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habian sido terribles como el dia del juicio, y envió tambien canforada la cabeza del rey Ruderic: atribuíase Muza en sus cartas toda la felicidad de esta venturosa expedicion. Luego sin tardanza ordenó las cosas de Africa: allegó tropas, dicen que diez mil caballos y ocho mil peones entre árabes y africanos: puso en su lugar para el gobierno de Africa en Cairvan á su hijo Abdelaziz, y en la luna de Regeb del año 93 pasó el estrecho del mar, y saltó en España acompañado de sus hijos Abdelola y Meruân, de quien tomó despues nombre el palacio que está al poniente de Córdoba sobre su rio.

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Asimismo entraron con Muza en España muchos caballeros de la tribu Coraix y otros árabes muy principales, como Almonazir, Aly ben Rebic Lahmi, Hayut ben Reja Temami, Hanâs ben Abdala Ascnani, que despues fundó la grande aljama de Saracusta.

Entre tanto que este ejército acampaba en las marismas de Andalucía hácia el Guadiana, Taric con sus vencedores muslimes corria toda la tierra, llenando de espanto á sus moradores; y lo que no esperaba, le vinieron las cartas de Muza que le ordenaban no pasar adelante hasta que el Wali se juntase con él. Hubo luego su consejo con los principales caudillos, y todos manifestaron disgusto de tan inoportuno mandamiento; ¿cómo era posible detenerse en tan favorable ocasion? Entendió bien Taric de dónde procedia aquella resolucion, y sin manifestar que penetraba la envidia declarada de Muza, dijo á los caudillos que viesen lo que les parecia conveniente hacer en tan importante ocasion. A todos pareció que no era bien perder tiempo tan precioso: entre otros habló Julian el cristiano, y aconsejó á Taric diciéndole : « Puesto >> que ya venciste el grande ejército de los godos, y los principales seño» res cristianos que asistieron con su rey en la batalla de Guadalede se » han esparcido, no debes perder este tiempo en que todavía llevan en » sus corazones el terror de tus armas persiguelos ahora sin darles espacio ni lugar; porque si se recobran, fácil cosa es que se rchagan y alleguen nuevas gentes, y se concierten y animen las atemorizadas tropas: asi que sin tardanza debes penetrar á las provincias y ocupar » las principales ciudades, que en siendo dueño de ellas, y en especial » de la capital, ya nada hay que temer. »

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A todos parecieron bien estas razones, y las esforzaron tanto, que Taric, que no deseaba otra cosa, ordenó luego las haces y distribuyó las banderas, y mandó pasar alarde de su hueste; y alabando su valor por lo pasado, y exhortándolos á nuevas victorias, ordenó que las tropas se abstuviesen de ofender á los pueblos pacificos y desarmados : que solo persiguiesen á los que tuviesen armas, favoreciesen y tomasen parte en la guerra y obstinada defensa del pais: que no robasen ni apañasen despojos sino en campo de batalla, ó en entrada por fuerza en las ciudades enemigas.

Dividió Taric el ejército en tres cuerpos : el primero confió à Mu

1 Dice Alabar que dejó en Africa à su hijo mayor Abdala: Edobi dice que Abdelaziz, y al ro llama Abdelola: el Ifriki dice que tardó Muza cuatro meses en venir á España.

