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Y debe tenerse en cuenta que el aspecto que la ciudad ofrecia, el sufrimiento que en todos los semblantes se veia retratado, la carencia de recursos, los dolores de los huérfanos y de las viudas, y la desolacion y el terror que por todas partes reinaba, debieran haber obtenido un comportamiento mas hidalgo por parte de los vencedores.

Consecuentes en nuestro propósito de consultar mas bien á los escritores franceses testigos oculares de aquellos acontecimientos, que á los españoles que pudieran tacharse de parciales, oigamos al mismo Daudevard á quien hemos citado varias veces, describiendo el cuadro que ofrecia Zaragoza en el momento de verificarse su entrada :

«Paredes, dice, salpicadas de balazos, casas arruinadas por las bombas, otras incendiadas, algunas aisladas por haberse librado de la destruccion, cadáveres que infestaban las calles, unos esparcidos por las escaleras y cuevas, y otros sepultados entre las ruinas, obstruido el tránsito por las zanjas y escombros: tal era el aspecto que ofrecia el Arrabal cuando regresaron sus moradores. Los que quedaron salvos salieron el 21 de la ciudad para restituirse á sus casas. Parecian sombras lívidas que volvian de la mansion de los muertos. Una multitud de gentes de ambos sexos y de todas edades fuéron á reconocer sus habitaciones. El hijo iba apoyado en su madre, que estaba tan débil como él. Jóvenes muy interesantes excitaban con su aire lánguido y moribundo la compasion y el dolor. Este es el espectáculo que presencié. Bien presto se separó cada uno. Quien buscaba su casa entre una porcion de ruinas, quien, arrasados los ojos, contemplaba el sitio que ocupó la suya cubierta de cenizas y despojos; algunos, mas afortunados en medio de la desdicha universal, tenian el consuelo de ver la suya preservada; otro... ¡cómo pintar su desconsuelo! hallaba bajo vigas ó maderos humeantes, ó piedras hacinadas, los cuerpos asesinados de su mujer é hijos. He visto á uno de estos desgraciados que al tiempo de entrar en su casa abierta la puerta, tropieza con el cadáver de su mujer, se detiene, la contempla un momento, y en seguida el alma atravesada de dolor, la envuelve en su capa, la carga sobre sus hombros, y se dirige suspirando á darle sepultura...» Continúa luego la carta hablando de la biblioteca de San Lázaro, y de la entrada del mariscal Lannes. «Antes de que se verificase, dice, era cási imposible recorrer las calles. Reinaba un aire infecto que nos sofocaba. Muchas de ellas estaban llenas de sacos de tierra, maderas y cañones, cerradas con parapetos y con infinitas zanjas. Por todas partes se veian cadáveres de hombres y de animales. En los pórticos de las iglesias estaban hacinados, cubiertos los cuerpos humanos con una sábana atada á los extremos, para sepultarlos en las cisternas ó campos-santos. Todo indicaba que una espantosa epidemia habia despoblado la capital. Los que se libertaron del bombardeo y de la fiebre, flacos, exangües y á manera de espectros ambulantes, salian afanosos al campo para respirar un aire mas puro. Las mujeres no se atrevían á salir. Todos tenian sus puertas cerradas, y solo las abrian con cierto temor. Los cuarteles estaban tan asquerosos que, no pudiendo alojar en ellos á los soldados, se les puso á vivaquear en las calles y plazas. En medio de tan triste expectáculo, muchos monjes y frailes se paseaban con una tez fresca por las calles. Me han asegurado que no han padecido mucho, porque tenian almacenes y espaciosas huertas para tomar el aire, y sitios seguros para libertarse del bombardeo. Se conoce que están muy irri

tados de nuestro triunfo pues de hecho ha sido para ellos un golpe mortifero. La parte de ciudad que no ha padecido del bombardeo, ha servido de asilo á los que se reconcentraron. En los restantes hay barrios enteros arruinados, y para juzgar de la desolacion del sitio, no hay sino ver lo que ocupó el tercer cuerpo. Allí no hay sino una montaña de ruinas, como si hubiese ocurrido un temblor de tierra.»

