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La Junta suprema que regia los destinos de esta nacion, que del sueño del no ser en que la tuvieran sumida las imbecilidades de Cárlos IV, las liviandades de María Luisa, y la ambicion de un favorito escandaloso, habíase trocado en un pueblo viril y enérgico, pujante y atrevido, no podia permanecer silenciosa ante aquel general entusiasmo, producido por tan grande hazaña.

«Bernardo Navarro, alcalde del barrio de San Gil: verificado el alzamiento, tomó 124 fusiles y armó á varios pa sanos que puso á las órdenes del coronel D. Benito Piedrafita. Cooperó á la conduccion de la pólvora desde Torrero; proporcionó hierro para hacer metralla, y acopiaba vituallas para los defensores; se halló con su gente en las puertas del Sol, Quemada, Santa Engracia y Cármen, cuando fueron atacados. En uno de los 'choques que ocurrieron en la de Santa Engracia llegaron seis alcaldes con los paisanos de sus barrios, y los dejaron á su cuidado, babiendo contribuido al sosten de la linea que discurria hasta la Torre del Pino.

«Matías Carrica, artesano, que habia servido en la guerra contra los ¡franceses en el segundo batallon de Voluntarios de Aragon: conservó con treinta paisanos, el postigo de los Agustinos Descalzos: concurrió con parte de ellos al ataque del 28 á la puerta de Sancho, en donde permaneció desde las tres de la mañana hasta la una de la tarde, y tuvo un herido. El 4 de agosto fué con treca hombres á la plaza de las Estrevedes, y con los demás que concurrieron rechazaron al enemigo, que se retiró hasta la calle Nueva de San Ildefonso. Habiendo visto á un francés en la casa de la calle Mal-empedrada, núm. 4, entró, á pesar del fuego que se hacia, y le dió muerte, en seguida registró la casa, y halló á un hombre y cuatro mujeres muertas y salvó á un muchacho de siete años: ocupó un fusil y algunos efectos. Viendo que por la calle de Santa Fe venia una columna enemiga con un cañon, se guareció con su gente en una esquina, y entró en el cuartel de Fusileros, de donde desalojó á los franceses que habian entrado y tuvo dos muertos, que lo fueron Ildefonso Labuerta y José Serrano, quedando heridos Mariano Pló y Francisco Fletas. Por la noche estuvo haciendo fuego desde los balcones de la casa de Villaba hasta por la mañana, que pasó por la de Lloret, y en su bodega encontró á un soldado francés que le hizo fuego, pero le contestó pasándole un brazo, con lo que se le rindió y lo condujo al hospital, ocupándole una buena espada de montar y una mochila.

«Pedro Rubio, jornalero : concurrió á los ataques de las puertas, y en la de Santa Engracia, como buen escopetero, dió muerte á varios franceses y ocupó una mochila.

«Pedro Bus, alcalde de barrio del cuartel de San Miguel: impidió la salida de los artilleros, y de su comandante Trazabal, y los condujo al Castillo. Acompañó á Palafox desde la Torre de Alfranca: formó dos compañías en la jornada de Alagon : hizo las funciones de ayudante, auxilió la reunion de los franceses domiciliados en la explosion del almacen de pólvora y prestó todos los auxilios que estuvieron á su alcance ; defendió la calle de San Gil; y ecibió un balazo en un muslo.

«D. Ramon Gayan, capitan comandante de los Escopeteros del Campo de Cariñena, propietario, avecindado en Paniza : reunió una porcion de paisanos y algunos dispersos, y se le agregó el teniente D. Antonio Lorubos, con los que defendió los puntos de su comarca, y tomó parte en uno do los encuentros que ocurrieron en Villafeliche, en donde perdió algunos paisanos. Facilitó la comunicacion de Aragon con el reino de Valencia y auxilió la marcha de las tropas que este envió para socorrer á Zaragoza. Remitió ciento cincuenta caballos para el servicio, y seiscientos desertores que entregó al general Saint-Marc. En fin, hizo desembolsos pecuniarios de alguna consideracion para pagar las postas y el prest á los paisanos; por cuyos servicios le agració Palafox con el grado de capitan comandante, y tambien á su hermano D. Mariano.

«D. Santiago Salazar, teniente coronel: fue agregado á la artilleria y se le nombró comandante de la del Jardin Botánico, huerta de Faura y convento de Santa Catalina, compuesta de doce piezas y dos morteros. El 2 de febrero las hizo retirar á las Piedras del Coso; siguió con el mando de estas y de las del Jardin hasta que se rindió la plaza.

