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la empresa. Reunidos pues los africanos que de nuevo envió Yussuf con los que existian ya en España, dividiéronse los Almoravides en cuatro cuerpos para operar simultáneamente al Este y al Oeste de Granada. El general en gefe Abu Bekr marchó en persona al frente de la mas fuerte de estas divisiones contra el rey de Sevilla, como el mas poderoso y temible enemigo. Porfiada y tenaz resistencia opuso Ebn Abed; no tanto por el número de sus fuerzas, que eran inferiores á las del moro, como por los recursos de su talento. Pero poco a poco fué perdiendo las plazas de su reino; Jaen, que fué tomada por capitulacion; Córdoba, en que los africanos hicieron gran carnicería, y en que fué pérfidamente asesinado un hijo de Ebn Abed; Ronda, en que pereció tambien el mas jóven de sus hijos á manos del mismo ejecutor; Bacza, Ubeda, Almodovar, Segura, Calatrava, y por último Carmona, tomada al asalto por el mismo Seir Abu Bekr y que acabó de quitar toda esperanza de resistencia á Al Motamid reducido ya á los solos muros de Sevilla.

Entonces viéndose perdido este emir, se humilló á solicitar de nuevo el auxilio del rey cristiano Alfonso, contra quien antes habia llamado á Yussuf y á sus Almoravides, ofreciendo al rey de Castilla Entregarle las plazas en otro tiempo conquistadas para dote de su hija Zaida, asi como todo lo que en lo sucesivo con su ayuda adquiriese. Y Alfonso, bien fuese por conside→ racion y obsequio á Zaida, bien por que le asustasen los progresos de los Almoravides, todavía accedió á enviar al inconstante Al Motamid, olvidando tantos perjuicios y males como por causa suya habia sufrido, un ejército de cuarenta mil infantes y veinte mil caballos, á las órdenes probablemente del conde Gormaz (1). Pero habiendo escogido Ben Abu Bekr sus mejores tropas lamtunas, zenetas y mazamudes, para que saliesen á batir á los cristianos, quedaron estos derrotados cerca de Almodovar despues de rudos y sangrientos combates en que perecieron multitud de lamtunas ó almoravides.

Privado Ebn Abed de este primer recurso, estrechada mas y mas por el activo representante de Yussuf, y acosado por las instancias de los sevillanos que reducidos al último extremo le aconsejaban la capitulacion, consintió en solicitarla, y la obtuvo alcanzando seguridad para si, sus hijos, mugeres y esclavos, y para todos los habitantes. Tomó pues posesion de Sevilla Seir Abu Bekr en la luna de Regeb (setiembre de 1091), é hizo embarcar á Ebn Abed con toda su familia con destino á la fortaleza de Agmat. Cuando por última vez desde la nave que los conducia por el Guadalquivir

(4) El conde Gumis, dicen las historias arábigas.

volvieron los ojos hácia la bella ciudad de Sevilla, abierta como una rosa, dice un autor árabe, en medio de la florida llanura, y vieron desaparecer las torres de su alcázar nativo, como un sueño de su grandeza pasada, todas sus mugeres, sus hijos que cambiaban una vida de placeres por las miserias del destierro, saludaron con destrozadores lamentos aquella patria que no habian de ver mas. En su cautiverio estuvo siempre Ebn Abed rodeado de sus hijas, vestidas de pobres y andrajosas telas; pero bajo aquellos humildes vestidos se descubria su delicadeza y hermosura y resplandecia en sus rostros la regia magestad, siendo como un sol eclipsado y cubierto de nubes. Dicen que era tan estremada su pobreza que llevaban los pies descalzos y ganaban hilando su sustento. Murió Ebn Abed Al Motamid, el mas poderoso de los emires de España despues del imperio, en su destierro de Agmat miserable y desastrosamente: triste remate á que le condujo el llamamiento de auxiliares extrangeros.

Dueños los Almoravides de Granada, de Córdoba y de Sevilla, fácil les fué enseñorearse de toda la España musulmana. Poco tardó en caer en su poder Almería, donde tan gloriosamente habia reinado el erudito y generoso Al Motacim, teniendo su hijo Izzod-haula (que solo reinó despues de su padre tres meses) que buscar un asilo en Bugia (1091). Aun cupo mas desventurada suerte á Omar ben Alaftas el de Badajoz, que hecho prisionero con sus dos hijos Fahdil y Alabbás despues de tomada por asalto la ciudad, fueron inhumanamente degollados de órden de Seir Abu Bekr (1). Valencia, donde reinaba el antiguo emir de Toledo Alkadir ben Dilnûm que destronó el rey Alfonso, fué tomada tambien por los Almoravides. Abandonada por los cristianos que sostenian á Ben Dilnûm, el cadi de Valencia Ahmed ben Gehaf la entregó á los africanos, y Yahia Alkadir sucumbió desastrosamente (1092). Cayeron luego las Baleares en poder de los nuevos conquistadores de África. De esta manera en menos de tres años tuvo Yussuf el orgullo de someter una en pos de otra todas las soberanías de la España musulmana.

