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Traidos privadamente de Tezcuco los huesos de D. Fernando, estuvieron por nueve dias con el cadáver de D. Pedro, en la sala de la casa de su estado que es ahora el Montepio, la que se habia enlutado y puesto en ella altares, en los cuales la comunidad de San Francisco cantó vigilias y misas durante todo el novenario. El entierro se hizo el dia 24 de febrero de 1629 y á él asistieron todas las cofradías con sus estandartes, las comunidades religiosas que eran entónces muy numerosas, y el cabildo eclesiástico con el arzobispo, y en este lugar iba el cadáver de D. Pedro en ataud descubierto que cargaban caballeros del hábito de Santiago, por haber sido profeso de él y consejero de órdenes. Seguia luego la caja cerrada, forrada en terciopelo negro, que contenia los huesos de D. Fernando, la que iba en hombros de oidores, y á los lados dos hombres armados de todas armas que llevaban dos guiones ó estandartes, el uno de raso blanco que tenia por un lado bordado de oro un Crucifijo, Nuestra Señora y San Juan Bautista, y por el opuesto, las armas de España; y el otro de terciopelo negro con las armas de la casa tambien bordadas de oro. A continuacion venia la universidad, todos los tribunales, la audiencia y el virey, acompañado de gran número de ca

gar estos por autos del juez privativo, segun estaba entonces establecido para el régimen de la casa, ha hecho que se conserven las noticias curiosí. simas que estos expedientes contie. nen, que dan idea de la magnificen. cia de aquellos tiempos, del lujo con TOM.

que vivia D. Pedro Cortés, con familia numerosa de gentiles hombres y pages como grande de España, y del estado de las artes y de la industria en aquella época, por lo que se publi. carán en el apéndice los mas intere. santes de estos documentos,

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balleros y los individuos de la familia y demas dolientes, y detras seguian un caballo despalmado y enlutado y cuatro capitanes armados, adornados los cascos con plumeros, y las picas en los hombros, con cuatro compañías de infantería con las banderas arrastrando y las cajas cubiertas de paños negros. En la carrera estaban dispuestas cuatro posas: la primera en el Empedradillo; la segunda en la calle de Plateros; la tercera en la Profesa, y la cuarta en la calle de San Francisco. Fué inmenso el concurso á esta funciou, la mas magnífica que desde su fundacion habia visto Mégico.

La solemnidad en la iglesia de San Francisco fué correspondiente á esta pompa. Se habia dispuesto un túmulo sobervio que alumbraban trescientas luces sobre otros tantos candeleros de plata; lujo extraordinario, sobre todo si se atiende á que no habian transcurrido mas que cien años desde la conquista. Trescientos frailes franciscanos, que se reunieron de solo los conventos inmediatos á la capital, asistieron á la vigilia y misa que se cantó, y el cadáver de D. Pedro se depositó en una bóveda al lado del Evangelio, quedando la caja que contenia los huesos de D. Fernando en el presbiterio, entre unas barandillas, bajo un dosel de rico brocado. De allí se pasó á un nicho que se abrió en la pared á espaldas del sagrario, con puerta y enrejado de fierro, donde estaba encerrada en otra urna de madera dorada, con cristales y con la inscripcion; „Ferdinandi Cortes ossa servantur hic famosa;" segun consta de certificacion que se publicará

en el apéndice, y así permaneció hasta el dia 2 de julio de 1794.

El célebre virey conde de Revilla Gigedo, cuya vigilancia se extendia á todo cuanto podia dar lustre á la capital, creyó que era indecoroso que los huesos del fundador de Mégico moderno no tuviesen un sepulcro mas suntuoso, y con este objeto en 14 de septiembre de 1790 dirijió oficio al Baron de Santa Cruz de San Carlos, gobernador que entónces era del estado y marquesado del Valle, en que entre otras cosas, con motivo de la limitacion que este tenia para hacer ciertos desembolsos por cuenta de la casa, le dice:,,Gastos hay que aunque parezcan nuevos, no pueden ménos de aprobarse y celebrarse por el mismo que debe hacer el desembolso: tal seria seguramente el de construir un magnífico sepulcro, cual corresponde al ilustre y esclarecido Hernan Cortés, cuyo nombre solo escusa todo elogio, y cuando sus ilustres sucesores, herederos de su gloria, de sus honores y de sus cuantiosas rentas, no tuvieran con que costearlo, contribuiria con gusto y satisfaccion al efecto todo buen español, y desde luego yo seria el primero que ofreceria mi caudal, persuadido á que este era el mas digno objeto á que se pudiera destinar." Dada cuenta con este oficio á la direccion general de los bienes del Exmo. Sr. duque de Terranova y Monteleone, establecida entónces en Madrid, el Sr. D. Diego María Pignatelli, hermano del Sr. duque, en carta de 22 de octubre de 1791 dispuso se erigiesen en el presbiterio de la iglesia de Jesus dos sepulcros, pa

ra trasladar á ellos los huesos de los señores D. Fernando y D. Pedro Cortés, y al efecto mandó los diseños que formaron los mejores artistas de aquella corte, y como por las noticias que dió el padre guardian de San Francisco no se encontró el cadáver de D. Pedro, con acuerdo del conde de Revilla Gigedo, con quien todo se consultó por la junta de gobierno de la casa, se resolvió hacer solo el sepulcro de D. Fernando, cuya construccion se contrató con el arquitecto D. José del Mazo, por escritura que este otorgó en 30 de abril de 1792, obligándose á ejecutar la obra conforme al diseño que se le presentó, de piedra de jaspe, sincotel ó villería y tecali, por la cantidad de mil quinientos cincuenta y cuatro pesos, á lo que se agregaron mil y quinientos pesos que se pagaron á D. Manuel Tolsa, director de escultura de la academia de San Carlos, por el busto y escudo de armas que hizo de bronce dorado á fuego.

El cuidado del virey no se limitó á esto solo. A propuesta del gobernador del estado, Baron de Santa Cruz, quiso que se solemnizasen las honras que cada año se celebran en la iglesia del hospital de Jesus el dia 2 de diciembre, aniversario de la muerte de D. Fernando, con mayor pompa que hasta entonces y con oracion fúnebre, la que el mismo Baron, que habia sido alumno de San Ildefonso, propuso se encargase á aquel colegio, para que su junta gubernativa designase quien habia de predicarla de entre los individuos del colegio, el cual no solo admitió este encargo, sino que renunció la gratificacion que se ofrecia por la

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Sepulere eryido a D. Fernando Cortes el año de 1794 por orden del Virey Conde de Revilla Gigedo, en el presbiterio al lado del evangelio en la iglesia del hospital de Jesus fundada

por el mismo Cortes

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