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-Dejadnos salir, caballero,-murmuró la anciana,-vamos á morir aquí abrasadas.

-Idos en buen hora; pero Luisa me pertenece...

Un gemido pareció contestar á estas palabras. Unos pasos torpes é inseguros y otros ligeros, resonaronjunto á Nicolás, que parecia delirante, bruscamente renovados por la presencia de Luisa todos sus dolores.

De pronto un vivo reflejo iluminó el patio.

El fuego se habia comunicado á la casa, y un muro de llamas impedia la salida.

Las dos mujeres retrocedieron gritando, y la negra se levantó trémula de espanto del pavimento en que estaba arrodillada. -Por allí,—dijo señalando otra salida.

Se lanzó con viveza, seguida de la anciana y la niña; pero Nicolás las alcanzó, asió con fuerza un brazo que ya desaparecia, y levantando en alto aquel cuerpo, atravesó con él sereno é imponente por entre las llamas; salió á la calle con los cabellos abrasados y las ropas candentes, montó á caballo con la mujer desmayada, y abandonando el pueblo á galope tendido, se internó en el bosque de nuevo.

Tan rápido fué todo esto, que él mismo no hubiera podido explicarlo.

Cuando se detuvo y bajó del caballo con la mujer robada, un grito de asombro se escapó de su pecho: en vez de arrebatar á la negra, habia llevado consigo á la niña.

Trémulo, asustado, dudando de su vista y de su razon, movió bruscamente un brazo de la pobre criatura desvanecida.

El fresco rocío de la noche que empapaba su frente, y el movimiento nervioso que sintió al agitar Solís violentamente su brazo, la hicieron abrir los ojos con asombro.

Al ver á Nicolás, hizo un movimiento como si quisiera huir, se incorporó y abrió los lábios para dar un grito, pero no pudo. Hizo un esfuerzo, y murmuró:

-¡Madre!...

-¡Maldicion!-gritó Nicolás,-¡no es Luisa!...

La niña, que se habia puesto en pié unió las manos con tierno ademan de súplica, y dijo:

-¡Llevadme con mi madre!...

-¿Y quién es tu madre, ni qué me importas tú?

-Mi madre es el ama de Luisa, yo soy Teodosia..... ¿por qué me ha traido Vd. aquí?...

-¡Qué sé yo! ¡La casualidad ó el destino son crueles para mî!... Dime, niña,—dijo de repente,-¿hace mucho que Luisa es

de tu madre?

-Luisa es libre, señor, pero nos sirve voluntariamente.
-¿Hace mucho tiempo?

-Mucho: yo no sé cuánto,—dijo sencillamente Teodosia, que en el albor de la vida no sabia contar los dias.

-¿Y no le has oido nunca hablar de sus antiguos amos?...

¡Oh, no!... Espere Vd..... sí, algunas veces suspiraba mirándome, y decia que yo le recordaba á otra niña.

Nicolás miró con ansia á Teodosia. y buscó para tener más luz, un claro del bosque.

La luna brillaba ya en oriente, y sus rayos como flechas de oro cruzaban por entre las hojas de los árboles.

Su dulce reflejo, al caer sobre la frente casta y pura de la niña, iluminando sus cabellos rubios y su delicada palidez, parecia envolverla en un nimbo de luz etérea, y prestaba á su belleza suave una apariencia celestial.

¡Clara!...-murmuró Nicolás cayendo de rodillas,—¡Clara mia, eres tú!...

Y como si estuviera sonámbulo, como si la locura invadiera su cerebro, besaba las manos y las ropas de la hermosa niña que le miraba con asombro.

-Yo no soy Clara,—dijo tímidamente,―yo soy Teodosia. -¡Ah, es verdad! tú no eres Clara,-dijo Nicolás poniéndose de pié con amargura,-tú no eres mi hija, ¿qué me importa, pues?

-Yo no tengo padre... ni madre...-murmuró Teodosia con la confianza de los niños;-33a señora con quien yo estoy, es mi abuela; yo quiero ir con ella, ¡lléveme Vds., por Dios!

-¡Imposible!... La villa está ardiendo; habrán llegado tropas, te matarian acaso si fueses sola.

-Yo quiero ir con mi madre...

-¡Oh, no puede ser!... Más, mucho más que á tí tu madre, me importa á mí busquen á Luisa, y he de esperar á mañana.....

La niña rompió á llorar.

El llanto, como la risa de los niños, se parece siempre. Nicolás, preocupado ya hasta el delirio, creyó oir llorar á su hija: se inclinó sobre ella y la besó en la frente.

-No llores,-la dijo acariciando su cabeza;-no tengas miedo, yo te llevaré con tu madre.

-¿Ahora?

-Tan pronto como sea posible; ahora voy á llevarte á dondu cuiden de tí, y nada te sucederá.

Montó á caballo, colocó cerca de sí á la niña, que apoyó se cabeza sobre su pecho, y cediendo al cansancio, se durmió sobre aquel lecho movible, como se duerme el ave sobre la rama que agita el viento.

Tendria unos doce años, pero el prematuro desarrollo de la mujer bajo el ardiente clima americano, daba á sus formas de adolescente la belleza perfecta de la vírgen, perfumada con la gracia casta y suave de la infancia.

Sus cabellos rubios eran finos y abundantes, su cútis fresco y aterciopelado, tenia esa matíz especial que imprime el sol ardoroso de los trópicos; sus ojos negros, grandes y brillantes, parecian iluminar su rostro.

