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ciudades de Caton y de San Agustin; todas las poblaciones de las dos Mauritanias, teatro sucesivo de las conquistas de los cartagineses, de los romanos, de los vándalos, de los godos y de los griegos, se someten á las armas de ese pueblo nuevo, poco antes ó desconocido ó despreciado. Solo los moros agrestes, aquellas hordas salvages que, ó bien apacentaban ganados en las llanuras siendo el azote de los aduares agrícolas, ó bien vivian entre sierras y breñas disputando sus pieles á las fieras de los bosques, fueron los que opusieron á los árabes invasores una resistencia ruda y porfiada. Pero la política, la astucia y la perseverancia de los agarenos triunfaron al fin de todos los esfuerzos de los berberiscos. En medio del desierto y á unas treinta leguas de Cartago fundaron la ciudad de Cairwan, que unos suponen poblada por Okbah y otros por Merwam. El intrépido caudillo Okbah, despues de haber penetrado por el desierto en que se levantaron mas adelante Fez y Marruecos, cuéntase que detenido por la barrera del Océano, hizo entrar su caballo hasta el pecho en las aguas del mar, y exclamó: «¡Allah! ¡Oh Dios! Si la profundidad de estos mares no me contuviese, yo iria hasta el fin del mundo á predicar la unidad de tu santo nombre y las sagradas doctrinas del Islam.»

A principios del octavo siglo fué encargado Muza ben Nosseir, el futuro conquistador de España, de la reduccion completa de Al-Magreb, ó tierra de Occidente, que asi llamaban entonces los árabes al Africa entera por su posicion relativamente á la Arabia. Muza llenó cumplidamente su mision, y el undécimo Califa de Damasco, Al Walid, le dió el titulo de wali con el gobierno supremo de toda el Africa Septentrional (1). Muza logró con la persuasion y la dulzura mitigar la ruda fiereza de los moros; y las tríbus mazamudas, zanhegas, ketamas, howaras y otras de las mas antiguas y poderosas de aquellas comarcas, fueron convirtiéndose al islamismo y abrazando la ley del Coran, Llegaron los árabes á persuadirlos de la identidad de su origen, y los moros se hicieron musulmanes como sus conquistadores, llegando á formar como un solo pueblo bajo el nombre comun de sarracenos (2).

(4) Los califas sucesores de Mahoma basta la conquista de España fueron, Abubekr, Oman, Othman y Ali, que residieron en la Mcca y Medina desde 632 hasta 660. Hácia el fin del reinado de Ali, Moaviah ben Abi Sofian, de la casa de Ommiyah, wali de Siria, con pretesto de vengar la muerte de Othman, le disputó el poder, y se siguió una guerra civil. A la muerte de Alí le sucedió su hijo Hassan en el idejiaz, pero Moaviah tomó el título de Califa de Damasco, y fué el origen de los Ommiadas, que despues ha

bian de fundar un imperio en España. Siguiéronle Yezid I., Moaviah II., Merwan, Abdelmelek y Walid, sexto de los Ommiadas, en cuyo califato fué conquistada España.

(2) Derivan algunos el nombre de sarracenos de Sara, una de las mugeres de Abraham, lo cual se opone á la genealogía que se dan ellos mismos. Otros de Sharac, que sig nifica oriental, que puede ser mas probable, y otros tambien de Sahara, gran desierto, que no deja de ser verosimil.

En tal estado se hallaban las cosas en Africa en 711, cuando ocurrieron en España los sucesos que en el capítulo octavo de nuestro libro IV. dejamos referidos. Estaba demasiado inmediata la tempestad y soplaba el huracan demasiado cerca, para que pudiera libertarse de sufrir su azote nuestra península. Los desmanes de Rodrigo, las discordias de los hispano-godos, y la traicion de Julian, fueron sobrados incentivos para que Muza, gefe de un pueblo belicoso, ardiente, victorioso, lleno de entusiasmo y de fé, resolviera la conquista de España. De aqui la expedicion de Tarik, y la tristemente famosa batalla de Guadalete que conocemos yá, y en la cual suspendimos nuestra narracion, para dar mejor á conocer el pueblo que concluia y el pueblo que venia á reemplazarle.

La fama del vencedor de Guadalete corria por Africa de boca en boca. Picóle á Muza la envidia de las glorias de su lugarteniente, y temiendo que acabára de eclipsar la suya, resolvió él mismo pasar á España. Por eso al comunicar al Califa el triunfo del Guadalete calló el nombre del vencedor, como si quisiera atribuirse á sí mismo el mérito de tan venturosa jornada, y dió órden á Tarik para que suspendiera todo movimiento hasta que llegára él con refuerzos, á fin de que no se malográra lo que hasta entonces se habia ganado. Comprendió el sagaz moro toda la significacion de tan intempestivo mandato, mas no queriendo aparecer desobediente reunió consejo de oficiales, y les informó de la órden del wali, manifestando que se someteria á la decision que el consejo adoptase. Todos unánimemente opinaron por proseguir y acelerar la conquista, aprovechando el terror que se habia apoderado de los godos, y no dando lugar á que pudieran reponerse de la sorpresa, y Tarik aparentó ceder á una deliberacion que ya esperaba y que él mismo habia buscado. Ordenó, pues, sus haces para la campaña; hizo alarde de sus huestes; nombró caudillos, otorgó premios y arengó á sus soldados, recomendándoles, segun costumbre de los musulmanes, que no ofendiesen á los pueblos y vecinos pacíficos y desarmados, que respetáran los ritos y costumbres de los vencidos, y que solo hostilizasen á los enemigos armados (1).

