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thombres cada uno... No hubo lanza que no se rompiera, y los caballos heridos y sofocados por el calor, ni obedecian ya al freno, ni podian moverse: recharon los ginetes pié á tierra, y arremetiéronse espada en mano.... la mayor parte rompieron tambien sus aceros, pero no por eso dejaban de combatir, los unos con el pedazo de alfange que en la mano les quedaba, dos otros hasta con puñados de arena y de guijo. Los que no hallaban con «que herirse se abrazaban cuerpo á cuerpo, se asian por la garganta, por los cabellos, luchando, haciéndose rodar por el polvo, sobre los cuerpos de los cheridos, de los moribundos, de los muertos. Hácia el medio dia la victoria «estaba indecisa, faltaban ya á todos las fuerzas..... cuando de repente vienen de Córdoba algunos centenares de hombres á mezclarse en la pelea. No «eran guerreros, era un populacho tumultuoso de artesanos, de ganapanes, de carniceros, ávidos de sangre, armados de lanzas ó de espadas, de hachas, de palos, de cuchillos ó de piedras..... que en otra ocasion no hubieran excitado sino risa, pero que en la crisis en que la lucha se hallaba no tuvieron que hacer sino ó prender ó degollar.... (1).»

Alzóse Thueba de resultas de esta batalla con el poder soberano de la Península: recompensó á Samail dándole el emirato independiente de Zaragoza y de la España Oriental, pero los walies de Toledo y de Mérida se negaron á obedecer al usurpador. Asi se fraccionaba ya en pedazos el imperio fundado por Muza y Tarik. La anarquía, el desórden y la inseguridad eran tales, que hasta los labradores y pastores tenian que defender con sus armas sus propiedades y ganados. Era esto en ocasion en que Alfonso de Asturias paseaba los estandartes cristianos desde la Lusitania hasta la Vasconia. Aprovechábase bien Alfonso del desconcierto de los musulmanes. En tan angustiosa situacion las diferentes razas de árabes, sirios, egipcios, persas, yemenitas y berberiscos, por un natural instinto de conservacion acordaron dar una tregua á sus rivalidades y reunir todas las fuerzas del Islam bajo la autoridad única y central de un emir. Congregáronse los mas nobles jeques en Córdoba en una especie de asamblea general de los estados musulmanes, y conviniendo en la necesidad de elegir un gefe bastante enérgico que administrára justicia por igual, y los sacára á todos de aquel estado de anarquia, recayó la eleccion en Yussuf ben Abderrahman el Fehri, noble coraixita y caudillo acreditado, que habia sabido mantenerse estraño á todos los partidos, siendo por esta razon recibido su nombramiento con aplauso y contentamiento universal (746).

Dedicóse Yussuf á escuchar y satisfacer las quejas de los pueblos; arregló

(4) Manuscrito árabe de la Biblioteca Real de Paris, citado por Fauriel, tom. III.

Томо п.

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la administracion, reformó la estadística, destituyó á los malos gobernadores, consagró la tercera parte de las rentas de cada provincia á la construccion de mezquitas y á la reparacion de puentes y caminos, y dividió la España muslimica en cinco grandes provincias ó emiratos, cuyas capitales eran: Córdoba, Toledo, Mérida, Zaragoza y Narbona. De hecho el emir de España obraba ya con independencia del Califa de Damasco, ó era por lo menos una dependencia casi nominal. De ello se valió el ambicioso Ahmer ben Amru, wali de Sevilla, para intrigar con el Califa contra Yussuf y Samail á quienes aborrecia mortalmente. Descubrióse la intriga por una carta que le fué interceptada. Yussuf y Samail trataron de deshacerse de Ahmer y no pudieron lograrlo (753). Nuevas guerras civiles volvieron á ensangrentar los campos de la España musulmana, porque le fué fácil á Ahmer indisponer de nuevo á las siempre rivales y jamás bien unidas tribus. Pelearon, pues, otra vez encarnizadamente árabes, sirios, egipcios y mauritanos, y guerrearon entre sí los emires y walies de Córdoba, Zaragoza y Toledo. Toda la España ardia en guerras civiles: todos sufrian; era un estado insoportable. Veremos como el mismo exceso del mal les inspiró el remedio.