XCII.

Honores concedidos á Zaragoza.

El heróico esfuerzo de la noble ciudad, habia llenado de admiracion, no ya á la España entera, que con tanta bizarría estaba luchando, sí que tambien á toda la Europa.

Aquellas naciones uncidas al carro triunfal del soldado de Córcega, no pudieron menos de contemplar llenas de asombro á aquel puñado de héroes, que dentro de una ciudad abierta habia hecho frente á las mas lucidas huestes del imperio sabiendo resistir á los mas entendidos mariscales, por espacio de tantos dias (1).

(1) Hé aquí los nombres de las personas que mas se distinguieron en estas memorables escenas, con algunos ligeros antecedentes biográficos.

a El Excmo. Sr. D. José Palafox y Melci, Capitan general del reino de Aragon. Nació en Zaragoza en 28 de octubre de 1775 de D. Juan Palafox y D.a Paula Melci, marqueses de Lazan. Empezó á servir en 1792: los aragoneses le pusieron al frente de su heróica insurreccion y le proclamaron su capitan general en 27 de mayo do 1808. Mandó en Zaragoza en uno y otro sitio, y rendida la plaza cuando se hallaba cási moribundo del contagio, fue llevado prisionero á Francia en cuyas cárceles estuvo detenido sin comunicacion alguna.

«D. Santiago Sas, zaragozano, beneficiado de Sueca. Arrojado en las empresas y constante en los peligros, siempre fue el primero en los casos dificiles de uno y otro sitio. La puerta del Carmen, el Portillo, la calle de Palomar y todos los puntos de mayor riesgo fueron el teatro de su valor. El 15 de junio y 4 de agosto de 1808, y el 1.o de febrero de 1809, los dias en que mas lo acreditó. Murió alevosamente arcabuceado de órden del feroz Lannes.

y

«El Tio Jorge, labrador honrado y vecino del Arrabal antes de la revolucion, jefe popular en ella, y uno de los que mas se señalaron por su patriotismo y entereza de carácter: fue hecho capitan de la guardia del General, y murió de resultas de las fatigas y afan continuo que habia sostenido en el sitio en el mes de noviembre de 1808. Tenia entonces cincuenta años. Diósele sepultura en la capilla de la casa de Lazan.

«D. Mariano Zerezo, labrador, natural de Zaragoza y de la parroquia de San Pablo: fue capitan de una de las compañias populares del mismo barrio, y gobernador del castillo de la Aljaferia que defendió valientemente en el primer sitio. Cnando los franceses penetraron en la ciudad, este valeroso aragonés salia por las noches armado de su espada y broquel haciendo prodigios de valor en las calles donde eran mas grandes el peligro y la refriega. Murió de edad de sesenta y cinco años, à pocos dias despues de haber entrado os franceses en Zaragoza, de resultas de las fatigas que sufrió en el segundo sitio.

«D. Felipe San Clemente y Romeu, natural de Barbastro, vecino y del comercio de Zaragoza: uno de los principales promovedores de la conmocion de esta ciudad; individuo de las dos Juntas supremas de Aragon.

«Miguel Salamero, fabricante de ropas de seda. En la tarde del 7 de agosto de 1808 intentaron los franceses ganar el punto de las monjas de Santa Fe, y colocaron con este objeto un obús á la entrada de la calle del Cármen; pero Salamero, aunque solo, les hizo un fuego tan vivo desde las arruinadas vistas de las monjas, que no les dejó maniobrar; y dando lugar á que acudiesen mas patriotas á aquel punto, los franceses tuvieron que retirar el obús. Fue esta una de las proezas mas señaladas del sitio. Salamero tenia entonces cuarenta y cuatro años; era natural de Zaragoza y de la parroquia de San Pablo.

«La Condesa de Bureta Baronesa de Valde-Olivas, D.a María Consolacion de Azlor y Villavicencio, infatigable y exaltada patriota à quien se vió muchas veces, despreciando el fuego y el peligro, llevar provisiones á los combatientes y socorrer á los heridos. En el asalto del dia 4 de agosto, cuando los franceses habian entrado en la ciu dad y su casa estaba ya para ser cortada, formó dos baterías en la calle, y los esperó, resuelta á hacerles fuego hasta morir.