«D. Tomás Ilzarbe, teniente coronel y capitan del regimiento infantería ligera Tiradores de Doyle: se halló el 22 de diciembre en la accion del Arrabal; el 31 del mismo en el tejar de la batería de Sancho; 10 y 12 de nuevo en la del Portillo y Cármen, y el 15 en el reducto del Pilar. Concurrió con su tropa á apagar el incendio de la Casa Audiencia; y por último cruzó por entre las tropas francesas para desempeñar una comision que le dió el General para la ciudad de Estella. Tambien desempeñó el destino de ayudante mayor en la puerta de Santa Engracia. «D. Vicente Casanova, estudiante teólogo: sirvió en la clase de sargento primero de la séptima compañía del segundo Tercio; se halló en todos los ataques, y se distinguió en el del 2 de julio en la puerta de la Misericordia; y el 4 de agosto, en que con treinta hombres rechazó las guerrillas enemigas, sostuvo el fuego contra los franceses que habia en la casa de Fuentes desde la de D. Manuel Enna. Incorporado en las compañías de Sas quebrantó las puertas del expresado jardin, y consiguieron hacer retirar á los franceses que ya se habian hecho fuertes. En los dias 5, 6, 7 y 8, y hasta la madrugada del 9 defendió la entrada de la calle del Trenque, en la que fue herido.

Jaime Moya, alcalde de barrio: condujo el 13 de junio con una compañía municiones á la altura de la ermita de San Gregorio: concurrió á los ataques de las puertas: el 30 de julio estuvo en el choque del Arrabal : el 4 de agosto entró, acompañado del Alberto Abad, del paisano Andrés Mazas y otros, en el coliseo, y desalojaron á los franceses que habian entrado, en cuyo encuentro hirieron à Abad y murió uno de los defensores.

«D. Joaquin Sanchez del Cacho, propietario: en los primeros dias del levantamiento aprontó dinero á los comandantes de paisanos armados para que les suministrasen el rancho. Tomó parte en la operacion de distribuir los cañones á los puntos que se creian amenazados. El 15 salió á la descubierta por el camino de la Casa Blanca, con

En su consecuencia, y por medio de un real decreto, concedió á Zaragoza grandes honores, que fueron de ellos ratificados despues por Fernando VII (1).

De igual manera las Cortes de Cádiz, en 1811, ocupáronse en premiar los nobles hechos de aquellos esforzados campeones de la libertad y de la independencia, y posteriormente, en virtud de varios reales decretos, concediéronse tres cruces de distincion

tinuó sus servicios en la puerta del Cármen ; se arriesgó á conferenciar con el enemigo: se agregó voluntariamente al regimiento de caballería de cazadores de Fernando VII, y se halló en la refriega que se trabó en el Arrabal, de resultas de haber vadeado el Ebro los franceses, en la que se conceptuó perderíamos cincuenta y cuatro hombres, y lubo algunos heridos: en esta accion perdió á su hermano D. Antonio. Tambien estuvo en otro encuentro que ocurrió en el Arrabal despues de haber concluido el puente los franceses, en el que perecieron bastantes paisanos, y quedó gravemente herido el coronel comandante D. Bernardo Acuña : los defensores mataron algunos treinta franceses é hicieron ocho prisioneros. En la salida que ejecutó por dicho punto la caballeria con un cañon de á ocho y doscientos hombres del batallon de Tauste el 16 de julio por el camino de Barcelona, le hirieron el caballo de muerte, de una lanzada; y concurrió tambien à los de los dias últimos del mismo. Habiéndose acordado formar segunda y tercera línea de defensa, se extrajeron de sus almacenes trescientas doce sacas de lana para la formacion de baterías provisionales, de las que, levantado el sitio solo pudo recuperar ciento veinte y seis. Se le condecoró con los dos escudos.

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«D. Manuel de Leiva y de Eguiarrete, coronel en 1808 del primer batallon de Voluntarios de Murcia: el 5 de febrero de 1809, se le confirió a las once de la noche el mando de las baterias que defendian el Coso, inmediatas á San Francisco, cuyo convento evacuaron aquella noche y lo volvieron à ocupar al amanecer. El 10, viendo las tentativas del enemigo para asaltar el jardín Botánico, cooperó á su defensa. El 11 se le extendió el mando á los interesantes puntos de la primera linea del Coso desde la casa de la Mozeria inmediata á San Francisco, hasta el convento de Santa Fe, estando ocupando los franceses los de San Francisco y San Diego. La noche del 12 quedó herido en el brazo izquierdo en una de las brechas de la referida casa. Hallándose el 15 reconociendo otra brecha de su línea, voló el enemigo parte del convento de San Francisco y de las obras adyacentes à la casa de Sástago: quedó envuelto en las ruinas, y se le dislocó el hombro y codo del mismo brazo que tenia herido. El general Palafox le nombró brigadier. <D. Manuel Diez Zapata, capitan del batallon ligero del Portillo: guarneció el convento de San Agustin, y quedó herido en el choque de la plaza de la Magdalena.

