Obras, Volumen2

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Domingo Ruiz, 1846
 

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Página 171 - Desde el oculto y venerable asilo, do la virtud austera y penitente vive ignorada, y del liviano mundo huida, en santa soledad se esconde, el triste Fabio al venturoso Anfriso salud en versos flébiles envía; salud le envía...
Página 174 - ... pensar en mi cruel destino. La grata soledad, la dulce sombra, el aire blando y el silencio mudo, mi desventura y mi dolor adulan.
Página 185 - Tal vez , saliendo dél mas deslumbrado, se arroja á alzar el temerario vuelo hasta el trono de Dios , y presuntuoso con débil luz escudriñar pretende lo que es inescrutable. Sondeando de la divina esencia el golfo inmenso surca ciego por el.
Página 164 - Betis, deleitosa! Siguen la voz, con incesante trote. Del duro mayoral tan insensible, O muy más que ellas, a mi amargo llanto Siguen su voz ; y en tanto el enojoso Sonar de las discordes campanillas, Del látigo el chasquido, del blasfemo Zagal el ronco amenazante grito, Y el confuso tropel con que las ruedas Sobre el carril pendiente y pedregoso. Raudas al eje redímante vuelven, Mi oído a un tiempo y corazón destrozan.
Página 220 - A saciar el hidrópico deseo, La ansiosa sed de vanidad y pompa. Todo lo agotan; cuesta un sombrerillo Lo que antes un estado, y se consume En un festín la dote de una infanta...
Página 159 - Éa, facundo Delio , tú, á quien siempre Minerva asiste al lado , sus : asocia tu musa á la moral filosofía, y canta las virtudes inocentes que hacen al hombre justo y le conducen á eterna bienandanza.
Página 222 - Grifo y león rampantes le sostienen : Ve aquí sus timbres. Pero sigue , sube , Entra y verás colgado en la antesala El árbol gentilicio, ahumado y roto En partes mil: empero de sus ramas, Cual suele el fruto en la pomposa higuera, Sombreros penden, mitras y bastones. En procesión aquí y allí caminan En sendos cuadros los ilustres deudos Por hábil brocha al vivo retratados.
Página 222 - Nácenle al pie las bombas y las balas Entre tambores, chuzos y banderas, Como en sombrío matorral los hongos. El águila imperial con...
Página 215 - Déjame Arnesto, déjame que llore los fieros males de mi patria ; deja que su ruina y perdición lamente ; y.
Página 173 - De afán y angustia el pecho traspasado, pido a la muda soledad consuelo y con dolientes quejas la importuno. Salgo al ameno valle, subo al monte, sigo del claro río las corrientes, busco la fresca y deleitosa sombra, corro por todas partes, y no encuentro en parte alguna la quietud perdida.

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