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en cien cascadas derrúmbase entre las breñas, ora fertiliza la huerta, ora se subdivide en anchas vistas de plata que se desprenden de los desnudos peñascos.

Unidos de nuevo los dos brazos cual si como el atleta tratase de concentrar todos sus esfuerzos para vencer á un formidable adversario, corre algun espacio, soberbio su caudal, y húndese de repente en profundo abismo que no mide menos de sesenta varas de profundidad.

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El choque de su caida produce un inmenso vapor que en copos de nevada espuma, en chispas de brillantes, salpican las pedregosas orillas, desde las cuales puede contemplarse mucho mejor que desde arriba, el magnífico espectáculo que ofrece la Cola del caballo, cual llaman los naturales á aquel colosal salto de agua.

De nuevo torna á prolongarse el rio, por el barranco primero, y por las campiñas despues, formando otras nuevas cascadas de plácido y armonioso arrullo, y de golpes de vista encantadores.

Cuanto digamos respecto á estos lugares todo es pálido y frio.

Necesario es contemplarlos y sentirse hondamente impresionado ante semejantes maravillas para comprender que sobre todas las mas ricas obras del arte, sobre todas esas brillantes concepciones del genio, sobre todos esos poderosos trabajos del hombre, están esas sublimes y maravillosas obras de la creacion imposibles de imitar é imposibles tambien de describir.

LXVIII.

Tarazona.- Su posicion actual.

Formando gracioso semicírculo sobre granífico pedestal asentada en medio de riquísima vega, arrullada por el murmullo del ondulante Queiles, y dominada por el nevado Moncayo, Tarazona mostróse á nuestros viajeros ofreciéndoles deleitosa perspectiva, y haciéndoles exclamar casi á la vez :

-¡Qué pintoresca poblacion!

-Efectivamente, dijo D. Cleto, - ahí la tienen Vds., elevando hasta el cielo la esbelta torre de la Magdalena, y hundiendo su planta en la verde alfombra de sus campos fertilizados por el Queiles; cuyo caudal alimenta el venerable Moncayo que allá á lo léjos muestra su nevada cabellera.

Los viajeros detuviéronse algunos momentos contemplando tan delicioso espectáculo, hasta que finalmente entraron en la poblacion en busca del descanso que tan necesario les era.

Tarazona, ciudad populosa, cabeza del partido judicial de su nombre, obispado y una de las poblaciones mas importantes del antiguo reino de Aragon, tanto por su historia, cuanto por los recuerdos que todavía conserva, merece ser visitada por el viajero.

Su situacion sobre un terreno desigual, dividido por el Queiles, hace que la poblacion á su vez se divida en dos mitades, de las cuales, una, ó sea la que se denomina Alta, encierra todos los recuerdos del pasado: la poblacion histórica por decirlo así, mientras que la parte baja, constituye la poblacion moderna.

Pintorescos puentes enlazan estas dos mitades, viéndose por doquiera ventanas góticas, ojivas, arcos que facilitan el ingreso en algunas calles, denegridos muros, ricos aleros esculturados, formando contraste con las modernas casas, con los pintorescos jardines y con los suntuosos templos.

Antiquísimo es el orígen que á Tarazona se le atribuye, y por lo tanto rodeado de espesas tinieblas que es difícil al historiador poder penetrar.

Perdida en la oscura noche de la época celtibera, aparece menos dudosa en la época romana, en que engrandecida y erigida en municipio por César Augusto, vemos al templo de Jove coronando la cima del Cauno, las aguas del Calybs hoy Queiles, templando admirablemente el acero y en el foro de Minerva, una estatua de G. Libonio, seciro turiasonense y pretor de toda la Celtibería en el consulado de Cecilio Metelo. Turiaso ó Turyasene segun se le ha llamado en la época romana, pasó á la de los

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T. I.

godos sin dejarnos otro recuerdo que el de su silla episcopal, fundacion cási coetánea con la aparicion del cristianismo.

Dos santos prelados en el siglo VI, Guadioso y Prudencio ilustráronla con sus luces y su excesiva piedad y bajo la dominacion sarracena, Atilano, obispo de Zamora mas tarde, vió la luz primera en esta poblacion, que pretende tambien haber dado el ser á Raimundo, abad de Fitero y fundador de la órden de Calatrava.

