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ron del modo indicado una frase comun, porque suelen interpretarlo todo, hasta las leyes, á favor de sus intereses y de sus deseos. Luego tocaron que se habian equivocado completamente; pero ya no era posible dar contra-órdenes, y las espediciones negreras, que no fuesen apresadas por los cruceros ingleses, que entonces eran insignificantes á causa de la guerra de Oriente, debian llegar á la isla. Se sondearon las personas mas relacionadas con el capitan general, y se tocó que era imposible todo arreglo, y que no debia esperarse ninguna consideración. Era pues preciso desacreditar á la autoridad que contrariaba sus torpes especulaciones, y el mejor medio de buscar prosélitos era atribuirla el proyecto de abolicion de la esclavitud existente. Con esta maligna suposicion, por absurda que fuese, se logró alarmar á algunos propietarios que luego tomaron á mal el empadronamiento dispuesto por el Real decreto de 22 de marzo.

Para corroborar el supuesto plan de abolicion, se aprovecharon los negreros de algunas frases del bando publicado en 5 de mayo, y abultaron algunos abusos cometidos por los encargados de cumplimentar las órdenes del Gobierno. No solo se apresaron sin consideracion alguna los negros que trataban de introducirse ó se habian introducido, sino que se prendieron á los armadores ó dueños de las espediciones, que siendo personas notables por su riqueza, y algunas por la posicion social que esta les habia proporcionado, se creian fuera de la ley. Es fuerza confesar que hubo algunos peque

ños abusos en el modo; pero ni estos podian atribuirse á la primera autoridad, ni acaso dejaba de escusarlos el empeño general en disfrazar los hechos y ocultar la verdad. En los delitos en que puede prodigarse el oro para enervar la accion de la justicia, las medidas comunes suelen estrellarse en la falta de probidad de los que deben esclarecer los hechos. El caso es que la autoridad no prendió á nadie que no tuviese parte en la introduccion de bozales, sin que hiciese registrar una sola finca en que el resultado no justificase la medida. Mas todos los pasos se traducian por indicios de abolicionismo, porque así convenia á los degradados traficantes, y á los que se aprovechan de tan infame tráfico.

Propaláronse voces falsas, supusiéronse hechos, fraguáronse calumnias para persuadir que el marqués de la Pezuela caminaba con pasos agigantados á la emancipacion de los esclavos. Ya se decia que apadrinaba y daba alas á todos los siervos que se le presentaban en queja, ya se suponia que iba á disponer que los negros pudiesen casarse con blancas, ya que iba á dar armas á todos los negros libres, para que pudiesen secundar la abolicion de la esclavitud en que yacian sus hermanos. Aunque las personas sensatas no daban crédito á tamaños absurdos, y aunque nada temian los mismos que las propalaban, sin embargo sucedia lo que habia dicho Maquiavelo, «la vil calumnia surtia sus efectos, en las almas cándidas y de pocos alcances».

Como el general Pezuela era tan conocido por sus cristianos sentimientos, como por su honradez y caballe

rosidad, en la imposibilidad de atacarlo por los medios comunes, fué preciso discurrir uno que no estuviese en oposicion con aquellos antecedentes, y ninguno mas á propósito que el sugerido por el interés de los que querian derrocarle se le supuso inclinado á la abolicion de la esclavitud y dispuesto á llevar á cabo el plan que se atribuyó al Gobierno. Semejante calumnia debia encontrar eco en muchos corazones, en unos por temor, en otros por simpatía. Y la califico de calumnia, no porque crea que el general Pezuela dejase de mirar con horror el tráfico de esclavos, sino porque nunca entró en sus miras atacar lo existente, y sí impedir abusos para lo sucesivo, segun se lo habia prevenido su Reina, y segun lo reclamaba el honor nacional, la religion, la moral, la conveniencia pública y el porvenir de la isla.

He querido hacer una reseña general de lo que pasó, para que se conozca el verdadero y acaso único motivo de cuanto se ha dicho y escrito contra la administracion del marqués de Pezuela en la isla de Cuba, y paso á ocuparme de cada particular por separado.

EMANCIPADOS.

Como escribo para la historia y para todos los pueblos, no será por demás esplicar qué se entiende por emancipados en la Grande Antilla. No son como pudiera hacerlo creer la palabra, los manu-misos, los que han adquirido la libertad por los medios que estableció el derecho romano, sino los negros apresados al traerlos

de Africa ó á su llegada á la isla; de suerte que nunca han tenido amo, si bien como tal hubiéralos vendido el dueño de la espedicion, á no haber sido apresados. Los llamados emancipados en la isla de Cuba, hubieran sido ingenuos en Roma, y no libertinos, porque jamás han yacido en justa esclavitud, para usar el lenguaje forense de los romanos, y de nuestras Partidas.

El gobierno supremo no habia creido conveniente al porvenir de las Antillas, ni aun útil á los mismos negros apresados, dejarlos en completa libertad de vagar por los campos y ciudades, ni tampoco restituirlos á las selvas de que habian salido ó al poder de los reyezuelos que los habian vendido. Con miras paternales y religiosas los habia constituido en una especie de tutela por espacio de cinco años (1), durante los cuales estaban á cargo de un patrono que tenia la obligacion de instruirles en los principios de la religion católica y de la moral, de hacerlos cristianos, de alimentarlos, vestirlos y cuidarlos en sus enfermedades, y de enseñarles un oficio con el que pudieran despues procurarse un honrado sustento. El bozal, abandonado á sí mismo, hubiera estado espuesto á perecer de hambre, á cometer crímenes, y hubiera continuado en la crasa ignorancia con que saliera de los bosques africanos. Las filantrópicas miras de nuestros monarcas, habian merecido la aprobacion del gobierno inglés, que se quejaba agriamente de que

(1) Los niños y las hembras que tenian algun hijo inútil para el trabajo, se daban por siete años.

se hubiesen olvidado, cuando le cupo la desgracia al marqués de la Pezuela de ir á regir y gobernar la mas importante de nuestras provincias (1), con especial encargo de cortar los abusos, para que cesasen las sérias reclamaciones de la Gran Bretaña.

Los que no han estado en la isla de Cuba desearán saber en qué consistian los abusos, y yo me limitaré á indicar los principales, en obsequio del laconismo, de los patronos y del Gobierno.

Por de pronto, al entregar los emancipados á los patronos, se exigia á estos una retribucion pecuniaria que variaba segun las circunstancias, ya que no fuesen concedidos, en recompensa de dulces favores. De ahí es que los patronos en general, no veian en el emancipado al educando que se les habia confiado, sino á un ser destinado á trabajar en provecho de ellos, y procuraban sacar todo el jugo que podian de una cosa que debian devolver al cabo de cinco años, cuando no discurriesen los medios para que no tuviese efecto la devolucion. El triste estado de abyeccion en que se hallaban varios de los emancipados que se presentaron á consecuencia de las órdenes del general Pezuela, es una prueba inequívoca de lo muy olvidadas que tenian algunos patronos las obligaciones que estaban estipuladas en la contrata, ya que no escritas en su corazon. Como síndico

(1) Acaso se creerá exagerado y hay razon para ello, al ver la frialdad con que se miran por las Cortes y el Gobierno las cosas de Cuba; pero no pensarán así los que sepan que aquella isla es el alma de nuestro comercio, y de nuestra agricultura; que Cataluña debe á la isla de Cuba muchos de sus adelantos, etc.

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