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No quiero decirte que te adoro, eso no revelaria la verdad de lo que siento; pero, ¡cómo decirlo!... No hay frases en el lenguaje humano... ¿Dónde hallar la palabra nueva que expresa el sentimiento nuevo? Lo que sé es que no sueño; el sentimiento es un hecho: el amor es para mí una revelacion: la duda, la horrible duda de todo, va huyendo ante la fe, y sobre las sombras confusas de mis decepciones, tu recuerdo esparce la pálida luz de la esperanza.

¡Si ella existe, si su belleza, su bondad, su sentimiento delicado y puro, su fe y su amor son una verdad, ¿por qué no he de creer que la verdad es algo que se nos muestra en la vida como reflejo de Dios?

Hé ahí lo que me digo á cada instante.

Y cómo dudar de la verdad ante mi amor!...

Yo te amo, Clara, sobre todo, ántes que á mí mismo; siento tu alma en la mia inundándola de ventura.

Te aseguro que á medida que te voy conociendo, mi amor cambia, convirtiéndose en veneracion el sentimiento que me inspiras....

¡Qué importa el porvenir si yo he vivido ya algunos momen tos de felicidad!...

¿Y tú, Clara?...

¡Oh! ¡Qué profanacion encierra esta pregunta! Mi sentimiento como el tuyo se adivina, no se explica!

¡No sé por qué llevo mi afan hasta quererte explicar lo que siento, cuando estoy seguro de que tú lo comprendes, de que vás más allá que yo..... perdóname: yo me entrego á tí; tú me quieres, luz bendita mia; tú no me abandonarás nunca!...

¡Qué dolor y qué placer á un tiempo; qué inmensidad y qué abismo! ¡Qué desesperacion y qué esperanzas! ¡Qué explosiones del sentimiento y qué desfallecimientos!... ¡Qué vida y qué muerte! ¡Qué dicha, arraigando entre mis dolores, y qué luz des garrando en girones las sombras de mi cerebro!....

¡Cómo me has alejado de todos, diosa mia, esperanza de mi alma, y cómo engrandeces mi espíritu!...

Me has rejuvenecido al hacerme sentir emanaciones que lle nan mi vida, que la subliman, que la embellecen.

Tú lo sabes, porque tú eres mi alma.

Adios, mi arcángel....

Tu

Nicolás."

PATROCINIO DE BIEDMA.

(Se continuará.)

LA CONVENCION EUROPEA Y MARRUECOS.

(CONTINUACION.)

Grande fué el ahinco con que las oposiciones del Congreso de los diputados censuraron al Gobierno por el poco éxito de la campaña: en tan importante discusion, hablaron elocuentemente los oradores más notables de las minorías; Rivero, Sagasta y Gonzalez Brabo dirigieron graves cargos al Ministerio y en todos sus notables discursos campea el espíritu altivo que nos es característico. El argumento capital de aquellos oradores, estriba en la grave ofensa inferida á la dignidad nacional, al interponer Inglaterra su veto á nuevas conquistas en Africa; además, el resultado de la campaña parecia mezquino á aquellos oradores, y la indemnizacion de 20 millones de duros parecíales pequeña recompensa de nuestros sacrificios, y mezquino precio de la sangre derramada por nuestros valientes soldados. El Gobierno contestó disculpando su conducta, y Posada Herrera, entonces ministro de la Gobernacion, atribuyó la culpa de todo al partido carlista, que á pesar del entusiasmo que España sentía por la guerra de Marruecos, habia osado lanzar el grito de rebelion y enarbolar la bandera de la guerra civil en San Carlos de la Rápita.

Contestó el general O'Donnell á los cargos que le dirigieron,

y resumió el debate, en un notable discurso, el ministro de Estado, Calderon Collantes (D. Saturnino). Despues de historiar brevemente nuestra política en Marruecos, que tantas mutaciones ha sufrido, desde el más ardiente patriotismo que llevó nuestros ejércitos al Africa, hasta el más punible desden que inspiró el proyecto de venta de aquellos presidios. Detúvose el ministro mucho más espacio en contestar á los razonamientos que oponian al término de la guerra y sus resultados. Reconocia el derecho que tenia Inglaterra á pedir explicaciones respecto á nues tros propósitos en Marruecos, afirmando "que no se puede negar á ningun Gobierno, no puede negársele, el derecho de pedir explicaciones sobre las empresas que un Gobierno extranjero intente acometer, si considera que pueden afectar su honor, sus intereses, sus derechos. Y sentado este principio de derecho internacional, deducia el ministro español que Inglaterra tenia un perfecto derecho á pedirnos explicaciones, y que España habia obrado dignamente al manifestar que no le llevaba al Africa la ambicion de conquistas, y sólo le impulsaba á la guerra el deseo de vengar sus insoportables injurias, pedir seguridades para sus plazas, y recobrar sobre el imperio marroquí el ascendiente que le dan los adelantos y la superioridad de su civilizacion, la extension de su territorio, su poblacion y todos los medios de que dispone.

