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peto la serenidad de ánimo que la Junta os encarga y exige en las tristes ocurrencias del 27 de junio. Corresponded á tan lisonjeras esperanzas y no temais á los enemigos. El ciudadano virtuoso viva tranquilo en medio de su familia, y el culpable tiemble á vista de la espada de la justicia, que sin remedio va á descargarse sobre su cabeza.-Zaragoza 27 de junio de 1808.-El marques de Lazan.»

Pero si grande era la decision de los zaragozanos no era menor la de los franceses, que irritados ante una resistencia, á que no estaban acostumbrados, renovaban sin cesar sus ataques.

Mas donde los muros se derrumbaban al empuje de los proyectiles, aparecian los pechos de los valientes hijos de Zaragoza.

Donde faltaban los hombres para servir las piezas de artillería aparecia una Agustina de Aragon que barria las espesas filas francesas con la metralla de la pieza que servia.

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Sus soldados sucumbian y Zaragoza seguia resistiéndose.

Arrepentíase de sus imprudentes frases, arrepentíase de haber tratado de apoderarse de aquel pueblo de héroes con un puñado de soldados, y no tuvo mas remedio .que abatir su orgullo y demandar refuerzos.

Verdier acudió en su ayuda.

Fuerzas considerables llegaron en auxilio de la hueste sitiadora.

Mas no por eso se entibió el ardor de los defensores de Zaragoza.

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Por el contrario cobró nuevo brio.

El bombardeo habia comenzado; hundiéndose con estrépito los edificios; pero bajo sus escombros no quedaba sepultada la indómita bravura de sus habitantes.

Y no solamente peleaban los zaragozanos detrás de sus trincheras.

En sus frecuentes salidas, llevaban el espanto y la confusion entre los soldados de Austerlitz y Jena.

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Hé aquí un parte diario de operaciones, escrito por uno de aquellos valientes, en el cual están magistralmente descritos algunos de los sangrientos episodios.

<«<Excelentísimo señor.-D. Mariano de Renovales, sargento mayor de caballería y comandante de la puerta de Sancho, á V. E. expone: Que en vista de la gacetilla extraordinaria de ayer y que V. E. desea tener una noticia individual de los comandantes de las puertas, expresando los ataques que han sufrido, oficialidad y soldados de su mando que se hayan distinguido, caeria en la nota de omiso y faltaria á los deberes de mi obligacion si no relacionase á V. E. el pormenor de las ocurrencias que ha habido en las puertas de mi mando desde el dia 15 del pasado, en que sufrimos el primer ataque. Dia 15 de junio. Hallándose los enemigos en la puerta del Carmen y cuartel de caballería, salí por la puerta del Ángel, dí la vuelta al puente de San José, tomé en ella como ciento y cincuenta hombres, paisanos, que voluntariamente me quisieron seguir; dí la vuelta por detrás del olivar á pasar el puente de la Huerva; gané las esquinas de la torre del Pino, y otra que está contigua; se me reunieron otros tantos paisanos de la puerta de Santa Engracia, les rompi un fuego violento por su derecha, hasta que, atropellados por su caballería y artillería nos hicieron retroceder hasta la puerta de Santa Engracia, desde donde los rechazamos al momento con nuestra artillería, y les cargamos en su retirada con dos cañones haciéndoles dejar desde aquel distrito al de Capuchinos tres banderitas, ó guias de línea, un tambor de guerra, cuatro piezas de artillería y cinco prisioneros. En el mismo momento traté de preparar la puerta del Cármen y ponerla en punto de defensa. A la media noche me relevó un capitan por orden del señor teniente de rey, y presentado á dicho señor en aquella misma hora, me mandó fuese de comandante á la de Santa Engracia: me mantuve hasta el dia 19 que me mandó á esta de Sancho, el señor inspector. Estos dos señores saben lo que en aquellas trabajé, y de consiguiente en esta.-Dia 24. A las tres de la mañana fue atacada una descubierta de cincuenta hombres, al mando del sargento primero de fusileros del reino Mariano Bellido, despues de una vigorosa defensa: á las diez de dicho dia fuí reforzado por noventa fusileros, al mando de D. José Laviña y D. Pedro Gambra, quienes los contuvieron y desalojaron de la torre de Santo Domingo; pero viendo el enemigo retroceder su gente, cargó en mas número sobre estos, durante cuyo tiempo reuní cien hombres del tercio de Tauste, al mando del capitan D. Juan Mediavilla, y con un violento, salí á la cabeza de los nuestros; les contuve el fuego desde las diez hasta la una, que cargando por la izquierda un escuadron de granaderos enemigos, con ánimo de cortarme la retirada, tuve por conveniente usar de ella, habiéndole muerto al enemigo veinte y tantos hombres y porcion de heridos, siendo de nuestra parte la pérdida de cuatro hombres muertos y once heridos.-El 26 á la

