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na, y los diarios de Viena vienen discutiendo con simpatía la probabilidad de una alianza de Italia con Austria y Alemania.

Pero nada de esto pasa inadvertido á los ojos de Rusia, cuyos periódicos recuerdan á los polacos que Austria fué la primera que propuso el reparto de la Polonia; que desde 1872 prohibió el Gobierno austriaco el uso de la lengua polaca, y que el mismo Francisco José en 1849 hizo bombardear á Cracovia y á Lemberg. «Todo esto-dice la Gaceta de Voss -no impide que el >>viaje imperial sea una demostracion contra la Rusia, y que Rusia no pueda >>oponer al Austria una manifestacion parecida.»

Evidentemente es una buena política la de conceder á los polacos, como súbditos de una nacion las libertades y los derechos á que como ciudadanos libres son acreedores. Lo que hay que tener en cuenta, y esto debe meditarlo bien el Gobierno del emperador, y si al despertar el partido polaco del sueño de muerte en que se le tiene podria hacerse sentir, á la vez que en Rusia, en Prusia, y si esta última conservaria con Austria las mismas relaciones que hoy tiene, sabiendo que á la política de esta se habian de atribuir las agitaciones de la parte de Polonia que soporta el yugo de los prusianos.

Sobre la entrevista del baron de Haymerlé y el príncipe de Bismark, en que toda la prensa austriaca y alemana conviene que ha sido importantísima, circulan diferentes versiones; pero la que más exacta parece es la de que entre el ministro de Negocios extranjeros de Austria y el príncipe de Bismark, se ha acordado la conclusion de un tratado de alianza ofensiva y defensiva entre Alemania y Austria. Este hecho tendria suma gravedad, porque evidentemente seria una precaucion tomada por los dos imperios contra la actitud que parecen adoptar Inglaterra y Rusia en los asuntos de Oriente, creyendo llegado el momento de trasformar su inteligencia cordial en una alianza ofensiva y defensiva.

11 Setiembre.

ALBAREDA,

F. CALVO MUÑOZ.

DIRECTORES PROPIETARIOS,

F. DE LEON Y CASTILLO.

MADRID 1880. Establecimiento tipográfico de M. P. Montoya y compania, Caños, .

LOS CINCO PRIMEROS EMPERADORES DE ROMA.

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AUGUSTO.

Bruto, al precipitarse sobre la espada que le presentaba un amigo, como última prueba de su cariño, habia dicho que la virtud no era más que un nombre vano. Si los demás romanos de su época y de las posteriores no lo dijeron, la verdad es que lo pensaban. El mundo romano se habia corrompido por los goces materiales. Las victorias, debidas á la fuerza; las riquezas, adquiridas por medio de muertes, robos é incendios; la inmoralidad triunfante; la virtud pobre y perseguida, habian hecho creer, aun á los más profundos filósofos, que los destinos de los hombres estaban entregados al acaso; habian debilitado en todos las creencias; habian abierto la puerta al escepticismo, habian dado orígen á las dos escuelas que marcan siempre los períodos de decadencia; la escuela epicárea, que pone la felicidad en los goces de los sentidos y en las comodidades materiales de la vida, y la escuela estóica, que despreciándolo todo y no aspirando á nada, acostumbra á sus adeptos á mirar la muerte como un bien, y á contemplar con indiferencia los males propios y ajenos.

Cuando ésta es la situacion moral y social de una nacion, esa 28 Setiembre 1880.-Тoио LXXVI.

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nacion se halla preparada para toda clase de tiranías y condenada á la descomposicion más ó ménos lenta, pero siempre se

gura.

Si alguna vez se detiene su decadencia por un período determinado, no es sino para tomar despues más rápido paso.

Octaviano, despues de la batalla de Accio, quedó dueño absoluto del poder y se hizo decretar tres triunfos: el primero por una victoria alcanzada en Dalmacia; el segundo por la batalla de Accio, y el tercero por la conquista de Egipto y su reduccion á provincia romana. El Senado no se contentó con esta adulacion, sino que decretó además que trocase el nombre de Octaviano por el de César Augusto y tomára el título de Emperador, no como jefe del ejército, sino como señal de autoridad superior á todas. Por último, dió el nombre de Augusto, nombre que dura todavía, al mes que hasta entonces se habia llamado Sextil, por ser anterior á Setiembre. Augusto tuvo además templos con sacerdotes y todas las ceremonias del culto. Los romanos habian admitido en su catálogo de divinidades todas las de los países conquistados; y no hallando todavía bastante poblado el cielo, deificaron á sus héroes, emperadores y á todos aquellos á quienes querian lisonjear.

Augusto fundó su poder sobre las dos bases más á propósito para hacerle despótico: los derechos del pueblo, del cual se decia representante, y que consistian más que en otra cosa en el aniquilamiento de la aristocracia, y las concesiones y liberalidades que otorgó al ejército. No de otra suerte se han fundado tambien otros imperios.

