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CAPITULO VIII.

ALFONSO 11. EN ASTURIAS: ALHAKEM I. EN CÓRDOBA.

De 802 á 848.

Recobra Alhakom una parte del territorio perdido en la España Oriental.-Noche horrible y trágica en Toledo. Espantoso espectáculo. Crueldad abominable del wali Amrů. -Sublevacion en Mérida apagada. La bella Alkinza.-Conspiracion en Córdoba contra el emir. Otra catástrofe sangrienta.-Cárlo-Magno y su hijo Luis de Aquitania intentan en vano por tres veces distintas tomar á Tortosa.—Frústrase olra espedicion de los francos contra Huesca.-Invasion de Ludovico Pio, rey de Aquitania, basta Pamplona. Sus esquisitas precauciones al regresar por Roncesvalles.-Triunfos del rey Alfonso el Casto en Galicia sobre los árabes.-Famosos rescriptos de Cárlo-Magno y Luis el Pio en favor de los españoles de la Marca Hispana.-Abdicacion del emperador Carlo-Magno en su hijo Luis.-Alhakem proclama sucesor del imperio á su hijo Abderrahman. Muerte de Cárlo-Magno, y division de sus estados.-Horrorosas escenas en Córdoba. Suplicio de trescientos nobles musulmanes. Famosa destruccion del arrabal. Emigracion de veinte mil cordobeses.-Misantropía de Alhakem: sus demencias: su muerte.-Alfonso el Casto: funda y dota la catedral de Oviedo.-La cruz de los Ange les. Invencion del sepulcro del apóstol Santiago,-Se orige en catedral el templo do Compostela.-Restablece Alfonso el órden gótico en su reino. ➡Ultimos hechos de Alfonso el Casto: su muerte.

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Dominaba Alfonso el Casto en el segundo añò del siglo IX. ademas de las Asturias, el pais de Galicia hasta el Miño, algunos pueblos de lo que despues fué Leon y Castilla, la Cantabria y provincias vascas, debilitándose su accion en estas últimas hasta perderse en la Vasconia, que á veces se sometia á los sarracenos ó se aliaba con ellos ó con los francos, ó se mantenian libres algunas de sus comarcas el tiempo que podian. Las ciudades de la Lusitania, poseidas por los árabes, pero expuestas á las irrupciones de los cristianos de Asturias, solian mudar frecuente aunque momentáneamente de dueño, segun los varios sucesos de la guerra. Los musulmanes acababan de ver

desmembrarse una buena parte de su imperio por una y otra vertiente del Pirineo Oriental, y la conquista de Barcelona aseguraba al hijo de CárloMagno el territorio español que con el nombre de Marca Hispana se estendia desde las fronteras de la Septimania hasta Tortosa y el Ebro, y constituia una parte integrante de la Marca Gótica.

No se comprende la causa de haber estado el emir Alhakem tan remiso en socorrer á los apurados defensores de Barcelona. Acaso no le pesaba ver comprometido á aquel Zaid que antes habia cometido la imprudente ligereza de ofrecer la entrega de la plaza á Cárlo-Magno. Es lo cierto que todo estaba terminado ya cuando el emir se movió con su ejército á Zaragoza. No fué, sin embargo, estéril esta expedicion. Procedió primeramente á ocupar á Pamplona que no perdonaba ocasion de desprenderse del dominio musulman, y descendiendo por las riberas del Ebro pasó á Huesca, cuyo wali Hassan era de aquellos que se ofrecian á musulmanes y á cristianos, y no guardaba fé ni á cristianos ni á musulmanes. Y habiendo restablecido alli su autoridad y acaso decapitado al walí (de quien por lo menos no volvió á saberse), dedicóse á esterminar al famoso guerrillero mahometano Balhu!, que desde Tarragona, la antigua ciudad de los Escipiones y de los Césares, ahora guarida de un bandido musulman, con sus bandas de cristianos, gente ruda y montaraz de los Pirineos, sorprendia las guarniciones muslimicas de las comarcas del Ebro, vejaba las poblaciones y devastaba los campos. Pudo el emir apoderarse fácilmente de Tarragona, que se hallaba desmantelada de muros, pero habiéndose corrido Balhul hácia Tortosa, alli le persiguió el emir, que despues de darle muchos combates parciales logró al fin vencerle en formal batalla, no sin esfuerzo grande, que no menos de catorce horas se sostuvo peleando con impavidez el rebelde caudillo musulman. Cayó por último vivo en manos del emir, que instantáneamente y en el acto le hizo decapitar (803). Con esto y con proveer á la seguridad de la frontera, sin intentar por entonces recobrar á Barcelona, regresó Alhakem por Tortosa, Valencia, Denia y el pais de Tadmir á Córdoba, desde donde envió una embajada (804), con un séquito de quinientos caballeros andaluces, al jóven Edris ben Edris que acababa de ser proclamado emir independiente del Magreb, ofreciéndole su amistad y alianza; que importaba mucho á los Ommiadas de Córdoba fomentar todo lo que fuese desmembrar el imperio de los Abassidas de Oriente (1).

