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le ha aconsejado Palas". Entonces el Senado decretó en favor de Palas gracias, honores y 15 millones de sestercios. Palas no quiso aceptarlos, diciendo que se contentaba con su honrada pobreza, y el Senado publicó un edicto para inmortalizar el desinterés de aquel liberto, que á fuerza de rapiñas y crímenes habia reunido ya 300 millones de sestercios. Narciso se habia hecho tambien más rico que el antiguo Creso y que los Reyes de Pérsia; de suerte que un dia, quejándose Cláudio de andar escaso de dinero, le dijo un cortesano: "Lo tendrias en abundancia si fuese; á medias con tus libertos.

De esta manera abandonando el cuidado de los negocios y de los estudios, indiferente á las crueldades cometidas en su nombre se entregó á la glotonería; se atracaba de viandas haciéndoselas servir en inmensos platos; vomitaba en seguida y volvia á hartarse de nuevo, y segun dice Suetonio meditatus est edictum, quo veniam dare flatum crepitumque ventris in cœna emittendi.

Su mujer Mesalina ha pasado á la posteridad como tipo de la disolucion más desenfrenada. No contenta con los diversos amantes que se proporcionaba entre la córte, los libertinos y los actores, todavía, si hemos de creer á Juvenal, á Suetonio y á cuantos escribieron de las costumbres de Roma, frecuentaba todas las noches las casas de disolucion y no se retiraba al palacio imperial hasta que llegaba la hora de cerrar dichas casas. Entonces, dice Juvenal, se volvia á palacio cansada, pero no harta. Llegó su desvergüenza hasta el punto de tomar públicamente otro marido con todas las ceremonias religiosas usadas en aquel tiempo; y para que la burla hecha á Claudio fuera más sangrienta, le hicieron firmar con engaño el contrato matrimonial. Despues que lo habia firmado, supo la verdad por los libertos y las meretrices del séquito de Mesalina, y entonces, para librarse del peligro que le dijeron que corria, se dejó persuadir de que debia ceder su autoridad por un dia á Narciso. Narciso le presentó á lo: soldados, los cuales clamaron venganza y empezaron á ejercerla por cuenta propia y del Emperador, y en aquella confusion de suplicios y de muertes murió la misma Mesalina degollada por órden de uno de sus muchos amantes.

Cuando oyó Claudio que Mesalina habia muerto, no preguntó cómo ni por qué. Solo al dia siguiente, al ponerse á la mesa,

notando su falta, preguntó: ¿Cur domina non venit? ¿Por qué no viene la señora? No se acordaba ya de lo que habia pasado.

Poco despues se casó con Agripina, su sobrina, hija de Germánico, hermana y amante que habia sido de Calígula. La ley consideraba incestuosa ésta union, pero el pueblo y el Senado no sólo declararon que era lícita, sino que el Emperador tenia obligacion estrecha de contraerla. Agripina, como hija de Germánico, era muy querida del pueblo; pero en sus costumbres era peor que Mesalina, porque al desenfreno de ésta unia una desmedida ambicion de mando, un carácter obstinado y violento y una crueldad sin límites.

Claudio habia tenido un hijo llamado Británico, y Agripina tenia otro llamado Domicio Neror. Agripina comenzó representando su papel de emperatriz, sentándose al lado de Claudio en las ceremonias, recibiendo con él á los reyes y embajadores, administrando justicia y decretando castigos contra los hechiceros y los acusados de leзa majestad. Despues desterró á los amigos y parciales de Británico, á quien Claudio trataba de nombrar sucesor: en seguida procuró indisponer al padre con el hijo, y en un momento de debilidad obtuvo que Claudio nombrase sucesor á Neron. Por último, una vez conseguido su intento y hecho por Claudio el testamento en favor de Neron, envenenó á su marido para que no pudiera mudar de parecer. Roma colocó á Claudio entre los dioses cuando supo su muerte y Agripina presentó á Neron á las cohortes, mientras tenia á Británico entretenido en las habitaciones del palacio. Las cohortes saludaron emperador al hijo de Agripina; el Senado confirmó aquel acto y las provincias se sometieron.

NERON.

Agripina se habia lisongeado de poder reinar despóticamente á nombre de su hijo, jóven de diez y siete años; y en efecto, continuó en los primeros momentos haciendo el oficio de emperatriz, asistiendo al Senado detrás de una cortina, respondiendo á embajadores, escribiendo á reyes y mandando cortar algunas cabezas, entre ellas la de Narciso, que se conservaba fiel á Bri

tánico y la de Junio Silano, pro-cónsul de Asia, de quien algu nos habian dicho que era más digno de reinar que Neron.

Este tenia por maestros á Afranio Burro, prefecto del pretorio, y á Aneo Séneca, el uno en el arte militar, y el otro en la filosofía y en la elocuencia; pero se aprovechó poco de sus lecciones. Era una especie de tigre humano, que pronto debia traspasar todos los límites hasta entonces conocidos de la ferocidad.

Neron principió tambien, como todos los emperadores, manifestándose humano, declarando que queria seguir las huellas del divino Augusto, aboliendo varios impuestos, devolviendo parte de su antigua jurisdiccion al Senado, mandando que se defendieran las causas gratuitamente y dispensando á los cuestores de la obligacion de dar costosos espectáculos y extraordinarios combates de gladiadores. El Senado, con este motivo, le mandó levantar estátuas de oro y plata, y Neron dijo: "Esperad á las que haya merecido. Pero pronto desechó todas estas apariencias de humanidad. Empezó por recorrer las tabernas y casas de prostitucion de noche, vestido de esclavo, robando en las tiendas é hiriendo á los transeuntes. A ejemplo del emperador, los jóvenes de las principales familias salian tambien de noche á promover escándalos y alborotos; y cuando el sol se ocultaba, parecia Roma una ciudad tomada por asalto. Cundiendo todavía más el ejemplo, las matronas se colocaban al paso del emperador, disputándose el honor de ser deshonradas por él.