Con esto dividió su ejército en tres cuerpos: el primero bajo la direccion de Mugueiz el Rumi fué enviado á Córdoba; el segundo al mando de Zaide ben Kesadi recibió órden de marchar á Málaga; y el tercero guiado por él mismo partió al interior del reino por Jaen á Tolaitola, que asi llamaban ellos la ciudad de Toledo.

(1) Conde, Dominacion, etc., part. I., cap. Kattib, y Ben Hazil, en Casiri, tom. II. 11.-Ahmed Almakari, lib. IV., cap 4.-AI

Muza por su parte, resuelto á venir á España, organizó sus tropas, en número de diez mil caballos y ocho mil infantes, arregló las cosas de Africa, dejó en ella de gobernador á su hijo Abdelaziz, y trayendo consigo á otros dos hijos menores, Abdelola y Meruan, con algunos jóvenes coraixitas, y varios árabes ilustres, pasó el estrecho y desembarcó en Algeciras en la luna de Regeb del año 93 (712). Alli supo con indignacion y despecho que Tarik, desobedeciendo sus órdenes, proseguia la conquista. Desde entonces concibió el proyecto de perderle tan pronto como hallase oportuna ocasion.

Entretanto la primera hueste de Tarik al mando de Zaide tomó á Ecija, no sin resistencia; le impuso un tributo, encomendó la guarnicion de la plaza á los judíos, dejando tambien algunos árabes; se apoderó después, sin dificultad, de Málaga y Elvira, armó tambien á los judíos, procuró inspirar confianza á los pueblos, y marchó á incorporarse en Jaen con la division de Tarik. El segundo cuerpo regido por Mugueiz el Rumi (el romano), acampó delante de Córdoba, é intimó la rendicion bajo condiciones no muy duras. Los godos que defendian la ciudad negáronse á admitirlas. Entonces, informado Mugueiz por un pastor de la poca gente de armas que la ciudad encerraba, y tambien de que el muro tenia un punto de fácil acceso por la parte del rio, dispuso en una noche tempestuosa y de lluvia pasar el rio á la cabeza de mil ginetes que llevaban á la grupa otros tantos peones. El pastor que les servia de guia los condujo sin ser sentidos al lugar flaco de la murala. Las ramas de una enorme higuera que al pie de ella crecia, sirvieron á un árabe para escalarla, y el turbante desplegado de Mugueiz sirvió'á otros para subir á lo alto del muro. Cuando ya hubo sobre el adarve el número suficiente, degollaron los centinelas, abrieron la puerta inmediata, y entraron todos los sarracenos en la ciudad derramando en ella el terror con sus gritos y alaridos. El gobernador y unos cuatrocientos hombres se refugiaron en un templo bastante fortificado, donde se defendieron por algunos dias obstinadamente, hasta que Mugueiz mandó aplicarle fuego, y perecieron todos, quedándole al templo el nombre de iglesia de la Hoguera. Dueño el Rumi de la plaza, tomó rehenes á su arbitrio, confió una parte de su guarnicion á los israelitas, dejó el gobierno de la ciudad á los mas principales de ella, y partió con su ejército á correr la comarca, llenando de asombro el pais con su maravillosa actividad y rápidos movimientos.

Mientras Mugueiz se enseñoreaba de Córdoba, los dos ejércitos reunidos de Tarik y Zaide avanzaban hácia Toledo. Pronto estuvieron delante de la corte de los visigodos, porque la noticia del suceso de Guadalete, la fama del valor y ligereza de la caballería árabe, y hasta la vista de los turbantes muslímicos, todo habia difundido el pavor en las poblaciones, los nobles y el

clero huian despavoridos, las reliquias de los soldados godos andaban dispersas, y las familias abandonaban sus hogares á la aproximacion de los invasores. Lo mismo habia sucedido en Toledo. Aunque la posicion de la ciudad la hacía apropósito para la defensa, fuese terror, flaqueza, falta de provisiones, escasez de guarnicion, ó todo junto, los toledanos pidieron capitulacion. Tarik recibió á los parlamentarios con firmeza y bondad, y concertóse la rendicion, á condicion de entregar todas las armas y caballos que hubiese en la ciudad, que los que quisiesen abandonarla podrian hacerlo dejando todos sus bienes, que los que quedaran serian respetados en sus personas é intereses, sujetos solo á un moderado tributo, con el libre ejercicio y goce de su religion y de sus templos, mas sin poder edificar otros nuevos sin permiso del gobierno, ni hacer procesiones públicas, y por último que se regirian por sus propias leyes y jueces, pero que no impedirian ni castigarian á los que quisiesen hacerse musulmanes. Con estas condiciones se abrió á Tarik la ciudad de Toledo; eran casi las mismas que imponian á todas las ciudades.