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guciz el Rumi, y lo envió à Córdoba el segundo encargó á Zayde ben' Kesadi el Sekseki para que caminase á tierra de Málaga; y el tercero acaudillado por él mismo partió à lo interior del reino por tierra de Jayen á Tolaitola 1, que era la capital de los reyes de España: antes que á ella llegase se le juntó la hueste de Kesadi, que solo halló alguna resistencia delante de Estija; pero las tropas muslimicas vencieron á los cristianos á vista de su ciudad, y los moradores atemorizados se allaharon á pagar tributo, y tomadas rehenes de los principales de ella continuó el ejército su marcha hasta juntarse con el de Taric, como estaba concertado. Siguieron el ejemplo de Estija las ciudades de Málagay Elvira. Mugueiz el Rumi acampó delante de la ciudad de Córdoba, muy principal y antigua : envió á decir á los moradores que se rindiesen á las condiciones y seguridades que ofrecia el Islam, que sujetos al tributo estaban seguros en sus personas y en sus posesiones que el tributo era leve, y el furor y la saña de las tropas vencedoras seria terrible : que no se obstinasen en su resistencia con vanas esperanzas que hiciesen como otras muchas ciudades que se habian entregado á la generosidad de los árabes, redimiendo á poca costa el derramamiento de su sangre : que no esperasen socorro de ninguna parte, que ya todo estaba en manos del vencedor. No quisieron dar crédito á estas propuestas, engañados, de algunas tropas, restos de la batalla de Guadalede, que se habian refugiado á esta ciudad y confiaban poder defenderla. ¿Pero de qué les servian sus muros ni el valor de sus tropas, si la fortuna estaba declarada contra ellos? Informado Mugueiz de la poca gente que defendia la ciudad, y de que la muralla tenia fácil entrada por la parte del rio, aprovechando la oscuridad de una lluviosa noche, pasó á nado el rio con mil caballos que llevaban á la grupa mil peones; y con el posible silencio y diligencia se apoderaron de aquella parte de la muralla, y degollando las guardias de aquellas puertas abrieron á los mil caballeros, y se facilitó la entrada á gran parte del ejército, que ocupó la ciudad antes de venir el dia el gobernador con cuatrocientos hombres se acogió á un templo, y se fortificaron en él : los vecinos imploraron la clemencia del caudillo Muguciz, y se pusieron bajo la fe y amparo de los árabes. Mandó Mugueiz combatir el templo, y los cristianos se defendieron con obstinado valor hasta que todos perecieron peleando. La ciudad se allanó á la condicion del tributo de sangre, y tomó rehenes á su contento; y dejando sosegada la ciudad, y encargado el gobierno de ella á los mas principales, partió de ella con su ejército á correr los pueblos de la comarca, para mantener en ellos el terror de la invasion y de la victoria. Así los enemigos estaban maravillados del valor y lígereza de las tropas árabes, que à un mismo tiempo estaban en diferentes y apartadas provincias.

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1 Tolaitola, asi desfiguraron los árabes el nombre de Toledo, depravacion de urbs Toletana, que oirian á los cristianos: así como de Astigi hicieron Estija por Ecija; y de Cæsaraugusta Saracusta por Zaragoza ; y de Spali Esbilia por Sevilla.

CAPITULO XII.

De la conquista de Toledo y de sus comarcas.

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Llegó Taric à la ciudad Tolaitola, capital de España, ciudad antigua y fuerte, rodeada del rio Tajo, habiéndole precedido la fama de sus rápidas y continuadas victorias y el espanto de las tristes reliquias del derrotado ejército de su rey Ruderic el temor de los vencidos en Guadalede ponderaba el valor de las tropas árabes, y acrecentaba sobre la verdad su número y el valor y ligereza de su caballería. Los principales señores que habian seguido á su rey en la guerra habian muerto en la batalla, ó andaban errantes y fugitivos; los que habian quedado en la ciudad, con la nueva de la desgracia del ejército y de la direccion de los muslimes, habian huido con sus familias; de suerte que la ciudad tenia muy poca gente de guerra ni de importancia. Aunque la fortaleza del sitio de la ciudad, que es un alto y escarpado monte ceñido de un rio grande, les podia dar confianza y proporcion para defenderse, faltos de ánimo, de inteligencia y práctica de cosas de guerra, á cabo de pocos dias, faltos de provisiones y de esperanza de ser socorridos, vinieron a tratar sus avenencias con Taric, que los recibió con bondad y firmeza. Concertaron su entrega con estas condiciones : que habian de entregar todas las armas y caballos que hubiese en la ciudad : que se pudiesen retirar libres de la ciudad los que no quisiesen quedar en ella, perdiendo sus bienes que los que permaneciesen en ella serian dueños pacifica é inviolablemente de sus casas y posesiones todos sujetos á un moderado tributo gozarian el libre ejercicio de su religion, el uso y conservacion de sus iglesias; pero que no edificarian otras sin licencia del gobierno: que no harian procesiones públicas: que se gobernarian por sus leyes y jueces; pero no impedirian ni castigarian al que se quisiese hacer muslim. Los de la ciudad entregaron armas y rehenes, y entraron algunas tropas y los caudillos árabes en la ciudad.