Viendo Agripina que se le escapaba el poder de las manos, y que su hijo no tenia en cuenta ni sus advertencias ni ménos su autoridad, le amenazó con favorecer los derechos de Británico. Neron, irritado, hizo envenenar á Británico y á Palas, amante de su madre. Para esto se valió de una célebre envenenadora de aquella época, llamada por mote Locusta, ó sea la Langosta, que podia haber puesto en su laboratorio las armas imperiales, por que ya en la casa imperial habia ejercitado muchas veces su oficio. Pidió Neron á Locusta, no un veneno lento y secreto como el que habia compuesto para Cláudio, sino activo y fulminante; y, en efecto, se le dió á Británico en un convite, y Británico cayó muerto en el acto bajo la mesa imperial. Neron mandó sepaltarle inmediatamente, despues de barnizarle la cara para que

no se vieran las huellas del veneno; dió á Burro y á Séneca los bienes del difunto; ellos, con toda su moralidad y filosofía, los aceptaron, y Agripina fus expulsada del palacio por pronta providencia.

Comprendiendo Agripina que no solo habia perdido su autoridad, sino que su vida no estaba tampoco muy segura contra las asechanzas de aquella fiera que habia criado en su seno, intentó volver á su gracia por un medio muy propio de su profunda inmoralidad. Aguardó á que su hijo estuviera borracho en una orgía, y entonces se presentó á él del modo más incitante y lascivo. Ya estaba para consumarse el incesto cuando Séneca acudió, y para evitarlo, llevó otra mujer todavía más descarada y más desnuda, y la interpuso entre Neron y su madre. Agripina se retiró llena de ira, y Neron, luego que se hubo serenado, comenzó á meditar sobre el modo de deshacerse de ella. Tres veces intentó envenenarla; pero Agripina estaba prevenida y no pudo conseguirlo. Despues la convidó á los juegos que se celebraban en Bayas y la hizo entrar en un barco, dando órden á los que la conducian para abrirle un barreno á fin de que se sumergiera y muriese ahogada; pero tambien esta vez se salvó porque sabia nadar. Entonces Neron dejó á un lado todo disimulo, y envió unos cuantos asesinos para que la matasen. Agripina les recibió, y les dijo: "Heridme en el vientre que ha llevado á ese mónstruo." El parricida quiso ver desnuda á su madre; alabó sus buenas formas; criticó como artista lo que encontró criticable; hizo que le llevaran de beber, y en presencia de aquel cadáver dijo que sólo entonces empezaba á ser dueño del imperio.

Este delito, que debia causar indignacion y horror en toda Roma, no hizo más que excitar las manifestaciones de servilismo. Burro envió á los oficiales del pretorio para felicitar á Neron; las ciudades de la Campania acudieron á los templos para dar gracias á los dioses por la muerte de Agripina; el Senado le envió tribunos y centuriones para congratularse de verle libre de todo peligro, maldiciendo á Agripina precisamente por el hecho que más compasion hácia ella podia despertar. Cuando Neroa volvió á Roma despues de aquel asesinato, caballeros, tribunos y senadores salieron á porfía á recibirle con una gran multitud de pueblo regocijado, entre la cual pasó hasta el Capito

lio, y allí dió gracias á los dioses. No sabemos aquí qué es lo que más indigna á los corazones rectos, si la ferocidad de Neron ó la infamia de aquella turba de senadores, caballeros y pueblo que le aclamaban por cobardia.

No contentándose Neron con el poder absoluto de que gozaba, aspiraba á la fama de artista, estimándola casi en tanto como el imperio. Queria que le tuviesen por excelente músico, gran cantor y sobresaliente en el dibujo y en la poesía. Hombres expertos en la versificacion daban la última mano á los versos del déspota, los cuales eran recitados en las calles por los charlatanes asalariados del palacio imperial y por los aduladores; y el transeunte que no se detenia ó no prestaba atencion, ó no abria su bolsa á los cantantes, se hacia sospechoso de alta traicion. Se presentaba en público guiando un carro ó saliendo al teatro y fingiendo la voz segun las reglas del arte. En Roma se hizo inscribir en el gremio de los músicos, y ea un concierto, cuando le llegó su turno, cantó acompañándose con la lira que le sostenian los prefectos del pretorio. Creó un cuerpo de 5.000 caballeros, cuerpo que ha llegado hasta nuestros dias, aunque no es tan numeroso en la época presente, ni tan ilustre tampoco. Estaban destinados estos caballeros á aplaudirle cuando cantaba delante del pueblo. Habia, sin embargo, una diferencia entre la claque de aquel tiempo y la de nuestra época, además de la diferencia de cuna, y era que entonces los 5.000 caballeros romanos, flor de la juventud, á quienes se llamaba augustanos, por el oficio que desempeñaban de aplaudir al augusto, tenian maestros que les enseñaban á variar los aplausos segun las circunstancias, ya imitando el susurro de las abejas, ya la lluvia, ya atronando el espacio con sus palmadas, ya lanzando gritos de entusiasmo. Este arte se ha perdido ya casi por completo, y aún se echa de ménos el de elegir los momentos oportunos para el aplauso. A los espectáculos en que tomaba parte Neron, además de la cluque de 5.000 caballeros, debia asistir Burro con una cohorte pretoriana con la obligacion, por supuesto, de unir sus aplausos á los de la claque.

A ejemplo de Neron, los senadores, los personajes más importantes y los descendientes de las familias más ilustres, quisieron ser artistas, músicos, bufones, cocheros, bailarines y gladiado

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