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Allí tambien se encuentra el antiguo convento de Capuchinos fundado en 1602 por Juan de Morales, y que arruinado por los franceses reedificóse en 1830 para que le habitasen sus antiguos poseedores, quedando nuevamente abandonado en 1835; hoy sirve de cuartel.

Tambien entre la puerta de Santa Engracia y la que en otro tiempo se llamaba Puerta Quemada, encuéntrase el paseo de la Mina, llamada así, porque en este sitio abrieron los franceses la mina para volar el monasterio de Santa Engracia, siguiendo el curso del Huerva bajo frondosa bóveda, espeso y rico arbolado, hasta la moderna del Duque de la Victoria,

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El Excmo. Sr. D. Juan Bruil ministro que fue de Hacienda durante el bienio de 1854 á 1856, y uno de los mas ricos capitalistas de Zaragoza, cedió generosamente el sueldo del tiempo en que desempeñó aquel cargo, para la construccion de la mencionada puerta del Duque, rindiendo de este modo cariñoso testimonio de afecto al ilustre pacificador de España, y dotando á su patria de un elegante y sencillo monumento.

En este espacio encuéntranse una porcion de casas denegridas y de deplorable aspecto, sobre cuyos tejados elévase el abside de la iglesia de San Miguel.

Encantador es el panorama que se extiende ante la absorta mirada del viajero desde aquel sitio.

El rio besa cariñosamente el pié de los árboles del paseo, mientras que en la opuesta orilla, dilátase riquísima campiña destacándose sobre la verde alfombra del suelo, el verde oscuro de los olivos esmaltado á trozos por los matices mas claros de los árboles frutales.

De límite sirve á este precioso cuadro el pintoresco Monte Torrero, elevándose sobre aquellas caprichosas cúpulas de verdura, la atrevida cúpula de piedra de la iglesia de San Fernando, que segun la feliz comparacion de un elegante escritor contemporáneo «parece la hinchada vela de una barca latina surcando por un océano de follaje. »

Verdes ó rojizas colinas acaban de servir de marco á tan encantador paisaje alzándose entre aquel mar de plata y esmeralda, entre los murmuradores rios y la florida. campiña la famosa Cesaraugusta de los romanos, la Sara-Kusta de los árabes, y la moderna Zaragoza, llena de históricos recuerdos y regada con la sangre de millares de héroes.

XLVIII.

Torrero. Casa Blanca.- El Canal Imperial.

A una aglomeracion de casas de Campo ó Torres, como se las llama en el país, edificadas por la montaña, debe su nombre el llamado Monte Torrero.

Pobre era la vegetacion de este sitio antes de que se realizase la obra del inmortal Pignatelli á quien Zaragoza debe tanto.

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Hoy merced al benéfico influjo de las aguas del Canal, la vegetacion es rica y vigorosa, y Torrero es uno de los sitios de recreo mejores que la reina del Ebro posee. Jardines deliciosos, paseos agradables y una bonita aun cuando reducida poblacion se encuentra allí.

Fonda, tiendas de comestibles, y una iglesia bajo la advocacion de san Fernando, y cuya fachada es verdaderamente notable, perteneciendo al órden jónico, y la cual se halla bajo la jurisdiccion del obispo de Huesca, es lo que el viajero encuentra en aquel lugar lleno de encantos.

Los tres edificios que en otra época sirvieron para los empleados del Canal, hoy se hallan destinados á cuartel.

Simétricas calles y plazuelas formadas por los edificios que bien sirven de albergue á los dependientes del Canal, bien para talleres, almacenes, etc., constituyen el casco de la poblacion.

En la plaza hay dos magníficos diques cubiertos que sirven, el uno, para conservar los barcos que cruzan el Canal,, y el otro para el carenage de los mismos.

Deslízanse las aguas del Canal dejando á su izquierda la ciudad, y su fértil vega por entre ásperas colinas y horrendos precipicios.

El atrevido puente llamado de América, porque se ocuparon en su construccion en 1815 los soldados de aquel regimiento, cruza el Canal por medio de un solo y atrevido arco.

A la derecha de Torrero despues de cruzar el bonito paseo llamado de los Ruiseñores, encuéntrase el Cabezo de Buena Vista, desde cuyo sitio se disfruta de una de las perspectivas mas admirables que imaginarse puede.

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De igual manera en el opuesto lado se eleva el Cabezo Cortado, y la vista asombrada se extiende por la extensa campiña, cortada á trozos por las aguas del Ebro y del Gállego, de cuyas orillas se eleva la ciudad retratándose en sus cristales.

Siguiendo el curso del Canal, el terreno va poco a poco escalonándose formando un ancho barranco.

Sangrientos recuerdos de encarnizada batalla conserva este sitio.