«El doctor D. Gaspar Allué, subteniente de la nona compañía del cuarto Tercio de Voluntarios aragoneses: en el choque de Alagon mandó la compañía en ausencia del capitan y del teniente. El 14 se retiró al castillo por la noche con treinta hombres: el 15 hizo la descubierta con su gente hacia la Casa Blanca, y observando que venian fuerzas superiores, se retiró a la puerta de Santa Engracia, cuando ya atacaban la del Portillo. Se incorporó con Renovales, y cooperó á la captura de dos cañones en el paseo que hay desde donde estuvo la torre del Pino hasta la puerta del Cármen y de varios pertrechos militares. Permaneció en ella haciendo un servicio activo y trabajando en obras de fortificacion bas'a el 22, en que, con veinte y cinco hombres que le quedaron de su compañía, fué á incorporarse con su tercio, que ocupaba el colegio del Cármen; y habiendo reunido hasta sesenta y cuatro hombres y otro subalterno, salió de avanzada á la torre de Escartin. En el ataque del 23 de junio fué con un sargento y tres soldados á batirse con el enemigo. El 29 se le destinó á la puerta de Ángel, y como único oficial, tuvo que recorrer las guardias y hacer otras fatigas. El 7 de agosto se le destinó al parque de ingenieros con toda su compañía, con cuyo motivo estuvo en la salitrería del Portillo, en el castillo, en la Misericordia y en el Hospital de convalecientes en donde perecieron algunos trabajadores, y permaneció en dichos puntos hasta que se levantó el sitio.»

Tomeo y Benedicto.-Historia de Zaragoza.

(1) Real decreto de Su Magestad.—Considerando el Rey nuestro señor, D. Fernando VII, y á su real nombre la Junta suprema gubernativa del Reino, que los servicios hechos á la patria deben regularse mas por el valor y por los servicios que por el éxito, el cual muchas veces depende de la fortuna ; atendiendo á que Zaragoza no solo no era inexpugnable, sino que, considerada por principios militares, ni era defendible siquiera, y sin embargo á be cho una defensa cual no se cuenta de plaza alguna en el mundo, por fortificada que haya estado; à que los honores y recompensas que se concedan á un pueblo tan benemérito de la patria, son para los que han perecido el justo premio debido á su valor y á su martirio; á los que han quedado, un motivo de consuelo y un auxilio necesario para moderar el rigor de su infortunio, y á los demás un estímulo poderoso para que sigan su ejemplo; conociendo que Zaragoza, presente siempre en la memoria de los españoles, será un manantial perenne de acciones heróicas y virtudes cívicas, que son las que han de salvar el Estado en la borrasca que le atormenta, apreciando como es debido la gloria singular que resulta á la nacion española de la defensa admirable que ha hecho aquella ciudad, tan preciosa á los ojos de la virtud y el patriotismo, como la mas insigne victoria; y queriendo, en fin, dar en señal de la alta estimacion en que tiene Zaragoza y sus habitantes, en testimonio tan singular y gracioso, como el mérito sobre que recae, se ha servido decretar lo que sigue :

1.° Que Zaragoza, sus habitantes y guarnicion sean tenidos por beneméritos de la patria en un grado heróico y eminente.

2.° Que luego que el digno y bizarro Capitan general de Aragon sea restituido á la libertad, para lo cual no se omitirá medio ninguno, la Junta, á nombre de la nacion, le dé aquella recompensa que sea mas digna de su constancia invencible, y de su vehemente patriotismo.

3.° Que se conceda un grado á todos los oficiales que se han hallado en el sitio, y á los soldados con la graduacion y sueldo de sargentos.

para los paisanos y militares que tomaron parte en el primero ó en el segundo sitio, 6 bien en los dos.

En el año de 1820 concedióse el tratamiento de Muy noble y muy heróica, á la ciudad, el de Excelencia á su Municipio, la nobleza personal á cuantos tomaron parte en los dos asedios, y la rebaja de su cuarta parte de los tributos anuales, por el espacio de

cuarenta años.