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una del dia atacó el enemigo por este punto y fue rechazado vigorosamente con los dos cuerpos que guarnecen esta puerta, de fusileros y tercio de Tauste, al mando de sus respectivos oficiales. La mañana del 1.° del corriente, con la fuerza del bombardeo se vió en el mayor apuro y abandono la puerta del Portillo: me vi precisado á emprender á tiros con los que la guarnecian, para contenerlos y hacerlos volver á su destino: vi quemarse las municiones; acudí á su socorro al momento; llegué á tiempo que iban á clavar la artillería, lo evité con mis artilleros; la proveí de provisiones; las dejaron quemar segunda vez, y volvieron á quedar faltos de uno y otro: los volví á proveer de artilleros y municiones que ya yo habia reunido de los dispersos personalmente y conducido, usando ambas veces de todo el rigor: cuando llegaron los oficiales de Barcelona, ya estaba en órden la batería y mitigado el fuego del enemigo.- Dia 2. A las dos y media de la mañana fuí atacado por el enemigo intrépidamente por el frente é izquierda, hasta tiro de pistola de nuestra batería, por la oscuridad de la hora; pero el fuego violento de artillería y fusilería de nuestras trincheras los hizo retroceder con la mayor precipitacion, y pérdida considerable de muertos y heridos: sin embargo de la inmensidad de balas, granadas y bombas que el enemigo repartia á esta batería, no causaron mas estrago que herir á dos hombres levemente.- Dia 3. Se presentaron los enemigos á tiro de bala de fusil haciendo señas de que querian hablar; y á la hora de insistir en ello salí al frente, hice señas saliese otro de ellos, como en efecto lo verificó un oficial, y me dijo que queria pasarse una division entera á nosotros; que en consecuencia me traje siete con sus armas, y remití á disposicion de V. E.

«Es muy raro el dia que pasa sin que tenga la gente de mi mando su guerrilla, á causa de la inmediacion de sus emboscadas: se les ha desalojado de varios puestos que ocupaban; los he mandado quemar y arrasar para mayor seguridad y defensa de esta puerta, y si el enemigo quisiese atacar, que sea á cuerpo raso.-Los dos cuerpos, el de fusileros del reino y del tercio de Tauste han trabajado y velado con el mayor celo y entusiasmo, cumpliendo y desempeñando cuantas fatigas se les han confiado. - Los sujetos que se han distinguido con particularidad en los ataques arriba dichos, y no puedo menos de recomendar á V. E. para descargo de mi conciencia, son los siguientes: el subteniente de fusileros D. José Laviña, sobremanera en las acciones y celo: los sargentos primeros del mismo cuerpo Mariano Bellido, sobremanera en acciones y celo Nicolás Villacampa y Mariano Gonzalez, el cabo José Monclús, idem sobremanera en acciones y celo; y los soldados Paulo Anglada, Bautista Cubils y Francisco Amorós; idem del tercio de Tauste los sargentos Mariano Larrodé y José las Heras; el cabo primero Vicente Ibañez y el soldado Manuel Estariqui: el procurador Fr. Antonio Scurum, del convento de Agustinos descalzos, ha servido y socorrido con mucho celo esta puerta. Dios guarde á V. E. muchos años. Puerta de Sancho 4 de julio de 1808.-Excelentísimo señor.-Mariano Renovales. - Al Excelentísimo señor Capitan general del reino. >>

Los zaragozanos hacian prodigios de valor.

