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Queda, por consiguiente, fuera de duda que Palacios Rubios fué catedrático de Cánones en la Universidad de Salamanca hasta el año 1491, en que tuvo lugar su promoción a la Chancillería de Valladolid. Lo que no he podido averiguar, ni importa gran cosa, es el año en que obtuvo esta cátedra. Probablemente, fué antes de su ingreso en el Colegio de San Bartolomé, y esto explica la afirmación citada del escritor del siglo XVII Ruiz de Vergara, que acertó en lo principal al decir que Palacios Rubios era catedrático antes de ingresar en aquel Colegio, aunque padeciese el disculpable error de creer que era de Derecho civil y no de Cánones la cátedra, que tenía a su cargo.

Ni debe sorprender a nadie la afirmación de que Palacios Rubios era ya profesor antes de ingresar en el Colegio Mayor de San Bartolomé. Se formaría una equivocada idea de esta famosa institución el que creyese que era una residencia de estudiantes en el estricto sentido de la palabra. La misión principal de esta rica y floreciente Fundación fué dar facilidades para la ampliación de estudios a los hombres de letras, que, después de terminadas las tareas propiamente escolares, quisieran seguir consagrados al trabajo intelectual.

¡Cuántas veces entonces, como ahora, se daba el caso lamentable de que jóvenes brillantes, que habían hecho concebir grandes esperanzas en las aulas, se malograban para la ciencia, porque la escasez de recursos les obligaba al salir de la Universidad a abrazar inmediatamente profesiones lucrativas, poco compatibles con la perseverancia en el estudio! Al remedio de este mal atendía, a la vez que a otros fines, aquella Fundación, y no puede negarse que en este sentido fué de gran provecho. Sus cuantiosas

rentas permitíanle ofrecer a los estudiosos una vida tranquila, que librándoles de la áspera lucha por el pan cotidiano, les consentía consagrarse por entero a la ciencia. Y si a esto se agrega el prestigio que supo ganar desde muy pronto aquella docta Casa, se comprende que llamasen a sus puertas, no sólo bachilleres recién salidos de las aulas, sino también algunos hombres estudiosos, que habían desempeñado ya cátedras y cargos diversos. Las Constituciones autorizan expresamente que los becarios sean catedráticos de la Universidad y tienden a facilitarlo. En cambio, excluyen del ingreso a los jóvenes que no hayan cumplido, por lo menos, veinte años de edad, prueba clara de que se daba la preferencia a los hombres avanzados en el estudio (1).

Fácil sería citar el ejemplo de muchos hombres célebres, que vistieron la beca de San Bartolomé en edad madura. Bastará mencionar algunos casos. El célebre doctor Oropesa, consejero de los Reyes Católicos, ingresó en 1478, después de cumplir los treinta y ocho años de edad. Juan Martínez Silíceo, que llegó a ser arzobispo de Toledo, obtuvo plaza de colegial a los treinta y un años, después de haber sido catedrático en París y cuando lo estaba siendo en Salamanca. Y el famoso pacificador del Perú y obispo de Sigüenza D. Pedro de la Gasca, vistió la beca a los cuarenta de su edad, después de haber ocupado puestos de importancia (2).

(1) Constitutiones Collegii Divi Bartholomaei cum eiusdem Collegii reformatione. Salmanticæ, 1598, pág. 17.

(2) Véase la Historia del Colegio Viejo de San Bartolome de Ruiz de Vergara, continuada por el Marqués de Alventos.

El Colegio Mayor de San Bartolomé había sido fundado en los primeros años del siglo XV por el ilustre salmantino D. Diego de Anaya, obispo que fué de Túy, Orense, Salamanca y Cuenca y más adelante arzobispo de Sevilla. Hizo construir un edificio para este objeto, señaló a la naciente institución cuantiosas rentas, dióle sabias constituciones y él mismo vistió a los primeros colegiales por su propia mano la beca que ostentaban como distintivo (1). Las plazas o becas podían disfrutarse durante ocho años, y eran 15: cinco para teólogos y diez para juristas, correspondiendo su elección a los propios colegiales. Estos elegían también a los dos capellanes de la institución y eran asimismo de carácter electivo los cargos de gobierno dentro del Colegio, incluso el rectorado.

