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Tomémosla ya romana. Veámosla ostentando el manto de su imperial protector, para verla mas tarde trocarle por el estandarte de los jeques musulmanes que á su vez fue sustituido por las coronas de sus reyes.

Veamos á la oscura Salduba, de incierto orígen, salir en el año 728 de la fundacion de Roma, del letárgico sueño en que yaciera, bajo el poderoso aliento de Augusto, y recibir nuevo bautismo con su existencia nueva.

Saludemos á la Cesaraugusta «la mas esclarecida de las ciudades de la España Tarraconense,» segun Pomponio Mela, la que fue erigida en colonia militar, en convento jurídico y en donde su fundador hizo construir templos, baños, circo, haciendo de ella una rival de Roma.

Cesaraugusta pagaba mas que con su gratitud, con su adoracion al generoso Augusto, y batió multitud de medallas para perpetuar todos los acontecimientos que de una manera tan marcada habia contribuido á su engrandecimiento y prosperidad.

Indudablemente una de las principales razones que movieron á Augusto para que así fomentase la poblacion que nos ocupa, fue su posicion excelente, considerándola tanto bajo el punto de vista topográfico, cuanto respecto al estratégico y político.

En la confluencia de tres rios que se unen ante sus muros, y en los límites de tres importantísimas regiones de la España primitiva, cuales eran la Celtiberia, la Edetania y la Vasconia, natural era que ofreciese desde luego uno de los puntos mejor situados para el establecimiento de una colonia militar.

Así fue que sin vacilar un momento, hizo huncir el buey y la vaca al arado que habia de trazar los límites de la naciente colonia, y hecho esto, avecindáronse en su recinto los soldados de las legiones 4.2, 6.a y 10.", segun se desprende de una de las medallas acuñadas en honor de Augusto.

Levantáronse fuertes y robustas murallas defendidas á trechos por sendos torreones y los templos y los palacios, y los circos y los baños públicos sucedieron á las groseras chozas de la antigua Salduba.

Segun el Itinerario romano, Cesaraugusta era punto de término ó de descanso en las grandes vias que desde los Pirineos conducian á Leon; de Mérida á Zaragoza; de Laminio ó Daimiel á Zaragoza; de Astorga á Tarragona; de la misma Astorga á Zaragoza y de Tarazona á Zaragoza.

No tiene nada de extraño, pues que Cesaraugusta tuviese tal importancia dadas las vias que por ella pasaban, y que la ponian en comunicacion directa, tanto con la metrópoli romana, cuanto con las demás poblaciones importantes de España.

Y la proteccion dispensada por Augusto á su fundacion, no sucumbió con él; sus sucesores siguieron ocupándose de ella, y merced á esto fue nuestra ciudad acreciendo en importancia y en elementos de vida y prosperidad.

El P. Flores ha conservado una gran coleccion de medallas, únicos recuerdos que restan de aquella poderosa colonia, y por ellas vemos la porcion de familias distinguidas avecindadas en Zaragoza por aquel tiempo, lo cual demuestra la predileccion con que era mirada por los romanos.

Tan oscuro como su primitivo origen, muéstrase para el historiador, el momento en que vió hollado su recinto por los bárbaros invasores del Norte.

Es presumible que debiendo tanto á Roma, estando de tal modo asimilada á su vida, á sus costumbres y á su grandeza, sostendríase mas tiempo quizá, sin entregarse á los extranjeros, sufriendo como es consiguiente la desastrosa suerte de otras ciudades en medio de aquellas repetidas irrupciones, y entre las terribles luchas que los distintos pueblos invasores sostenian entre sí.

En 452 Requiario, caudillo de los suevos se apoderó de ella, y catorce años mas tarde, los godos al mando de Eurico, tomaron posesion de Cesaraugusta, segun la lla

maron.

