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la comisión que dictaminó respecto á la dictadura de 1844. Esa protes ta, que resume un capítulo de Derecho público, debía ser grabada en letras de oro en el pedestal de la libertad, si la libertad tuviese estatuas en Portugal. Es la exposición de la buena doctrina sobre los debe. res del Parlamento; es, en pocas palabras, toda la teoría de las relacio. nes de los diferentes poderes del Estado. Pero nadie la comprendió. Su prosa fué como una leyenda sublime é indescifrable; antes y después de Silvestre Pinheiro Ferreira, la política portuguesa obedeció siempre á otras inspiraciones.>

En verdad-dice el articulista-, ante tales irrefutables argumentos, no puede considerarse disminuído el Poder judicial por la obedien. cia á dictaduras, que jamás en Portugal ofendieron la reducida sensi-· bilidad jurídica de la Nación; y no puede considerarse disminuído, además de esta razón de valor universal, porque un escritor francés, actualmente sobresaliente, en un libro bastante conocido entre nosotros, dice: también los Jueces legislan, al margen de los Códigos, tantas veces aplicados á hipótesis no previstas en ellos, puesto que no pueden abstenerse de juzgar, á pretexto de falta ú oscuridad de la ley; y esta es, por cierto, tam. bién una dictadura auténtica, constantemente practicada por el propio Poder judicial.

La misma Revista.

(Año 3.o, núm. 51; 10 de Abril de 1918.)

En la sección doctrinal de este número se inserta un artículo de Vás de Sampaio sobre Política tributaria, asunto que por los déficits considerables que hoy existen en los presupuestos de los Estados beligerantes y neutrales, incluso España, es de transcendental importancia.

Los impuestos-dice el articulista—son de naturaleza legislativa y de duración anual. Las Constituciones actuales determinan su votación al principio de las sesiones de las Cámaras en cada año.

Sufren las Constituciones grandes transformaciones según el espíritu de los partidos y en consonancia con las reclamaciones de los pueblos, pero nunca en el particularísimo asunto de los impuestos que pesan sobre los habitantes del território nacional.

Ya se trate do Repúblicas plebiscitarias ó de Federaciones munici palistas, como la de Suiza, de Repúblicas parlamentarias, en las que el ejecutivo tiene ascendiente sobre los Parlamentos ó éstos sobre aquél, de Monarquías constitucionales ó integralistas, todos los Gobiernos quieren que los impuestos sean consentidos por los pueblos y no se establezcan por la violencia y la fuerza.

Defienden muchos la reunión de las`contribuciones é impuestos, tasas y derramas, en un solo tipo de obligación, que los poderes públicos vengan á establecer para los gastos de un año, según el cálculo de los

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funcionarios fiscales y en la medida que señalen las estadísticas. Pero la modificación de los impuestos no surte efecto completo ni aun en los pueblos de carácter militarista y de cultura disciplinada.

Un medio que ayudaría á la reforma tributaria sería tener en cuenta la práctica de todos los individuos que se dedican al comercio, de escribir sus gastos y sus ingresos, suministrando á los poderes públicos la-base del impuesto. El capital estaría así mejor garantizado; él rendimiento acusaría las modalidades del negocio y el saldo positivo ma. nifestaría las pérdidas y los daños de la economía doméstica. Si los estadistas meditasen en las ventajas de esta claridad en la contabilidad, rodearían la vida civil de condiciones legales efectivamente dependien. tes de la tenencia de libros bien llevados y cuyos datos fueran verda. deros.

La cuenta corriente de los particulares sería la base de una mayor certeza en la vida nacional, moldeando de nuevo los deberes del ciudadano ó del súbdito para con los poderes públicos é imperantes.

El criterio de la personalidad sustituiría al principio material de la incidencia del impuesto, lo que daría ocasión á la justa é imperiosa exigencia de una positiva dependencia cívica y política dentro de las fronteras, con la natural consecuencia de cohesión y solidaridad nacionales como fuerza necesaria para la vida de la patria.

El impuesto sobre la renta-afirma el articulista-es la única solu. ción racional de la crisis portuguesa, pero para ella tienen los Gobier nos que establecer el proceso legítimo y real de atender las eventuali dades de las disminuciones y aumentos de ingresos en la economía doméstica.

