Imágenes de páginas
PDF
EPUB

sićronse de acuerdo para asesinarle una noche. Fué avisado de ello Mahoma, y burló á los conspiradores fugándose con su discípulo y amigo Abubekr, con el cual llegó felizmente á Yatreb, llamada desde entonces Medinath-at-Nabi, ciudad del profeta, y despues por excelencia Medina (la ciudad). Esta huida memorable fué la que sirvió de cómputo para la cronologia de los árabes. Llámanla hegira, que significa huida (1).

Tenia entonces Mahoma cincuenta y cuatro años, y era el décimo cuarto de su apostolado. Contaba en Medina con partidarios numerosos, y la antigua rivalidad entre Medina y la Meca favoreció los designios del gran reformador. Uniéronsele alli muchas familias principales, y los emires ó gefes de las mas poderosas tribus. La espada de Dios vino luego en ayuda del Profeta, como decian sus sectarios, y en pocos años logró señalados triunfos contra sus perseguidores los Coraixitas, contra los incrédulos, los idólatras y los judíos. Fuerte y poderoso, púsose á la cabeza de sus fieles, que le siguieron entusiasmados, y acometió la Meca; rindió á los Coraixitas, se apoderó de la ciudad, abatió los ídolos del templo, le purificó y consagró al verdadero culto que él decia. Mahoma fué proclamado sobre la colina de Al-Safah primer gefe y soberano pontifice de los islamitas. Rendida la Meca, todas las tribus de la Arabia se agruparon en derredor de sus estandartes, todas las kabilas se fueron inclinando ante el Coran, y la Persia y la Siria se veian amenazadas del proselitismo. Volvió Mahoma á Medina, y entonces fué cuando dispuso la famosa peregrinacion á la Meca. Ochenta mil peregrinos le siguieron en aquella célebre espedicion: él ejecutó escrupulosamente todas las ceremonias del Coran: dió siete vueltas alrededor del teplo de Caabah, besó el ángulo de la misterio a piedra negra, inmoló sesenta y tres víctimas, tantas como eran los años de su edad, y se rasuró la cabeza: Khaled recogió sus cabellos, á los cuales atribuyó sus victorias posteriores. Hecho todo esto, regre

(4) La begira comienza en el primer dia de mobarren, primer mes del año árabe, que corresponde al 16 de julio de 622 de J. C. Aunque la fuga de Mahoma se verificó el 8 de rabie primera de este año, y su llegada á Medina faé el 16 del mismo mes, los árabes comenzaron á contar su era desde el primer dia del año en que tuvo lugar la buida, no del dia mismo en que se realizó. Para buscar la relacion entre los años árabes y los cristianos, bay que comparar los dos calendarios, comenzando á contar el primero de los árabes por el 16 de julio de 622 de Cristo, teniendo presente que el año arábigo no es solar como el cristiano, sino lunar de 354

dias, 8 horas y minutos, y que la diferencia de diez ú once dias en un año, viene à ser considerable á la vuelta de un siglo, puesto que 97 años solares equivalen casi á 100 lunares. Estas diferencias, no bien conocidas de nuestros antiguos cronistas, dieron ocasion á muchas equivocaciones cronológicas, que han ido desapareciendo desde que se fijaron con la posible exactitud las correspondencias. Hoy tenemos ya tablas bastante minuciosas y exactas.

La huida de Mahoma de la Meca su patria, es una buena confirmacion del proverbio del Evangelio: Nemo es propheta in patria sua: Nadie es profeta en su paʼric.

só á Medina, y ya se disponia á llevar la guerra santa á la Siria y la Persia, cuando le arrebató la muerte hallándose en la casa de su amada Aiesha (1).

¿Quién habia de sospechar entonces que la naciente religion de Mahoma habia de propagarse por la mitad del globlo, y que habia de venir no tardando á aclimatarse en la España cristiana por espacio de ocho siglos? Veamos cómo se verificó tan grande é impensado suceso.