Aun cuando asombrada todavía por la catástrofe de Guadalete no se atrevió á oponer resistencia á los árabes, cuando en 713 llegaron ante sus muros, no tardó mucho en procurar sacudir su yugo, en castigo de lo cual el emir Ambiza entróla por fuerza de armas, arrasó sus muros, y Turiazona dejó ya de mencionarse en las crónicas muslímicas.

En 1119 D. Alfonso el Batallador llamó á sus puertas, y por mas que el agareno trató de defenderse, el estandarte de la cruz sustituyó al de la media luna, y el conde de Bigorra, por encargo del Monarca, encargóse de la defensa de la fronteriza plaza.

Alfonso VII de Castilla se apoderó de ella durante el famoso interregno que siguió á la muerte del Batallador, permaneciendo en su poder hasta 1144 en que el conde Ramon Berenguer la recuperó.

Fortun Aznar primero, y despues D. Teresa Caxal, madre del famoso D. Pedro Atarés, tuvieron el señorío de ella, quedando ya facultada la última para poderla legar á sus sucesores.

No reconocia otra superior que á Zaragoza; y Tarazona merced á esto, ocupaba el segundo asiento en cortes, del mismo modo que en la antigua documentacion, firmaba su obispo, el segundo.

En su recinto tuvieron lugar importantes acontecimientos que contribuyeron poderosamente á aumentar su importancia y valimiento.

En 1170, Alfonso VIII de Castilla dió su mano á Leonor de Inglaterra en presencia del Rey de Aragon, siendo las fiestas que con este motivo se celebraron segun el erudito autor de los Anales de Aragon, cual correspondia á la grandeza de tan opulentos príncipes.

La basílica de Santa María, presenció en 1221, las velaciones de Jaime con Leonor de Castilla, donde el Rey niño ciñó la espada de caballero, y allí, en aquel mismo sitio, ocho años mas tarde, celebróse un concilio de prelados presidido por el legado apostólico, ante el cual el mismo D. Jaime hizo presente la necesidad en que se hallaba de disolver aquel matrimonio.

En 1283, vió Tarazona salir de sus muros disfrazado con el traje de mercader de caballos al caballeresco Pedro III, para acudir al reto de su rival Cárlos de Anjou, volviendo poco despues abatido por el cansancio y por la sed, habiendo conseguido burlar la vigilancia del esforzado castellano D. Juan Nuñez de Lara.

D. Jaime II celebró en Tarazona vistas con los reyes de Portugal y de Castilla, y en la misma ciudad en 1319, celebráronse las bodas de Alfonso IV con la infanta de Castilla D. Leonor.

La terrible campaña sostenida por Pedro IV el Ceremonioso contra el rey Pedro I de

Castilla, ensangrentó las calles de aquella ciudad que tan de fiesta se adornaran en los reinados anteriores; profanáronse sus templos, ardieron muchos de sus notables edificios, y fue necesaria toda la destreza y la astucia del Monarca aragonés para obtener del castellano Gonzalo Gonzalez Lucio la entrega de la ciudad en 1361.

En 1484, Fernando el Católico reunió cortes en Tarazona para emprender la conquista de Granada, y en 1592, Felipe II, reuniólas tambien para anular los fueros y libertades que acababa de segar en Zaragoza, con la cabeza del infortunado Justicia. D. Juan de Lanuza.

Históricamente considerada desde este punto, cesa ya la importancia de Tarazona. Durante la guerra de sucesion permaneció al lado de Felipe V mientras la mayoría de Aragon era partidaria de la casa de Austria.

Desde entonces su existencia ha sido la de la generalidad de las poblaciones españolas.

Indolencia y abandono en el presente, envuelto en el riquísimo polvo de sus glorias pasadas.

LXIX.

Monumentos de Tarazona.

Descuella sobre la antigua ciudad asomado á la orilla del precipicio, asentándose sobre robustos machones, el que segun fabulosa tradicion llámase alcázar de Hércules, que mas tarde se convirtió en Azuda de los musulmanes, palacio despues de los reyes de Aragon, y tras de haber pasado por distintas donaciones, adquiriólo el obispo Calvillo por 30,000 sueldos jaqueses en 1386, quedando desde entonces vinculado á la mitra como habitacion de sus prelados.

