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carmientos; prision, deportacion, muerte. Su sistema es el de perseguirlos de todas maneras, y mantenerlos en el mayor embrutecimiento posible. El enseñar á leer y escribir á los indios es « muy dañoso como el diablo, » llega á decir; y concluye su carta pidiendo mercedes, porque tenia muchos hijos.

Gerónimo López fué sin duda uno de los testigos que declararon contra el virey en el proceso de visita, pues hallamos que en la pregunta 243 de su Interrogatorio, el virey tacha varios testigos por apasionados y dependientes de Cortés, y entre ellos á nuestro López.

Aunque esta carta es de fecha anterior al documento que le precede, la he puesto aquí por tratarse principalmente en ella de los indios, y así se relaciona con los escritos que le siguen. El original existe en mi poder: son seis fojas en folio, de letra bastante mala.

En la coleccion de Ternaux (tom. XVI, pág. 114) hay otro escrito de nuestro López.

CARTA DE FRAY MARTIN DE VALENCIA Y OTROS MISIONEROS

AL EMPERADOR (PÁG. 155). — PARECER DE ALONSO

DEL CASTILLO (PÁG. 202). CARTA DEL LICENCIADO MÁRCOS DE AGUILAR

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Y DOCUMENTOS ANEXOS (PÁG. 545).

Todos estos documentos forman un solo cuerpo, y debieran estar reunidos en este lugar. El Parecer de Castillo lo tuve á tiempo; pero por una de aquellas equivocaciones inexplicables que suelen ocurrir en trabajos de alguna extension, descuidé de imprimirlo cuando correspondia, y no hubo otro remedio que insertarlo luego que adverti la falta. No así con los otros documentos, porque no los tuve á mi disposicion sino mucho tiempo despues, y fueron á ocupar el lugar que les tocó á aquella hora.

La Carta del Lic. Márcos de Aguilar (pág. 545) explica perfectamente el origen y objeto de todos los documentos. Habiendo encargado el gobierno al Lic. Luis Ponce que pidiese á los prelados y personas principales de la colonia su parecer acerca de la condicion en que deberia quedar la raza indígena, no pudo cumplir con esa comision por haber fallecido poco despues de su llegada á México. Su sucesor, el Lic. Aguilar, se creyó obligado á desempeñarla, y al efecto convocó, como se prevenia, una junta de los religiosos y vecinos principales, á quienes expuso el objeto de la reunion, y se redactó una Acta (pág. 546) en la que, segun su contexto, debian constar los pareceres de todos; mas no se hallan. Solo he encontrado en hojas separadas el de los Padres de la órden de S. Francisco (pág. 155); el de Alonso del Castillo (pág. 202), y el de Gonzalo de Sandoval, Alonso de Grado, Jorge de Alvarado y Bernardino de Santa Clara. Hay ademas otro Parecer de los religiosos de S. Francisco y Sto. Domingo (pág. 549), que sin duda no fué dado con motivo

de esta junta, sino antes de ella, y es acaso la que se menciona al principio de la carta de los religiosos de S. Francisco.

La Carta del Lic. Aguilar es original, y ocupa el frente de una foja en folio. El Acta de la junta, original tambien, está en un pliego extendido, con todas las firmas al pié, mezcladas en extraña confusion. Nótase que estas firmas no corresponden á las personas nombradas al principio como presentes, sino que faltan unas y sobran otras. La Carta de Fr. Martin de Valencia es una copia autorizada por el escribano Pedro del Castillo: ocupa una foja en folio. En otra foja está el original del Parecer de Alonso del Castillo, y en otra el de Gonzalo de Sandoval y sus tres compañeros, original tambien. El Parecer de los religiosos de S. Francisco y Sto. Domingo tiene tres fojas en 4°. los facsímiles que ocupan la pág. 555 se han tomado de este precioso original.

La Carta de Fr. Martin de Valencia y el Parecer de Alonso del Castillo están en mi coleccion de MSS. : los demas documentos paran tambien en mi poder.

DOS CARTAS DEL OIDOR CEYNOS.

La segunda de estas dos cartas fué escrita treinta y tres años despues que la primera. Por esa gran diferencia en las fechas ha sido necesario separarlas, á fin de que guarden relacion con los demas documentos que las acompañan.

En la primera, dirigida en 1552 al Emperador, trata el Lic. Ceynos la inagotable cuestion del estado en que debian quedar los indios; materia tan confusa é indeterminable, como la llama el P. Betanzos. Conócese la magnitud de las dificultades con que se tropezaba para resolver esa grave cuestion, viendo la frecuencia con que los soberanos mandaban convocar juntas al efecto, y exigian el parecer, no solo de las autoridades, sino hasta de los simples vecinos de las nuevas poblaciones. Á una de esas juntas se refiere el oidor Ceynos, y con motivo de ella envia su parecer al Emperador en esta carta.