Las declaraciones no son suficientes para la confianza pública; las pruebas positivas del balance anual serán las naturales demostraciones de una conveniente obligación para con el Estado.

La contribución territorial no debe desaparecer, porque es la forma de atender á los gastos que solamente interesan á los propietarios, ó que á ellos les benefician más que á los otros ciudadanos.

La contribución industrial persistirá con el carácter de compensa. ción por los provechos y ventajas que las industrias obtienen de los encargos del Estado.

He ahí la tendencia que se observa en materia tributaria, no sola. mente en Portugal, sino en otros países extranjeros.

EMILIO MIÑANA.

NOTICIAS BIBLIOGRÁFICAS (1).

El Estado y el Ejército. Contribución al estudio de un proyecto de ley estableciendo el servicio militar obligatorio en Cuba, por JUAN CLEMENTE ZAMORA Y LÓPEZ, miembro de las Sociedades de Derecho Internacional de Cuba y de los Estados Unidos de América, con un prólogo de ENRIQUE JOSÉ Varona, Vicepre sidente de la República, Profesor de la Universidad Nacional. Un volumen en 4.o de 244 páginas.-Habana. Imprentra de Aurelio Miranda, 1917.

Las leyes de Cuba proclaman el principio de la obligatoriedad del servicio militar, pero practicamente el reclutamiento se verifica por alistamiento voluntario. La obra del Sr. Zamora, que sirvió de tésis doctoral al joven e ilustrado jurisconsulto cubano, tiene por objeto demostrar la necesidad de establecer, en Cuba, el verdadero servicio obligatorio, mediante el cual podria contar el Ejército cubano, en caso de guerra, con un efectivo de ciento cincuenta a doscientos mil hombres.

El Sr. Zamora, que desea apoyar su argumentación en los principios, estudia en los primeros capítulos de su libro las doctrinas referentes al origen y a la naturaleza del Estado y al concepto de la guerra. Es innegable la influencia ejercida sobre él por la doctrina-sustentada por Treitscke y von Bernhardi-que considera la guerra como un fenómeno biológico que determina la supervivencia de los más aptos, contribu yendo así al progeso del mundo. Pero esta doctrina, que adquiere por cierto, fuertes visos de paradoja en presencia de la guerra actual, en la que han muerto o han sido gravemente mutilados tantos millones de hombres sanos y robustos y a la que apenas sobreviviran en los paíse beligerantes más que ancianos y lisiados; no parece aceptarla en abso luto el Sr. Zamora. Pues, si bien afirma que la guerra obedece a leyes

(1) De todas las obras jurídicas que se nos remitan dos ejemplares hare mos un juicio crítico en esta Sección de la REVISTA. De las que se nos remita un ejemplar, pondremos un anuncio en la sección de Libros recibidos.

semejantes a las biológicas» y «es un fenómeno permanente en la his toria,» específica luego esta afirmación diciendo que si ella es comple tamente exacta en la presente «etapa evolutiva» de la humanidad, pue. de no serlo en una etapa posterior. Por su parte, cree decididamente 'en la evolución social progresiva, no dudando de la posibilidad de llegar a una etapa on que la guerra internacional, tal como hoy la conoce. mos, sea abolida» (1). Sin embargo, «siendo al presente la guerra la ley que rige entre los pueblos del orbe y siendo en la guerra el triunfo del más fuerte la norma general,» llega el Sr. Zamora a la conclusión de que deben prepararse los cubanos a defenderse por el único medio actualmente eficaz, armándose convenientemente (2).

Cuba, que por sus riquezas naturales y su situación estratégica ha sido siempre objeto de la codicia de las grandes potencias, tiene además razones especiales para crear una fuerte organización militar. Los Estados Unidos, que necesitaban para su propia protección precaverse contra esa codicia asegurando la independecia de Cuba, obtuvieron de esta última, con el indicado objeto, ciertas garantías, que se consignaron en el Tratado Permanente de 1904. Según el Sr. Zamora, que hace un interesantísimo estudio de este tratado y de los trámites y nego ciaciones que lo precedieron, las estipulaciones consignadas en el mismo no han establecido un vínculo de dependencia, como lo han sos. tenido algunos, sino que constituyen «una especie de alianza libremente contraída por Cuba» y que implica para ella el deber de no permitir que su territorio sea empleado como base de agresiones contra los Estados Unidos. Precisamente para cumplir con este deber es para lo que reclama el Sr. Zamora la preparación militar de Cuba (3).

