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movedor de las cruzadas á la Tierra Santa que á la sazon absorbian el pensamiento y el entusiasmo del mundo cristiano. El pontífice vió en el proyecto de recobrar y restaurar la iglesia Tarraconense un motivo de cruzada no menos digno de los apóstoles y de los guerreros de la fé que el de recuperar los santos lugares; por lo cual no solo acogió con gusto la demanda del prelado catalan, sino que eximió del voto de cruzarse para la Palestina á cuantos quisiesen acudir á la reconquista de Tarragona, efuturo antemural, decia, del pueblo cristiano; concedió jubileo plenisimo á los que personalmente acompañasen la espedicion, otorgó otras muchas gracias espirituales, confirmó al obispo de Vich la futura prelacía de aquella metrópoli, y escitó eficazmente á todos los príncipes, barones y caballeros, eclesiásticos y seglares de los paises limítrofes, á que concurrieran á la santa empresa. Con tales elementos activáronse los preparativos, alistáronse en gran número los guerreros, y abrióse la campaña. Prósperas y felices marcharon las primeras operaciones; fueron los sarracenos perdiendo sus castillos; la ciudad de las antiguas murallas ciclópeas fué con impetuoso vigor acometida, y los pendones del cristianismo tremolaron en los muros en que tiempos atrás resplandecieron las águilas romanas y en que despues habia ondeado orgulloso el estandarte de Mahoma (1090). Lanzados los infieles de la ciudad y campo de Tarragona, y forzados á internarse en lo mas áspero de las montañas de Prades al abrigo de Ciurana y de Tortosa, limpio de sarracenos el territorio comprendido entre el llano de Tarragona y de Urgel, quedó allanado el camino para los futuros ataques de Tortosa y de Lérida. Restaurada y purificada solemnemente aquella insigne iglesia, y arreglado lo conveniente al gobierno de la ciudad, el conde Berenguer hizo donacion de su conquista al apóstol San Pedro, y á los pontifices sucesores suyos: «con lo cual, añade un ilustrado escritor catalan, acaba de ser notorio que vino en la empresa movido de penitencia y cuánto ansiaba detener el rayo del Vaticano (1).»

De incalculables y felicisimas consecuencias hubiera podido ser para todo el Oriente de España la gloriosa conquista de Tarragona, si seguidamente no hubieran embarazado de nuevo al conde Berenguer y á los catalanes las guerras con el Cid, sus descalabros y contratiempos en Calamocha y Tobar del Pinar (1092) que en otra parte dejamos referidos, su estancia en Zaragoza y sus correrías por tierras de Valencia despues de avenido con el Campeador, hasta la conquista de Murviedro por el de Vivar y el sitio de Oropesa por el barcelonés (1095). La misma Tortosa habia sido ya objeto de algunas tentativas de parte de Berenguer II. en 1096, cuando de repente sc

1) Piferrer, Recuerdos y Bellezas, tom. de Cataluña, p. 117.

TOMO II.

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ve vacar la corona condal, y al año siguiente se encuentra á su jóven so→ brino rigiendo por si el estado. ¿Qué fué lo que motivó tan repentina desaparicion?

Las expediciones militares del conde Berenguer Ramon II. pudieron acaso suspender, pero no hacer desistir á los magnates barceloneses de su empeño en descubrir y castigar al perpetrador de la muerte de Ramon Cap de Estopa; y aunque la asamblea de 1085 no tuvo el resultado que entonces se propusieron, no pararon los coligados, especialmente Bernardo Guillermo de Queralt, Ramon Folch de Cardona y Arnaldo Miron, hasta retar como buenos al uso de aquellos tiempos, y obligarle á fuer de caballero á presentarse al reto en la córte de Alfonso VI. de Castilla, donde al fin fué convencido de su traicion y alevosia judicialmente ó per batallam (1). Este singular juicio debió verificarse entre el 1096 y el 1097, que es la fecha que media entre las últimas escrituras que se hallan firmadas por este conde y 'su desaparicion del condado de Barcelona. Convencido pues y deshonrado el fratricida, tomó la única resolucion que era ya compatible con el descrédito en que la prueba de su delito le ponia á los ojos de los catalanes: la de partir á la Tierra Santa. Asi y por tan misteriosos caminos conduce muchas veces la Providencia á los hombres á la expiacion de sus crimenes. Allá en aquellos apartados lugares murió batallando en defensa de la cruz el matador de su hermano, con cuya penitencia pudo acaso aplacar al eterno juez, ya que acá sus hazañas no fueron bastantes á desenojar á los vengadores del fratricidio (2).

Como ya en aquel tiempo el jóven Ramon Berenguer, hijo del asesinado y sobrino del fratricida, el defendido y amparado en su niñez por la fi→ delidad de los catalanes en medio de aquellas turbaciones y guerras, se hallase en la edad de los quince años en que podia ser armado caballero, fué proclamado conde y sucesor de su padre con arreglo al testamento de su abuelo. Acaso ya entonces se habia enlazado el jóven príncipe con Maria, la hija segunda del Cid y de doña Jimena, de quien hablamos arriba, y de la cual solo tuvo una hija cuyo nombre se ignora (3). Muerta ésta, casóse hácia

(1) Este hecho ha pasado desconocido de nuestros historiadores hasta que nos le ha descubierto el investigador é ilustrado se for Bofarull en sus Condes vindicados.

(2) Necrologio de Ripoll.-Zurita, Anal. p. I. c. 26.-Gaultier d'Arc, Histoire des conquêtes des Normands, etc.-Muchos ca

talanes iban ya entonces à la conquista de la Tierra Santa, creciendo el furor de cru→ zarse para la Palestina al paso que menguaba el temor por la seguridad de Cataluña.