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Ocupó Taric con su guardia el alcázar del rey, que estaba en una altura sobre el rio : la casa era grande y labrada á maravilla, y en ella halló Taric muchos tesoros y preciosidades. En una apartada estanza del alcázar real encontró veinte y cinco coronas de oro guarnecidas de jacintos y otras piedras preciosas, pues era costumbre que despues de la muerte de cada rey que reinaba en España se colocaba alli su corona, y escribian en ella el nombre de su dueño, su edad, y los años que habia reinado; y veinte y cinco habian sido los reyes godos de España hasta el tiempo de esta conquista.

CAPITULO XIII.

De la conquista de Mérida, y venida de Abdelaziz á España.

Cuando el Wali Muza desembarcó con su ejército en las costas de Algarbe de Andalucía, luego supo que Taric habia continuado la con

quista contra su mandamiento: pesóle de ello y se llenó de saña contra él, y propuso en su corazon perderle se informó del camino que habia llevado, y halló entre los cristianos guias fieles que le enseñaron la tierra, y nunca le estraviaron ni fueron pérfidos. Cuando la providencia te pone en la mano la cuerda de la felicidad, todas las criaturas concurren á hacerte feliz, tus mismos enemigos te ayudan; y si se ofrece alguna dificultad, la fortuna cuida de vencerla y de allanarte el paso. Determinó Muza seguir la conquista por partes donde Taric no hubiese estado, y en seguidas marchas corrió la tierra de Esbilia, y delante de esta ciudad y en su comarca estuvo un mes entregóse la ciudad por avenencia y con las condiciones del Islam, tomó rehenes á su contento, y dejó en ella por gobernador al caudillo Isâ ben Abdila el Towail de Medina, con alguna tropa por la importancia de la poblacion, y asistencia de los muslimes enfermos. Continuó su marcha, y ocupó de paso la ciudad de Carmuna, que aunque fuerte por su sitio y antiguas murallas, se rindió á ejemplo de Esbilia y otras de Andalucía.

Llevaba Muza en su hueste diez y ocho mil caballos con poca gente de peones, que iba dejando en las ciudades, como para reciproca confianza y seguridad de los rehenes que tomaba en ellas, y por tantear el corazon de los naturales. No halló resistencia en ninguna parte; así inflamado su ánimo y descoso de nuevas conquistas le pareció campo estrecho el de Andalucia, y pasó á la Lusitania, que es el Algarbe de España. Se le entregaron al paso las ciudades de Libla, Ossonoba, Myrtilis, Beja y otras, y llegó sin dar batalla alguna à la grande ciudad de Mérida. Cuando vió Muza aquella magnífica ciudad dijo á sus caudillos : Parece que todos los hombres han reunido su arte y poderio para engrandecer esta ciudad: venturoso el que logre rendirla. Envió á la ciudad su intimacion para que se sometiesen á las condiciones acostumbradas; pero los de la ciudad, confiados en sus altos y torreados muros, respondieron con altanería y salieron á impedir que los árabes pusiesen su campo; pero fueron rechazados, y se retiraron á su ciudad.

