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objeto que se habia de lanzar, desarrollábase rápidamente aumentando la rapidez con que se soltaba, la fuerza de impulsion, consiguiendo con esto lanzar á considerable distancia el proyectil ó el objeto que se queria. Tambien se llamaban á estas mismas máquinas, botadores ó clides.

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-¿Pues sabe V. que la tal máquina tendria un peso y una magnitud enorme? -Ya lo creo. Calculen Vds. que eran de madera sumamente fuerte y reforzadas además con planchas de hierro.

-Y necesitarian un gran servicio.

-Como que generalmente no era posible que hubiese muchas, tanto por su excesivo coste, cuanto porque á veces no todos los lugares eran á propósito para colocarlas, únicamente cinco ó seis hombres bastaban para cada una. Lo mas difícil que tenian era el transporte.

-Naturalmente, el mal estado de los caminos habia de dificultarle mucho.

-Una vez que con la ligera reseña de esta clase de armas creo haber dejado terminadas las explicaciones que sobre las armas ofensivas anteriores á la aplicacion de la pólvora, hube comenzado hacerles, me ocuparé de las armas que servian para resguardar al hombre de los mortíferos golpes que se le dirigian, armas defensivas que estaban en perfecta armonía con las ofensivas conocidas.

-Es verdad, díganos V. algo sobre las antiguas armaduras de los guerreros, que indudablemente cada una de las piezas de que se componian habian de tener su denominacion particular.

-Desde luego. Empezarémos por el escudo que se llevaba en el brazo izquierdo, que primero fue de madera ó de cuero, y de hierro, despues, y cuyas formas variaron extremadamente. Los de la infantería eran mayores que los que usaban los jinetes, siendo todos generalmente convexos por el exterior y cóncavos por el interior.

-Diga V. D. Cleto, ¿no habia tambien otros escudos que se llamaban rodelas ó adargas?

-Si señor; las rodelas eran mas pequeñas y redondas ú ovaladas, generalmente las usaban la caballería; las adargas eran largas y anchas, cortadas en cuadro por la parte superior, y terminando en punta por la inferior. Tambien tenemos el casco que defendia la cabeza, y que cada nacion, le daba una forma particular.

—El yelmo ¿qué era?

-Un casco mas pesado, usado por los caballeros, que tenia á la altura de los ojos un enrejado de hierro que se llamaba visera, y en la parte inferior unas escamas ó planchas del mismo metal, que resguardaban el cuello, y que llevaban el nombre de gola. El almete, que muchas veces se ponian los caballeros para tomar algun descanso despues de las batallas, era una especie de casco tambien mucho mas ligero, puesto que carece de gola y de visera. Llamábase cimera á una pieza que llevaban sobrepuesta los yelmos en la parte superior, que constituia un adorno representando animales, coronas ó aves, de cuyo punto partian una ó varias plumas. Hubo tambien el capacete, el vacinete, el morrion y la capellina, que eran cascos mas ligeros, usados en lo general, por la infantería.

-¿Y era solamente hierro, el metal empleado en esos cascos?

-Los nobles caballeros adicionábanle adornos de plata ú oro, cincelábanse maravillosamente, y Vds. deben haber visto en la armería real de Madrid raras y preciosas muestras de esa clase de trabajos.

-Cierto.

-Y que complicacion, ahora que nos recuerda V. la real armería de Madrid, que complicacion tan grande debia de haber en aquellas armaduras.

-Ya lo creo; imaginese V. amigo Pravia que la armadura, propiamente dicha, componíase de once ó doce piezas, que cada una tiene su denominacion particular. -¿Y las recuerda V. todas?-preguntó Sacanell.

-Me parece que sí,-contestó sonriendo el anciano.

-¡Caramba qué memoria!

-La coraza componíase de peto y espaldar,—dijo D. Cleto cortando los elogios que le tributaban, estas dos piezas resguardaban el pecho y la espalda; la gola rodeaba la parte del cuello por encima del peto, y tanto este como el espaldar hallábanse unidos por las hombreras, que cubrian, como su nombre lo indica, los hombros. Brazales llamábanse las piezas que resguardaban los brazos, y guanteletes las que cubrian el puño y la muñeca.