«Agustina Aragon, conocida generalmente con el nombre de la Artillera. En el ataque del 4 de junio, cuando los franceses embistieron furiosamente la batería del Portillo, Agustina viendo caer muertos ó heridos á todos los artilleros que la servian, trepa denodadamente por encima de los cadáveres, coge la mecha de mano de uno que acababa de espirar y la aplica á un cañon de 24 jurando no desampararle mientras durase el sitio. Este heróico

Y todas envidiaban la gloria de aquella ciudad.

Todas la felicitaban, todas la aclamaban con entusiasmo.

La Europa, encadenada bajo la planta de aquel gigante de hierro, que con el filo de su espada habia cambiado todo su mapa territorial y político, palpitó de gozo al ver, no ya una nacion, sino una ciudad que arruinada, habia sabido hacerse respetar por el que nada habia respetado hasta entonces.

ejemplo alentó á los patriotas que corrieron á la batería y rechazaron de ella á los enemigos. La heroina fue condecorada con un escudo de honor y con las insignias de oficial.

«Casta Álvarez, zaragozana, una de las mujeres que mas se señalaron en la defensa. Armada con una bayoneta que á manera de lanza llevaba en un palo, animaba á los patriotas y los guiaba á los enemigos cuando se aproximaban. Donde dió á conocer mas su bizarria fue en la bateria de la puerta de Sancho. Se la premió con una pension y un escudo de honor.

Maria Agustin, natural de Zaragoza, de edad de veinte y dos años, y parroquiana de San Pablo. En ocasion de hallarse los patriotas combatiendo fuera de la ciudad, y faltarles ya las municiones, salió esta mujer intrépida al campo con un capacho de cartuchos, y metiéndose por entre el fuego de unos y otros, entregó á los españoles. Volvia por otro, cuando recibió un balazo en el cuello; pero, léjos de intimidarse, se hizo curar provisionalmente, y cargada de otra provision igual de cartuchos y de un cántaro de aguardiente salió otra vez à socorrer y alentar á los patriotas que hicieron al fin huir al enemigo. Esta bizarra accion fuc muy celebrada entonces, y Maria Agustin recompensada con una pension y un escudo de honor.

«D. Alonso Escobedo, sargento mayor que fue del Tercio de Voluntarios aragoneses; permaneció el día 4 de agosto con su Tercio en el colegio del Cármen y sostuvo la retirada de la tropa y artilleria de aquel punto.

«D. Alejandro Vicente Ezpeleta, comisario de guerra: organizó y dirigió el parque de artillería, fundió metralla con los cascos de las bombas, y construyó tambien balas de grueso calibre.

«D. Antonio Hernandez, sargento primero de la tercera compañia de artilleria: teniendo veinte y un años y ocho meses de servicio, estuvo en el ataque de Alagon, y dirigió el mortero que habia en el Jardin Botánico, los dos cañones de la puerta de Campo Real, y otros dos de la puerta Quemada, hasta que los trasladaron á la batería nueva del muro. El 4 de agosto ejecutó igual servicio con los dos cañones que habia en el portal de la casa del monasterio de Santa Fe, junto á la plaza de Santa Engracia, los que, al tiempo de salir los franceses por la portería del convento y tapias de la Torre del Pino les ocasionaron una pérdida considerable. Retirados, mandó el cañon que se puso en la calle del Coso y esquina del convento de San Francisco.