Igualmente se concedieron varios escudos de insignias y haberes de oficiales de artillería á las heroínas Agustina Aragon, Manuela Sancho y otras varias.

XCIII.

Desde la terminacion de la Guerra de la Independencia hasta la muerte de Fernando VII.

y

Fernando VII, el Deseado, en virtud del tratado de Valencey recobra su libertad penetra en el territorio español, de donde permaneciera alejado por tan dilatado espacio.

Las Cortes habian acordado erigir en las orillas del Fluviá un monumento conmemorativo del fausto dia en que habia pisado la tierra española, y no quiso recibir á la comision de aquellas mismas Cortes, que salió al camino á felicitarle.

A nada lisonjeros augurios prestábase semejante conducta, que quedó clara y patente, despejándose por fin la incógnita con el manifiesto dado por Fernando VII en 4 de mayo de 1814.

En se declaraban nulas aquellas Cortes que le habian asegurado el trono, aquellas Cortes reconocidas por las mas importantes naciones de Europa, aquellas Cortes, en fin, que tantos sacrificios, que tantas penalidades habian pasado.

4.° Que todos los defensores de Zaragoza, sus vecinos y sus descendientes gocen de la nobleza personal. 5.° Que à las viudas y huérfanos de los que hubieren perecido en la defensa, se les conceda por el Estado una pension proporcionada á su clase y circunstancias.

6.° Que el haberse hallado dentro de la plaza durante el sitio sea un mérito para ser atendido en las pretensiones.

7.° Que Zaragoza sea libre de todas contribuciones por diez años, contados desde el dia que se haga la paz. 8.° Que desde aquella época se empiecen á reedificar sus edificios públicos á costa del Estado, con toda magnificencia.

9.° Que en su plaza se erija un monumento, para perpétua memoria del valor de sus habitantes y de su gloriosa defensa.

10. Que en las de todas las capitales del reino se ponga ahora una inscripcion que contenga las circunstancias mas heróicas de los dos sitios que ha sufrido Zaragoza.

11. Que se acuñe una medalla en su honor, como testimonio de gratitud nacional, por tan eminente servicio. 12. Que á cualquiera ciudad de España que resista con la misma circunstancia un sitio igualmente porfiado y tenaz, se la concedan los mismos honores-prerogativas.

13. Que se excite á los poetas y oradores españoles à ejercitar sus talentos en un asunto tan sublime, y se ofrezca á nombre de la Nacion, un premio de una medalla de oro y cien doblones al que presente el mejor poema, y otro igual al que escriba el discurso mas bien trabajado sobre este sitio inmortal; llevándose por objeto en una y otra obra; no solo recomendar á la memoria y admiracion del siglo presente y de la posteridad, el valor, la constancia y patriotismo de Zaragoza, sino inflamar con la mayor vehemencia el entusiasmo nacional, y llenar los corazones españoles del mismo amor á la libertad, y del mismo horror á la tiranía,

Tendréislo entendido y dispondréis lo conveniente á su cumplimiento.-El marqués de Astorga, vicepresidente.-Real Alcázar de Sevilla 9 de marzo de 1809.-A D. Martin de Garay.

120

T. I

Por el indicado manifiesto, se arrojaba á la frente de aquellos preclaros patricios la ignominia de que sus actos no tuvieran ningun valor ni efecto ahora, ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos, y se quitaran de en medio del tiempo.

Y á la par que esto decia el Monarca en otro lugar consignaba, que aborrecia el despotismo ofreciendo gobernar con Cortes legitimamente congregadas.

El regente, cardenal de Borbon, recibe la órden de dirigirse á su diócesis de Toledo, el ministro de Estado, D. José Segundo, es destinado á Cartagena; y los regentes Agar y Ciscar, y los ministros Alvarez Guerra y García Herreros, y los diputados mas eminentes, los mejores patricios, los que mas importantes servicios habian prestado, son encarcelados y conducidos á los presidios ó á los destierros de África.

El estado de la Hacienda era muy triste, tanto por los cuantiosos sacrificios hechos durante la pasada guerra, cuanto por estar encargada su gestion á manos inhábiles.

Seis largos años pasaron así, teniendo que reprimir sublevaciones y motines promovidos por los afectos á la Constitucion, que á pesar de todos sus defectos, simbolizaba el patriotismo y el esfuerzo popular.