Tras un encarnizado combate el enemigo se apodera del magnífico monasterio de Santa Engracia.

Pero poco tiempo pudo conservar su presa.

Aquel puñado de paisanos hacia temblar á Lefevre y á Verdier.

Y viendo la inutilidad de sus esfuerzos para rendirles y las pérdidas que llevaba sufridas despues de dos meses de inútil sitio y de un bárbaro bombardeo, dieron órden de levantar el sitio, no sin volar antes el grandioso monasterio de Santa Engracia, rico monumento erigido por el Católico rey D. Fernando.

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No era posible que el vencedor de la Europa, aquel soldado fundido para la guerra segun la feliz expresion de un malogrado poeta contemporáneo, perdonara la afrenta recibida.

Sobrado que lo sabian los zaragozanos, y mientras Napoleon preparaba nuevas huestes que arrojar sobre la reina del Ebro, ellos preparábanse tambien á resistir.

Un dia presentáronse por el puente de la Muela y por el camino de San Lamberto, algunas avanzadas enemigas.

Inmediatamente llamóse á los ciudadanos á las armas, dióse permiso á los ancianos, á las mujeres y á los niños, para que abandonaran la ciudad, y bien pronto dieron comienzo de nuevo aquellos ataques tan furiosamente dados, y con tan doble furia rechazados tambien.

Diez y seis mil infantes y ochocientos caballos habia en la ciudad, y con esta fuerza creyéronse invencibles los zaragozanos.

Las sesenta piezas de artillería francesa, comenzaban á vomitar el mortífero hierro sobre la ciudad invicta.

Pero los defensores sabian ya lo que eran los proyectiles que aquellas lanzaban: impertérritos veian la destruccion que sembraban, y continuaban rechazando el enemigo con un valor superior á todo elogio.

Multiplicábanse los ataques, volábanse edificios, intentábanse sorpresas, pero nada bastaba á abatir el indomable espíritu de los zaragozanos, ni á cogerles desprevenidos.

Luchábase cuerpo á cuerpo, y cuando los combates terminaban, aquel mismo pueblo que tan terrible acaba de mostrarse ante su adversario, humilde y contrito acudia á prosternarse á los piés de su Patrona.

Y sucedia muchas veces que tenian que abandonar el templo para acudir á la trinchera; pero siempre se le hallaba alegre, decidido, resuelto y sufrido.

Los franceses hubieron de comprender que con semejante pueblo no habia térmi– nos medios posibles.

Era necesario ó destruirle, ó quedar para siempre cubiertos de ignominia.
Entonces enviaron un parlamentario á Palafox.

-No sé rendirme: despues de muerto hablaremos de eso.-Contestó el valiente general, y sus frases grabólas en letras de oro la historia.

Y el combate volvió de nuevo á encarnizarse.

En aquellos momentos aparece una nueva heroína.

La debilidad de su sexo está compensada con lo varonil de su corazon.

Manuela Sancho, tomó á su cuidado el servicio de un mortero, y aquellos soldados acostumbrados á vencer en las Pirámides, en Marengo y Austerlitz, quedan inmóviles y empiezan á vacilar ante aquella ciudad, que por muros llega á oponerles ya el pecho de sus mujeres.

El bombardeo comienza; derrúmbanse los edificios, los insepultos cadáveres muestran entre las ruinas sus mutilados restos; un hálito infecto empieza á viciar la atmósfera; desarróllase la peste, y aquellos valientes zaragozanos, á quienes el hierro enemigo no puede arrebatar la vida sucumben ante los pestilentes miasmas que envenenan su sangre.

Mas no por esto se desalientan.

Por el contrario; con nuevo ardor y con violencia nueva, apodéranse de sus armas y corren á la brecha abierta por el cañon francés en el fortin de San José.

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T. I.

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