-Y ahora recuerdo,—dijo Pravia, — que tambien he visto armaduras que llevaban una especie de faldellin de hierro, tambien.

-Justamente, es lo que se llamaba faldar, y estaba formado por escamas, con las

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cuales quedaban defendidas las caderas; martingalas ó escarcelas, llamábanse las defensas de los muslos y grevas ó canilleras, las piezas que cubrian la pierna hasta el talon, donde quedaban aseguradas las espuelas. En la union de estas dos piezas en la rodilla se colocaba otra que se llamaba rodillera, así como tambien habia una que se llamaba sobaquera, y resguardaba el sobaco, cuando se levantaba el brazo.

-¿Y sabe V. que pesarian las tales armaduras?

-Parece imposible que pudieran manejarse desembarazadamente, en los combates, con semejante peso.

-A esto deben Vds. añadir que las espadas eran infinitamente mas pesadas; que las hachas ó mazas eran tambien de gran peso, y que los lanzones que embrazaban á aquellos guerreros, eran formidables.

-Indudablemente la especie humana ha degenerado de un modo extraordinario, ¿quién de nosotros seria capaz de resistir hoy un peso semejante?

-Naturalmente, entonces desconocíanse muchos de los vicios que hoy desgraciadamente contribuyen de una manera poderosa al decaimiento de nuestra juventud; eran otras las costumbres, y el niño antes comenzaba por regir un corcel y por manejar una lanza, que por saber leer; desarrolladas sus fuerzas desde los primeros años, poco a poco iban acostumbrándose á soportar el peso de la armadura y los tenia V. que cuando salian á campaña, sobrellevaban admirablemente las fatigas, manejándose con facilidad á pesar del excesivo peso que llevaban.

-Y de igual manera que los caballeros, eran tambien mas robustos los corceles.
-Naturalmente el decaimiento viene observándose en todas las razas.

-¿No llevaban tambien los caballos su armádura?

-Si señor. Piezas de hierro, ponian á cubierto sus cabezas, pechos y grupas, de los golpes del enemigo.

—Y diga V. D. Cleto, ¿ ha sido capricho de los pintores el poner como he visto algunas veces en la armadura de los caballos, una gran pua de hierro sobre la frente? -No señor; iban adheridas á la pieza de armadura que les resguardaba la cabeza, y esto hacia doblemente terribles las cargas de caballería.

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--Réstame todavía hablarles á Vds. de otras prendas usadas por los caballeros, y que constituian tambien una gran defensa.

-Es verdad que recuerdo haber oido hablar, y en el teatro hemos visto, cotas de mallas, lorigas, vestas.

-Justo; la loriga y la cota de mallas eran muy parecidas, pues ambas llegaban generalmente hasta la rodilla y estaban hechas de anillos ó mallas de hierro, de un temple superior y perfectamente entrelazados; la vesta era una túnica corta sin mangas, generalmente de telas muy ricas y que se usaban sobre las lorigas. Tambien habia jubones acolchados reforzados con planchas de metal, y cuyas mangas eran de mallas. -Pero, toda esa clase de armaduras, no las gastarian mas que las personas de clase elevada.

-Desde luego; los soldados solian llevar jubones ó gabardinas resguardadas por

planchas de hierro; cuando mas llevaban la coraza ó séase el peto y el espaldar, y en cuanto á sus cascos ya les he indicado que eran sin gola ni visera.

-¡Qué diferencia tan notable!

-Ya lo creo; por eso el descubrimiento de la pólvora vino á nivelar completamente el soldado con el caballero; desde ese momento ven Vds. desaparecer ya las ricas y bien templadas armaduras, y de igual manera se ve expuesto á las balas el pecho del uno que el del otro.

-Ya lo creo, y por cierto que el tal descubrimiento debió causar una gran revolucion en el arte de la guerra.

-Desde luego, y ya se la demostraré en la próxima sesion que volvamos á tener sobre esta materia, porque ya estamos cerca de Borja, y toda nuestra atencion debe fijarse en la poblacion en que vamos á entrar.

-Si que estamos cerca ;-exclamaron á la par los jóvenes que distraidos con el relato de su guia, apenas se habian apercibido de lo próximos que estaban á la poblacion.

