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mana; inspirada por el espíritu de justicia que le enseña ia ley de las atracciones proporcionadas á los destinos, y dueña, por fin, del secreto de esa generacion de ideas que arranca del Cosmos para llegar á la perfectibilidad de su sér, emanacion misericordiosa del que únicamente Es, pues que ninguna tradicion afirma ni enseña que haya habido un génesis especial para privilegiadas familias, ni dos distintas generaciones de derechos, claro es que ha de realizar en breve los sueños con que se meció en su infancia, definiendo el bien y el mal con relacion al bienestar individual y colectivo: lo relativo y lo absoluto.

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Lo que la revolucion ha destruido y la reaccion intenta reconstruir.

Generalizando la instruccion hasta el punto de que alcance á todos sin excepcion la primaria y elemental se llegará al bien y se extenderá el derecho á todos los asociados, que no otra cosa son los miembros de toda nacion, porque hoy, menester es decirlo, la ilustracion, por ser privilegiada (y lo será á pesar del espí ritu y del propósito de la ley, mientras sea imposible al pobre adquirirla, miéatras no sea prácticamente obligatoria para todo3), suele conducir al mal, que es la inmoralidad perturbadora de todas las relaciones sociales. Por consecuencia de esa impía doctrina que condena las pasiones del hombre, blasfemando de su autor, y que declara imposible la felicidad universal en la tierra, donde hemos de prepararnos para otra existencia de eterna bienaventuranza por medio de las privaciones y el sufrimiento, el egoismo más torpe y grosero predomina en todas las esferas de la vida, tratando cada cual, en primer lugar los hipócritas propagadores de esa teoría disolvente, de allegar para sí el mayor grado de bienestar posible. Como no es dado al sér organizado para gozar todas las voluptuosidades con que pródiga le brinda la naturaleza renunciar al deseo de su propia dicha, todos aquellos que desesperan de la felicidad solidaria de la especie tienen buen cuidado de asegurarse aisladamente las comodidades y los placeres de este mundo, ó por lo menos de preparar

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se por medio de prácticas devotas su salvacion individual en el otro.

Mucho se ha adelantado en estos últimos tiempos, gracias á la presion moral ejercida por la vehemente y razonada crítica de los socialistas, para encauzar á la civilizacion en las corrientes del derecho, habiéndose conseguido entre otros este inmenso resultado: que sin confesarlo, sin tener acaso conciencia de ello, todas las escuelas políticas, especialmente la radical ó democrática pura, han adoptado la parte crítica de los sistemas socialistas, aceptando el principio de verdadera trascendencia, aquel que debe trasformar por completo la constitucion de las sociedades. Los partidos radicales han patrocinado en efecto el principio de la asociacion, cuya teoría han desenvuelto con asombrosa lucidez Fourier y sus más ilustres discípulos, y de esta manera implícita han tenido que prestar homenaje al espíritu de justicia que por su mediacion ha penetrado en la conciencia íntima de nuestra época, siendo prenda segura y garantía de

progreso.

Desde este momento ha resaltado patente el empirismo de ciertas teorías constitucionales, inventadas en Europa al dia siguiente de una revolucion victoriosa, para dar á todos los ciudadanos garantías de libertad, pero limitada esta, con escarnio del derecho, por reglamentos que con el nombre y carácter de leyes, á propuesta de los Gobiernos, se hacen en las legislaturas ordinarias por las dos Cámaras, la electiva, nombrada por una minoría, dócil por necesidad á las exigencias del poder, que de diversas maneras la cohibe ó halaga, y la hereditaria y vitalicia, compuesta de la alta aristocracia y la nobleza del favoritismo que el monarca crea (1). Nadie considera como una cosa séria la farsa de semejantes instituciones, y no hay hombre honrado á quien no repugne tomar parte en tan indigno juego, siendo notorio para los menos avisados que el poder tradicional lo continúa para desprestigiar el sistema representativo; y que en la

(1) Bien se comprende que se refiere est a crítica al régimen constitucional de los partidos doctrinarios, que imaginaron vincular el derecho electoral en un cuerpo privilegiado, y que fueran su órgano dos Cámaras formadas de la manera que lo estuvieron en España hasta 1868.

imposibilidad de llevar á cabo una reaccion violenta, como la consumada por los reyes de la Santa Alianza en el primer tercio del siglo, dirige, sagaz y pérfido, sus conatos á realizarla paulatinamente, asegurándose la indiferencia con que los desencantados pueblos han de ver la ruina de las prácticas parlamentarias. Porque tal es en el fondo el objeto de los directores de la reaccion, bastante experimentados, si no escarmentados, para no mostrarse contrarios, sino ántes bien adictos al sistema constitucional, á fin de que, alucinados los pueblos con la mágia de las palabras, ni se presten á insurreccionarse en favor de la libertad, pues que el Gobierno la proclama y sostiene, ni se apasionen grandemente por la mayor ó menor participacion que en aquel se les conceda, pues que ningun beneficio real le ha reportado ese régimen.

y

Afortunadamente la instruccion cunde aunque lentamente entre las masas, habiéndose verificado por su virtud un cambio completo en la opinion pública de Europa en el período de treinta años, y aun cuando no lo adviertan los hombres obcecados que ejercen el poder, preparada y hasta se puede creer que madura la revolucion trascendental encomendada por el destino al siglo XIX, en vez de atribuir el pueblo los males que lo afligen la ruina que amenaza á los intereses públicos, al sistema liberal, comprende que dependen del monopolio del derecho y de las viciosas condiciones con que se distribuye cual si fuese ruin y baladí mercancía. Tal y tan grande es el influjo de las máximas liberales; tal y tan grande es el prestigio que en estos últimos años han adquirido los grandes axiomas de derechos constitucional y constituyente que la prensa periódica difunde, que no obstante el reducido número de personas ilustradas que tienen capacidad para apreciarlos ha llegado la hora venturosa en que, los unos por convencimiento, los otros por simpatía, la gran mayoría de ciudadanos, especialmente los que habitan en las grandes poblaciones, son acérrimos partidarios de la libertad y suspiran por su formal establecimiento.