«Antonio Laste, sargento primero de la primera compañía del cuarto Tercio: el 4 de agosto, despues de haber hecho fuego al enemigo desde el colegio de San Diego, donde cayeron una multitud de bombas y granadas, fue uno de los últimos que se retiraron á la una de la mañana, saltando por una tapia del jardin del Conde de Fuentes, lastimándose una pierna, y en medio de muchos tiros se salvó; y por la tarde concurrió á la plaza de la Magdalena dirigiendo con sable en mano, una porcion de paisanos: quitó à un francés dos tercios de vela de bujia que babia tomado, y las entregó al cerero Francisco Martin. El 3 y 6 estuvo por las inmediaciones del convento de San Ildefonso reuniendo gente usando de amenazas, y distribuyéndola por los puntos. El 7 se internó en la casa-tesoreria, y recogió sesenta y seis vales reales importantes 16,400 pesos; y dejó asegurada una multitud de papeles á razon que los franceses hacian fuego desde el convento de San Francisco.

«D. Antonio La Casa, presbitero beneficiado de San Pablo, arcediano de la ciudad de Tarazona : capitaneó en la jornada de Alagon un número considerable de paisanos que hicieron fuego á los franceses, y recuperaron en la retirada uno de los cañones puestos en el puente de Jalon; y en el regreso auxilió en el camino á muchos que estaban exánimes y moribundos. Se halló en los ataques que ocurrieron en las puertas de Santa Engracia, Cármen y Casa de Misericordia, ayudando á recoger los heridos y conducirlos al hospital: desempeñó la comision de trasladar los franceses à la ciudad de Alcañiz; y Palafox le nombró capitan de una compañía de paisanos con destino á las obras de fortificacion y corte de arbolado. Contribuyó á la defensa de la puerta del Portillo en el segundo sitio, y á mediados de enero fue nombrado jefe ó comandante de paisanos de la parroquia de San Pablo. Como tal se halló en los ataques de los vados del rio Gállego, en que salió contuso, en los del Molino de Aceite, puerta Quemada y en el convento de Trinitarios.

D. Baltasar Pallete y Lanuza, teniente de la quinta compañía del quinto Tercio de Voluntarios aragoneses: permaneció en la puerta del Cármen desde el 13 de junio hasta el 4 de agosto, contribuyendo á su defensa. El 8 del mismo se ofreció con treinta soldados de su compañía á sostener la batería de Convalecientes; y habiendo el comandante de aquel punto el teniente coronel y sargento mayor del batallon ligero del Carmen D. Fernando Zappino, aceptado el ofrecimiento sostuvo el fuego con mucha entereza. Habiendo salido con licencia despues de levantado el sitio, hizo prisioneros á tres franceses, con todo el armamento, á cuarto de legua de la villa de Alcanadré, partido de Rioja, media legua de Lodosa. Cuando llegó á la puerta del Portillo se alborotó el paisanaje, y fue preciso para libertarlos introducirlos en el Castillo.

«Bartolomé Ibañez, cabo primero del regimiento de caballería de Santiago: hallándose el 21 de diciembre en Torrero, á pesar de haberse mandado la retirada, permaneció con un capitan del regimiento de caballeria de Numancia y el soldado Antonio Diaz, del de Santiago, haciendo fuego al enemigo, hasta que les fue forzoso retirarse; y viendo que en los olivares que ya ocupaban los franceses babia tres soldados que estaban cortados, los salvaron, y comenzaron de nuevo el fuego replegándose hasta que se pusieron en salvo.

La Junta suprema que regia los destinos de esta nacion, que del sueño del no ser en que la tuvieran sumida las imbecilidades de Cárlos IV, las liviandades de María Luisa, y la ambicion de un favorito escandaloso, habíase trocado en un pueblo viril y enérgico, pujante y atrevido, no podia permanecer silenciosa ante aquel general entusiasmo, producido por tan grande hazaña.

Bernardo Navarro, alcalde del barrio de San Gil: verificado el alzamiento, tomó 124 fusiles y armó á varios pa sanos que puso á las órdenes del coronel D. Benito Piedrafita. Cooperó á la conduccion de la pólvora desde Torrero; proporcionó hierro para hacer metralla, y acopiaba vituallas para los defensores; se halló con su gente en las puertas del Sol, Quemada, Santa Engracia y Cármen, cuando fueron atacados. En uno de los 'choques que ocurrieron en la de Santa Engracia llegaron seis alcaldes con los paisanos de sus barrios, y los dejaron á su cuidado, habiendo contribuido al sosten de la linea que discurria hasta la Torre del Pino.