Todos los grandes capitanes habian acostumbrado al ejército á ser el árbitro de la nacion, de tal suerte, que los demagogos, no tanto trataban de halagar las pasiones de la muchedumbre, cuanto de captarse la benevolencia de los soldados, sabiendo que teniendo soldados lo tendrian todo. Estos, por su parte, se incli. naban á aquella causa ó á aquel personaje que más les prometia y más estaba en situacion de cumplir sus promesas. Octaviano, ó sea César Augusto, fué el que más les prometió; y teniendo cuidado de cumplir lo prometido, les dió las tierras que querian en Italia y en las provincias, quitándoselas á sus propietarios; vendió su pa rimonio y hasta pidió prestado á sus amigos para saciar

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la codicia de sus veteranos, sacrificio, por lo demás, pequeño para el que contaba con ser despues dueño de todo.

Roma estaba cansada de disturbios, porque hacia tiempo que ningun ciudadano de nota moria de muerte natural, y todos se hallaban dispuestos á entregarse al tirano que fuese ménos violento y menos cruel, como siempre sucede despues de contínuas y violentas discordias civiles en que diversos partidos contendientes han sido alternativamente vencedores y vencidos, y á su paso por el poder no han dejado más que ruinas y desastres. Las ge. neraciones de entonces no recordaban haber visto más que luchas sangrientas y delitos atroces, y las clases humildes del pue blo estaban satisfechas con los espectáculos gratuitos y las distribuciones de víveres que se hacian á nombre del emperador. Sin embargo, el meticuloso Augusto todavía no se atrevia á tomar el título de soberano, y sólo le aceptó al principio por diez años, si bien tuvo cuidado de que al cabo de este tiempo se le prorogase por otros diez. Durante toda su vida se repitió esta comedia: al cabo de diez año3, Augusto siempre aparentaba estar deseoso de retirarse á la vida privada, y suplicaba de rodillas que se le eximiese de la carga que pesaba con tan abrumadora pesadumbre sobre sus hombros. El Senado, sabiendo á qué atenerse, se manifestaba siempre inflexible, y le obligaba á continuar en el mando; por último, Augusto se resignaba, y el Senado entonces decretaba fiestas y acciones de gracias á los dioses. De este modo reunió César Augusto y dejó á sus sucesores todos los cargos: era cónsul en Roma; pro-cónsul en las provincias, gobernando como tal en todas partes; era príncipe del Senado, ó sea su presidente, y hacía triunfar en él su opinion; era censor, y como tal, podia dar y quitar empleos, ejercer la policía, vigilar las costumbres; era jefe del ejército, y con el nombre de guardia pretoriana estableció lo que ahora llamaríamos guardia real, con doble paga y enteramente adicta á su persona; era pontífice máximo, y como tal, mandaba en la religion y en el órden sacerdotal, restauraba templos, admitia dioses extraños, quemaba libros de profecías, espurgaba los libros sibilinos, etc., y era, por último, tribuno perpétuo de la plebe, lo cual le daba autoridad sobre todo el pueblo, y hacía su persona sagrada é inviolable, siendo reo de lesa majestad el que atentase contra ella.

Y con todo esto, se presentaba en el Senado con coraza y es pada, temiendo siempre la suerte de su tio; redujo á 600 el número de senadores que era de 1.000; mandó que para ser senador fuera necesario poseer un capital de 800.000 sextercios (unos 36.000 duros de nuestra moneda), y poco á poco fué disminuyendo las facultades del Senado, hasta convertirlo en una oficina donde se registraban sus órdenes.

Hecho esto, mandó al jurisconsulto Antistio Labeon que compilase un Código, adaptando las leyes antiguas al sistema nuevo; y como Labeon no aceptase el encargo, se lo encomendó á Anteyo Capiton, el cual lo cumplió á gusto del Emperador, y obteniendo una buena recompensa. Entre otras leyes que tenia este Código, se puso en vigor aquella, en virtud de la cual se podia prescindir de toda formalidad de derecho para perseguir á los reos contra la seguridad del Estado; es decir, á los enemigos políticos, ó mejor dicho á los enemigos de Augusto, porque en Augusto estaba personificado el Estado. Segun las antiguas leyes, los esclavos no debian ser puestos en tormento para hacerles declarar contra sus amos; pero Augusto mandó que, en tales casos, en los delitos de lesa magestad, el Estado tuviera derecho de comprar los esclavos, y una vez comprados, y siendo ya del Estado, se podia admitir su testimonio contra los antiguos

amos.

Aunque Augusto no tenia buenas costumbres, quiso corregir las públicas, y dictó leyes contra el celibato. Segun estas leyes, si el hombre á los veinticinco años y la mujer á los veinte no tenian sucesion, no podian heredar sino la mitad de los bienes que les fuesen legados, quedando la otra mitad para el Tesoro público; no podian ser preferidos los solteros para el cargo de cónsules, en competencia con los que tenian hijos; y en igualdad de circunstancias debian preferirse los que contáran con más numerosa prole de varones. El matrimonio se habia hecho odioso en aquella época de corrupcion, á pesar de la gran facilidad que habia para el divorcio; y sin embargo, al mismo tiempo que Augusto se creia obligado á dictar leyes para favorecer los casamientos, no encontraba doncellas que quisieran consagrarse al culto de Vesta.

Constituyóse, pues, el imperio bajo el régimen del depotis

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