Podrá ocurrir una revolucion como la de 1848 en Francia, como la de 1868 en España; sobrevendrán cambios tan profundos como el del 2 de Diciembre allí y el de 11 de Febrero en nuestra pátria; lucharán unas contra otras las fracciones del

gran partido liberal, ensayándose todas las exageraciones, desde la demagogia hasta la dictadura; se coaligarán en suma todos los elementos monárquicos enemigos de la libertad con los fariseos del catolicismo y las huestes fanáticas que arrastra la Compañía de Jesús para librar desesperada batalla contra los Gobierno más ó ménos revolucionarios y representantes del progreso: el triunfo lo obtiene y lo obtendrá siempre la causa de la revolucion, simbolizada actualmente en la monarquía de Don Alfonso XII, como en 1872 lo estaba en la monarquía democrá– tica de Amadeo I, en 1873 en la República y en 1874 en la dictadura. En Francia se vió obligada la reaccion durante un tiempo á servirse del cesarismo, encarnacion viva de la democracia, para retardar un dia el reinado del derecho. El César, legislador y soldado en nombre del pueblo, y por el sufragio universal imperante, cubre con la púrpura la más alta expresion de la soberanía nacional, y viola la libertad que proclama, como título de su poder, para borrar bajo su dictadura hasta la última huella del privilegio, así en el órden civil y en el político, como en el social propiamente dicho. Todo el mundo presentia que cuando el César muriese no habria en Francia un Augusto que le sucediera, y que el pueblo no toleraría que el Senado ni los pretorianos le cerrasen las puertas del foro. Y en efecto, el César murió como emperador el dia que la fortuna le fué adversa; pero Enrique de Borbon sigue en el destierro.

la

En Portugal y en Italia está la libertad asegurada, y reaccion se agita en las convulsiones de la agonía, no obteniendo fuerza alguna, ni siquiera simpatía, de los que en el ejercicio de la autoridad real no se consideran con otro carácter más que el de jefes del Estado.

En Bélgica se llama rey el presidente de la República: hélo ahí todo.

En la vieja Alemania se arraiga poderosamente el sentimiento de la nacionalidad en la confederacion de pueblos libres, así como en Suiza, constituida conforme á ese principio en república, es admirable la prosperidad.

Austria se ha verificado la revolucion pacífica y sucesivamente rigiéndose el imperio y el reino de Hungría por instituciones libres.

Hasta el autócrata de todas las Rusias se vé obligado á dar ciertas garantías á sus pueblos, cierto aparato de Constitucion, y el anciano rey de Prusia, el emperador Guillermo, no romperá la alianza con el pueblo, que no sabemos si de buena voluntad respeta.

No hay que hacer mencion especial de Inglaterra, donde la opinion pública verdaderamente reina.

El Pontífice romano ha dejado definitivamente de ser rey.

En España mismo, cuando el poder padeció la nostalgia del absolutismo, no encontró ministros bastante osados para restablecerlo, y al siguiente dia de anunciar en la Gaceta un golpe de Estado, en el momento solemne de realizarlo, aterrado ante la actitud severa de la opinion sientió la necesidad de ofrecerle satisfacciones y de ampliar el círculo del país legal.

Veinticuatro horas contó de existencia el ministerio ClonardManresa, que tuvo el conato de acabar con el régimen constitucional, pseudo-liberal y todo como entónces era, y el espíritu público se sobrepuso sin esfuerzo alguno relegándolo al panteon de la historia con el apodo de Ministerio Relámpago. ¿Por qué no vino Don Carlos á Madrid en los dias nefastos de 1873, cuan do Castelar no habia rehecho todavía la autoridad ni el ejército?

Ahora bien, en tal situacion, tan pronunciada la opinion en sentido liberal, ¿cómo evitar el conflicto que la perfidia de una parte y la imprevision de otra han creado? Todos repiten hoy las censuras de los socialistas, si no contra la civilizacion, contra las formas y procedimientos del sistema doctrinerio, ensayo constitucional, por no decir farsa, que convirtió en monopolio la justicia, no reconociendo de hecho en los pobres la libertad, pues que los privó del derecho y los excluyó de la ley, sometiéndolos, á pesar de la ficcion política de la igualdad, al capricho de los poderosos y de los fuertes. Abrumada en su desgracia la plebe con los dictados de insolente, anarquista y facciosa (trazamos la historia de todas las dominaciones conservadora deзde 1835), las voces de razon, derecho y justicia sólo representaron la idea del privilegio que, de hecho, disfrutan pocas personas. La inmensa mayoría, la que con exactitud podemos llamar pueblo, humanidad, sufre en esos períodos de

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