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mucho es lo que se confia á la memoria. Si consideramos que el cristianismo se introdujo por medio de la predicacion y de las instrucciones verbales, se conocerá la fuerza de la tradicion en las materias religiosas. Y á la verdad, en ninguna materia, y sobre todo en lo que tiene relacion con hechos enlazados con la piedad, era menos necesario escribir, porque cuando los hombres se reunen periódicamente en un local y oyen y ven ciertas cosas, no es tan precisa la escritura. ¿Qué necesidad habia de que en Zaragoza se escribiese la venida de la Vírgen en carne mortal, cuando era una verdad para todos los fieles que concurrian al templo, sabian que sin su venida no se hubiese construido, y veian la imágen que era objeto de sus adoraciones? Antiguamente se escribia poco; si algo se escribia, era lo que podia ó se presumia podia olvidarse no era como en nuestro siglo en que todo se escribe, hasta las mayores frivolidades. No confundamos los tiempos ni los usos de las generaciones. Veamos un cuaderno de Córtes antiguo y un tomo de actas moderno, y observarémos la diferencia de las costumbres: lo poco que antes se escribia, y lo mucho que ahora se habla y escribe.

El P. Murillo esfuerza estos argumentos en la obra que hemos citado: califica de tradicion aquellas verdades cuya noticia ha venido de mano en mano, comunicándose de padres á hijos y de mayores á menores hasta los siglos presentes, sin que intervenga escritura, y sostiene que estas verdades son primeras en tiempo y mayores en dignidad: en tiempo, porque primero es decirse las cosas que escribirse en dignidad, porque de la tradicion, como de su propia raiz, toman su fuerza los demás testimonios con que la verdad se confirma: primero es, dice con Tertuliano, la palabra que el escribirla: desde que se crió el mundo hasta que se inventaron las letras, se conservaron las cosas por la tradicion; por ella, sin partida de bautismo y sin registro civil, los hombres supieron quiénes fueron sus

ascendientes; y áun despues de la invencion de las letras

de la escritura todo no se escribió: pero en el supuesto de que se escribiera, lo escrito recibió su fuerza de la tradicion. S. Agustin dice que no creeria en las Escrituras si no le moviese la autoridad de la Iglesia, y esta autoridad se funda en la tradicion. Observa el P. Murillo que no hay razon para tener por más cierto y verdadero lo que escriben pocos que pocos que lo que dicen muchos: que el Evangelio de S. Lucas principia invocando la tradicion: que S. Pablo encarga á Timoteo conserve el depósito que se le entregó, esto es, la tradicion; y que segun el Salmista, las grandes obras de Dios nos las anunciaron nuestros padres.

Sobre esta materia son muy notables las palabras de Tertuliano, que arguyendo al gentilismo, decia: Harum et aliarum disciplinarum, si legem expostules scripturarum, nullam invenies: traditio tibi prætenditur auctrix, consuetudo confirmatrix, fides observatrix. Si de estas sa→ gradas ceremonias buscas escrituras, ninguna encontrarás; pero hallarás que la venerable tradicion las dicta, la costumbre invariable las conserva, y la fe obsequiosa las rubrica con su observancia. Si sobre nuestra creencia haces séria y madura reflexion, continúa Tertuliano, hallarás que la razon patrocina á la tradicion, á la costumbre y á la fe, ó á quien vió ocularmente al verdadero original: pero entre tanto, tiene derecho la tradicion á que cautives en su obsequio tu entendimiento (4).

No ignoramos los ataques que pueden sufrir las tradiciones: que el P. Feijóo, hablando de las populares en el discurso XVI, tomo V, de su Teatro crítico, decia, § 1.o, «que la regla de la creencia del vulgo es la posesion: sus ascendientes son sus oráculos, y mira con una especie de

(1) Rationem traditioni, consuetudini, fidei patrocinaturam aut ipse perspicies, aut ab aliquo qui perspexeril, disces: interim nonnullam esse credes cui debetur obsequium.

impiedad no creer lo que creyeron aquellos. No cuida de examinar qué orígen tiene la noticia: bástale saber que es algo antigua para veneraria, á manera de los egipcios que adoraban el Nilo, ignorando dónde ó cómo nacia, y sin otro conocimiento que el que venia de lejos. ¡Qué quimeras, qué extravagancias no se conservan en los pueblos á la sombra del vano, pero ostentoso título de tradicion! >>

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Y luego en el § 5.o: «Una especie de tiranía intolerable ejerce la turba ignorante sobre lo poco que hay de gente entendida, que es precisarla á aprobar aquellas vanas creencias que recibieron de sus mayores, especialmente si tocan en materia de religion. Es ídolo del vulgo el error hereditario. Cualquiera que pretende derribarle incurre, sobre el odio público, en la nota de sacrilego. En el que con razon disiente á mal tejidas fábulas, se llama impiedad la discrecion, y en el que simplemente las cree, obtiene nombre de religion la necedad. Dícese que piadosamente se cree tal ó tal cosa: es menester para que se crea piadosamente, que se crea prudentemente; porque es imposible verdadera piedad, así como otra cualquiera especie de virtud, que no esté acompañada de la prudencia.