Es cosa verdaderamente digna de admiración y por la que puede apreciarse el acierto con que se procedía en la eleccción de los miembros del Colegio y el elevado espíritu, que a éstos animaba, el que, no pasando de quince los colegiales y de dos los capellanes, saliera de aquella célebre institución tan extraordinario número de ilustres varones, como mencionan sus crónicas. Porque si hemos de creer al Marqués de Alventos, celoso investigador de las

(1) Además, el insigne arzobispo Anaya dejó al Colegio Mayor de San Bartolomé por su heredero universal. «La más preciosa joya de esta herencia-escribe Ruiz de Vergara fué una librería de las mejores y más selectas que se conocían en aquél tiempo en nuestra España, por no haber aún la imprenta facilitado la copia de libros, de que hoy gozamos». Vida del ilustrisimo señor D. Diego de Anaya y Maldonado, pág. 45.

glorias de la ilustre Casa, ésta había dado a España hasta mediados del siglo XVIII un santo canonizado (San Juan de Sahagún), 40 varones excelentes en virtud y santidad, 8 cardenales, 31 arzobispos, 101 obispos, 2 patriarcas, 9 gobernadores del reino, 14 virreyes, 14 presidentes del Consejo de Castilla, 8 presidentes del de Indias, 19 capitanes generales, 21 embajadores, 95 consejeros de Castilla, 43 de Indias, 30 presidentes de las Chancillerías de Valladolid y Granada, y 48 escritores notables (1). Hubo un tiempo en que los más importantes puestos de la nación estaban ocupados a la vez por antiguos colegiales de San Bartolomé, de donde vino la conocida frase: «todo el mundo está lleno de bartolómicos».

Verdad es que, andando los años, el Colegio decayó notablemente de su primer esplendor, y no es menos cierto que la brillante carrera de muchos de sus miembros se debió en no escasa medida al abusivo apoyo que mutuamente se prestaban los ex-colegiales, los cuales supieron mantener entre sí un tacto de codos, sólo superado en nuestros días por ciertas instituciones y familias tentaculares muy conocidas. Pero, descontada la parte que tuvo la intriga en aquéllos encumbramientos, justo será reconocer que muchos de ellos serían debidos al verdadero mérito, sobre todo en la primera y más gloriosa época del Colegio de Anaya.

Distinguióse precisamente este Instituto por la rapidez

(1) Historia del Colegio Viejo de San Bartolomé. Segunda parte, tomo primero (Madrid, 1768). En las páginas 955 a 994 se inserta el «Catálogo de los más señalados y más excelentes hijos que ha tenido el Colegio».

con que supo ganar fama desde sus orígenes. De los 15 colegiales que recibieron la beca de manos del fundador, uno, Juan de Mella, llegó a ser cardenal y otro, llamado Alonso de Paradinas, natural del pueblo de éste nombre en la provincia de Salamanca, fué obispo de Ciudad Rodrigo y fundó en Roma el hospital de Santiago. Poco después honraba la beca del Colegio Viejo el sapientísimo Alonso de Madrigal, el Tostado, y cuando éste salía de la docta Casa entraba en ella en concepto de capellán el insigne bienhechor de Salamanca, al que la Iglesia venera en los altares con el nombre de San Juan de Sahagún.

Se comprende que Palacios Rubios, atraído por la fama de colegio tan insigne, ambicionase como gran honor vestir la beca, que habían honrado tan egregios varones. Su ingreso tuvo lugar el día 27 de enero de 1484, según se leía en los libros de entrada de los colegiales, que pudo todavía consultar en el siglo XVII el varias veces citado Ruiz de Vergara. Sabemos, también, gracias a un curioso documento, quiénes eran los otros 14 colegiales, que disfrutaban las becas al mismo tiempo que Palacios Rubios.

En efecto, en el año 1487 el Colegio de San Bartolomé dió a censo perpetuo al doctor Parra varias casas, hallándose presentes al otorgamiento de la correspondiente escritura los individuos, que en aquel año pertenecían al Colegio, que eran los siguientes: El bachiller Diego de Villamuriel, rector; el licenciado Diego de Villaescusa, el bachiller Alfonso Manso y el bachiller Bernal, consiliarios, y los bachilleres Fernando de Villa, Miguel de Perpiñán, Francisco Malpartida, Juan de Palacios Rubios, Juan Cabrera, Juan de Santo Domingo, Miguel Paredes, Alon

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