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retirarse á Alcalá á fomentar conspiraciones. La Reina, comprendiendo todo lo que era temible el Prelado por su astucia y sagacidad y por los grandes recursos de que disponia, trató de visitarle en esta poblacion, notificándoselo así; mas el Prelado mandóla á decir que no se molestara en ir á verle, pues si entraba la Reina en Alcalá por una puerta, saldria él por otra.

-Atrevida respuesta.

-Y arrojando por completo la máscara, púsose al lado del de Portugal, levantando sus gentes contra aquella misma Reina á cuyo encumbramiento contribuyó tan poderosamente.

-¿No castigaron los Reyes su atrevimiento?

-Si tal. Viendo que eran inútiles todos los medios empleados para llegar á una avenencia, ordenaron que se procediera con rigor, y Alcalá fue arrebatada al Arzobispo, prohibiendo á sus vasallos que le satisfaciesen las rentas, y escribieron al Papa para que nombrase un administrador del arzobispado.

-Duro era el castigo, pero hay que confesar que tambien la falta era inexcusable. -Gracias á la entereza de aquellos Monarcas, España empezó á respirar, y los pueblos se encontraron amparados por el trono, á quien á su vez daban apoyo. Conforme vayamos visitando poblaciones tendrémos ocasion de ocuparnos de este reinado, verdadera gloria de nuestro país, y que forma un contraste inmenso con los que le precedieron.

-¿Y qué mas de notable ha ocurrido en Alcalá?- preguntó Sacanell, - porque preveo que desde el momento en que la monarquía empezaba á centralizar el poder, por decirlo así, desde que la nacion comenzaba á ser regida por una mano fuerte y poderosa, la mayor parte de los acontecimientos tendrian lugar mas bien en las residencias de los monarcas que no en las poblaciones subalternas.

-Desde luego. Las frecuentes correrías de los monarcas anteriores, unas veces para combatir á este noble rebelde, y otras para rechazar una agresion de otro rey ó para contener las entradas de moros que hicieron interesantes la mayor parte de los pueblos de España, empiezan á desaparecer desde los Reyes católicos. Ya las Cortes se celebran en las ciudades importantes, y dejan de ser tan frecuentes los acontecimientos en las demás; así es que, despues de lo que os he indicado referente á la incorporacion que hizo la corona de la ciudad de Alcalá por consecuencia de la conducta del arzobispo de Toledo, ya no registra otro acontecimiento importante mas que la recepcion que en esta ciudad hicieron los reyes Fernando é Isabel á la embajada que les envió Carlos VIII de Francia en 1497, á fin de ponerse de acuerdo respecto á la concordia que trataban de ajustar sobre los asuntos de Italia.

-¿Y en los reinados sucesivos?

-En el de Cárlos I, durante las comunidades de Castilla, guerra de la cual tendrémos tambien ocasion de ocuparnos cuando visitemos á Toledo, puesto que allí empezó en 1520, Alcalá tomó parte activa tambien, lo que la proporcionó disgustos y pérdidas de consideracion. Fue visitada por el Emperador y su esposa en 1533, sin que vuelva á mencionársela hasta 1706 en que los portugueses entraron en España, des

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T. I.

pues de haber vencido á los soldados de Felipe V, pusiéronla sitio y la tomaron á pesar de su resistencia. En este mismo punto se ratificó el matrimonio del rey Felipe con la hija del rey de Francia Luis XV, y desde esta fecha no volvemos á encontrar en ella nada de notable hasta la guerra de la Independencia.

-¿Qué pueblo de España, por insignificante que sea, no tiene su página de gloria en la historia de esa guerra?

-Tienes razon; no solamente cada pueblo sino cada indivíduo de aquel tiempo contribuyó con una hoja para formar la inmarcesible corona que alcanzó nuestro país. En Alcalá hubo un D. José Veguer, comandante de zapadores, que en los últimos dias de mayo de 1808, cuando ya el país empezaba á ponerse en armas, cuando los franceses invadian y ocupaban por doquiera el suelo español, despreciando las promesas que le hacian los enemigos y sin temor á los peligros que habia de arrostrar, reunió 110 hombres de su fuerza, recogió la caja, armas, banderas y tambores, y salió de la poblacion atravesando la distancia que le separaba de Valencia, á cuya Junta fué á ofrecer sus servicios haciéndole entrega de lo que pudo salvar.