-i Caramba! y es bonito el aspecto que ofrece Borja.

-Su campiña es muy linda.

-Mucho, aun cuando bastante reducida.

-Aquel será el Moncayo.

-Si señor.

--¿Y qué rio es este?-preguntó Azara.

-El Huecha que va á desembocar en el Ebro.

Y de este modo, continuaron hablando conforme se aproximaban á Borja, hasta que finalmente penetraron en ella, yendo á descansar á la casa de unos parientes de Azara.

LXXV.

Borja.

Recostada Borja en el declive de una colina en el centro de fértil y amena aun cuando reducida campiña, á tres leguas de distancia la vela con su nevada frente el enhiesto Moncayo, mientras que el humilde Huecha fertiliza su territorio con el benéfico caudal de sus aguas.

Unas cuatro mil quinientas almas albérganse en su regular caserío, que subdividido en varias empedradas calles y en distintas plazas, constituyen una de las mas agradables poblaciones de Aragon.

No busquemos en ella grandes recuerdos artísticos: sus templos, sobre los que se eleva, dominándoles, la torre de la colegiata de Santa María, nada de notable conservan como recuerdos de arte.

En cambio su historia es rica y abundante.

La instruccion y la beneficencia, hállanse atendidas de una manera extraordinaria en la ciudad que nos ocupa, y que es una de las doce que posee el antiguo reino de Aragon.

Buenos paseos, excelentes aguas; hacen mas agradable la estancia de Borja.

La colegiata fue erigida en tal por el papa Nicolás V en 1449.

Poblacion agrícola, todos los esfuerzos de sus habitantes, tienden únicamente á obtener los mayores rendimientos de aquel terreno tan feraz, que regado por las ramificaciones del Huecha, contribuye poderosamente á fecundizarle.

Natural es que absorbiendo toda la atencion de aquel vecindario, la agricultura, poco desarrolladas pueden estar las demás industrias.

Unicamente las indispensables para atender á las primeras necesidades de la vida y á las exigencias que consigo lleva la bonificacion de algunos productos agricolas, es lo que en Borja existe.

El comercio se halla reducido á la exportacion de lino, cáñamo, vino, aguardiente y aceite, y á la importacion de salazones, telas, y géneros coloniales.

Celebra una feria anual que se encuentra bastante concurrida, haciéndose en ella transacciones de alguna importancia.

En condiciones se halla Borja para ocuparse de importantes fabricaciones, pues la de paños que ya ha tenido, y las de hilados de seda, demuestran que con mas estimulo, desarrollando y aumentando los elementos que en el mismo país existen necesarios para esta clase de empresas, fácil hubiera sido llegar á obtener un resultado verdaderamente satisfactorio.

Mas esta iniciativa falta, estos elementos no se explotan cual debieran, y Borja se dedica á la agricultura especialmente, como otras poblaciones.

LXXVI.

Apuntes históricos de Borja.

Imposible fijar el remoto orígen celtibero de Belsinun, nombre que en aquella época asignase á Borja, y solamente podemos conseguir verla ya con claridad, en la época árabe, cuando en 883 el aventurero Caleb hizo sus primeras excursiones por aquel territorio.

Affonso el Batallador plantó el estandarte de la cruz, abatiendo para siempre la enseña musulmana de sus muros, dando el señorío de ella á su pariente el opulento magnate D. Pedro de Atarés que soñaba ya tal vez en aquella corona, que indudablemente hubiera ceñido á ser menos altivo y orgulloso.

Nombre recibió de la villa la noble estirpe de los señores de ella, y sus indivíduos, alcanzando inmenso renombre tanto en Italia como en España, ciñéronse dos veces la tiara, ostentaron el birrete cardenalicio, alcanzaron inmarcesibles laureles en los campos de batalla, y, finalmente, la purísima auréola de santidad circundó las sienes del ilustre Francisco de Borja.

Habia estallado la guerra entre los dos Pedros, el 1 de Castilla y el IV de Aragon. Frente á frente hallábanse las dos huestes rivales en las cercanías de Borja, cuando felizmente pudo apaciguarse la tempestad, merced á los esfuerzos de los legados pontificios.

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