Imágenes de páginas
PDF
EPUB

favor la aprobacion ó cuando menos la tolerancia de los prelados ú obispos, á quienes pertenece de oficio examinarlas, porque no es de creer que tolerasen en materias graves y de religion cosas introducidas con leve fundamento, siendo el no haber puesto silencio en ellas ni haberlas mudado manifiesta señal de que han parecido pias, razonables y verdaderas, admitidas con fundamento, continuadas con piedad y asentadas en los corazones de todos con justas causas. En verdad no es presumible que varones santos y celosos de la honra de Dios vayan no solo tolerando, sino fomentando con el ejemplo, lo que no consideren razonable y fundado.

Indudable es que la tradicion de la venida de nuestra Señora es eclesiástica, aunque el P. Murillo pretende asímismo que puede calificarse de apostólica por haberse introducido por el apóstol Santiago, y sostiene que no es de las simplemente toleradas, sino de las aprobadas por los prelados, sumos pontífices y reyes.

La aprobacion de los prelados la funda en el oficio de la Misa, que antiguamente se cantaba en la fiesta de la dedicacion de la iglesia del PILAR, en cuyo oficio se hallaban trasladados trozos de la misma historia de la venida, y cuyo oficio cesó, segun insinúa, cuando por autoridad del Concilio de Trento se introdujo el nuevo rezo que llaman de Pio V.

Otro hecho confirmatorio cita, y es el estatuto que hizo el Cabildo de la Seo en tiempo del arzobispo D. Juan por su vicario general D. Pedro Miguel, á 9 de Mayo de 1471, en el que se ordenó que la fiesta del apóstol Santiago se celebrase con octava y con la solemnidad de seis capas, en reconocimiento de que el dicho Apóstol fué el que fundó la iglesia de Zaragoza y predicó en ella la palabra de Dios, previniendo que aunque en las demás octavas, por razon de la solemnidad, se suele dejar el oficio menor de la Madre de Dios, en esta octava no se deje, sino que se diga en

memoria de la aparicion de la Vírgen en carne mortal á dicho Apóstol.

Luego la tradicion de la venida en carne mortal de la Vírgen á Zaragoza es cuando menos eclesiástica y universal en toda España, y áun en casi todo el orbe católico. El cardenal Aguirre, en el tomo I de los Concilios de España, la califica de una de las tradiciones eclesiásticas, que merece más creencia por su antigüedad, y hallarse confirmada desde muchos siglos por privilegios de pontífices y reyes, y comprobada por los escritos de muchos y graves autores y escritores; de suerte que nadie puede negarla prudentemente y sin alguna temeridad ó impiedad. Si algunas dificultades, dice, han ocurrido, todas estan desatadas.

CAPITULO VII.

Ciertas observaciones generales sobre los comprobantes de la tradicion.

No cabe duda ninguna que á principios del siglo XII existia el templo de NUESTRA SEÑORA DE PILAR, puesto que conquistada Zaragoza en 1118, en esta santa iglesia se celebraron los maitines de Reyes con asistencia de D. Alonso el Batallador; que el papa Gelasio II dió una bula concediendo indulgencias á los que diesen limosnas para la reparacion de este templo, y que el obispo Librana se dirigió á varios países reclamando auxilios para su reedificacion.

A este mismo siglo corresponden las poesías del célebre Aulo Galo, que escribió sobre la venida de Santiago á España y de la fundacion del santuario de NUESTRA SEÑORA DEL PILAR.

Aquellos acontecimientos notables á principios del si

glo XII, son como dos magníficos mojones que miran al tiempo pasado y al venidero..

Si encontramos en aquella época una tradicion sobre la venida de nuestra Señora en carne mortal, y esta tradicion tiene en su apoyo un templo, un monumento visible, ¿qué motivo racional hay para dudar? Si al descubrir Ja América se hubiese encontrado una familia que hablára la el idioma latino, que hubiera habitado un edificio construido en conformidad á las reglas de la arquitectura romana, y que dijese que habia ido á aquel punto á consecuencia de las persecuciones de Mario ó Sila, & podria negar ningun crítico esta aseveracion pretextando que no presentaba pruebas de su aserto? El idioma, el edificio, la tradicion de aquella familia, el haberla hallado en un territorio hasta entónces desconocido, ¿no prestarian suma fuerza á sus palabras (1)?

