Imágenes de páginas
PDF
EPUB

unidad nacional, pero respetando escrupulosamente la vida regional de los diferentes reinos peninsulares. Vigorizaron el Poder supremo, pero sin acumular en él todas las funciones hasta producir la apoplejía en la cabeza y la parálisis en los miembros. Intervinieron personal y eficaz. mente en la gobernación, pero cuidaron solícitamente en todo tiempo de tener a su lado colaboradores inteligentes y experimentados, a quienes dejaron la conveniente amplitud de iniciativas, por lo mismo que estaban dispuestos a exigirles estrecha cuenta del uso y aplicación que de ellas hiciesen.

Nadie se ha esmerado tanto como aquellos Monarcas en la que debe ser principal preocupación de todo jefe de Estado: la elección de personas idóneas para los cargos públicos. «En su hacienda-dice el historiador contemporáneo Galindez de Carvajal-pusieron gran cuidado, como en la elección de personas para cargos principales de go. bierno, justicia, guerra y hacienda, y si alguna elección se erraba (que sucedía pocas veces), al punto lo enmendaban, no dejando crecer el daño, sino remediándolo con presteza; y para estar más prevenidos en las elecciones tenían un libro y en él memoria de los hombres de más habilidad y mérito para los cargos que vacasen, y lo mismo para la provisión de los obispados y dignidades eclesiásticas»> (1).

Y como una de las necesidades de aquel tiempo era dar la batalla a la nobleza, que tan desmandada había andado

(1) Anales breves del reinado de los Reyes Católicos, página 533 de la edición de la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra. Madrid, 1878.

en los reinados precedentes, y reducirla al debido acatamiento del Poder supremo, aunque sin destruirla como fuerza social, los Reyes Católicos procuraron con preferencia elegir sus colaboradores entre los hombres del esta. do llano, enalteciendo y utilizando a las personas más capaces e ilustradas, aunque hubiesen salido de modestas capas sociales. Tuvieron sobre todo gran empeño en rodearse de sabios juristas, cuyos estudios y experiencia podían serles tan útiles para la reorganización política, judicial y administrativa, y para las reformas en la legislación civil.

Un aristocrata de raza y al mismo tiempo cultivadísimo ingenio, el ilustre D. Diego Hurtado de Mendoza, señaló imparcialmente en la segunda mitad del siglo XVI el acierto de los Reyes Católicos por haber utilizado con preferencia los servicios de los letrados. Oigamos sus palabras:

<<Pusieron los Reyes Católicos el gobierno de la justicia y cosas públicas en manos de letrados, gente media entre los grandes y pequeños, sin ofensa de los unos ni de los otros, cuya profesión eran letras legales, comedimiento, secreto, verdad, vida llana y sin corrupción de costumbres; no visitar, no recibir dones, no profesar estrechura de amistades; no vestir ni gastar suntuosamente; blandura y humanidad en su trato; juntarse a horas señaladas para oír causas o para determinallas, y tratar del bien público» (1).

Esta eficaz intervención de los jurisconsultos en las funciones de gobierno durante aquel reinado, y también en los inmediatos, no ha sido todavía suficientemente estudiada

(1) Guerra de Granada hecha por el Rey de España Don Felipe II contra los moriscos de aquel reino, sus rebeldes. Libro primero, pág. 70, de la edición Rivadeneyra. Madrid, 1852.

por los historiadores, ocupados con exceso en el relato de batallas y acontecimientos ruidosos. Pero, ¿quién puede negar que en la perseverante y callada labor de estos hombres de Derecho está en gran parte la explicación de muchos de los éxitos de aquellos años? Ellos fueron a la manera de un Estado Mayor Civil, que auxilió a la Corona valiosamente en la gobernación de sus vastos dominios, la asesoró con sus consejos y la ayudó en sus luchas contra las clases privilegiadas.

¡Lástima grande que algunos de estos juristas, llevados de su gratitud hacia los Reyes e influídos por los principios cesaristas del Derecho romano, tan estudiado entonces, diesen al poder monárquico un alcance y un predominio excesivos! Mas, ni todos los letrados de aquel tiempo fueron aduladores de la Corona, ni faltaron entre ellos algunos muy eminentes, que supieron hablar a los Monarcas con noble entereza y trazar con acierto la doctrina jurídica acerca del origen, naturaleza y límites de la autoridad civil.

