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DEL AUTOR A QUIEN LEA

Si los diccionarios relacionados con las más variadas artes y ciencias son del agrado de este erudito Siglo, pienso que también será bien acogido el de la América Meridional que ahora ofrezco. No creo que esta Obra mía pueda parecer superflua, ni siquiera teniendo en cuenta las anteriores ediciones que se han hecho de varios Diccionarios Geográficos, que hoy están al alcance de todos. Sé muy bien, por directo conocimiento, que de tales obras se han publicado muchas en varias partes y en diversas formas, con títulos y nombres bastante pomposos, muy adecuados para atraer la curiosidad de los jóvenes estudiosos, e incluso de los Profesores y Literatos; y sé también que después de haber examinado a Ferrari, Boudrand, Moreri, Maty, Martiniere, Eccard, Pivat y el Anónimo Cronista Americano, sorprenderá mucho ver este trabajo mío que nada promete ni ofrece de singular o de nuevo a simple vista, fuera de su Autor y de su más reciente edición. Pero no obstante ello, quien quiera tomarse la molestia de recorrer, así sea superficialmente, esta Obra, ateniéndose a la idea de ella que aquí he propuesto desde un principio, se dará cuenta enseguida de que no hay motivo para maravillarse, y que este Diccionario mío posee sobre los demás una ventaja muy singular.

Todos saben muy bien que ninguno de los Autores arriba citados puede afirmar que haya sido testigo ocular, ni siquiera en forma parcial, de lo que ha escrito en sus obras; y mucho menos tratándose de esas regiones remotas del Nuevo Mundo, donde nunca han estado los Geógrafos cuyos Diccionarios pueden leerse ahora. Los primeros que escribieron sobre América tomaron casi todo lo expresado por ellos, de las informaciones de ciertos viajeros que veían las cosas a medida de sus deseos; y por eso se han hecho merecedores de la justa corrección de otros que, mejor inspirados, han podido suministrarles las diversas historias de aquellos países, publicadas por personas dignas de toda

fe. A los últimos les fué más fácil así emprender en mejor forma sus trabajos, merced a las frescas observaciones y los exámenes prácticos de más de un hombre de ciencia, que pudo darse del todo al estudio de la Geografía de aquellas partes y a indagar escrupulosamente la verdad.

Esto es algo fuera de toda duda, y lo confieso yo, que nada de sus Obras, justamente aplaudidas y acogidas por el Público, quiero sustraer a la estima y al crédito que se merece. Pero séame permitido decir también que la Historia Geográfica Americana, a pesar de tantas premuras, estudios, exámenes, diligencias, observaciones y noticias que le han sido dedicados, no por eso está menos en la oscuridad, y que son muy pocos los conocimientos que hasta ahora tenemos sobre ella. En efecto, dichas Obras, o son en gran parte fabulosas o poseen defectos en lo que hace a las mismas verdades que nos comunican, relacionadas con la situación de los lugares o con sus nombres; pues estos resultan desfigurados de tal modo que pierden su exacto significado o su debida forma de pronunciación, por lo cual resultan muy distintos para quienes hablan o entienden los idiomas de estos países. No es esta la oportunidad para aducir pruebas y ejemplos al respecto; en todo caso, ello quedará demostrado fácilmente cada vez que se averigüe o se hagan las comprobaciones del caso con quien pueda ser juez de excepción en esa materia. Me doy cuenta, sin embargo, que la Obra que he emprendido no estará del todo libre de tales defectos, tan propios de todas las historias que dependen en parte de datos ajenos; por lo cual no pretendo persuadir a nadie, ni ello sería creíble, que todo cuanto escribo de esas regiones haya sido por mí visto u observado, ya que mi permanencia allá no se prolongó por muchos años; y más aún, no por todos los que se requerirían para ese efecto, que, a mi parecer, harían necesarios muchos más de los que dura la sola vida de un hombre.