Confusas son todas las noticias de aquel tiempo; que siguió siendo poblacion de importancia, pruébanlo el geógrafo anónimo de Ravena, el cual al ocuparse de Zaragoza lo hace como poblacion muy conocida é importante en su tiempo, y san Isidoro dice que era la mas ilustre y la mas excelente de todas las de España.

No debieron ser muy tranquilos ni sosegados los años que estuvo bajo la dominacion goda, puesto que su misma situacion tan próxima á los revoltosos cántabros y navarros, habia de proporcionarle sin cesar movimientos y turbulencias.

Así es que en 570 vemos á Leovigildo pelear con Aspidio y con sus hijos, y vencerles; Recesvinto á mediados del siglo VII, derrota á Froya que sitiaba la ciudad con un fuerte ejército de vascones y aquitanos; en 672 Wamba derrota á Remasundo, y la famosa procesion de los zaragozanos cuando se hallaban sitiados por los soldados francos de Childeberto que acudiera á España á vengar los ultrajes inferidos á su hermana la princesa Clotilde, procesion que llenó de respeto al extranjero Rey, contentándose, para alzar el cerco, con la ensangrentada estola del mártir san Vicente, que en aquel solemne acto llevaban los naturales.

Tales son los hechos que de la época gótica hace mencion la historia de Zaragoza, hechos sin embargo, que no están plenamente justificados, y obligan al historiador á sacar deducciones que á veces pueden equivocarse de una manera lastimosa.

LXXXV.

Zaragoza, bajo la dominacion de los árabes.

A las tinieblas en que permanece envuelto el orígen primitivo de Salduba, y á las escasas noticias que de las épocas romana y gótica tenemos de Cesaraugusta y Cesaragosta, sucede desde el momento en que da comienzo la dominacion musulmana, sino la historia detallada, al menos el no encontrarse perdidos por completo períodos enteros como antes nos ha sucedido.

ya

Desde el instante en que los árabes sentaron su planta en la ciudad de Augusto, el historiador no la pierde de vista un solo instante.

Viajero que ha encontrado por fin el camino que ha de recorrer, lánzase por él sin temor alguno, seguro de encontrar cuantas noticias pueden ser posibles en una

¡época tan agitada, cual fueron los primeros y los últimos tiempos de la muslímica dominacion.

Era el año 713.

Tarif y Muza, orgullosos cada uno con los laureles que adquirieran, aproxímanse simultáneamente por Occidente y Mediodía; salúdanse afectuosamente al pié de aquellos muros, y Cesaragosta trueca su nombre por el de Sarakusta, á la par que dentro de su recinto penetran ambos caudillos, salvándose del saqueo con que la amenazaban, mediante la entrega de las grandes riquezas que en ella se acumularon.

Insignificante fue el cambio que se verificó en la poblacion. A escepcion de la pequeña variante introducida en su nombre y del cambio de las autoridades, Zaragoza siguió sosteniendo su importancia, siendo cabeza de una de las cinco grandes provincias en que los árabes dividieron el territorio que invadieran.

Sin embargo, no tardó mucho Zaragoza en sufrir las consecuencias de las rivalidades que tanto agitaron á los caudillos musulmanes.

Los gobernadores, sufrian la suerte de los walíes que les dieran semejante cargo, y de esta manera vemos sucederse en Zaragoza con vertiginosa rapidez, nombres musulmanes que apenas aparecen, se pierden bajo la presion de fuerzas superiores, para dejar lugar á otros nuevos que á su vez desaparecen tambien.

A la tranquila y bienhechora administracion de Hanax-ben-Abdalá, suceden las terribles exacciones del emir Alahor y las no menos violentas de Otman Abi-Heza.