CAPITULO IV

LOS OMMIADAS DE CORDOBA,

De 756 á 774.

Revolucion en Oriente.-Cambio de dinastia en el califato de Damasco.-Los Omeyas.→ Los Abassidas. Horrible esterminio de la familia destronada.-Aventuras del jóven Abderrahman el Beni Omeya.-Acuérdase la fundacion de un imperio independiente en España.-El proscripto Abderrabman es llamado de los desiertos de Africa para ocupar el trono muslimico español.-Su recibimiento en Andalucía.-Prosiguen las guerras civiles-Yussuf y Samail.-Triunfos de Abderrahman.-Los hijos de Yussuf.-Marsilio.Irrupciones de africanos.-Nuevos triunfos y nuevas contrariedades de Abderrahman.Sitio de Toledo.-Guerra de las Alpujarras.-Espautosa noche en Sevilla.-Sosiégaso la Andalucia.-Considerable fomento y desarrollo que dan á su marina los árabes de España.

Loado seas, Señor Dios, dueño de los imperios, que das el señorio á quien quieres, y ensalzas á quien quieres, y humillas á quien quieres. En tu mano está el bien y el mal, y tú eres sobre todas las cosas poderoso.» Asi exclama un autor arábigo al dar cuenta de la gran revolucion y mudanza que sufrió el imperio muslímico, y que vamos á referir nosotros en el capítulo presente.

No era solamente en África y en España, no era solo en estos dos emiratos dependientes de Damasco donde ardia el horno de las guerras civiles, donde lo devoraba todo el fuego de la discordia: acontecia otrɔ tanto en Siria, en el centro del imperio, en la córte misma de los Califas. Por eso no podian ni reprimir con mano fuerte las revueltas de África y España, ni atender al buen gobierno de estas dependencias, ni evitar que se desgarráran en disensiones. Antes bien veian cómo se iban aflojando los lazos de estas provincias

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con el gobierno central, y cuando los walies de las ciudades procedian á nombrar su emir de propia autoridad y sin consultar á Damasco, como sucedió con Yussuf en España, la situacion vacilante y débil en que se encontraban los Califas los obligaba á ratificarlo, ya que no podian impedirlo.

Combatido y vacilante traian las contiendas civiles el trono imperial de Damasco, principalmente en los cuatro últimos reinados desde Walid ben Yezid hasta Meruân, todos de la ilustre familia de los Beni-Omeyas, que habia dado catorce Califas al imperio. Meruân veia la marcha que hacia la emancipacion iban llevando las provincias mas apartadas. Pero amenazábale todavía otro mayor peligro. La raza de los Abassidas (Beni-Alâbas), descendientes de Abbas, tio de Mahoma, y abuelo de Alí, aquel á quien el profeta habia dado en matrimonio su hija Fátima, aspiraba á suplantar en el trono á los Ommiadas ó descendientes de Abu Sofian. Uno de ellos, Abul-Abbas el Seffah, ayudado de su tio Abdallah, y del vazir Abu-Moslema, hombre feroz, tipo de los déspotas de Oriente, à quien no se habia visto reir en su vida, y que se jactaba de haber muerto medio millon de hombres, levantó el negro pendon de los Abassida s contra el estandarte blanco de los Omeyas, en cuyos colores se significaba la irreconciliable enemistad de los dos bandos. Meruân llamó á todos los fieles à la defensa de la antigua dinastia imperial; pero emprendida la guerra, perdió Meruân el trono y la vida en una batalla á manos de Saheh, hermano de Abdallah. Abul-Abbas se sentó en el trono de Damasco. Gran revolucion en el imperio muslimico de Oriente. Ella se hará sentir en España (749).