-¡Valiente militar!-exclamó Castro entusiasmado.

—Y durante su marcha, como debeis comprender, tuvo que luchar mas de una vez; pero obrando con tanta prudencia como valor, consiguió realizar su intento. Durante aquella misma época, el Empecinado llegó á cortar las comunicaciones de esta ciudad con Madrid, burlando todos los esfuerzos y combinaciones del mariscal Soult. Desde entonces Alcalá deja ya de figurar en la historia hasta que se pronunció su decadencia de una manera notable con la traslacion de la Universidad á Madrid y la supresion de los conventos.

-Es decir que has terminado ya tu tarea.

-Sí; á Alcalá le ha sucedido lo que en la vida social suele ocurrirles á los indivíduos, que un capricho de la suerte arruina á unos para enriquecer á otros. Para llevar á Madrid todos los elementos posibles de vida y engrandecimiento, se la arrebató la Universidad, que era su verdadera existencia, y los Gobiernos no tuvieron en cuenta que se arruinaba una poblacion de importancia, y que en cambio de lo que le arrebataban nada le daban; no protegian su industria, no fomentaban su agricultura.

-De ese mal tienen que quejarse cási todas las poblaciones españolas.

-

-Es verdad; pero, amigos mios, me parece que ya no debemos entretenernos en lamentaciones inútiles y sí pensar en la hora que es.

-Cierto.

Y los jóvenes miraron sus relojes, y comprendieron que escasamente tendrian tiempo para llegar á la estacion y alcanzar el tren mixto que pasaba por Alcalá á las doce y cuarto.

CAPÍTULO IV.

Continuacion del viaje. — Azuqueca.

N

ཤཱ

O habia transcurrido mucho tiempo de la llegada de nuestros amigos á la estacion cuando el tren vino á detenerse el tiempo suficiente para que los viajeros pudieran acomodarse en sus respectivos departamentos.

Azara y sus compañeros penetraron en un wagon de primera clase donde encontraron cuatro de los asientos ocupados ya. Iban á dejar en completa posesion de él á los primitivos inquilinos, cuando una voz de bajo profundo, exhalada de unos labios. femeninos, hizo detener al aragonés:

-Aelante, caballeros; hay asiento para todos—dijo la voz.

-Sentiríamos molestar á Vds., señoras-repuso el aragonés.

-Por el contrario,-contestó un viejezuelo muy aseadito que ocupaba

otro asiento;-tendrémos en ello una verdadera satisfaccion.

Nuestros amigos comprendieron que no debian rechazar tan cordial ofrecimiento, y penetraron resueltamente en el departamento, sentándose y examinando á sus compañeros de viaje.

Eran estos, como ya hemos indicado, cuatro; dos pertenecientes al sexo femenino, y dos al masculino, aun cuando bien mirado, uno de los del primero fácilmente, á no ser por el traje, hubiera podido confundirse con los del segundo.

Figurémonos un rostro ajado por los años, de facciones pronunciadas y duras, moreno, y sobre cuyo labio superior se veia un vello tan fuerte y espeso, que hubiera formado la delicia de mas de un mozalbete imberbe, deseoso de adornar su cara con aquel aditamento.

Semejante rostro pertenecia á una cabeza monstruosa que á su vez estaba unida á un cuerpo esférico.

Tan soberbia mole tenia junto á sí lo que podemos llamar el reverso de la medalla. Era una jóven bellísima, delgada y esbelta por lo que juzgarse podia al verla sentada, y en la cual se advertia el encogimiento y la turbacion innatas á la persona cuyo trato ha sido muy limitado.

Los dos indivíduos que estaban sentados enfrente de las dos señoras tambien eran dos tipos completamente opuestos.

El viejezuelo, á quien ya hemos oido hablar, era delgado, muy delgado; pertenecia á esa clase de séres de quienes se dice vulgarmente que están avellanados, y sobre los cuales resbalan los años sin hacerles mella alguna.

Todo en el anciano era puntiagudo; la nariz y la barba, los dedos, los codos y las rodillas, formaban una coleccion de puntas salientes capaces de herir á cualquier cristiano á quien tocaran.

Su compañero, por el contrario, era lo que se llama generalmente un señorito de pueblo, rollizo, coloradote y un tanto pagado de sí mismo.

Vestia con mas riqueza que gusto, y en los colores de su traje se advertia mas el afan de llamar la atencion que la elegancia sencilla y natural.