<<Matías Carrica, artesano, que habia servido en la guerra contra los jfranceses en el segundo batallon de Voluntarios de Aragon: conservó con treinta paisanos, el postigo de los Agustinos Descalzos: concurrió con parte de ellos al ataque del 28 à la puerta de Sancho, en donde permaneció desde las tres de la mañana hasta la una de la tarde, y tuvo un herido. El 4 de agosto fué con trece hombres à la plaza de las Estrevedes, y con los demás que concurrieron rechazaron al enemigo, que se retiró hasta la calle Nueva de San Ildefonso. Habiendo viso á un francés en la casa de la calle Mal-empedrada, núm. 4, entró, á pesar del fuego que se hacia, y le dió muerte, en seguida registró la casa, y halló á un hombre y cuatro mujeres muertas y salvó á un muchacho de siete años: ocupó un fusil y algunos efectos. Viendo que por la calle de Santa Fe venia una columna enemiga con un cañon, se guareció con su gente en una esquina, y entró en el cuartel de Fusileros, de donde desalojó á los franceses que habian entrado y tuvo dos muertos, que lo fueron Ildefonso Lahuerta y José Serrano, quedando heridos Mariano Pió y Francisco Fletas. Por la noche estuvo haciendo fuego desde los balcones de la casa de Villaba hasta por la mañana, que pasó por la de Lloret, y en su bodega encontró á un soldado francés que le hizo fuego, pero le contestó pasándole un brazo, con lo que se le rindió y lo condujo al hospital, ocupándole una buena espada de montar y una mochila.

«Pedro Rubio, jornalero : concurrió á los ataques de las puertas, y en la de Santa Engracia, como buen escopetero, dió muerte à varios franceses y ocupó una mochila.

«Pedro Bus, alcalde de barrio del cuartel de San Miguel: impidió la salida de los artilleros, y de su comandante Trazabal, y los condujo al Castillo. Acompañó á Palafox desde la Torre de Alfranca: formó dos compañías en la jornada de Alagon : hizo las funciones de ayudante, auxilió la reunion de los franceses domiciliados en la explosion del almacen de pólvora y prestó todos los auxilios que estuvieron á su alcance; defendió la calle de San Gil; y ecibió un balazo en un muslo.

«D. Ramon Gayan, capitan comandante de los Escopeteros del Campo de Cariñena, propietario, avecindado en Paniza: reunió una porcion de paisanos y algunos dispersos, y se le agregó el teniente D. Antonio Lorubos, con los que defendió los puntos de su comarca, y tomó parte en uno do los encuentros que ocurrieron en Villafeliche, en donde perdió algunos paisanos. Facilitó la comunicacion de Aragon con el reino de Valencia y auxílió la marcha de las tropas que este envió para socorrer á Zaragoza. Remitió ciento cincuenta caballos para el servicio, y seiscientos desertores que entregó al general Saint-Marc. En fin, hizo desembolsos pecuniarios de alguna consideracion para pagar las postas y el prest á los paisanos; por cuyos servicios le agració Palafox con el grado de capitan comandante, y tambien á su hermano D. Mariano.

«D. Santiago Salazar, teniente coronel: fue agregado á la artilleria y se le nombró comandante de la del Jardin Botánico, huerta de Faura y convento de Santa Catalina, compuesta de doce piezas y dos morteros. El 2 de febrero las hizo retirar á las Piedras del Coso; siguió con el mando de estas y de las del Jardin hasta que se rindió la plaza.