Una cláusula contiene el Tratado de 1904 que resulta vejaminosa en su aplicación para la soberanía cubana: la que reconoce a los Estados Unidos el derecho de intervenir para preservar la independencia de Cuba y sostener a su Gobierno. Pero, contra esta cláusula, pueden precaverse los cubanos, si tienen para ello el patriotismo necesario (4); y he aquí otra razón a favor de la creación de un fuerte Ejército, mediante el cual podría Cuba evitar todo pretexto de intervención.

Indicada la necesidad de establecer el servicio obligatorio en Cuba, en virtud de su situación internacional, expone el Sr. Zamora las razones que demuestran la posibilidad de establecerlo, refutando las objecciones, principalmente de carácter económico, que se han hecho contra ese sistema de reclutamiento. Teniendo en cuenta que la refor. ma propuesta sólo costaría diez o doce millones anuales, no puede, según él, presentarse para Cuba el problema de los gastos militares. El único incoveniente serio que se presentaría con el servicio obligatorio sería el de privar a la producción de gran número de hombres útiles

(1) Páginas 90, 91, 96 y 97.

(2) Página 98,

Página 174,

Página 175.

para el trabajo. Pero este inconveniente puede evitarse solucionando al problema de la inmigración, problema no menos importante para Cubaque al problema militar y que debe solucionarse, dice, fomentando la la inmigración que mejores resultados ha de dar a los cubanos por su fácil asimilabilidad, la inmigración españo a por familias (1).

Necesario y posible, por las razones indicadas, el servicio obligatorio sería también, según el Sr. Zamora, altamente provechoso para Cu. ba, como remedio contra la indisciplina, que dice constituye uno de los más graves defectos del cuerpo social cubano, y que proviene del tiem. po en que no había «en Cuba autoridad política que no resultase» para los cubanos «depresiva, ni órgano gubernamental en el que no» viesen «el símbolo de la opresión» (2).

De la lectura del libro del Sr. Zamora, por tantos conceptos instrus. tiva, se desprende además una enseñanza; y que es lo que parece unir a los pueblos es muchas veces lo que, en realidad, los separa. El vínculo político que tenía a Cuba sujeta a España y cuyos instrumentos eran esos órganos de opresión» que fatalmente provocaban la rebeldía, era realmente lo que más apartaba de nosotros al pueblo cubano. Desaparecido ese vínculo de sujeción, tenemos hoy los españoles la satisfac. ción de ver a un patriota cubano reclamar, como una de las primeras necesidades de su país, que se establezcan las más estrechas relaciones de compenetración y amistad con España, «a quien-dice el Sr. Zamo ra-si combatimos como dominadora, debemos ahora amar como fuente de donde nos ha venido nuestro derecho, nuestra literatura, nuestro idioma, nuestras costumbres y nuestra sangre misma» (3).

La obra del Sr. Zamora, que constituye un estudio completo y do cumentado del problema militar y de la situación internacional de Cuba, justifica respecto de su autor las más halagüeñas esperanzas. Como dice, en el prólogo, el Sr. Varona, no puede menos de admirarse ese <gallardo esfuerzo de un joven, que empieza por donde muchos hubie ran acabado y, podría añadirse, por donde ciertamente no logran to. dos acabar.

JOSÉ DE VILALLONGA.

Orientaciones económicas del Sr. Presidente Meléndez, folleto de 97. páginas publicadas por MANUEL BELTRAND Y L. R. MOLINA San Salvador 1917.

Una carta-respuesta del Presidente de la República salvadoreña al Dr. Bolaños, en la cual se hacen interesantes consideraciones acerca del estado económico de dicho país hispano-americano, es comentada en

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