Solo Zaragoza se habia salvado de la universal conquista. Razones de alta política y de mútuo interés mediaron para que fuese respetada esta parte de España. Su rey era u n príncipe rico, afable ademas y muy huma no, querido de sus pueblos y respetado de los vecinos: sostenia con heróico valor una gran parte de la España Oriental, en que se comprendian las importantes ciudades de Medinaceli, Calatayud, Daroca, Huesca, Tudela, Bar

(1) Dozy, Recherches, tom. I., p. 122 y 236, que refiere estos sucesos con arreglo á

los textos de Ben Alabar y Ben Alkatib, con algunas variantes de como los cuenta Conde

bastro, Lérida y Fraga: dueño del Ebro bajo, de los Alfaques y Tarragona, enviaba sus naves cargadas de frutos españoles á los mares y puertos de África, y recibia en retorno mercaderias de Oriente, de la India, de la Persia y de la Arabia. Yussuf no se atrevió á enojar á tan poderoso rey, y Abu Giafar temia por su parte tener por enemigo á quien tan multiplicadas victorias y conquistas iba haciendo. Para conjurar, pues, la tempestad envió á Yussuf presentes de gran valor, que Alcodai hace consistir en catorce arrobas de plata, acompañados de una carta en que solicitaba su alianza y amistad, y en la cual entre otras cosas le decia: «Es mi reino el baluarte que media «entre ti y el enemigo de nuestra ley: este antemural es el amparo y defensa «de los muslimes, desde que reinaron en esta tierra mis abuelos, que siem<pre velaron en esta frontera para que los cristianos no entrasen á las demas provincias de España. Será mi mas cumplida satisfaccion la seguridad «y confianza de tu amistad, y que estés cierto de que soy tu buen amigo y aliado. Mi hijo Abdelmelik te manifestará las disposiciones de nuestro co«razon, y nuestros buenos deseos de servir á la defensa y propagacion del Islam. A esta carta contestó Yussuf con otra no menos atenta y expresiva, ofreciéndole todas las seguridades de una amistad sincera y estrecha, con que quedaron ambos reyes satisfechos y contentos.

Oportunamente hizo esta alianza el rey mahometano de Zaragoza, y falta le hacian los auxilios que le suministráran los Almoravides, por mas que los historiadores árabes exageren su poder, porque desde 1088, asi el rey don Sancho Ramirez de Aragon como don Pedro su hijo no habian cesado de hostilizar y talar sus fronteras, le habian tomado á Monzon y á Huesca, y haciendo por último una violenta irrupcion en tierras de Zaragoza, sc habia apoderado el último de estos monarcas de Barbastro, habiendo sucumbido mas de cuarenta mil musulmanes en esta guerra al filo de las espadas cristianas. Pero con la ayuda que recibió de los Almoravides, y gracias á su oportuna alianza, no dejó de mejorar su posicion y de variar el aspecto de la guerra, como habremos de ver en la historia de aquel reino.

Quedaba, pues, posesionada de la España muslimica una nueva raza de hombres, los Almoravides africanos, conquistadores de los mismos que antes Jos habian conquistado á ellos: nuevos cartagineses llamados por sus hermanos y convertidos en dominadores y tiranos de los mismos que los habian invocado como protectores y salvadores. Cumplióse la profecia del wali de Málaga y del hijo de Ebn Abed cuando dijeron: «Ellos nos atarán con sus cadenas y nos arrojarán de nuestra patria.» Terribles fueron sus primeros impetus y arremetidas contra los cristianos: veremos como se desenvuelver, de estos nuevos y formidables enemigos.

CAPITULO II.

EL CID CAMPEADOR.

Enojo del rey de Castilla con Rodrigo.-Destiérrale del reino. Alianza del Cid con el rey Al Mutamin de Zaragoza.-Sus campañas contra Al Mondbir de Tortosa, Sancho Ramirez de Aragon y Berenguer de Barcelona.-Vence y hace prisionero al conde Borenguer: restitúyele la libertad.-Acorre al rey de Castilla en un conflicto: separase de nuevo de él.-Correrías y triunfos del Cid en Aragon.-Sus primeras campañas en Valencia.-Politica y maña de Rodrigo con diferentes soberanos cristianos y musulmanes -Reconciliase de nuevo con el rey de Castilla, y vuelve á indisponerse y á separarse. -Vence segunda vez y hace prisionero á Berenguer de Barcelona.-Tributos que cobraba el Campeador de diferentes principes y señores.-Sus conquistas en la Rioja. -Pone sitio á Valencia.-Muerte del rey Alkadir.- Apuros de los valencianos.-Hambre horrorosa de la ciudad.-Tratos y negociaciones.-Poezas del Cid.-Rendicion de Valencia.-Comportamiento de Rodrigo.-Sus discursos á los valencianos.-Horrible castigo que ejecutó en el cadi Ben Gebaf. - Rechaza y derrota á los Almoravides.Conquista á Murviedro.-Muerte del Cid Campeador.-Sostiénese en Valencia su esposa Jimena.-Pasa á Valencia el rey de Castilla, la quema y la abandona.-Posesiónanse los Almoravides de la ciudad.-Aventuras romancescas del Cid.