Las opiniones estaban divididas entonces en dos grandes campos. De un lado se sostenia que se hiciera el repartimiento general de la tierra, esto es, que todos los indios debian ser repartidos entre los españoles. Los contrarios insistian en que tal cosa no se hiciera, sino que los indios quedaran como vasallos directos de la corona, y el soberano premiara de otra manera á los conquistadores. Á esta cuestion capital se referian otras muchas, que no por tener menor importancia dejaban de ser de bastante gravedad. La dificultad mayor era la cuestion económica. Repartidos los indios entre los españoles, no solo se excusaba toda otra recompensa á estos, sino que aun debian contribuir al tesoro público con una parte de lo que recibian de los indios; mientras que por el sistema contrario, el

soberano tendria que recompensar con pensiones, ó de cualquier otra manera, á los conquistadores, y que pagar ademas la gente que era preciso mantener armada para asegurar la tranquilidad del pais. Tales gastos no podian quedar compensados con lo que pagasen los indios por tributos. La mezquindad de sus contribuciones, el pagarlas en especie, y el consistir una parte de ellas en servicios personales, daba por resultado que el rey, al paso que no podia aprovechar gran cosa de los servicios, tenia que pagar empleados que recaudasen los impuestos, en cuyos sueldos y abusos ó descuidos se iba todo; mientras que los encomenderos, cada uno en su pueblo, recogian y aprovechaban sin ningun gasto todo lo legítimo, sin contar con lo que les producian las intolerables extorsiones de que generalmente eran víctimas los naturales.

Cuál de los dos sistemas era, por regla general, mas favorable entonces á los indios, no es fácil decirlo hoy. En aquel tiempo de conquista y de violencia, todo dependia del carácter de la persona que los gobernaba. Ellos estaban siempre á merced del vencedor: si este era humano, podian ser felices relativamente; pero si tenian la desgracia de caer en manos de un tirano, lo mismo era en realidad que fuese encomendero ó empleado de la corona. Cada uno de los que dan parecer sostiene que lo que propone es lo mas favorable á los indios; mas por desgracia todos los pareceres que tenemos son de españoles, y apenas podemos rastrear en algun documento lo que acerca de esto pensaban los naturales. Tenemos, sin embargo, la opinion de los del Perú, bien expresada en el Memorial que empieza en la pág. 231 de este tomo. Allí vemos el empeño que tomaban en que cesase el sistema de repartimientos, y lo mucho que ofrecian para conseguir su pretension.

El Lic. Ceynos está por el repartimiento general, con ciertas restricciones. Su parecer es juicioso, templado, y escrito con cierta naturalidad que previene en favor del autor; como cuando dice que se cree y sos» pecha que querrian mas estar solos (los señores indios) en sus tierras y » costumbres, que no acompañados de frailes que les apartan y reprenden » sus vicios, y de españoles que se aprovechan de sus haciendas y personas.» No se necesita, á la verdad, ser profeta para creer y sospechar esto.

Treinta y dos años despues, el Lic. Ceynos se titula ya Doctor, y escribe al rey Felipe II. Traza una especie de resúmen histórico de lo ocurrido en el pais despues de la conquista, casi exclusivamente bajo el punto de vista de la condicion de los indios, y declara lo que esta habia mejorado, gracias á las providencias dadas por la corte de España, y al empeño que tomaron en su ejecucion los que gobernaban en México. Indica lo que aun faltaba para completar la obra, y concluye, como todos, pidiendo alguna merced.

Esta carta es todavía mas curiosa é importante que la primera. Ambas están originales en mi poder: la primera tiene cuatro fojas en folio, de

letra gruesa y bastaute mala; al pié de ella está la firma cuyo facsímile exacto puede ver en su lugar el lector. La segunda carta solo tiene dos fojas en folio, de letra sumamente pequeña, clara é igual. El nombre del oidor se encuentra muchas veces escrito Zaynos ó Çaynos en los documentos de la época; pero él siempre firmaba Ceynos. De su vida poco se sabe: él mismo nos dice que cuando vino á México en 1530 habia cinco años que servia de fiscal en el consejo de Indias; y considerando que para desempeñar tal puesto tendria por lo menos treinta y cinco años, resulta que llegaba á los setenta y cinco cuando escribia la segunda de estas cartas.

PARECER DE DON SEBASTIAN RAMIREZ DE FUENLEAL.

Entre los muchos pareceres á que me he referido en el artículo precedente, uno de los mas notables es el del obispo de Santo Domingo y presidente de la segunda audiencia de la Nueva España, D. Sebastian Ramirez de Fuenleal; ya por provenir de una persona tan respetable y caracterizada, ya por su extension y los muchos puntos que abraza. El autor se hace cargo de las principales dificultades de los dos sistemas á que antes he aludido, y se decide por un término medio. Seria inútil analizar aquí ese documento, para dar de él una idea que no puede adquirirse sino leyéndolo íntegramente.

