los que el otro llevó a cabo en sus mejores tiempos. Despues giró sobre asuntos indiferentes.

El anciano Azara no pudo menos de quedar complacido al ver á aquellos jóvenes deseosos de aprender, inteligentes y de esmerada educacion, así es que el diálogo se prolongó hasta que fue interrumpido por la entrada de la madre de Azara.

A su llegada, todos se pusieron en pié y repitióse la ceremonia que habia tenido lugar poco antes con D. Joaquin, que así se llamaba el padre del aragonés, solo que esta vez fue el mismo-anciano el encargado de presentar á D. Cleto y sus compañeros.

La entrada de la madre de Azara tenia por objeto anunciar á su esposo que estaba ya servido el almuerzo, y en consecuencia pasaron todos al comedor.

Natural era que la conversacion recayera sobre las próximas fiestas que celebraba Zaragoza en obsequio de su Patrona y sobre los futuros proyectos de los viajeros.

-Chico, — decia el padre dirigiéndose á Azara, con esa entonacion peculiar á los aragoneses, las fiestas de este año van á superar á las de los anteriores y mucho me alegro de que hayan Vds. llegado en estos momentos.

tro

--

-En cualquier circunstancia en que hubiésemos conocido á Vds., - repuso Cas- nos hubiera sido verdaderamente satisfactorio.

-Nuestra y muy grande es esa satisfaccion en poder estrechar la mano á los buenos amigos de nuestro hijo.

-Me parece Sr. de Azara-dijo D. Cleto que desde su llegada habia estado mirando al anciano que ya en otra ocasion tuve el gusto de tratarle, y por cierto en circunstancias bien críticas para esta poblacion.

-No tendria nada de extraño, mas no puedo recordar.

-¿Tiene V. presente la madrugada del dia 5 de marzo de 1838?

Ya lo creo y en prueba de ello que, vea V.

Y el anciano abandonando precipitadamente la mesa volvió al cabo de breves segundos con una cruz que enseñó á D. Cleto diciéndole (1) :

-Aquí tiene V. el recuerdo que de aquella memorable fecha conservo.

-Tambien yo la guardo del mismo modo junta con alguna otra no menos glo

riosa.

-¡Hola! ¡hola!-exclamaron los jóvenes con qué esas tenemos D. Cleto? ¿y tan callado se lo tenia V.?...

-Señores las cosas á su tiempo. Sin este incidente, cuando al ocuparnos de la historia de Zaragoza hubiésemos llegado à este punto, les habria referido la parte que me cupo en ese hecho de armas.

-¿Con qué estuvo V. aquí?

(1) En memoria de aquel suceso, que fue la entrada del jefe carlista Cabañero en Zaragoza, se concedió a los valientes zaragozanos que se distinguieron en tan memorable accion una cruz de cuatro brazos curvilineos esmaltados de rojo, cuyos extremos las forman dos puntas con globos de oro. Fl centro es de esmalte blanco con la inscripcion Combatió por la libertad en 5 de marzo de 1838; y en el reverso, que es igual, otro lema que dice: Isabel II á la siempre heróica Zaragoza. Sobre el brazo superior hay una corona civica y la cinta para usarla, es azul con filetes negros.

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-Sí señor, y si no me engaño, yo fuí quien avisó á V. de la entrada de los car

listas y...

—¿Acaso era V. un vecino que vivia al lado de nuestra casa y que pertenecia tambien á mi batallon de milicianos?

- Justamente. Yo, merced á que solia retirarme muy tarde á casa, sorprendí la entrada de las gentes de Cabañero y le di aviso.

-Y se batió V. como un valiente.

-¿Qué hacer cuando Vds. se portaban de aquel modo?

Y los dos ancianos estrecháronse con nueva efusion las manos al recuerdo de aquel hecho, estableciéndose con doble motivo entre los dos, una amistad mas profunda, por las raíces que conservaba de aquella fecha.

Largo rato se llevaron hablando tanto sobre aquel suceso cuanto respecto á otros particulares, hasta que recayendo la conversacion sobre el viaje y lo que pensaban hacer en aquellos dias, retiráronse á descansar quedando en visitar al inmediato, el magnífico templo de La Seo, iglesia metropolitana de Zaragoza.

XVII.

Armas antiguas.

Largo tiempo lleváronse nuestros amigos, descansando.

Cuando despertaron exclamó Azara.

repuso Castro

- Vamos, vamos pronto á dar un paseo por mi ciudad. -Al momento, por mi parte puesto á acompañarte aun cuando sea hasta el fin del mundo.

-

que ya me encuentro ágil y dis

- Confieso - añadió Sacanell,- que no habia dormido hacia mucho tiempo, tan á gusto como acabo de hacerlo.

-¿Os agrada esta posada?-preguntóles sonriendo Azara.

-Ya lo creo.

-Lo mejor que tiene es que es vuestra.

--Gracias chico, estamos á la reciproca; cuando lleguemos á nuestras respectivas poblaciones harémos lo mismo contigo.

-¿Pero salimos?

-Por mi parte dispuesto estoy.

-Y yo tambien.

----Calma señores, un poco de calma, - repuso D. Cleto que estaba ya levantado, cuando los jóvenes lo hicieron y se ocupaba en hojear algunos papeles.

-¡Qué! ¿no quiere V. venir?

-¿Pues no he de querer? Mire V. que hacerme semejante pregunta á mí... He querido decir que no vayan Vds. tan de prisa porque el padre de Azara me ha dicho que tenia que salir con precision, y que como queria acompañarnos tuviésemos la bondad de esperarle, que no tardaria mucho.

-Eso es otra cosa.

-Sí señor que le esperarémos con mucho gusto.

-Vaya ¿y en qué entretendrémos este tiempo?

-Ya ve V. Azara, en que lo entretenia yo, en repasar mis apuntes de otro tiempo. ---Pienso una cosa, -dijo Sacanell - bien podia D. Cleto continuar la reseña que

de las armas antiguas nos va haciendo en ratos perdidos, como vulgarmente se dice. -Tienes razon.

- Ya lo oye V.

-Sí señores, y voy a complacerles en seguida.

Y el anciano, recogió sus papeles diciendo despues:
-¿Qué armas fueron las últimas de que les hablé ?

-De las torres cuadradas y...

-Ya me acuerdo; hoy nos ocuparémos de las armas arrojadizas y de las blancas. -Como V. quiera.

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-Ya creo que les indiqué algo respecto á las ballestas, más como estas fueron perfeccionándose mas cada vez, bueno será que les dé una idea de estas modificaciones. Las flechas ó dardos eran varillas rectas de madera guarnecidas de plumas á uno de sus extremos y con acerada punta por el otro.

Sus dimensiones y aun su forma variaban bastante por la clase de hierros que tenian.

Habíalas largas, muy ligeras y dispuestas para que girasen en el aire como si fueran un volante, que se llamaban viras ó virotones y otras mas largas y armadas con una especie de maza, tenian el nombre de virotes.

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