El caudillo moro se hospedó en el suntuoso palacio de los monarcas visígodos, donde halló, dicen, muchos tesoros y preciosidades, entre ellos veinte y cinco coronas de oro guarnecidas de jacintos y otras piedras preciosas y raras, porque veinte y cinco, dicen estos autores, eran los reyes godos que había habido en España, y era costumbre que cada uno á su muerte dejara depositada una corona en que escribia su nombre, su edad y los años que había reinado (1). Veamos lo que hacía entretanto Muza.

Determinado Muza á continuar la conquista de España por las partes en que no hubiera estado Tarik, tomó guias fieles (que dicen las historias arábigas que nunca le engañaron), y recorrió el condado de Niebla apoderándose de varias ciudades, y mientras algunos cuerpos de caballería berberisca discurrian por las vecinas comarcas, detúvose él delante de Sevilla, cuya ciudad capituló despues de un mes de resistencia. Muza entró en ella triunfante, tomó rehenes, y encomendando la custodia de la ciudad al caudillo Isa ben Abdila, pasó á Lusitania, donde tampoco halló resistencia de consideracion, y víno á acampar delante de Mérida. A la vista de esta ciudad dicen los historiadores árabes que se sorprendió el viejo musulman de su grandiosidad y magnificencia, y exclamó: «¡Dichoso el que pudiera hacerse dueño de tan so

(1) Isidor. Pacens. Chron.-Roder. Tolet. de Reb. Hisp.-Conde, cap. 12.-Al Makari, lib. IV. En cuanto á haberse hallado en el palacio de Toledo algunas coronas, pudo muy bien suceder; pero no es tan verosimil Томо ц.

que fuesen veinte y cinco, puesto que desde Leovigildo, primer rey godo de quien se sabe que usára corona, hasta Rodrigo, apenas pueden contarse diez y siete reyes.

berbia ciudad!» Desde luego reconoció Muza la dificultad de reducirla, y confirmóle en ello la altiva respuesta que recibió á su primera intimacion. Tanto que desesperanzado de rendirla con la fuerza que acaudillaba, mandó å su hijo Abdelaziz que de Africa viniese en su ayuda con cuanta gente de armas allegar pudiera. Cada dia se empeñaba un combate entre sitiadores y sitiados: los mejores oficiales árabes iban pereciendo: Muza discurrió lograr por medio de un ardid lo que por la fuerza veia serle imposible. Escondió de noche gran parte de su gente en una caverna. A la alborada de la mañana siguiente presentóse Muza como de costumbre á atacar la ciudad; los cristianos salieron á rechazarlos; los árabes fingieron retirarse dejándose perseguir hasta la celada, y creyendo los cristianos aquella huida obra de su bravura y esfuerzo, llegaron hasta mas allá de la gruta, salieron entonces los emboscados, y se trabó una reñida y brava pelea que duró muchas horas; acometidos los cristianos de frente y de espalda, despues de pelear valerosamente y vender caras sus vidas, fueron la mayor parte degollados. Pronto vengaron el ultrage, pues à pocos dias, habiéndose apoderado los árabes de una de las torres de la ciudad, asaltáronla los españoles tan denodadamente. que ni uno solo de los musulmanes que la defendian quedó vivo. Llamaron desde entonces los árabes á aquella torre la torre de los Mártires.

Pero hé aqui que á este tiempo llega el jóven Abdelaziz de Africa con siete mil caballos y cinco mil ballesteros berberies. Viendo los meridanos acrecentado el campo de los árabes con tan poderoso refuerzo, escasos ya de guarnicion y de provisiones, determinaron pedir capitulacion. El viejo wali recibió á los mensageros en su tienda, y acordó con ellos las bases del convenio. Muza acostumbraba á teñir su blanca barba, lo que dió ocasion à que en el segundo recibimiento que hizo al siguiente dia á los diputados de Mérida, se sorprendieran éstos de hallarle como rejuvenecido. Duras fueron las condiciones que les impuso Muza: la entrega de todas las armas y caballos, de los bienes de los que se habian huido, de los que se retirasen de la ciudad, de los muertos en la celada, las alhajas y riquezas de los templos, la mitad de las iglesias para convertirlas en mezquitas, y por rehenes las mas ilustres familias que se habian refugiado alli despues de la batalla de Jerez, entre las cuales se hallaba la reina Egilona, viuda de Rodrigo. Muza hizo su entrada triunfal en Mérida el 11 de julio de 712, el dia de Alfitra ó de la Pascua que termina el Ramadan (1).

Tarik desde Toledo hizo una escursion por los pueblos de lo que hoy forma el territorio de las dos Castillas, de donde noticioso de que Muza se

(1) Conde, cap. 13.-Lucas Tud. Cbrou

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