«D. Tomás Ilzarbe, teniente coronel y capitan del regimiento infantería ligera Tiradores de Doyle: se halló el 22 de diciembre en la accion del Arrabal; el 31 del mismo en el tejar de la batería de Sancho; 10 y 12 de nuevo en la del Portillo y Cármen, y el 15 en el reducto del Pilar. Concurrió con su tropa apagar el incendio de la Casa Audiencia; y por último cruzó por entre las tropas francesas para desempeñar una comision que le dió el General para la ciudad de Estella. Tambien desempeñó el destino de ayudante mayor en la puerta de Santa Engracia. «D. Vicente Casanova, estudiante teólogo: sirvió en la clase de sargento primero de la séptima compañía del segundo Tercio; se halló en todos los ataques, y se distinguió en el del 2 de julio en la puerta de la Misericordia; y el 4 de agosto, en que con treinta hombres rechazó las guerrillas enemigas, sostuvo el fuego contra los franceses que habia en la casa de Fuentes desde la de D. Manuel Enna. Incorporado en las compañías de Sas quebrantó las puertas del expresado jardin, ý consiguieron hacer retirar á los franceses que ya se habian hecho fuertes. En los dias 5, 6, 7 y 8, y hasta la madrugada del 9 defendió la entrada de la calle del Trenque, en la que fue herido.

"Jaime Moya, alcalde de barrio: condujo el 13 de junio con una compañía municiones á la altura de la ermita de San Gregorio: concurrió á los ataques de las puertas: el 30 de julio estuvo en el choque del Arrabal: el 4 de agosto entró, acompañado del Alberto Abad, del paisano Andrés Mazas y otros, en el coliseo, y desalojaron á los franceses que habian entrado, en cuyo encuentro birieron á Abad y murió uno de los defensores.

«D. Joaquin Sanchez del Cacho, propietario en los primeros dias del levantamiento apronto dinero á los comandantes de paisanos armados para que les suministrasen el rancho. Tomó parte en la operacion de distribuir los cañones á los puntos que se creian amenazados. El 15 salió á la descubierta por el camino de la Casa Blanca, con

Y todas envidiaban la gloria de aquella ciudad.

Todas la felicitaban, todas la aclamaban con entusiasmo.

La Europa, encadenada bajo la planta de aquel gigante de hierro, que con el filo de su espada habia cambiado todo su mapa territorial y politico, palpitó de gozo al ver, no ya una nacion, sino una ciudad que arruinada, habia sabido hacerse respetar por el que nada habia respetado hasta entonces.

ejemplo alentó á los patriotas que corrieron á la batería y rechazaron de ella á los enemigos. La heroina fue condecorada con un escudo de honor y con las insignias de oficial.

«Casta Álvarez, zaragozana, una de las mujeres que mas se señalaron en la defensa. Armada con una bayoneta que á manera de lanza llevaba en un palo, animaba a los patriotas y los guiaba á los enemigos cuando se aproximaban. Donde dió á conocer mas su bizarria fue en la bateria de la puerta de Sancho. Se la premió con una pension y un escudo de honor.

Maria Agustin, natural de Zaragoza, de edad de veinte y dos años, y parroquiana de San Pablo. En ocasion de ballarse los patriotas combatiendo fuera de la ciudad, y faltarles ya las municiones, salió esta mujer intrépida al campo con un capacho de cartuchos, y metiéndose por entre el fuego de unos y otros, lo entregó á los españoles. Volvia por otro, cuando recibió un balazo en el cuello; pero, léjos de intimidarse, se hizo curar provisionalmente, y cargada de otra provision igual de cartuchos y de un cántaro de aguardiente salió otra vez á socorrer y alentar á los patriotas que hicieron al fin huir al enemigo. Esta bizarra accion fuc muy celebrada entonces, y María Agustin recompensada con una pension y un escudo de honor.

«D. Alonso Escobedo, sargento mayor que fue del Tercio de Voluntarios aragoneses; permaneció el dia 4 de agosto con su Tercio en el colegio del Cármen y sostuvo la retirada de la tropa y artilleria de aquel punto.

«D. Alejandro Vicente Ezpeleta, comisario de guerra: organizó y dirigió el parque de artillería, fundió metralla con los cascos de las bombas, y construyó tambien balas de grueso calibre.