Muerto Mahoma sin sucesion, fué nombrado gefe de los creyentes su discipulo Abubekr, el cual levantó el pendon de la guerra en Medina, dispuesto á propagar con las armas la fé del Profeta por todas las naciones. Los moradores de las ciudades y los pastores de las praderas del Yemen y del Hejiaz, todos acudieron entusiasmados, y vióse en poco tiempo la ciudad de Medina inundada de una muchedumbre inmensa de voluntarios, desarmados, descalzos y medio desnudos, de flacos y renegridos rostros, pero llenos de fé y de entusiasmo, pidiendo lanzas y cimitarras con que seguir al Califa (2) y ayu

(4) Los árabes en su fanatismo religioso han llenado de relaciones maravillosas y hasta de anécdotas absurdas toda la vida de Mahoma. Segun ellos, á su nacimiento se derramó por el horizonte un resplandor inusitado: el lago de Sawa se secò de repente, y el fuego sagrado de los persas, conservado mil años hacia, se apagó por sí mismo. Cuaudo Abraham é Israel edificaron el templo de la Meca, un ángel les llevó un jacinto blanco, que con el tiempo se petrificó: un dia le tocó con su mano una muger adúltera, y la piedra mudó de color y se bizo negra. Tocóle á Mahoma enterrar en el templo esta piedra misteriosa, signo de la nueva religion que iba á fundar. Las apariciones del ángel Gabriel fueron frecuentes: él fué quien le enseñó á leer y escribir, el que le infundió la ciencia y le nombró apóstol de Dios, el que le inspiró el Coran. Un dia, durmiendo Mahoma en el monte Merva, el ángel Gabriel le despertó con un soplo. A su lado estaba el cuadrúpedo gris Elborak, cuyo galope era mas vivo que el relámpago. El ángel echó á volar, y Mahoma le siguió en la famosa yegua. Llegaron á Jerusalen, donde Mahoma halló á Abraham, à Moises y á Jesús; los saludó, los llamó sus hermanos, y oró con ellos. Desde alli se remontaron ambos viageros á los cielos: setenta mil ángeles estaban entonando alabanzas á Dios, el cual ordenó á Mahoma las oraciones que habia de bacer cada dia; de cincuenta que le prescri

bió diarias, fué rebajando á ruegos de Mahoma hasta ciuco, que son las que manda el Coran. Despues de haber recibido las órdenes de Dios, volvió Mahoma á montar en su veloz yegua Elborak, y regresó á la tierra. Por este órden se contaban de él mil ridículas visiones y maravillas.

A pesar del entusiasmo que el impostor supo inspirar á sus adeptos, hubo ocasiones en que sus escándalos estuvieron á punto de hacerle perder toda su autoridad. La ley de su mismo Coran no permitia á los musulmanes tener mas de cuatro mugeres. Maboma, luego que murió su primera esposa Cádija, pasando por encima de su propia ley, tuvo doce à un tiempo, y se jactaba de ello. Hizo mas; llevó á su lecho á Zainab, estando casada con Zaid, lo cual produjo entre los árabes gravisimo escândalo. «Dios (decia) ha dado á los hombres dos cosas buenas, los perfumes y las mugeres.» A pesar de todo, tuvo astucia y maña para acallar todas las murmuraciones, y logró que la misma Zainab fuese reconocida y saludada por muger legitima del Profeta. La mayor prueba del ascendiente y prestigio que Mahoma alcanzó sobre los árabes, fué haber conseguido hacerlos renunciar al uso del vino.

Cuando examinemos el Coran, juzgaremos del mérito de Mahoma como legislador, y como reformador religioso. (2) Vicario.