Resonaba por este tiempo en España la fama de las proezas y brillantes hechos de armas de un caballero castellano, cuyo nombre gozará de perpétua celebridad, no solo en España y en Europa sino en el mundo, y que ha alcanzado el privilegio de oscurecer y eclipsar á tantos héroes como produjo la España de la edad media. Este famoso caballero era Rodrigo Diaz de Vivar, llamado luego el Cid Campeador (1), de quien ya hemos contado en

(4) El Cid, de el Seid, señor.-El Cam- peon: entre los árabes cambilor, cambiatur; peador, equivalente á retador, peleador, los latinos solian llamarle campidoctus.de la palabra teutónica champh, duelo y Nombrábasele tambien Ruy Diaz, sincope pelea: algunos le hacen sinónimo de cam- de Rodrigo Dias.

nuestra historia algunos hechos, pero cuyas principales hazañas nos proponemos referir en este capítulo (1). ¿Mas cómo adquirió este personage tan singular prestigio? ¿Cómo se hizo el Cid el tipo de todas las virtudes caballerescas de la edad media española? ¿Cómo ha venido á ser el héroe de las leyendas y de los cantos populares? ¿Es el mismo el Cid de la historia que el Cid de los romances y de los dramas?

Que desde el siglo XII hasta el XIV, se mezclaron á las verdaderas hazañas de Rodrigo el Campeador multitud de aventuras fabulosas que inventaron y añadieron los romanceros, es cosa de que no duda ya ningun crítico. El deslindar la parte verdadera y cierta de la inventada y fabulosa, ha sido trabajo que ha ocupado por mucho tiempo á los críticos mas eruditos, sin que hasta ahora haya sido posible fijar con exactitud la línea divisoria entre la verdad y la fábula. Felizmente los modernos descubrimientos, especialmente de memorias y manuscritos árabes, y su cotejo y confrontacion con los documentos latinos y castellanos debidos á celosos escudriñadores de nuestras bibliotecas y archivos, permiten ya descifrar con mas claridad, sino con entera luz, lo que acerca de este célebre personage puede con certeza ó con probabilidad adoptar la historia y lo que debe quedar al dominio de la poesía. No vamos sin embargo á hacer una biografía del Cid, sino á referir la parte de sus hechos que tiene alguna importancia histórica, por los documentos arábigos y españoles que hasta ahora han llegado á nuestra noticia (2).

(1) Seria por consiguiente casi superfluo advertir que rechazamos completamente los desacertados asertos de Masdeu, que dedicó casi un volúmen á poner en duda todo lo relativo al Cid, y concluyó con estas temerarias palabras: «Resulta por conse «cuencia legitima, que no tenemos del fa«moso Cid ni una sola noticia que sea se«gura ó fundada, ó merezca lugar en las «memorias de nuestra nacion. Algunas co«sas dije de él en mi historia de la España cárabe...... pero habiendo ahora examinado «la materia mas prolijamente, juzgo deber <me retractar aun de lo poco que dije, y «confesar con la d bida ingenuidad, que de «Rodrigo Diaz el Campeador (pues bubo «otros castellanos con el mismo nombre y «apellido) nada absolutamente sabemos con «probabilidad, ni aun su mismo ser ó exis«tencia. (Refutacion crítica de la bistoria leonesa del Cid, página 370.»-Sentimos que

tales palabras hayan sido estampadas por un español, y mas por un español erudito, y amante por otra parte de las glorias españolas, á veces hasta la exageracion.

(2) Tomamos generalmente por guia en esta materia al doctor Dozy, que en sus in. vestigaciones sobre la Historia literaria y politica de España en la edad media, nos parece haber reunido mas copia de datos sobre el Cid que ningun otro escritor que conozcamos, y en lo cual creemos ha hecho un notable servicio á la literatura bistórica española. Las últimas cuatrocientas páginas de su primer tomo en 4.o las dedica á hablar del Cid.

Los documentos mas antiguos que dan noticia del Cid son: un manuscrito árabe de Iba Bassán, escrito en 1109, que copia el referido autor: el Poema del Cid, que suponen muchos compuesto bácia la mitad del siglo XII: una crónica escrita en el Me

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