El dia 1.o de enero, D. Rafael del Riego proclama en las Cabezas de San Juan la Constitucion de 1812: siguele el batallon de que era comandante, y el 11 de marzo, despues de una correría de tres meses, disuélvese la hueste constitucional, cuando mas asegurado estaba su triunfo.

Insurrecciónose Galicia, poniéndose al frente de la Junta constitucional D. Pedro Agar, uno de los antiguos regentes, y el grito de libertad llega hasta Zaragoza.

La ciudad de los fueros, la ciudad cuyas piedras estaban regadas con la sangre de tantos mártires de la libertad y de la independencia, responde inmediatamente; el antiguo ministro de Hacienda, D. Martin Garay, es nombrado presidente de su Junta, y Fernando VII no tiene otro remedio que jurar la Constitucion.

No es nuestro propósito, ni las condiciones de nuestra publicacion nos permiten hacer un estudio detallado de toda esta época, origen y principio de las lamentables divisiones que hoy tocamos; por lo tanto pasarémos por alto todas aquellas escenas, consecuencia inmediata de una situacion violenta.

Un partido, que de repente habia pasado desde las prisiones al poder, fácilmente se desvanece, y hubo desmanes y desacatos; imprudentes manifestaciones, que ofendieron altas y respetables instituciones; lastimáronse antiguos intereses, y todos los hechos subsiguientes al movimiento constitucional de 1820, fueron preparando la espantosa reaccion de 1823.

La Santa Alianza tampoco podia mostrarse deferente con el movimiento iniciado en España y seguido en Nápoles, en el Piamonte y en Portugal, y el suelo que no pudo hollar el francés mas que por medio de la fuerza, despues de haber empleado el dolo y la traicion, vese en aquellos dias llamado por los mismos naturales.

El dia 30 de setiembre era todavía Fernando VII rey constitucional, y en tal sentido se dirigia á sus súbditos. El dia 1.° de octubre era otra vez el mismo rey absoluto de 1814.

Pero llegó un dia en que la pragmática sancion de Cárlos IV púsose en vigor, y un nuevo porvenir vislumbró España en el futuro reinado de la princesa Isabel.

No es nuestro ánimo entrometernos á detallar aquel misterioso drama, representado en una alcoba del palacio de la Granja, donde luchaban los defensores de D. Cárlos por separar de las sienes de la tierna princesa la corona de su padre, ni la actitud enérgica y atrevida de otra infanta, que rasgó en mil pedazos el testamento arrancado al moribundo Rey. Son muy reducidos los límites de esta reseña, y nos alejaríamos demasiado de nuestro propósito.

XCIV.

Reinado de Doña Isabel II.

Con la muerte de Fernando VII iba á comenzar en España un nuevo período de resultado incierto.

Dos contendientes habia que trataban de disputarse encarnizadamente aquel solio

vacante.

Apenas Isabel II posó su tierna planta en el trono, tropezaron sus piés con la sangre que comenzaba á derramarse en los campos de batalla.

Los carlistas habian empuñado las armas para defender los derechos de su jefe, y ya era inevitable la lucha.

La guerra civil comienza furiosa, encarnizada, terrible.

No son dos enemigos los que se combaten, sino dos ideas, dos principios.

Las provincias españolas vénse de nuevo devastadas por aquellas huestes que nada respetan, y que se hacian una guerra sin cuartel.

Siete mortales años dura esa infausta campaña, y durante ellos, las terribles leyes de la guerra despoblaban nuestro suelo, esquilmaban nuestros campos y empobrecian de una manera lastimosa nuestra poblacion.

Zaragoza, como las demás ciudades españolas, mas todavía, por ser esencialmente agrícola, sufria un mal estar extraordinario.

Una madrugada, era el 7 de marzo de 1838.

La hueste carlista, mandada por el brigadier D. Juan Cabañero, auxiliada por algunos, aun cuando pocos, partidarios que residian en la poblacion, penetró en la ciudad esperando dominarla por la sorpresa.

Pero, necio error.

Apenas se aperciben los heróicos zaragozanos de lo que sucede, recuerdan que todavía circula por sus venas la sangre de los valientes patricios de 1808 y 1809, y sin entretenerse á contar sus enemigos lánzanse al combate con el mayor entusiasmo. Terrible fue el escarmiento que sufrieron los carlistas.

Cuatro batallones y otros tantos escuadrones llevaba Cabañero, componiendo un total de tres mil infantes y doscientos cuarenta caballos, y de ellos, segun los datos ofi

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