Temim, walí de Valencia, acudió en socorro de los musulmanes zaragozanos, y pensando caer de improviso sobre la hueste de Alfonso el Batallador, fue atacado por él al atravesar el Huerva, sucumbiendo allí la flor de la morisma valenciana, pudiendo con gran trabajo salvarse el mismo Temim.

Nueva sangre empapó el lugar que recorremos, en posterior época.

Felipe V volvia desde Cataluña con su ejército derrotado, al objeto de rehacerle en Castilla.

Iba ya á traspasar el Ebro, cuando presentáronse los austríacos mandados por el mismo archiduque Carlos.

Encantador es el panorama que se extiende ante la absorta mirada del viajero des

de aquel sitio.

El rio besa cariñosamente el pié de los árboles del paseo, mientras que en la opuesta orilla, dilátase riquísima campiña destacándose sobre la verde alfombra del suelo, el verde oscuro de los olivos esmaltado á trozos por los matices mas claros de los árboles frutales.

De límite sirve á este precioso cuadro el pintoresco Monte Torrero, elevándose sobre aquellas caprichosas cúpulas de verdura, la atrevida cúpula de piedra de la iglesia de San Fernando, que segun la feliz comparacion de un elegante escritor contemporáneo «parece la hinchada vela de una barca latina surcando por un océano de follaje. »

Verdes ó rojizas colinas acaban de servir de marco á tan encantador paisaje alzándose entre aquel mar de plata y esmeralda, entre los murmuradores rios y la florida campiña la famosa Cesaraugusta de los romanos, la Sara-Kusta de los árabes, y la moderna Zaragoza, llena de históricos recuerdos y regada con la sangre de millares de héroes.

XLVIII.

Torrero. Casa Blanca. - El Canal Imperial.

A una aglomeracion de casas de Campo ó Torres, como se las llama en el pais, edificadas por la montaña, debe su nombre el llamado Monte Torrero.

Pobre era la vegetacion de este sitio antes de que se realizase la obra del inmortal Pignatelli á quien Zaragoza debe tanto.

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Hoy merced al benéfico influjo de las aguas del Canal, la vegetacion es rica y vigorosa, y Torrero es uno de los sitios de recreo mejores que la reina del Ebro posee. Jardines deliciosos, paseos agradables y una bonita aun cuando reducida poblacion se encuentra allí.

Fonda, tiendas de comestibles, y una iglesia bajo la advocacion de san Fernando, y cuya fachada es verdaderamente notable, perteneciendo al órden jónico, y la cual se halla bajo la jurisdiccion del obispo de Huesca, es lo que el viajero encuentra en aquel lugar lleno de encantos.

Los tres edificios que en otra época sirvieron para los empleados del Canal, hoy se hallan destinados á cuartel.

Simétricas calles y plazuelas formadas por los edificios que bien sirven de albergue á los dependientes del Canal, bien para talleres, almacenes, etc., constituyen el casco de la poblacion.

En la plaza hay dos magníficos diques cubiertos que sirven, el uno, para conservar los barcos que cruzan el Canal,, y el otro para el carenage de los mismos.

Deslízanse las aguas del Canal dejando á su izquierda la ciudad, y su fértil vega por entre ásperas colinas y horrendos precipicios.

El atrevido puente llamado de América, porque se ocuparon en su construccion en 1815 los soldados de aquel regimiento, cruza el Canal por medio de un solo y atrevido arco.

A la derecha de Torrero despues de cruzar el bonito paseo llamado de los Ruiseñores, encuéntrase el Cabezo de Buena Vista, desde cuyo sitio se disfruta de una de las perspectivas mas admirables que imaginarse puede.

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De igual manera en el opuesto lado se eleva el Cabezo Cortado, y la vista asombrada se extiende por la extensa campiña, cortada á trozos por las aguas del Ebro y del Gallego, de cuyas orillas se eleva la ciudad retratándose en sus cristales.

Siguiendo el curso del Canal, el terreno va poco á poco escalonándose formando un ancho barranco.

Sangrientos recuerdos de encarnizada batalla conserva este sitio.

Temim, walí de Valencia, acudió en socorro de los musulmanes zaragozanos, y pensando caer de improviso sobre la hueste de Alfonso el Batallador, fue atacado por él al atravesar el Huerva, sucumbiendo allí la flor de la morisma valenciana, pudiendo con gran trabajo salvarse el mismo Temim.

Nueva sangre empapó el lugar que recorremos, en posterior época.

Felipe V volvia desde Cataluña con su ejército derrotado, al objeto de rehacerle en Castilla.

Iba ya á traspasar el Ebro, cuando presentáronse los austríacos mandados por el mismo archiduque Carlos.

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