Viendo Muza que la ciudad era grande y fuerte à maravilla, para combatirla con acierto la rodeó por el contorno de sus muros, y conoció que seria forzoso detenerse en aquella empresa; y para seguir la conquista envió á llamar á su hijo Abdelaziz, para que viniese con mucha diligencia con cuanta gente pudiese allegar, para llevar el terror á todas partes y asegurar la conquista. Entre tanto cada dia daba un recio. combate à la ciudad por diferentes partes, y los de ella salian con mucho valor á pelear con los muslimes; pero se les llevaba y retraia malparados á sus muros, y desde ellos se defendian y hacian harto daño à los cercadores. Habia visto Muza que á cierta distancia de la ciudad estaba una honda cava cortada en peña, y en ella escondió de noche mucha gente de á pié y de á caballo. A la hora del alba, como tenia de costumbre, salió de su campo para combatir los muros, y asimismo los cristianos, que ya estaban acostumbrados á sus rebatos y alboradas,

salieron á estorbar sus combates. Mandó Muza á los muslimes hacer una bien fingida retirada, de suerte que cargando la gente de los cercados se fueron arredrando los muslimes hácia su emboscada. Los cristianos empeñados en la pelea y en seguir á los árabes con la ventaja que creian obra de su esfuerzo, llegaron peleando y maltratando á los muslimes mas adelante de la celada, que estaba al costado de la pelea : de súbito salió aquella gente, y acometió con grande impetu y voceria : los muslimes antes fugitivos hicieron frente á sus contrarios con denodado ánimo, y se trabó una recia pelca que duró muchas horas hasta que los cristianos acabaron despedazados, que muy pocos escaparon de la muerte; pero vendieron muy caras sus vidas. En adelante los de la ciudad no osaron ya salir á pelear con los árabes. Como en un asalto hubiesen ocupado los muslimes una fuerte torre, los cristianos se esforzaron por echarlos de ella, y pelearon con tan bárbaro valor, que no escapó ninguno de los valientes muslimes que entraron en ella; y los árabes la hubieron de perder con gran matanza, y así llamaron despues á aquella torre Borg-Axuhuda, torre de los Mártires.

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Llegó en este tiempo Abdelaziz ben Muza con siete mil caballos africanos, y gran ballesteria de los berberies: como los de la ciudad viesen que el campo de los árabes se acrecentaba con nuevas tropas, y que en la ciudad faltaba gente de guerra y escascaban las provisiones, que esperanza de socorro no habia ninguna, que la gente menuda y la mayor parte del pueblo murmuraba y pedia que se tratase de avenencia, los principales tuvieron su consejo, y acordaron enviar sus mensageros á pedir paz al caudillo Muza. Fueron presentados en su pabellon, y le vieron con su larga y cana barba muy respetable. Hicieron su propuesta, y Muza les ofreció condiciones mas generosas que las que merecia su resistencia: mandóles venir otro dia á la misma hora aquella tarde acordó Muza con los caudillos muslimes las condiciones que se debian dar á los de la ciudad: alheñó Muza aquella noche su barba y la enrojeció, y cuando venido el dia entraron en su presencia los enviados de Mérida apenas creian que fuese el mismo, y se maravillaron mucho de su barba negra que tiraba á roja : propúsoles sus condiciones, y ellos tornando á la ciudad decian á sus gentes : ¿Por ventura peleareis con hombres que rejuvenecen cuando quieren en su vejez? pues sus reyes así lo hacen, y nosotros los hemos visto mozos, despues que los habiamos visto canos viejos: así que salid y conceded cuanto os pidieren si quereis ser salvos. Fueron las condiciones convenidas entre ellos entregar las armas y caballos, los bienes de los fugitivos de ellos á Galicia, los de los muertos en la celada, los de los que se retirasen de la ciudad, las alhajas y riquezas de los templos, los vecinos seguros en sus personas y en sus bienes, y entregar rehenes á contento de los muslimes. Entonces abrieron las puertas de la ciudad, y entró Muza en ella dia de Alfitra en principio de Xawal del año 93 y maravillóse mucho de la grandeza de la ciudad y

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1 Alfitra, la Pascua de salida del Ramazan.

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