(1) Este Edris ben Edris, segundo emir de Fez, que vino á ser capital de un impeindependiente de Africa, fué el que despues rio.

en 807 (191 de la begira) edificó la ciudad

Una série de horribles tragedias, tan espantosas que las tomáramos por ficciones de imaginaciones sombrías si no las viéramos por todas las historias árabes confirmadas, señalaron el resto del reinado del primer Alhakem

Atónitos y helados de estupor se hallaron una mañana los moradores de Toledo al ofrecerse á sus ojos el sangriento espectáculo de cuatrocientas cabezas separadas de sus troncos y destilando sangre todavía. El espanto se mudó en indignacion al saber que aquellas cabezas eran de otros tantos nobles toledanos. ¿Quién habia sido el bárbaro autor de aquella horrorosa matanza, y cuál la causa del espantoso sacrificio?

Recordará el lector que cuando el wali Amrû rescató á Toledo del poder del rebelde Ambroz cuya cabeza llevó al emir hallándose en Chinchilla, habia dejado por gobernador de la ciudad á su hijo Yussuf. Este inexperto y acalorado jóven habia con sus violencias y su imprudente conducta exasperado en tal manera á los toledanos, que llegó á producir un tumulto popular en que su alcázar, su guardia, su vida misma corrieron inminente riesgo. Interpusiéronse los jeques y principales vecinos, y lograron apaciguar la tumultuada muchedumbre. Mas sabiendo que el imprudente wali intentaba hacer un ejemplar escarmiento en los sublevados, y temiendo que provocára nuevos desórdenes y desafueros, apoderáronse ellos mismos del temerario Yussuf, y encerráronle en una fortaleza, enviando luego un mensage al emir en que le participaban respetuosamente lo que se habian visto forzados á hacer para sosegar al irritado pueblo. Recibió el emir estas cartas cuando iba á Pamplona, enseñóselas á Amrû, el padre de Yussuf, y despues de haber acordado sacar á Yussuf de Toledo, donde su presencia era peligrosa, y dádole la alcaidía de Tudela, Amrû, disimulando el agravio, se convidó á reemplazar á su hijo en el gobierno de Toledo, á lo cual accedió el emir.

Oculto llevaba ya Amrû un pensamiento de venganza contra los nobles toledanos que habian sabido enfrenar á su desacordado hijo. Meditaba una ocasion, y quiso que fuese estruendosa y solemne. Enviaba Alhakem á la España Oriental cinco mil caballos andaluces al mando de su hijo Abderrahman, jóven de quince años. Al pasar la hueste cerca de Toledo salió Amrû á rogar al jóven príncipe se dignára entrar en la ciudad y descansar algun dia en su alcázar. Aceptó Abderrahman la invitacion, y se hospedó en casa del wali, el cual para obsequiar al ilustre huésped dispuso para aquella noche un magnífico festin, á que convidó á todos los vecinos mas distinguidos y notables de la ciudad. Acudieron estos á la hora señalada. Al paso que los convidados entraban confiadamente en el alcázar, apoderábanse de ellos los guardias de Amrû, conducíanlos á una pieza subterránca, y alli los iban degollando. El trágico término del festin le pregonaban á la mañana siguiente

las cuatrocientas cabezas que el bárbaro Amrû hizo enseñar al pueblo para inspirarle terror. ¿Qué parte habian tenido en la horrenda matanza Alhakem y su hijo? Si el emir no la habia ordenado ó consentido, por lo menos asi sc divulgó por la ciudad, y gran parte del odio y de la animadversion pública cayó sobre él (805). En cuanto al jóven Abderrahman, no se le creyó participante de la negra traicion. A los tres dias salió con su hucste en direccion de Zaragoza (1).