«Posesionado de aquel gobierno en 744 Samail, hombre astuto y esforzado, jefe de la faccion egipcia, dispuso á su placer del amirazgo de España, derrocando á Ilusam-ben-Dhiraz, y haciendo elegir sucesivamente á Thueba-ben-Salema y á Jusuf el Fehri, mientras reservaba para sí el mando de Toledo y para su hijo el de Zaragoza. Sobre esta última ciudad se lanzó su rival Amer-ben-Amrú ofendido por las asechanzas que en Sigüenza le habian tendido; y despues de entrarla por fuerza de armas en 753, y de sostenerse un año en Aragon al frente del bando de los alabderies, se vió sitiado á su vez en ella por las tropas del emir Jusuf, y cayendo en sus manos, fue despedazado con su hijo Wahib. Creciera con esto la fortuna de Samail, si el omíada Abderraman no viniera del Africa á aprovecharse de estas discordias intestinas, y á ci– mentar su trono sobre las ruinas del poder de los emires, y aunque el ambicioso wali, negociando á tiempo, supo conservar el mando de la España oriental, despertó tres años despues la suspicacia del vencedor á pesar de su retraimiento, y conducido de Sigüenza á Toledo, fue muerto dentro de una torre en 759.

«En los primeros tiempos del califado, Zaragoza sometida á Córdoba su soberana, proporcionó á sus walies, no independencia, pero sí consideracion y poderío sobre todo el Oriente de España. Con el gobierno de ella recompensó Abderraman I los importantes servicios y recientes heridas de su fiel caudillo Abdelmelic-ben-Omaz, quien despues de preservada la ciudad de las maquinaciones del wali depuesto Ilusein, el Abdari castigándole de muerte, la defendió en 778 contra las invasiones de los francos. De aquí la celebrada toma ó por lo menos capitulacion de Zaragoza con Carlomagno; de aquí la mas célebre retirada de Roncesvalles, en que los montañeses navarros se

unieron al wali sarraceno contra los auxiliares extranjeros; de aquí el nombre de este jefe trocado en el de Marsilio, se ha perpetuado en los romances y poemas caballerescos. Heredó el cargo su hijo Abdalá en premio de haber desalojado de Zaragoza al rebelde gobernador de la frontera, Bahlul-ben-Makluc que, ora enemigo, ora aliado de de los cristianos, turbó durante largos años la paz de aquella provincia, hasta ser vencido por el califa Alha-Kem, y degollado junto á Tortosa. Visitó el califa en 802 su ciudad tantas veces amenazada, y dejó en ella por algun tiempo á su propio hijo Abderraman, tanto para prevenir nuevas insurrecciones, como para enfrenar el creciente brio de los fieles del Pirineo.>>

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De esta manera describe el erudito autor de la obra Recuerdos y bellezas de España, este período de la historia musulmana de Zaragoza, período preñado de turbulencias y de rebeldías, que se prolongó extraordinariamente y que si á seguir paso a paso fuéramos, necesitaríamos mayor espacio de que ya podemos disponer. Tanto por esto, cuanto porque tampoco nuestro objeto es otro que el de dar una ligera reseña histórica de los principales acontecimientos ocurridos en la ciudad que visitamos, pasamos por alto muchas de estas guerras y de los incidentes ocurridos en ellas, para llegar á la época en que con el derrumbamiento de califato, erigiéronse en reinos independientes los que hasta entonces fueran provincias dependientes del imperio cordobés.

Lo que si no podemos omitir, es la importancia que seguia sosteniendo Zaragoza en medio de una época tan resuelta, y castigada por las contiendas civiles.

La ciudad se embellecia con monumentos notables, sus escuelas adquirieron gran fama, y entre los hijos de la Zaragoza musulmana, y alumnos de sus escuelas, merecen citarse sábios y probos cadies; elegantes poetas y viajeros muy distinguidos.

Extinguida la raza ommíada con la muerte de Hixem II, el walí de Zaragoza Almoudhar-ben-Hud al igual que los walíes de otras provincias, erigió reino independiente, lo que hasta entonces constituyera su territorio.