El anciano, con su largo leviton, su pantalon negro, su chaleco de raso y su sombrero alto y algo estrecho en la copa, sus anteojos y su caña de Indias con puño de oro, parecia un médico ó un dómine mejor hallado que los maestros de instruccion primaria de nuestros dias.

Apenas entraron nuestros amigos en el wagon, la obesa matrona, inclinándose al oido de la jóven, la dijo:

-Arrepara, niña, son caballeros de distincion.

Y cuando observó que á los jóvenes acompañaban dos criados, á quienes sus amos indicaban que tomasen asiento en los coches inmediatos, añadió:

-Lo menos son marqueses los cuatro. Cuando yo te decia que eran presonas de distincion... Si tengo yo un ojo...

-Pero, mamá, tenga V. cuidado, que no se dice presonas.

Al mismo tiempo le decia tambien el viejecito á su compañero:

-Repara, hijo, repara en esos caballeros.

-Phe, unos caballeretes de la corte; mucha bambolla y poco dinero, contestó el lugareño.

Durante algunos minutos nuestros amigos estuvieron observando á sus compañeros de viaje. Castro, que como buen andaluz y jóven era un tanto enamorado, se estiró los puños de la camisa, se compuso el cabello, y lanzó una mirada incendiaria á la jóven. Azara, dirigiéndose á las señoras, dijo:

-Quizás molestamos á Vds., y á fe que lo sentimos, porque precisamente en los viajes es donde mas se apetece la comodidad.

-Quia, no señor, ni por pienso; tenemos una sastisfacion en ir en su compaña. -¡Cáspita! - murmuró Castro-se conoce que esta señora está muy reñida con la gramática, cuando tan mal la trata.

-

-Nosotros tambien tenemos un verdadero placer en ello repuso Azara sonriéndose.

-En los viajes-dijo el viejo tomando su parte en la conversacion general,—mas que la comodidad material, es preferible la buena compañía.

-Desde luego; pero esta tambien tiene sus inconvenientes-repuso Castro.

-¡ Hombre! eso sí que está güeno-exclamó la gruesa mamá con su voz hombruna, -pues si una güena compaña no le agrada, maldito si sé lo que le gustará. —Diré á V., señora. Cuando el viaje que se hace es corto, como el que nosotros hacemos ahora, si se tiene la suerte de llevar una buena compañía, se siente mucho mas tener que dejarla tan pronto, y precisamente nosotros nos hallamos en ese caso. -Mil gracias por la parte que me toca - contestó el viejo.

-Vamos, niña, contesta á ese cumplio—dijo la madre en voz que trató de hacer recatada para que no lo oyeran nuestros amigos, pero que sin embargo lo percibieron perfectamente.

-Si no sé que decir- contestó la jóven.

-Mira, María Antonia, me consumes la figura, paeces un avanto.

Y la buena señora pronunció estas frases de una manera tan perceptible, que los cuatro jóvenes no pudieron menos de fijar sus ojos en la que era objeto de ellos. Esto acabó de confundir á María Antonia, puesto que ya sabemos se llamaba así. Encendiósela el rostro, y las lágrimas se agolparon á sus párpados.

-¡Caramba! D. Robustiana-dijo el viejo,- siempre ha de estar V. encima de la muchacha; si ella es corta de genio, ¿qué le va V. á hacer?

-Y sobre todo-añadió á su vez el señorito lugareño, - no sé á qué venga ahora ese esabruto. Si María Antonia no ha hecho el cumplio á estos señores, no se ha perdio nada. Yo me he de casar con ella; con qué en estando yo contento, Cristo con todos.

-Hijo Eusebio-repuso el viejo,—no podrás negarme que has dicho treinta palabras y treinta mil disparates.

-Vamos, tio, déjeme V. ahora de ritóricas, que yo sé lo que me sé.

Los cuatro jóvenes no podian menos de sonreirse, escuchando el diálogo de aquellos personajes.

-Caballeros, dispensen Vds. si involuntariamente les hemos hecho presenciar un detalle desagradable siempre—dijo el tio de Eusebio.

-Nada de eso; nos han dado Vds. parte en una escena de familia, y semejante prueba de confianza nos honra demasiado.

-Merced á ella - añadió Castro con acento ligeramente burlon,-sabemos señorita es la prometida de este caballero.

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