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varona, como dice el Génesis? ¿Por qué nos quereis mutilar, suprimiendo la mitad de nuestro sér? ¡La más preciosa! ¡Cuando se considera!... (Poned aquí todas las consideraciones que se han hecho acerca de la necesidad, de la utilidad y aun de lo augusto y de lo santo de la mujer, así como, por el contrario, todas las acusaciones, todos los dicterios, todas las calumnias con que los pobres, los feos y los viejos, es decir, los que ellas no han podido querer, las han abrumado; esto sería una repeticion más de lugares comunes que vienen repitiéndose por poetas y filósofos desde los más remotos y oscuros tiempos, yo creo que desde Adan, á quien debió sentar muy mal la inconduite de su mujer, y echarla, sin embargo, muy de ménos cuando se fué con el diablo; dejémonos, pues, de declamaciones, salgámonos del camino trillado, digamos, si podemos, algo que tenga alguna novedad, y terminemos, además, este paréntesis, que es ya muy largo.)

II

Prescindamos, y es mucho prescindir, del amor que encanta, que idealiza la vida afanosa en un paraíso de venturas soñadas, y que, sin embargo, son realidades para el hombre en los momentos de la intoxicacion: prescindamos de la novela y del drama y del idilio y del madrigal y de todo género de grata poesía, y áun de la aristofánica y mordiente comedia, y del jugueton epígrama y la maligna sátira, que no tendrian razon de sér, que no serían, si los hombres no se fascinasen por la mujer, no se deborasen recíprocamente por ella, no tuviesen en ella el estímulo de todas las bellas y de todas las grandes virtudes, y la tentacion de todos los más repugnantes vicios, la causa de todo lo sublime y supremo, y de lo horrible y miserable que tiene lugar en este bajo mundo, que, sin duda, por castigo habitamos: prescindamos de esa santa que continúa en el tiempo y que salva á la humanidad constantemente por medio de sus hijos, que representa el sentimiento, la educacion, la civilizacion, el progreso, y de esa loca que rompe todas las conveniencias, todos los respetos, que vive en el espacio sin límites de todas las libertades, que sanciona el escándalo, que lleva en un carro triunfal la desvergüenza como si fuera augusta, y que reconstruye con un beso las mu

rallas de su pátria, derruidas por la barbarie: los dos arcángeles, los dos extremos de un anillo roto que se tocan y no se confunden: la luz y la sombra, la vida y la muerte; un universo, la epopeya de la humanidad, la razon de toda vida, de todo placer y de todo dolor.

III

No digamos que sin la mujer no habria para que ir á ninguna parte; que San Sebastian, Biarritz, todas las playas, todas las aguas, que hoy son una tentacion veraniega para todos los que tienen ó pueden agenciarse dinero para un viaje, no tendrian encanto alguno ni serian concurridos mas que por repugnantes valetudinarios embetés (no hay correspondencia castellana ni aun atreviéndose á decir embestiados, lo cual sería una novedad inútil); no digamos tampoco que las fuentes de la Granja correrian con desgano y como llorando, si no pudiesen copiar en sus cristales encantadoras y mareantes miradas, sonrisas capaces de hacer olvidar las penas del infierno, gargantas, senos y talles que congestionan; piés que no dejan huella sobre la arena más fina; manos que arrancan suspiros abrasados de los fondos más profundos de las almas masculinas; cabellos que parecen hechos para enredar voluntades y aprisionarlas con más fuerza que la cadena del ancla esperanza de una blindada; un conjunto, en fin, he, cho ad hoc para marear al hombre, para darle el ópio; es decir, el calmante de dolores adjuntos á la razon de la vida, á su economía, á su manera de ser, segun que el hombre, por el decreto misterioso de una actividad prepotente, de una virtualidad inexplicable está hecho: indudablemente la mujer es el principio más poderoso, y de todo punto determinante, de este conjunto, concreto en la práctica, metafísico en el sentimiento, que se llama, humanidad.

IV

¡Oh, maldita filosofía! ¡Tú vienes sin que te llamen, te apoderas de todo: traes contigo la niebla: los seres que abortas, que dejas ver indeterminados, son monstruosos! ¡La humanidad es un

Ateneo, un laberinto en que las escuelas se cruzan y se enmarañan, en que la verdad invocada y evocada por todos no aparece jamás, sino en relámpagos fugaces que se apagan en el mismo punto que se inflaman, y que á su luz han dejado ver de una manera vaga monstruosidades incomprensibles y pavorosas! ¡Oh, falaz idealidad que pretendes realizar tus aspiraciones sin comprenderlas, y vagas entre la sombra al borde resbaladizo de los torrentes que se hunden con fragor en la eternidad desconocida!

V

Nos vamos poniendo sérios y esto no conviene: il fau l'eclat de rire. Riámonos, pues, y tratemos á la humanidad, como ella merece ser tratada: sin pizca de respeto, como ella trata las cosas: cuando inventa se pavonea y dice con una necedad que merece una paliza: yo lo sé todo, yo lo conozco todo, yo soy Dios; porque no comprende que sin los términos de relacion en que ella misma está comprendida y que ella no ha creado, no podria llegar jamás á una demostracion en lo práctico, limitado, limitadísimo, contenido en la estrecha y nebulosa atmósfera de la actividad humana: pero de lo infinito desconocido viene, y á lo infinito desconocido vá, pasando por un punto contingente, tangible al parecer, y relativamente aplicable: una virtualidad que el hombre siente sin comprenderla, que es su esencia constitutiva, la actividad necesaria, suprema, prolífica, eterna de una ley que es una sola, inmutable, de cuyo sentimiento de cuya sustancia, de cuya influencia, nacen todas las locuras del ambicioso é inquieto y desacordado sentimiento humano.