Para vigorizar más su argumentacion, buscaba Calderon CoIlantes análogos casos en los anales de la diplomacia, y mencionaba el que habia ocurrido cuando el Gobierno francés se aprestaba para la guerra de Argel: la cita de este hecho histórico, parece demuestra el plan diplomático que tenía en las mientes el Gobierno español; plan que no fué seguido ni al principio ni al final de la campaña, pues antes de ir el ejército, nos comprometimos á no retener en nuestro poder ningun territorio conquistado, y terminada la guerra tampoco supimos hacer uso de ese maquiavelismo que, sin duda, admiraba el ministro español, y que, en pocas palabras, significa que se puede muy bien y holgadamente decir que se va á hacer una cosa y concluir por hacer

otra.

Este es el pensamiento del ministro en estas negociaciones; pero que fué estéril, pues no supimos ser activos para dar expli

TOMO LXXVI.

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caciones, ni tuvimos astucia para eludir el cumplimie ato de lo prometido (1).

Despues de relatar al Congreso los incidentes de las contestaciones con Marruecos, pintaba con negros colores las complicaciones que hubieran sobrevenido si nos hubiéramos presentado en actitud soberbia, y hasta llega á temer que la república norte-americana, que proclamó siempre la libertad de los mares, pudiera unirse á Inglaterra para impedir que ocupásemos una posicion que nos diese superioridad sobre el Estrecho. Terminados los debates sobre la campaña de Africa, ajustados los tratados de paz y de comercio, que mencionaremos luego, volvia á caer en el olvido la política de España en Marruecos. Las luchas políticas, y el tener nuestros estadistas nuevos ideales de engrandecimiento pátrio, inspirados por un platonismo de union

(1) Decia el ministro de Estado en esta parte de su discurso: < Desde el momento que se hicieron los primeros preparativos (para la guerra de Argel), no tan rápidos por cierto como los que se han hecho en España para la expedicion de Africa, el Gobierno inglés interpuso sus reclamaciones ¿A dónde vais, preguntaba al Gobierno francés? ¿Vais á conquistar á Argel? ¿Os desprendereis de él despues de haberlo ocupado? Y lord Aberdeen, en una, nota escrita, en tono imperativo, reclamaba del Gobierno francés la seguridad de que no ocuparia perpétuamente á Argel. ¡Cosa singular, señores! Todos los accidentes que ocurrieron en aquel negocio, todas las notas que se pasaron entre los dos Gobiernos, todos los descos é indicaciones que en ellas se consiguaron, han sido reproducidos con moderación, y sin embargo, contestadas con más reserva, en la correspondencia que está sobre la mesa Lord Stuard de Rothesay, ministro de S. M. Británica en París, se presentó al príncipe de Polignac con una nota de lord Aberdeen, y tan fuerte, tan ofensiva la encontró el presidente de aquel Gabinete, que despues de haberla leido la puso sobre la mesa, y pasó á hablar de una materia completamente extraña.

Lord Stuard siguió la conversacion por cortesía; pero cuando creyó que habia satisfecho el deber de cumplir con esta, preguntó al príncipe de Polignac: y qué contestaré á lord Aberdeen, y el príncipe, conservando la nota, respondió: decid á lord Aberdeen que no la he leido; pero la nota quedaba en su poder y fué despues contestada; decia despues el ministro Calderon: «Contestó que la empresa de Argel era una empresa de sociabilidad cristiana, que tenia por objeto evitar la piratería, y que no encerraba espíritu alguno de conquista; y el Gobierno inglés aceptó estas explicaciones y la expedicion se verificó. Como es sabido, la ocupacion de Argel fué un hecho consumado.

Todo este relato tenia por objeto disculpar la conducta del Gobierno español, refiriendo lo hecho por el francés en un caso análogo; pero lo cierto es, que éste consiguió su objeto conquistando á Argel, y nosotros no conquistamos más que nuevos laureles para nuestros soldados, y que el nombre de España mereciese más consideracion y respeto.

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