Airosa galería gótica construyó en el primer piso D. Guillen Ramon de Moncada y en los magníficos arcos en que se apoya la robusta fábrica, las platerescas labores del patio y las que adornan la bóveda de la escalera, llevan el blason de D. Juan Gonzalez Munebrega, que todos los prelados desde que el edificio quedó destinado para su mansion, dedicáronse à embellecerle y adornarle.

Tambien el renacimiento tiene su digna representacion en el edificio que nos ocupa. Dos galerías sobrepusiéronse á la primera, produciendo vistas desde abajo un agradable efecto que templa la adustez y severidad del grandioso edificio.

En la gran sala del palacio osténtanse en rica galería los retratos de los prelados Turiasonenses.

Una gran plaza separa del palacio obispal la antiquísima iglesia de la Magdalena, · con su alta y gótica torre de ladrillo, catedral que fué, segun las tradiciones, en remotos tiempos.

En el exterior, ha quedado como muestra de su antigüedad el abside bizantino y un portal con góticas molduras; y en el interior, algunos retablos, siendo de admirar el mayor, compuesto de excelentes pinturas sobre tabla, subdivididas en cuatro hileras.

godos sin dejarnos otro recuerdo que el de su silla episcopal, fundacion casi coetánea con la aparicion del cristianismo.

Dos santos prelados en el siglo VI, Guadioso y Prudencio ilustráronla con sus luces y su excesiva piedad y bajo la dominacion sarracena, Atilano, obispo de Zamora mas tarde, vió la luz primera en esta poblacion, que pretende tambien haber dado el ser á Raimundo, abad de Fitero y fundador de la órden de Calatrava.

Aun cuando asombrada todavía por la catástrofe de Guadalete no se atrevió á oponer resistencia á los árabes, cuando en 713 llegaron ante sus muros, no tardó mucho en procurar sacudir su yugo, en castigo de lo cual el emir Ambiza entróla por fuerza de armas, arrasó sus muros, y Turiazona dejó ya de mencionarse en las crónicas muslimicas.

En 1119 D. Alfonso el Batallador llamó á sus puertas, y por mas que el agareno trató de defenderse, el estandarte de la cruz sustituyó al de la media luna, y el conde de Bigorra, por encargo del Monarca, encargóse de la defensa de la fronteriza plaza.

Alfonso VII de Castilla se apoderó de ella durante el famoso interregno que siguió á la muerte del Batallador, permaneciendo en su poder hasta 1144 en que el conde Ramon Berenguer la recuperó.

Fortun Aznar primero, y despues D.' Teresa Caxal, madre del famoso D. Pedro Atarés, tuvieron el señorío de ella, quedando ya facultada la última para poderla legar

á sus sucesores.

No reconocia otra superior que á Zaragoza; y Tarazona merced á esto, ocupaba el segundo asiento en cortes, del mismo modo que en la antigua documentacion, firmaba su obispo, el segundo.

En su recinto tuvieron lugar importantes acontecimientos que contribuyeron poderosamente á aumentar su importancia y valimiento.

En 1170, Alfonso VIII de Castilla dió su mano á Leonor de Inglaterra en presencia del Rey de Aragon, siendo las fiestas que con este motivo se celebraron segun el erudito autor de los Anales de Aragon, cual correspondia á la grandeza de tan opulentos príncipes.

La basílica de Santa María, presenció en 1221, las velaciones de Jaime con Leonor de Castilla, donde el Rey niño ciñó la espada de caballero, y allí, en aquel mismo sitio, ocho años mas tarde, celebróse un concilio de prelados presidido por el legado apostólico, ante el cual el mismo D. Jaime hizo presente la necesidad en que se hallaba de disolver aquel matrimonio.

En 1283, vió Tarazona salir de sus muros disfrazado con el traje de mercader de caballos al caballeresco Pedro III, para acudir al reto de su rival Carlos de Anjou, volviendo poco despues abatido por el cansancio y por la sed, habiendo conseguido burlar la vigilancia del esforzado castellano D. Juan Nuñez de Lara.

D. Jaime II celebró en Tarazona vistas con los reyes de Portugal y de Castilla, Y en la misma ciudad en 1319, celebráronse las bodas de Alfonso IV con la infanta de Castilla D. Leonor.

La terrible campaña sostenida por Pedro IV el Ceremonioso contra el rey Pedro I de

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