VI

¿Pero dónde estamos? Nos hemos perdido: necesariamente: esto sobreviene en cuanto la filosofía, que todo lo enturbia, que todo lo indetermina, que todo lo embrolla, aparece: es necesario volverse atrás: dejar la selva intrincada y sombría, y salir al espacio ancho, más ancho posible, donde, por lo menos, haya un am

biente tibio y perfumado, arroyos que murmuren, casitas blan cas entre ramilletes de árboles, esmaltes de verdura, murmullo hode arroyos, fragancia de flores, nubes sonrosadas y vaporosas, rizonies azules: la sombra es la imágen del espacio inmóvil y frio y tenebroso, donde espanta el creer pueden flotar nuestros espíritus: la ausencia de la luz, y por consecuencia del calórico, presuponen la proximidad del no ser incomprensible. ¡Y vuelta á la filosofía! ¡esto es un contagio horrible! ¿No hay quien nos socorra? ¡Los mismos gobiernos, todos los partidos políticos habidos y por haber están intoxicados! ¡No se les ocurre, no se les puede ocurrir lo que se le ocurrió á Cervantes: quemar los libros que les vuelven el seso á los hombres, para que la humanidad no tenga necias tentaciones de andarse por espacios desconocidos, cuya realidad no existe más que en la razon de la locura.

VII

¡Confeccionar al hombre en laboratorio! ¡ crearle sin familia! ¡eliminar la mujer! ¡Hacer que la humanidad científica laborante, apoderada del principio de vida, promulgue contra la mujer de una manera absoluta la Ley sálica! ¡Excluirla de la vida para evitar debilidades peligrosas, enervaciones sociales, miserias repugnantes! ¡Asumir el hombre en sí toda la soberanía, esto es, toda la actividad, todo el poder, todo lo trascendente, todo lo determinante, todo lo sério, todo lo sábio, todo lo que se debe sentir, y no más que lo que se debe sentir por ante la razon absoluta y preponente, única creencia, única causa, Dios en una palabra! Destruir todo lo que pueda, ni aun en la más leve manera coartar la soberania autonómica de este gran sér, señor del universo que se llama hombre! ¡Salir con todos estos dislates para enunciar un absurdo! ¡Bah! ¡bah! ¡esto es una olla de grillos! ¡no hay escape! ¡ni aún se puede respirar! Señor articulista, usted está loco, y de tal manera que no comprende cuánto es su atrevimiento en pretender le lean personas sensatas.

VIII

A los que indudablemente dirán esto, les digo yo, poniéndome sério y empinándome, y con la voz más grave y más campanuda que me es posible;

-¡Oh vulgo, que no conoces el sentido figurado! ¡que para que sientas las cosas, y aun así erróneamente, es necesario que te rompas contra ellas las narices! ¡Yo dudaba un tanto, y me valía de la figura, creyendo erróneamente que se me comprenderías!

-¿Qué es el hombre?

La inteligencia, la idealidad, el alma.

-¿Qué es la filosofía?

La ciencia de la idealidad aplicada á la actividad, á la vida. -¿No es la filosofía un laboratorio inmenso en cuyas gigantescas retortas se filtra contínuamente el entendimiento, el sentimiento, esto es, la actividad consciente, y se le convierte en un producto concentrado, y vuelve á filtrársele hasta hacerle de tal manera sútil que se evapora al ponerse en contacto en la atmósfera?

Indudablemente.

-¿Cuál es el objetivo de esta filosofía inapreciable que fabrica en su laboratorio al hombre moral, esto es, al hombre sentimiento, al hombre conciencia?

La realizacion de lo absoluto; es decir, la tendencia tenaz, insensata, de desvanecer todas las nieblas, de allanar todos los obstáculos, de dominarlo todo, de igualarlo todo, de nivelarlo todo, de borrar el más y el ménos en un casuismo sútil, en una especie de teología social, que busca las afirmaciones por medio de negaciones, y la constitucion del derecho de cada uno en la negacion de los derechos de todos. La igualdad absoluta, la nivelacion perfecta: ni hombre ni mujer: sér humano: fuera la familia, por estension, por dilatacion de la familia: la familia es la humanidad: la pátria, irradiacion de la familia concreta, eliminada la familii no existe; el amor no es las nupcias, la convencion de dos seres humanos de distinto sexo, que se unen de por vida para continuarse en la prole: no; el amor es una necesidad física: no hay madres; no, lo que se llama maternidad no es más que una funcion física: cada sér es un universo que tiene sus leyes propias, sus relaciones en sí mismo y dentro de sí mismo, con una absoluta independencia dentro de una absoluta libertad, de una absoluta autonomía: esto encarna la solucion de todos los grandes problemas.

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