Pues he aquí un caso más favorable. Vienen los conquistadores cristianos; encuentran una tradicion, una iglesia erigida en honor de la Vírgen, ven una imágen y una columna; hallan no una familia, sino muchas que constituyen una parroquia y que hacen mérito de una tradicion, ¿cómo dudar de su aserto? ¿cómo pretender que faltan á la verdad los que así se explicaron, los que ofrecieron este depósito de fe? ¿cómo presumir que no lo derivaron del primer siglo de la Iglesia? ¿Qué objeto podrian tener en aseverar una mentira unos infelices y pocos clérigos, que vivian en el templo? Qué ventaja les resultaba á los cristianos? El sostener esta pretendida impostura en tiempo de

(1) Al formar este argumento', en nuestro concepto poderoso, con tal hipótesi, no se crea que proponemos un suceso imposible de acontecer. El que quiera examinar la magnífica obra titulada Antiquities of Mexico by Lord Kingborough, en el tomo V, pág. 231 y siguientes, verá cómo explanando el Código del Vaticano pretende este autor que hay signos de que los judíos tuvieron colonias en el país de Méjico. En el tomo IV, Dupaix pone el dibujo de una cruz, que dice halló en la ciudad arruinada de Palenque, cuya explicacion se halla en la pág. 306 del tomo V.

los árabes no les hubiera valido más que una dura persecucion: si la sostuvieron, sin embargo, es prueba que decian lo que creyeron por haberlo oido á sus mayores. Entró Alonso el Batallador, se presentó el obispo Librana, establece éste la sede episcopal en la mezquita mayor, y á pesar de que el templo del PILAR en cuanto á la gerarquía queda de segundo órden, continúa sosteniéndose la misma privilegiada opinion acerca de la iglesia de nuestra Señora; de suerte que aquella, en medio de su infelicidad, de sus escombros, de su miseria, alega su orígen divino y la tradicion veneranda que la recomienda. ¿No es fuerte este argumento? Si el PILAR se hubiera convertido en catedral cuando la reconquista, pudiera dudarse si este esplendor hizo exagerar una idea religiosa; pero ver que esta idea se conserva en medio de la privacion de honores, es á mi juicio un motivo que recomienda y autoriza más y más la tradicion.

CAPITULO VII.

De la indudable existencia de la tradicion, y comprobantes de la misma, siglo por siglo, desde el I al VII inclusive.

Hay una diferencia inmensa entre las tradiciones que se apoyan en las cosas y las que son puramente de doctrina. Las de doctrina, como que son meramente de palabras y no se renuevan sino con motivo de referirlas, pueden fácilmente olvidarse, ó tal vez variarse y viciarse; pero la tradicion que tiene en su apoyo cosas que son durables, estando á presencia de los ojos, no fallece nunca y facilisi. mamente se propaga; porque los que vienen al mundo. viendo un signo permanente inquieren el motivo, y es natural que entonces reciban de sus padres y antecesores la noticia; y esta ciencia de tradicion es la más propia para los pueblos, porque todo género de personas, áun las

más imbéciles, pueden comprenderla, como que en los monumentos tienen un libro abierto que enseña, una biblioteca que pueden registrar; en fin, una crónica de piedra.

La tradicion del PILAR tiene estos apoyos materiales: la existencia de un templo, de una efigie, de una columna. No es una tradicion verbal solamente, es material, visible; se palpa y realiza en objetos que se tienen á la vista. Con estos fundamentos sensibles la existencia de la tradicion, confesada actualmente, prueba que existió antes, como la existencia de un hijo prueba la de su padre; sin embargo, á pesar de que estos principios eran inatacables, y en rigor al que está en posesion no se le podia exigir más, los impugnadores de la tradicion apelaron al recurso de pretender que no existió en los primeros siglos de la Iglesia, en los que suponen que no se encuentran vestigios, sosteniendo ser esta una novedad que se atreven á decir que fué obra de los siglos posteriores.

El que ataca una posesion reconocida, debia probar sus asertos: el que pretende despojarme de la casa que mi familia poseyó hace siglos, alegando que la usurparon mis antepasados, debia decir cuándo, cómo y por qué medio se verificó esta usurpacion, y en el entretanto el poseedor debia permanecer tranquilo bajo el techo doméstico: del mismo modo el que niega una tradicion eclesiástica, pretextando la novedad, debia expresar la época en que esta novedad principió. Esto es lo que dicta la razon, que invocándose hasta el fastidio en contra en las materias religiosas, no se acierta cómo puedan repelerse sus oráculos cuando se trata de favorecer la piedad.

Con esto bastaba en apoyo de la tradicion; pero como varios críticos apetecen además algunos adminículos ó comprobantes de la tradicion, procederémos á enumerar con el mayor laconismo posible los hechos referentes á cada siglo.

No podemos aspirar en esta tarea á la originalidad

« AnteriorContinuar »