«D. Antonio Hernandez, sargento primero de la tercera compañía de artilleria: teniendo veinte y un años y ocho meses de servicio, estuvo en el ataque de Alagon, y dirigió el mortero que habia en el Jardin Botánico, los dos cañones de la puerta de Campo Real, y otros dos de la puerta Quemada, hasta que los trasladaron a la bateria nueva del muro. El 4 de agosto ejecutó igual servicio con los dos cañones que habia en el portal de la casa del monasterio de Santa Fe, junto á la plaza de Santa Engracia, los que, al tiempo de salir los franceses por la porteria del convento y tapias de la Torre del Pino les ocasionaron una pérdida considerable. Retirados, mandó el cañon que se puso en la calle del Coso y esquina del convento de San Francisco.

«Antonio Laste, sargento primero de la primera compañía del cuarto Tercio: el 4 de agosto, despues de haber hecho fuego al enemigo desde el colegio de San Diego, donde cayeron una multitud de bombas y granadas, fue uno de los últimos que se retiraron á la una de la mañana, saltando por una tapia del jardin del Conde de Fuentes, lastimándose una pierna, y en medio de muchos tiros se salvó; y por la tarde concurrió á la plaza de la Magdalena dirigiendo con sable en mano, una porcion de paisanos: quitó á un francés dos tercios de vela de bujia que habia tomado, y las entregó al cerero Francisco Martin. El 3 y 6 estuvo por las inmediaciones del convento de San Ildefonso reuniendo gente usando de amenazas, y distribuyéndola por los puntos. El 7 se internó en la casa-tesoreria, y recogió sesenta y seis vales reales importantes 16,400 pesos; y dejó asegurada una multitud de papeles á razon que los franceses hacian fuego desde el convento de San Francisco.

«D. Antonio La Casa, presbitero beneficiado de San Pablo, arcediano de la ciudad de Tarazona : capitaneó en la jornada de Alagon un número considerable de paisanos que hicieron fuego à los franceses, y recuperaron en la retirada uno de los cañones puestos en el puente de Jalon; y en el regreso auxilió en el camino á muchos que estaban exánimes y moribundos. Se halló en los ataques que ocurrieron en las puertas de Santa Engracia, Cármen y Casa de Misericordia, ayudando á recoger los heridos y conducirlos al hospital: desempeñó la comision de trasladar los franceses à la ciudad de Alcañiz; y Palafox le nombró capitan de una compañía de paisanos con destino á las obras de fortificacion y corte de arbolado. Contribuyó á la defensa de la puerta del Portillo en el segundo sitio, y á mediados de enero fue nombrado jefe ó comandante de paisanos de la parroquia de San Pablo. Como tal se balló en los ataques de los vados del rio Gállego, en que salió contuso, en los del Molino de Aceite, puerta Quemada y en el convento de Trinitarios.

D. Baltasar Pallete y Lanuza, teniente de la quinta compañía del quinto Tercio de Voluntarios aragoneses: permaneció en la puerta del Cármen desde el 13 de junio hasta el 4 de agosto, contribuyendo á su defensa. El 8 del mismo se ofreció con treinta soldados de su compañía á sostener la bateria de Convalecientes; y habiendo el comandante de aquel punto el teniente coronel y sargento mayor del batallon ligero del Carmen D. Fernando Zappino, aceptado el ofrecimiento sostuvo el fuego con mucha entereza. Habiendo salido con licencia despues de levantado el sitio, hizo prisioneros á tres franceses, con todo el armamento, á cuarto de legua de la villa de Alcanadré, partido de Rioja, media legua de Lodosa. Cuando llegó á la puerta del Portillo se alborotó el paisanaje, y fue preciso para libertarlos introducirlos en el Castillo.

Bartolomé Ibañez, cabo primero del regimiento de caballería de Santiago: hallándose el 21 de diciembre en Torrero, á pesar de haberse mandado la retirada, permaneció con un capitan del regimiento de caballeria de Numancia y el soldado Antonio Diaz, del de Santiago, haciendo fuego al enemigo, basta que les fue forzoso retirarse; y viendo que en los olivares que ya ocupaban los franceses habia tres soldados que estaban cortados, los salvaron, y comenzaron de nuevo el fuego replegándose hasta que se pusieron en salvo.

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