Lo que sí he hecho es examinar, antes que ninguna otra cosa, los escritos y las Cartas de los primeros Historiadores y Geógrafos de la América Meridional, y confrontarlos con los escritos y Cartas mas modernas; y luego, informarme en lo posible por mis propios medios o consultar en lo demás a las personas eruditas e imparciales de los respectivos lugares y países que debía describir; y, finalmente, recurrir a los encargados de los Archivos, tanto civiles como eclesiásticos, o aún de personas particulares que los poseían por herencia de sus mayores. Hecho lo anterior, después de largo tiempo y no pocas fatigas, me dediqué

a escribir de cuando en cuando en la medida que me lo permitían mayores y más serias ocupaciones, todo cuanto había recogido y anotado separadamente, en forma que integrara un solo texto por orden alfabético, y dándole el título de "Diccionario HistóricoGeográfico de la América Meridional". Este ha sido el método empleado en mi trabajo y esta la entera idea de la Obra que hoy presento. De una Obra que, puedo decirlo, es completamente nueva, por las muchas y varias cosas que aquí se podrán encontrar y que ninguna hasta ahora había expresado. Me he limitado a la sola América Meridional por la esencial razón de que sólo cercano a la verdad, teniendo en cuenta las cuidadosas diligencias arriba aludidas. Y esto no habría podido realizarlo jamás he querido dar noticia de lo que es verdadero o, al menos, más en lo que respecta a la América Septentrional, por falta de aquellos medios que me hubieran sido necesarios para llevar a cabo, esta otra parte del Nuevo Mundo. Y al decirlo así, podrá verse con cuánta franqueza y sinceridad hablo, pues no me hubiera sido difícil hilvanar una serie de voces y de cosas relativas a esa otra América, si hubiera querido tan sólo servirme de los Diccionarios existentes, copiando de ellos cuanto me hubiera sido necesario a tal efecto, por verídico o falso que fuera.

A fin de que se conozcan las fuentes que he utilizado para obtener las informaciones necesarias en la redacción de esta Obra, se encontrarán aquí anexas dos listas, una de Autores y otra de Cartas Geográficas, todo lo cual fue examinado y confrontado por mí antes de proceder a la redacción del texto. Debo además advertir que en cada voz he incluído la que corresponde en Lengua Latina, ya obtenida de la etimología de los nombres, ya formada de su respectiva desinencia, o ya tomada del vocablo Latino empleado para designar otros lugares del mismo nombre existente en Europa, o usado por quienes en Lengua Latina escribieron sobre aquellos países. Asimismo quiero aclarar que no considero ni creo que resulten aquí perjudicados en nada los dominios y derechos de las Naciones de Europa en relación con las Colonias que allí poseen, pues solo me he limitado a expresar a quién pertenecen hoy cada una de ellas. En todo caso, las voces correspondientes a los lugares que dependen de una Corona diversa a la de España, serán señaladas con una nota marginal, a fin de que se distingan fácilmente de las que pertenecen a aquella Monarquía. Se encontrará también la Carta de la América Meridional que he elaborado con la más pulcra diligencia y absoluto cuidado, donde han sido señalados en sus respectivos lu

gares, según las categorías que les han sido asignadas en el Diccionario, las principales Ciudades, Tierras, Naciones Bárbaras, o los más importantes Ríos, Lagos, Promontorios, etc., sin confusión alguna y prescindiendo de aquellos lugares de menor significación, que por ello no resultaba útil incluír allí. De igual modo, he agregado algunas Tablas Geográficas para ilustrar las voces relacionadas con cada Reino o Provincia de importancia, con el objeto de que pueda apreciarse de una sola ojeada la situación de cada uno de ellos, sin que se produzcan confusiones, atribuíbles a las líneas o signos de las Cartas Geográficas, en quienes no tienen experiencia en su manejo.

Esta Obra hubiera podido ser más completa y perfecta si las circunstancias de los tiempos me hubieran permitido terminar mi trabajo allí donde lo comencé; o de traer conmigo aquellos documentos que me había propuesto poner en orden en su debida oportunidad, aprovechando el ocio de una más larga permanencia en esos lugares. Ruego a todos que me excusen los errores que aquí hayan podido darse, ya sea por obra de equivocadas noticias, o por la poca exactitud de los corresponsales, o por los yerros de los impresores. Espero que se reconozca el buen ánimo que me ha inspirado, y el deseo que he tenido de ayudar a muchos en sus estudios, haciéndoles conocer un Nuevo Mundo cuya investigación requeriría, sin tal ayuda, el empleo de muchísimos años.

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1.-Las leguas, medida de longitud usada en este Diccionario, equivalen a tres millas italianas.

2. Los Grados de Longitud se calculan a partir del Pico de Tenerife.

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