Amagaba casi al mismo tiempo en Mérida otra catástrofe, que acertó á evitar la resolucion animosa de una muger. Esfah, el primo y cuñado de Alhakem, que tenia el gobierno de aquella ciudad, habia destituido á su wazir, el cual persuadió al emir de Córdoba que su destitucion envolvia de parte de Esfah el proyecto de sustraerse á la autoridad del emirato y de proclamarse independiente. Creyólo Alhakem, y á su vez ordenó la separacion de Esfah. Negóse éste á obedecerle diciendo: pues qué, ¿asi se depone á un nieto de Abderrahman como á un hombre vulgar?» La respuesta excitó la cólera de Alhakem, que partió al punto á Mérida, resuelto á hacer un ejemplar escarmiento en el soberbio wali. Guerra terrible amenazaba á Mérida sitiada por el ejército de Alhakem, desgracias y desórdenes se temian dentro de la poblacion, cuando por una de las puertas de la ciudad se ve salir montada en un fogoso corcél una muger árabe lujosamente vestida, que acompañada de dos solos esclavos atraviesa impávida el campo de los sitiadores, y se dirige y llega hasta el pabellon del emir. Era la bella y virtuosa Alkinza, hermana de Alhakem y esposa de Esfah, que con varonil resolucion habia salido á interceder, y con elocuente persuasiva pedia gracia al ofendido hermano en favor del desobediente marido. Dejóse vencer Alhakem á pesar de la acritud y aspereza de su genio, y se conjuró y desvaneció la tempestad. Juntos y en armonía entraron los dos hermanos en Mérida, y Esfah que no esperaba sino ser decapitado si caia en manos del emir, le tuvo hospedado en su casa y recibió de el la confirmacion de su autoridad. Convirtióse en alegría y fiesta lo que se creyó que ocasionaria solo llanto y luto, y Mérida bendecia á la noble y hermosa Alkinza (806).

Mas si la borrasca de Mérida se habia conjurado por la mediacion benéfica de una muger, otra tan terrible como la de Toledo se preparaba en Córdoba, que ayudó á estallar el maléfico soplo de un hombre instigador. Una conspiracion se habia fraguado en la capital del imperio contra el aborrecido emir. Cassim, su primo, habia fingido entrar en ella, y bajo la fé de conjurado le habia sido confiada la lista de los conspiradores, que eran hasta

(1) Conde, cap. 32 y 33.

trescientos caballeros de los principales de Córdoba. El desleal Cassim escribió reservadamente á su primo que se hallaba en Mérida, indicándole lo que pasaba y escitándole á que sin pérdida de tiempo se trasladase á Córdoba para castigar á los conjura dos. Asi lo ejecutó el colérico emir. Dos dias antes que hubiera de estallar la conspiracion, Cassim que estaba al corricnte de todos sus planes y pasos entregó á su primo la fatal nómina, previniéndole que no se descuidase en hacer lo que convenia. No se durmió el rey, añade la crónica, y por diligencia del walilcodd, ó presidente del consejo, á la tercera vela de la noche vió tendidas sobre sus alfombras las trescientas cabezas de los conjurados, y mandó que amaneciesen puestas en garfios en la plaza, y escrito sobre ellas: Por traidores enemigos de su rey. Horrorizó al pueblo este atroz espectáculo, ignorando la mayor parte la causa de este escarmiento (1).» ¡Asi practicaba Alhakem los humanitarios consejos que su padre le habia dado al tiempo de morir!

Despues del viage de Alhakem á las fronteras del Ebro, los vascones y pamploneses parece se habian desprendido de nuevo de la sumision á los árabes uniéndose al rey de Aquitania, y en Galicia los caudillos muslimes habian concertado ya una tregua de tres años con los cristianos del rey Anfús (Alfonso); que de esta manera se entablaban ya negociaciones entre el pueblo conquistado y el pueblo conquistador (2).

Donde mas viva se mantenia la guerra, aunque en parciales choques y sin resultados sustanciales, era en el territo io que entre el Pirineo y el Ebro se conocía ya con el nombre de Marca Hispana, siendo ahora Barcelona el baluarte principal de los franco-aquitanios, como antes lo habia sido de los árabes, y sirviendo á éstos de apoyo la plaza de Tortosa, que como llave del Ebro y el punto mas avanzado que les quedaba ya de aquella frontera se habian dedicado á abastecer en abundancia y á fortificar con esmero. Era tambien por lo mismo el punto en que tenia clavada su vista Carlo-Magno desde su palacio de Aquisgran. Asi en cumplimiento de sus órdenes, de que era su hijo Luis de Aquitania dócil ejecutor, salieron en 809 de Barcelona dos cucrpos de ejército á poner sitio á Tortosa, el uno á las inmediatas órdenes del mismo rey Luis, el otro á las de Borrell, marqués de Gothia, de Bera, conde de Barcelona, y de otros condes de la Marca de España. El primero recobró de paso á la desmantelada Tarragona, tomó algunas fortalezas, destruyó otras, incendió y saqueó las poblaciones del tránsito y se puso sobre Tortosa. El segundo, despues de una correría hasta el Guadalope, cuyos ro

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