Años hace que vino á mis manos un parecer original del Sr. Fuenleal: tiene diez fojas en folio, de regular letra. Al fin de él se anuncia el envío de un duplicado en que irian enmendadas las cosas en que el autor hubiera cambiado de opinion. Harta fortuna habia sido ya obtener el original de ese documento inédito y desconocido, para que pudiera yo esperar que se completase con el hallazgo del duplicado en cuestion. Así su cedió, sin embargo, y algunos meses despues tenia yo tambien el original del segundo parecer, que consta de trece fojas en folio, de la misma letra que el otro. Ninguno de los dos tiene fecha; pero están entre los años de 1531 á 35, época del gobierno del Sr. Fuenleal, y son sin duda de 1552, porque el Lic. Ceynos en su carta de 22 de Junio de ese año (pág. 165), dice que el presidente de la audiencia enviaba su parecer al mismo tiempo que aquella carta.

Á

A pesar de las notables diferencias que presentan entre sí, me pareció inútil imprimir ambos pareceres, que tenian muchos párrafos enteramente iguales. Era esto tambien dejar á cargo del lector el penoso trabajo del cotejo. Me decidí, pues, á seguir en la impresion el segundo parecer, como mas copioso, y en atencion á que en él están las últimas opiniones del autor, meditadas con mas detenimiento; pero anoté con todo cuidado las variantes del primero, distinguiéndolas en la forma que explico en la pág. 165. De esta manera tiene el lector ambos textos, y puede ver con facilidad todas las variantes. Va al pié el facsímile de la firma del autor.

PARECER Y CARTA DE FRAY DOMINGO DE BETANZOS.

Llamábase el autor de estos escritos Francisco de Betanzos. Nació en Leon, de España, ignoro en qué año: estudió leyes en Salamanca, y llegó á obtener el grado de licenciado en derecho civil. Disgustado del bullicio del mundo, resolvió ser ermitaño. Salió al efecto de Salamanca acompañado de un amigo que llevaba el mismo designio, y se encaminó á Roma para pedir la bendicion del Papa. Obtenida esta se dirigió bácia Napoles; y en la isla Ponza, donde encontró otros cuatro solitarios, pasó varios años en el retiro y la oracion. Su compañero se habia quedado enfermo en España, y deseando nuestro Betanzos verle, emprendió el viaje. Encontró que habia tomado el hábito en el convento de Salamanca, y reflexionando que en aquel instituto podia ser útil no solo á sí mismo sino tambien á los demas, siguió el ejemplo de su compañero. Al tiempo de tomar el hábito mudó su nombre de Francisco en el de Domingo con que despues fué siempre conocido. Hácia 1514 pasó á la isla Española, donde aprendió la lengua de los naturales, y residió doce años ejerciendo su ministerio. En 1526 pasó por la isla Fr. Tomás Ortiz con otros siete religiosos dominicos, que venian á fundar á México, y nuestro Fr. Domingo se unió á ellos. Lo mismo hicieron allí otros varios religiosos, hasta completar el número de doce. Á poco de llegados á México murieron cinco, y otros, con Fr. Tomás Ortiz, se volvieron á España, de suerte que Fr. Domingo quedó en esta ciduad con solo dos compañeros. Por eso la Provincia de Santiago de México de la Órden de Predicadores le reconoce por su fundador. Hizo á pié un viaje á Guatemala, donde fundó tambien los primeros conventos de su órden. Volvió á México, y despues se embarcó en Veracruz para ir á Roma á solicitar que la provincia de Nueva España quedase separada de la provincia de la Española, á que pertenecia, y así lo consiguió en 1532. Renunció en España un obispado, y vuelto otra vez à México en 1534, continuó trabajando con grande celo en su ministerio. Aquí renunció tambien el obispado de Guatemala; quiso pasar á China, y sus superiores se lo impidieron. Finalmente, considerándose inútil ya en México por su avanzada edad, pidió licencia para regresar á España, con el objeto de enviar desde allí nuevos religiosos, y hacer en seguida una visita á la Tierra Santa. Emprendió el viaje en 1549; pero apenas le alcanzaron las fuerzas para llegar á España, y se quedó en el convento de S. Pablo de Valladolid, donde falleció santamente el 10 de Setiembre del mismo año. 16

16 DÁVILA PADILLA, Historia de la Fundacion y Discurso de la Provincia de Santiago de México de la Órden de Predicadores (Madrid, 1596, fo), lib. I, cap. 1-33. —

REMESAL, Historia General de las Indias Occidentales, y particular de la Gobernacion de Chiapas y Guatemala (Madrid, 1620, fo), lib. II, cap. 3-5 et passim.

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