(3) Archivo de la corona de Aragon, Colecc. del undécimo conde.-Apend. à la Marca Hispana, números 337 al 339

mediados de 1106 con Almodis, de la cual no tuvo sucesion, y últimamente de terceras nupcias en 1112 con Dulcia, condesa de Provenza, de quien tuvo tres hijos y cuatro hijas, de los cuales hablaremos mas adelante.

Fué este conde el conocido con el nombre de Ramon Berenguer III. el Grande, príncipe valeroso y esforzado caballero, como tendremos ocasion de ver en otro lugar: puesto que los sucesos del reinado de don Ramon Berenguer III. serán ya objeto y materia de otro capítulo.

CAPITULO IV.

DOÑA URRACA EN CASTILLA:

DON ALFONSO I. EN ARAGON.

De 1109 á 1134

Dificultades de este reinado. Opuestos juicios de los historiadores.-Matrimonio de doña Urraca con don Alfonso 1. de Aragon.-Desavenencias conyugales.-Disturbios, guerras, calamidades que ocasionan en el reino.-La reina presa por su esposo.-Indole y carácter de los dos consortes.-Alternativas de avenencias y discordias. Guerras entre castellanos y aragoneses.-Batallas de Candespina y Villadangos.-Proclamacion de Alfonso Raimundez en Galicia.-Guerrean entre sí la reina y el rey, la madre y el hijo, Enrique de Portugal, el obispo Gelmirez, doña Urraca y su hermana doña Teresa.— Declárase la nulidad del matrimonio.-Retírase don Alfonso á Aragon.-Nuevas turbulencias en Castilla, Galicia y Portugal.-Gran motin en Santiago: los sublevados incendian la catedral, maltratan á la reina é intentan matar al obispo: paz momentánea.— Nuevos disturbios y guerras.-Amorosas relaciones de doña Urraca: su muerte: proclamacion de Alfonso VII. su hijo.-Entradas de los sarracenos en Castilla.-Sucesos de Aragon.-Triunfos y proezas de Alfonso I. el Batallador.-Importante conquista de Zaragoza.-Atrevida espedicion de Alfonso á Andalucia.-Nuevas invasiones en Castilla: su término.-Franquea el Batallador por segunda vez los Pirineos y toma á Bayona. Sitio de Fraga: su muerte.-Célebre y singular testamento en que cede su reino á tres órdenes religiosas.

Turbulento, aciago, calamitoso, y tristemente célebre fué el reinado de doña Urraca: «episodio funesto dijimos ya en nuestro discurso preliminar, que borraríamos de buen grado de las páginas históricas de nuestra patria.» Y no somos solos á decirlo: díjolo ya antes que nosotros el autor del prólogo á la historia de doňa Urraca por el obispo Sandoval con estas palabras: Deberíamos descartar tales reinados de la série de los que constituyen

nuestra historia nacional (1).» Y como si fuese poco embarazo para el historiador haber de dar algun órden y claridad al caos de turbulencias y agitaciones, de desconcierto y de anarquía que distinguió este desastroso período, viene á darle nuevo tormento la mas lamentable discordancia entre los escritores que nos han trasmitido los sucesos y la divergencia mas lastimosa en los juicios y calificaciones de los pesonages que en ellos intervinieron.

Los unos, como por ejemplo, Lucas de Tuy y el arzobispo de Toledo, á quienes siguen Mariana y otros, hacen recaer toda la culpabilidad de los dessastres y de las discordias en la reina de Castilla, á la cual llaman «muger recia de condicion y brava;» hablan de sus «mal encubiertas deshonestidades;» dicen que con mengua de su marido andaba mas suelta de lo que sufria el estado de su persona; y suponen que el haberse separado del rey «fué porque este prudentísimo varon procuraba refrenar y corregir sus liviandades, Mientras otros, como Berganza y Perez, y mas especialmente los maestros Florez y Risco, rechazan como calumniosas todas las flaquezas que le han sido atribuidas, y echan toda la odiosidad de las desavenencias y disturbios sobre el rey don Alfonso, suponiéndole las intenciones mas aviesas y los hechos mas sacrilegos, llamándole rudo maltratador de su esposa, tiránico perseguidor de sacerdotes y obispos, profanador y destructor de templos, robador de haciendas y de vasos sagrados, y atentador á la vida del tierno príncipe. No hay maldad que los unos no atribuyan al rey; no hay estravío que los otros no achaquen á la reina.

Juicios mas encontrados y opuestos, si en lo posible cabe, hallamos acerca del prelado de Compostela Gelmirez, personage importante de esta época. Al decir de la Historia Compostelana, el obispo Gelmirez fué un dechado de santidad y de virtud, como apóstol, como guerrero, como consejero del niño Alfonso, y como tál favorecido singularmente de Dios por una larga série

(1) Mas no nos es posible á nosotros, historiadores españoles, seguir el partido que ha adoptado Romey, que ha sido pasar casi en blanco el reinado de doña Urraca, supliendo el vacío con una estensisima relacion do los hechos de los árabes en aquel tiempo; como si aquel erudito historiador se hubiera arredrado ante las inmensas dificulta des y complicaciones que este reinado ofrece; cosa que sin embargo estrañamos cn tan laborioso y discreto investigador.

Conociendo estas mismas dificultades el ilustrado señor Herculano, moderno histo

riador de Portugal, dice hablando de este reinado: «En la falta absoluta de notas cronológicas que se encuentra en las crónicas contemporáneas el historiador moderno que desea atinar con la verdad se ve muchas veces perplejo para señalar el orden y el enlace de los acontecimientos. Cuando la España tenga una historia escrita con sinceridad y conciencia, el período del gobierno de Doña Urraca será uno de los que pongan á mas dura prueba el discernimiento del historiador.» Hist. de Portugal, tomo I. p. 217.

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