darle en su santa empresa. Abubekr convirtió aquel entusiasmo en un verdadero vértigo ó frenesi, prometiendo á aquellos hombres la posesion del paraiso en premio de la muerte que recibieran en el campo de batalla peleando por la santa causa de Dios y del Profeta. «Habitaréis, les dijo, oh creyentes! anchos y fresquísimos verjeles, plantados en un suelo de plata y perlas, y variados con colinas de ámbar y esmeralda. El trono del Altísimo cobija «aquella mansion de delicias, en la cual sereis amigos de los ángeles y conversareis con el Profeta mismo. El aire que alli se respira es una especie de bálsamo formado con el aroma del arrayan, del jazmin y del azahar, y con da esencia de otras flores. Frutas blancas y de jugo delicioso penden de los árboles, cuyas hojas y ramas son una labor de menuda filigrana. Las aguas murmuran entre márgenes de metal bruñido..... Alli está la tuba, ó el árbol de la felicidad, que plantado en los jardines del Profeta, estiende una de sus ramas hacia la mansion de cada musulman, cargado de sabrosas frutas que vienen á tocar los lábios de los que las apetecen. Cada uno de los creyentes será dueño de alcázares de oro, y poseerá en ellos tiernas doncellas de ojos megros y rasgados y tez alabastrina: sus miradas, mas agradables que el iris, ano se fijarán sino en vosotros: aquellas huries nunca se marchitarán, y serán tales sus encantos, tan aromático su aliento y tan dulce el fuego de sus láabios, que si Dios permitiera que apareciese la menos hermosa en la region de las estrellas durante la noche, su resplandor, mas agradable que el de la Gaurora, inundaria al mundo entero. El menor de los creyentes tendrá una morada aparte, con setenta y dos mugeres y ochenta mil servidores.... Su oido será regalado con el canto de Israfil, que entre todas las criaturas de Dios es el que tiene la voz mas dulce; y campanas de plata pendientes de dos árboles, movidas por la suave brisa que saldrá del trono de Allah, entomarán con una melodía divina las alabanzas del Señor. La cimitarra es la dlave del paraiso: una noche de centinela es mas provechosa que la oracion de dos meses: el que perezca en el campo de batalla será elevado al cielo en alas de los ángeles; la sangre que derramen sus venas se convertirá en púrpura, y el olor que exhalen sus heridas se difundirá como el del almizcle. Pero ¡ay del incrédulo que vacile, que no abrigue en su pecho la verdadera dé, y que desmaye por miedo á los peligros y á las fatigas! No hay palabras para deciros los martirios que sufrirá por los siglos de los siglos en las hogueras del infierno. Marchad á proclamar por el mundo: No hay Dios sino Dios, y Mahoma es su profeta (1).»

(4) En el Co an se ballan estas y otras lismo oriental, especialmente en las suras descripciones de las bellezas encantos del ó capítulos 18, 25, 28, 38 y 56. paraiso, tan propias para halegar el sensua

¿Cómo con tan vivas y halagüeñas imágenes no habian de foguearse los ánimos ya exaltados de aquellos hijos del desierto y las vivas imaginaciones de aquellos fanáticos, ya de por sí propensas á dejarse arrastrar de lo maravilloso? ¿Qué no acometerian aquellos pobres y desnudos soldados de la fé á trueque de ganar el paraiso? ¿Qué peligros no arrostrarian, qué brechas no asaltarian, qué temor podria infundirles la muerte, cuando en pos de ella les esperaba una mansion de tantas delicias, una embriaguez de bienaventuranza?

Despues de esto el Califa dió el mando general de las tropas que habian de ir á conquistar la Siria á Yezid ben Abi Sofian: hizo una corta oracion á Dios para que auxiliase á los suyos, y dirigiéndose á Yezid, escuchando todos con el mas profundo silencio: «Yezid, le dijo en alta y sonora voz, á tus cuidados «confio la ejecucion de esta santa guerra: á ti te encomiendo el mando y di<reccion de nuestro ejército: ni le tiranices, ni le trates con dureza ni altivez: <mira que todos son musulmanes: no olvides que te acompañan caudillos «prudentes y bravos; consúltales cuando se ofrezca; no presumas demasiado «de tu opinion, aprovecha sus consejos, y cuida de obrar siempre sin preci«pitacion, sin temeridad, con reflexion y prudencia; sé justo con todos, por«que el que no ama la equidad y la justicia no prosperará.»