Uno de los letrados escogidos por los Reyes Católicos para las principales funciones de la justicia y del gobierno, y precisamente el que disfrutó en aquel tiempo de mayor nombradía y reputación, fué el doctor Palacios Rubios.

Lucio Marineo Sículo, en una elegante carta latina, que le dirigió contestando a otra del ilustre doctor, le llama príncipe de los jurisconsultos (Vale iurisconsultorum facile princeps et siculum deditisimum esse tibi compertum habe) (1). Y si no queremos dar demasiado crédito al

(1) La reproduzco íntegra en uno de los apéndices de este libro, juntamente con la del doctor Palacios Rubios.

humanista siciliano, que fué gran agradador de todos los Segismundos, oigamos el testimonio de otro escritor de aquel tiempo, que pecó precisamente por todo lo contra. rio, es decir, por haber sido siempre agrio, displicente y descontentadizo. Me refiero a Bartolomé de las Casas, que extremó principalmente sus virulencias contra los que intervenian en la gobernación de las Indias. A pesar de ello, el obispo de Chiapa, que reconoce haber sido el doctor Palacios Rubios uno de los que más intervinieron en el gobierno de América, nos lo describe con estas palabras al hablar de su participación en una junta reunida en Burgos en el año 1512 para tratar de asuntos de las Indias: «Fué otro de los que asistieron a dicha junta-el doctor Palacios Rubios, doctísimo en su facultad de jurista, estimado en ella más que todos, y por bueno y buen cristiano también tenido» (1).

Aún es más encomiástico el sabio obispo de Calahorra Bernal Díaz de Lugo, que, hablando del doctor Palacios Rubios, a quien conoció, le llama a boca llena «celebérrimo doctor y astro brillantisimo de nuestra España y de nuestra época» (Celeberrimi doctoris de Palacios Rubios, tempestatis et Hispaniae nostrae iubaris splendidissimi) (2).

Cito estos testimonios, no para enaltecer a mi biografiado, sino para poner de manifiesto que, habiéndole tenido en tanto aprecio sus contemporáneos y habiéndole confiado los Reyes las más altas magistraturas y las más importan

(1) Historia de las Indias, libro III, capítulo VII.

(2) En la dedicatoria al insigne prelado D. Juan Tavera de sus adiciones al libro de Palacios Rubios, De Donationibus inter virum et uxorem.

tes comisiones, hay sobrado motivo para considerar su figura política y literaria como genuina representación de los ideales y tendencias de su época.

No se trata de un pensador solitario, que viviera en oscuro rincón totalmente apartado de la vida pública, sino de un autor muy leído y admirado entonces y que participó activamente en la política de aquellos años.

Cuando la Reina Católica cree necesario, en 1504, enviar a Roma un docto canonista para negociar con la Santa Sede el arreglo amistoso de la gran cuestión del Patronato Real, es Palacios Rubios el elegido para la difícil embajada, y la Reina le encarga la redacción de un informe jurídico sobre el asunto; cuando se siente, cada día con mayor urgencia, aun después de la compilación de Montalvo, la necesidad de introducir reformas en la legislación civil castellana para aclarar los textos vigentes y regular instituciones que carecían de precepto jurídico, se confía a Palacios Rubios, en unión de otros jurisconsultos, este importante trabajo, que lleva en la historia de nuestro Derecho el nombre de Leyes de Toro, por haber sido ultimadas en las Cortes reunidas en esta ciudad en el año 1505; cuando Fernando el Católico, después de conquistada Navarra, ve tachada de injusta aquella adquisición, encomienda a Palacios Rubios que escriba un libro defendiendo la licitud de la afortunada empresa; y, en fin, cuando los descubrimientos geográficos del otro lado del Atlántico y los primeros pasos de la obra colonial plantean cada día nuevos y graves problemas jurídicos, como el del régimen de trabajo de los indígenas, la organización de los nuevos poblados y los muy diversos relativos a la admi nistración de aquellos lejanos países, Palacios Rubios es

« AnteriorContinuar »