>>La mentira, que siempre es torpe, introducida en materias sagradas es torpísima; porque profana el templo y desdora la hermosísima pureza de la religion. ¡Qué delirio pensar que la falsedad puede ser obsequio de la Majestad soberana, que es verdad por esencia! Antes es ofensa suya, y tal, que tocando en objetos sagrados se reviste de cierta especie de sacrilegio. Así son dignos de severo castigo todos los que publican milagros falsos, reliquias falsas y cualesquiera narraciones eclesiásticas fabulosas. El perjuicio que estas ficciones ocasionan á la religion es notorio. El infiel, averiguada la mentira, se obstina contra la verdad. Cuando se le oponen las tradiciones apostólicas ó eclesiásticas, se escuda con la falsedad de varias tradiciones populares. No hay duda que es imperti

nente el efugio; pero es bastante para alucinar á los que no distinguen el oro del oropel. >>

Que no es de estas tradiciones la de NUESTRA SEÑORA DEL PILAR lo demuestra su orígen, lo convencen sus comprobantes. Hemos copiado este trozo de un escritor despreocupado, que á pesar de su despreocupacion y su ciencia indisputable y universal, rindió homenaje á la tradicion de nuestra Patrona en varias de sus obras, como lo verán nuestros lectores en las palabras siguientes.

El P. Feijóo, en el discurso XIII del tomo IV (1), sostiene que no se puede dudar de la venida de Santiago, por hallarse comprobada por tantos y tan doctos escritos, y en el núm. 46 añade: «En los tres primeros siglos de la Iglesia, cuando los cristianos no tenian otros templos que las cavernas más oscuras, ni otras imágenes de Dios y de sus santos que las que traian grabadas en sus corazones, porque el furor de los emperadores gentiles no permitia otros templos ni otros simulacros que los de sus falsas deidades; entónces tenia España, segun nos enseña la piadosa tradicion, templo y simulacro consagrados á la Vírgen María, Señora nuestra, no retirados en algunos escarpados cerros, sino patentes á todo el mundo en la insigne ciudad de Zaragoza. Oponen á esta tradicion los extranjeros, que no es verosímil que gobernando en España los idólatras romanos, permitiesen aquel monumento público de nuestro culto; pero esto prueba cuando más, que ni el templo ni la imágen pudieron subsistir sin especial proteccion del cielo. ¿Y por dónde, pregunto, se hace esto increible? ¿Por qué entre tantos millares de prodigios como Dios obró en la grande empresa de desterrar del mundo la idolatría, no podrémos asentir á que hizo uno continuado por tres siglos, á fin de mantener el templo é imágen del Pi

(1) Edicion de 1778, págs. 368 y 369.

LAR (1)? Si para dar asenso á un milagro no basta el testimonio de la tradicion, será preciso condenar como fabulosos casi todos cuantos se hallan escritos en las historias eclesiásticas. Si la valiente fe de una alma sola basta para recabar de la divina piedad un prodigio ¿por qué en atencion á tantos millares de fervorosísimos espíritus como se debe creer dejaria en España la predicacion de los Apóstoles, no haria Dios el de conservar para su consuelo el templo é imágen de Zaragoza ? »

Demostrado lo que se entiende por tradicion y su fuerza probatoria, pasarémos á examinar sus especies, qué clase de tradicion es la que atestigua la venida de nuestra Señora á Zaragoza, y las pruebas que tiene á su favor.

CAPITULO M.
M.

De la especie de tradicion que recomienda la creencia de la venida de nuestra Señora en carne mortal á Zaragoza.

Es sumamente conforme que habiendo hablado en general de la tradicion hagamos mencion de sus especies: las hay divinas, que tienen su principio en Jesucristo, v. gr. las relativas à la materia y forma de los sacramentos; apostólicas, las que provienen de los Apóstoles; eclesiásticas, las que se han introducido y conservado en las iglesias con autoridad ó tolerancia de los prelados ú obispos.

La tradicion puede ser de la Iglesia universal, de muchas iglesias ó de una particnlar: la primera tiene sumo grado de autoridad; la segunda merece gran respeto, y tambien es digna de atencion la tercera por tener à su

(1) Mas adelante nos haremos cargo de esta misma materia, y expondremos las causas humanas que pudiero i intervenir para la conservacton del templo y de la imagen de nuestra Señora,

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