Este era extenso y rico, puesto que extendiéndose desde Guadalajara á Lérida, poseia todo el cauce inferior del Ebro, Tortosa, los Alfaques y Tarragona, «lo cual le permitia enviar sus naves á Alejandría cargadas de frutos de España, y le traian mercancías de Siria y de otras provincias de Oriente (1).»

Seis reyes dió á Zaragoza la dinastía de los Beni-Hudes que, sosteniendo guerras mas o menos afortunadas con otros walíes que á su vez se declaraban independientes, fueron viendo disminuir progresivamente su territorio prestando con sus disensiones ancho campo á las armas cristianas, para que fueran aumentando sus conquistas.

Amed II ó sea Almustain-Bila amenazado por Alfonso VI de Castilla, y debilitado por, la derrota de Alcoraz y la pérdida de Huesca, llama en su auxilio á los almoravides, y merced á esto consigue recobrar á Fraga y á Barbastro para ir á morir en 1110 en el sitio de Tudila (Tudela).

Abdelmelic-Amad-Dola heredó ya una ciudad sola, mas bien que un reino, y ́lleno

(1) Conde, Hist. de la domin, de los árab. en Esp, parte 3.o, cap. 21.

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T. I

de terror un dia vió descender desde las alturas del fuerte Castellar, los soldados de la cruz capitaneados por Alfonso el Batallador.

Las últimas horas de la dominacion musulmana habian llegado ya para Zaragoza.

Por fuera de los muros hallábanse los soldados que habian venido del Mediodía de Francia, bajo el mando de Gaston, vizconde del Bearne, unidos á los terribles almogávares y á las lanzas de los barones y ricos-hombres aragoneses.

Dentro de los muros reinaban los odios, las parcialidades, las envidias y la desesperacion.

Cada dia se ensangrentaban los campos, con los combates sostenidos entre sitiados y sitiadores.

Cada dia tambien las calles de la ciudad se salpicaban con la sangre musulmana derramada á consecuencia de los motines y de los tumultos.

D. Alfonso habia acampado en el lugar que hoy se conoce con el nombre de Juslivol, y que no es otra cosa que una corrupcion del lemosin, Diuslivol, que significa, Dios lo quiere.

Y efectivamente Dios lo quiso, y Zaragoza vió tremolar sobre sus muros el estandarte de la cruz, quedando abatida para siempre la aborrecida enseña musulmana.

LXXXVI.

Zaragoza, capital de los reyes de Aragon.

Era el dia 18 de diciembre de 1118.

Un peloton de lanzas cristianas á cuyo frente marcha el ilustre D. Pedro Mir, penetra en la musulmana ciudad, atraviesa algunas calles y llega hasta el palacio de la Azuda, mansion de los monarcas musulmanes. Amad-Dola esperaba la llegada del caballero cristiano y allí se firmó la capitulacion de la ciudad.

Poco tiempo despues, el último rey de Zaragoza, marchaba con sus tesoros y sus mujeres, á ocultar su desdicha tras los muros de la fortaleza de Rotalyehud.

El Batallador Alfonso penetró en Zaragoza, y todos los caballeros que le auxiliaron en aquella empresa fueron magnánimamente recompensados, cediendo al conde de Alporche un barrio entre la iglesia Mayor y San Nicolás, y al del Bearne, otros que se extendian por la parroquia llamada la Santa María Mayor.

Restauróse la sede episcopal, proveyéndola en la persona del prelado D. Pedro de Librana, y dió leyes y privilegios á los moradores, declarándoles infanzones é inmunes de toda clase de impuestos.

Pero D. Alfonso no pudo por mucho tiempo disfrutar de su nueva conquista.

Su belicoso carácter, impulsóle de nuevo á guerreras empresas, y bien pronto ante los muros de Fraga, fué á encontrar la muerte.

Oscuro se presentaba el porvenir para aquel naciente reino, con la muerte de don Alfonso.

Habíale ensanchado prodigiosamente con el esfuerzo de su brazo y habíale acrecen

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