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gastada en su esencia, ofrece todavía embarazos, porque el gobierno de Washington no sabe cómo salir del paso», y en 8 de agosto inmediato, decia al ministro de Estado: presento á V. E., como enteramente paralizadas por el momento, todas las cuestiones promovidas por la accion hostil de este gobierno contra nosotros, acallada la prensa, y casi olvidado el asunto del Black Warrior». El Compilador de Nueva-Orleans que se habia establecido con el único objeto de sostener las medidas que hos ocupan, en 25 de enero de 1855 dió por terminadas sus tareas por ser innecesarias, puesto que se habia obtenido un completo triunfo. El Sr. Luzuriaga en dos ó en tres sesiones ha negado la exactitud de lo que dijo nuestro digno representante, pero no ha exhibido todavía los documentos que tantas veces se han pedido, y que dejarian ver mas claramente la verdad de los hechos, que sus amañadas esplicaciones. Si el Sr. Cueto habia engañado al gobierno que representaba en Washington, no bastaba haber admitido su dimision, ni aun haberlo separado de tan importante destino; era preciso algo mas.

Para comprender que las medidas tomadas con el Black Warrior fuéron justas, bastarian las representaciones de Tyng en ellas se confiesa paladinamente la falta cometida por el capitan Bullock; pero nuestros hombres de Estado han prescindido de aquellas confesiones, y del mérito que arroja el espediente que se formó, para ir en busca de escusas é inventar razones que ameritasen la indemnizacion, que han calificado de accesoria,

aunque importó el décuplo de la multa que se califica de principal.

Casi nos complacemos en suponer que el miedo precedió á las consultas de que nos habló el Sr. Luzuriaga en la sesion de Córtes del 5 de marzo del año próximo pasado. Los demás motivos que nos ocurren, harian mucho mas disfavor al Nestor de nuestra magistratura y á los que estuvieron perfectamente acordes con S. S. en reconocer la justicia de la indemnizacion. Las circunstancias eran graves, la revolucion de julio no estaba aun consolidada, y una guerra con los Estados-Unidos podia sernos funesta, al paso que 53,000 pesos eran una cosa accesoria é insignificante para una nacion que nada en la abundancia.

No es de este lugar inquirir las mas ó ménos ventajas que podriamos reportar de una guerra con los Estados-Unidos; pero no titubeamos en sostener que por dudoso que fuese el éxito de semejante guerra, nunca debió comprarse la paz con muestras de debilidad; porque semejante paz es momentánea y da alas á los enemigos para provocarnos de nuevo. Hoy se ha hecho una concesion indebida para evitar una guerra injusta respecto de los que la provocaban; mañana se exigirán nuevos sacrificios, nuevas humillaciones, y al fin, despues de concesiones mil, tendrá efecto lo que se quiso evitar. La conducta del general Pezuela fué tan enérgica como exigia su carácter, tan digna como reclamaba la honra nacional. Hizo que no quedasen burladas las disposiciones vigentes, y nunca le ocurrió que

esto pudiese interpretarse por un casus belli; mas aun cuando lo hubiese creido, no por esto hubiera variado de conducta, porque estima en mucho el honor de su patria y tiene gran confianza en las causas justas. El pueblo que peleó en los tiempos antiguos con los cartagineses y con los romanos, y en los modernos con el coloso del siglo, sin más elementos que el valor de sus naturales y la justicia de su causa, no conoce el miedo. No son los descendientes de Pelayo los que pueden temer á los mercaderes del Norte de América: puesto en la alternativa de luchar ó humillarse, el español no titubea.

Seria por demás demostrar que la guerra con que nos amenazó Pierce, y que parece temió el Sr. Luzuriaga, no hubiera tenido efecto, aun cuando se hubiese negado, como debia, á una indemnizacion no fundada; puesto que sostenemos, y están con nosotros todos los patriotas, que aun cuando hubiese sido necesario luchar con desventajas, era preferible la guerra á la humillacion. Así lo comprendió el general Pezuela y obró con la energía que exigian el puesto que ocupaba y el honor de sus conciudadanos.

El discreto Gobernador supo hermanar la dulzura y benignidad, con la fortaleza y energía, y conmutó la pena del comiso en una multa de 6,000 pesos; y de este hecho y de la condonacion de la multa que hizo luego S. M., dedujo el Sr. Luzuriaga que el embargo habia sido declarado injusto en el hecho de haberse restituido el cargamento (1). Si el Superintendente hubiese (1) Se restituye lo que se ha robado.

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aplicado sin consideracion alguna el artículo 162 de la Instruccion de Aduanas; si hubiese decomisado el buque con sus fletes y todo aprovechamiento, entonces se hubiera dicho que era un rigor desmedido, que se habia aplicado una pena grave, á una falta que carecia de uno de los requisitos esenciales á todo delito contra la Hacienda, la intencion de defraudar; confundiendo por ignorancia ó con malicia la defraudacion de los derechos de puerto, que quiso hacerse con el manifiesto en lastre, con los de introduccion, como lo hizo el Sr. Luzuriaga en la sesion de 3 de mayo de 1855, y en otras posteriores. Pero no queremos anticipar conceptos que corresponden á otro lugar.

Lo espuesto es mas que suficiente para que nadie pueda dudar que el marqués de la Pezuela hizo lo que debia

y

lo que exigia el honor nacional, en el caso que nos ocupa. Lo único que pudiera dar lugar á un cargo, es el no haber aplicado con todo rigor el artículo 162, ó á lo ménos el no haberse conformado con el dictámen fiscal, imponiendo la multa de 10,000 pesos y los gastos y costas de la descarga; pero el Sr. Luzuriaga, que no tuvo reparo en asomarlo en la sesion citada de 3 de mayo (1), hubiera probablemente en este caso calificado de escesiva la pena y encontrado una razon mas para la indemnizacion.

Probemos ya que esta era indebida, deshonrosa y de

(1) «Si las autoridades hubiesen continuado en la idea que tenian al principio de que habia infraccion punible, no se hubieran creido autorizados para barrenar las leyes fiscales.» Diario de las Sesiones, pág. 2938.

funestísimas consecuencias, que es la segunda parte de nuestra proposicion.

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Si las medidas tomadas por las autoridades de la Habana respecto del Black Warrior se apoyaban en leyes vigentes que habian sido infringidas por el capitan Bullock, es evidente que no procedia la indemnizacion que se hizo en mengua del honor nacional, y que preparó futuras humillaciones. Hemos probado la infraccion en que se apoyó la detencion del buque y la multa impuesta; veamos ya las razones en qué se fundó, ó mejor dicho, con qué ha querido cohonestarse la indemnizacion. Mas antes de entrar en la refutacion de tan débiles argumentos, juzgamos conveniente presentar un estracto de las sesiones del Congreso en que se ha hablado del asunto del Black Warrior, para que se vea el empeño que ha habido en que los representantes de la nacion y el público no tengan un pleno conocimiento del asunto, á fin de que la opinion fluctúe entre asertos contradictorios.

En la sesion del 18 de diciembre de 1854, el Sr. Mariátegui, despues de calificar con sobrada justicia de ligero el mensaje del presidente Pierce, y de apoyar la conducta de las autoridades españolas en la Habana, habló de las medidas tomadas por el gobierno de Washington; dijo que las ciudades del Atlántico no correspondieron á sus escitaciones; que las representaciones de Tyng probaban que toda la falta habia estado de parte del capitan Bullock; que el general Pezuela no se habia escedido, y que las reclamaciones del ministro de la Union

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