Horrible y bárbaro furor desplegaron los vencedores contra la familia del monarca destronado. Propusióronse exterminar hasta el último vástago de la noble estirpe de los Omeyas. Todos los que podian ser habidos eran degollados. Noventa miembros de aquella ilustre raza habian hallado asilo cerca de Abdallah, tio del nuevo Califa; convidoles aquél á un festin en Damasco, como en demostracion de querer poner un término á las discordias. Cuando los convidados aguardaban á los esclavos que habian de servirles á la mesa esquisitos manjares, entraron de tropel en el salon del banquete los verdugos de Abdallah, y arrojándose á una señal suya sobre los noventa caballeros, apaleȧronlos hasta hacerlos caer exánimes. El feroz Abdallah hizo extender una alfombra sobre aquellos cuerpos expirantes, y sentado con los suyos sobre el sangriento lecho, tuvo el bárbaro placer de saborear las delicadas viandas oyendo los gemidos y sintiendo las palpitaciones de sus victimas. Otro tio de Abul-Abbas hizo degollar á los Ommiadas de Bassorah, y arrojó sus cadáveres á los campos para que los perros y los buitres les dieran se

pultura. Falta serenidad y aliento para referir el refinamiento de los suplicios inventados para acabar con la familia y raza de los Omeyas (1).

Solo un tierno vástago de aquella esclarecida estirpe, mancebo de veinte años, ausente de Damasco al tiempo de las ejecuciones, habia logrado salvar su cuello de la tajante cuchilla de los Abassidas. «Bendito sea aquel Señor, vuelve á exclamar aqui el escritor arábigo, en cuyas manos están los imperios, que dá los reinos, el poderío y la grandeza á quien quiere..... Estaba escrito en la tabla reservada de los eternos decretos que á pesar de los Beni-Alabâs, y de sus deseos de acabar con toda la familia de los Beni-Omeyas, todavía se habia de conservar una fecunda rama de aquel insigne tronco, que se estableceria en Occidente con floreciente estado.» Era este jóven Abderrahman ben Moawiah, nieto de Hixem, décimo Califa de los Omeyas. Huyendo este jóven príncipe de la furiosa persecucion de los sacrificadores de su familia, refugióse á Egipto, donde anduvo errante de lugar en lugar, teme• roso siempre de ser reconocido. Espiados alli sus pasos, tuvo que pasar al pais de Barca, donde entre aquellas tríbus salvages halló una hospitalidad que le era negada en su patria. Alli el ilustre proscrito, criado en las delicias de la córte y del serrallo, hacía la vida agreste del beduino, manteniéndose de leche y de cebada medio cocida, y abrigándose en un humilde aduar, pero admirando á todos por su agilidad y destreza en el manejo de un caballo, por su conformidad en las privaciones, por el sufrimiento en las fatigas y por la serenidad en los peligros. Un dia llegaron alli los emisarios del Califa con un grueso destacamento de caballería: «¿Está por aqui, preguntaron á los beduinos, Abderrahman el Beni-Omeya?—Aqui ha venido, respondieron, un jóven desconocido que acompaña á la tribu en sus cacerías: hácia aquel valle ha salido con otros jóvenes á la caza de los leones.» Y les señalaron una lejana cañada. Dirigiéronse alli los satélites del Califa, y entretanto avisado Abderrahman pudo fugarse con seis animosos jóvenes del aduar, que se brindaron á escoltarle

Caminaron los siete viageros cruzando montes y collados de arena, oyendo á su paso el rugido de los leones y el maullido de los tigres, y errando de desierto en desierto llegaron á Tahart, en la Mauritania, capital de la tribu de los zenetas, donde habia nacido Tarik el conquistador de España (2). La madre de Abderrahman era tambien originaria de aquella tribu. Alli encontró el jóven príncipe su patria. Su desgracia, su amabilidad, su noble continente,

(1) Abul Feda, Annal. moslem.-D' Herbelot, Bibliotec. Orient.-Conde, part. I., c. 39.-Al Makari, History of the mobamm. dinast.-Roder. Tolet. Hist. Arab.

(2) Es tambien el país donde en nuestros dias se estableció, segun Defrance, el célebre Abdelkader. Pertenecia al Algarbe 6 Magreb del Mediodía.

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