En seguida, dirigiéndose á las tropas, les habló de esta suerte: «Cuando «encontreis á vuestros enemigos en las batallas, portãos como buenos mu«sulmanes, y mostráos dignos descendientes de Ismael: en el órden y disposi«cion de los ejércitos y en las lides, seguid vuestros estandartes, seguid á «vuestros gefes y obedecedles. Jamás cedais ni volvais la espalda al enemigo; acordaos que combatis por la causa de Dios; no os muevan otros viles «deseos; asi no temais jamás arrojaros á la pelea, y no os asuste el número de vuestros adversarios. Si Dios os da la victoria, no abuseis de ella, ni tiñais vuestras espadas con la sangre de los rendidos, de los niños, de las mugeres y de los débiles ancianos. En las invasiones y correrías por tierras «enemigas, no destruyais los árboles, ni corteis las palmeras, ni abatais los «verjeles, ni asoleis sus campos ni sus casas; tomad de ellos y de sus gana«dos lo que os haga falta. No destruyais nada sin necesidad, ocupad las ciudades y las fortalezas, y arrasad aquellas que puedan servir de asilo á vuestros cenemigos. Tratad con pledad á los abatidos y humildes; Dios usará de la "misma misericordia para con vosotros. Oprimid á los soberbios, á los re«beldes, y á los que sean traidores á vuestras condiciones y convenios. No «empleeis ni doblez ni falsía en vuestros tratos con los enemigos, y sed siempre para con ellos fieles, leales y nobles; cumplid religiosamente vuestras palabras y vuestras promesas. No turbeis el reposo de los monges y solitarios,

ry no destruyais sus moradas; pero tratad con un rigor á muerte á los ene<migos que con las armas en la mano resistan á las condiciones que nosotros des impongamos (1).»

Despues de estas arengas, en que se revela el genio muslimico, y el carácter á la vez pontifical, militar y político de los califas, que desde la Meca y Medina dirigian las conquistas y los ejércitos, ordenó Abubekr que la mitad de sus tropas marchase á la Siria, y la otra mitad al mando de Khaled ben Walid hacia los confines de la Persia. ¿Quién será capaz de detener estos torrentes, que se creen impulsados por la mano de Dios, ni qué imperio podrá resistir al soplo del huracan del desierto? Las ciudades de la Siria se rinden á la impetuosidad de los ejércitos musulmanes: Bostra, Tadmor, Damasco, dan entrada á los sectarios y á los estandartes del Profeta. Si alguno recibe la muerte, su gefe le señala el camino del paraiso, y una sonrisa de anticipada felicidad acompaña su último suspiro. Khaled, el mas intrépido de los ginetes árabes, llamado la Espada de Dios, lleva delante de si el terror, y no encuentra quien resista el impulso de su brazo. La Persia sucumbe á la energía religiosa de los hijos de Ismael. Abubekr muere, y le sucede Omar. Bajo Omar el torrente se dirige hacia el Egipto; la enseña muslimica tremola en los muros de Alejandría y de Menfis; los árabes del desierto reposan á la sombra de las pirámides. Pero estos soldados misioneros no pueden detenerse: un soplo que parece venir de Dios los empuja, los hace arrastrar tras sí á sus gefes, mas bien que ser regidos por ellos: el verdadero gefe que los manda es el fanatismo; es Dios, dicen ellos, el que da impulso á nuestros brazos, y el que afila el corte de nuestras espadas; es el Profeta el que nos lleva por la mano á la victoria; si morimos, gozaremos mas pronto de Dios y del paraiso, hablaremos con el Profeta, y nos acariciarán las huries que no envejecen nunca. ¿Quién puede vencer á un ejército que pelea con esta fé?

Del Egipto el torrente se desborda de nuevo. ¿Qué dique podrá oponerle el Africa, devastada por los vándalos, sometida por Belisario, y arruinada y empobrecida por la tiranía de los emperadores griegos? Desde las llanuras de Egipto hasta Ceuta y Tánger, desde el Nilo hasta el Atlántico, habia una Tinea de poblaciones, poderosas y florecientes en otro tiempo, yermas y pobres ahora. Berenice, la ciudad de las espérides; Cirene, la antigua rival de Cartago; Cartago, la ciudad de Anibal y de Escipion; Utica é Hipona, las

(1) Conde, Historia de la Dominacion de los árabes en España, part. I. cap. 3. A ser ciertas estas arengas, probarian verdaderamente una ilustracion y un espíritu de bumanidad y de templanza, que seria de 'esear

en muchos caudulos militares de los pueblos civilizados y de los siglos modernos. Por lo menos descubren no poca política de parte de aquellos conquistadores.

« AnteriorContinuar »