Nicolás se detuvo á tomar aliento, y miró á la niña.

Un extremecimiento nervioso sacudió su cuerpo, y una vaga sensacion precipitó el curso de su sangre.

Dormida, con los ojos cerrados y la pequeña boca sin sonrisa, se parecia aún más á la desgraciada hija de Solís.

—Sí,—dijo éste deteniéndose,-se parece á ella, tiene su edad; como ella, es pura y hermosa; como ella, se duerme en mis bra

ZOS.....

¡Pobre niña!... ¿Por qué maldito azar me encuentro dueño de tu vida?... ¡Ah!... ¡no, no!... Vuelve con tu madre... ¡Yo te haria infinitamente desgraciada!... Sobre todo lo que yo amo pesa una maldicion, y mi amor seria tu muerte... ¡Clara!...pensó mirando de nuevo á Teodosia.-¡qué dirias si me vieras con una mujer en los brazos!.., ¡Quién sabe si Clara me ama, y sólo el amor siente celos!...

(Se continuará.)

PATROCINIO DE BIEDMA.

CRÓNICA POLÍTICA.

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INTERIOR.

No es fácil resumir en un artículo todos los acontecimientos políticos ocurridos en la última quincena; pero empezaremos haciendo un breve sumario de los más culminantes, para examinarlos despues, en detalle, á fin de que los lectores de la REVISTA DE ESPAÑA puedan, más cómodamente, apreciarlos.

Son, pues, los puntos que vamos á tratar: Aniversario de la Revolucion de Setiembre.-Incidencias de la cuestion del Principado de Astúrias.--Circular del ministro de la Gobernacion á los gobernadores, definiendo el carácter político y administrativo de los alcaldes.-Otra á los gobernadores de Alava, Vizcaya y Guipúzcoa, dándoles instrucciones para vigilar las predicaciones de los eclesiásticos, en dialecto vascuence.-Otra del fiscal del Tribunal Supremo de Justicia á los fiscales de las Audiencias, para que estos y los Promotores fiscales de los Juzgados promuevan procesos por los delitos de imprenta.-Discurso del Sr. Castelar en Alcira.-Carácter político de la situa

cion.

I Seis años, próximamente, llevamos de restauracion y en ninguno de los anteriores ha sido el Gobierno tan meticuloso ni tan intolerante que se haya alarmado de que los periódicos liberales y demócratas conmemorasen, el dia 29 de Setiembre, un acontecimiento nacional que, en opinion de los partidos que lo promovieron, y á decir mejor, en opinion de la inmensa ma yoría de los españoles, trajo grandes progresos y grandes bienes al país; pero la política conservadora va acentuándose de tal modo, que lo que otros años ha visto como natural é inofensivo, juzga en éste como extraordinario y peligroso, llevando su exageracion hasta el extremo de que el fiscal de Imprenta ha denunciado un artículo del periódico constitucional La Mañana, titulado <1868,» que hace dos años se publicó en el mismo diario, sin que nada le ocurriese.

Este solo dato basta para probar que no es la prensa liberal la que ha extremado su oposicion al Gobierno, sino éste el que exagera su política, has

ta el punto de haberse lanzado, resueltamente, por el camino del autoritarismo y de la reaccion.

Es loco empeño el no confesar que la revolucion de Setiembre ha mejorado considerablemente la educacion política, científica y literaria de la España contemporánea, produciendo, como ántes hemos dicho, grandes progresos y grandes bienes. Ha producido bienes, al arrancar de nuestras leyes, de nuestras tradiciones, de nuestros viejos organismos y hasta de nuestras entrañas apasionadas, la intolerancia religiosa, no solo por el hecho de permitir la profesion y el culto, más ó ménos público, de toda religion positiva, sino por el hecho más grande y más trascendental de haber emancipado á la autoridad láica, al Estado y al Gobierno, en el libro y en el periódico, en la cátedra y en la escuela, en el registro civil y en el hogar, de la tutela é intervencion de un poder absoluto é intransigente que nos incomunicaba con el mundo civilizado y nos hacia refractarios á todos los grandes progresos de los tiempos. Ha producido bienes, al destruir, de un solo golpe, las dos nociones igualmente falsas que de la libertad teníamos en los primeros años de este siglo: la nocion clásica, la nocion greco-romana de Rousseau y de los demagogos del 93, que hacian consistir la libertad en la participacion del poder y en el ejercicio de la soberanía, y la nocion feudal, la nocion inglesa, la nocion de Montesquieu y de los doctrinarios, que la hacian'depender de la division de los poderes públicos; y al destruir ambas nociones, así en la conciencia como en el Estado, así en la region de las ideas como en el revuelto mundo de las realidades sociales, dió á la libertad su verdadera base, su natural asiento, su legítima esfera, en los derechos de la personalidad humana. Ha producido bienes, al ensanchar las fronteras de la ciencia, las órbitas del debate, las esferas de la actividad individual; al proclamar, en una palabra, las libertades necesarias para que un pueblo sea y pueda llamarse verdaderamente libre, lo mismo bajo las monarquías que bajo las repúblicas: la libertad individual,— la libertad de reunion,―la libertad electoral,-la libertad de la tribuna y la libertad de imprenta, las cuales, en su conjunto y en su armonía, forman el gran sustantivo de la política moderna, del principio general del self-govern-· ment; porque todo lo demás, las instituciones que nos rodean, los poderes que la Constitucion define, los organismos en que se desenvuelven y toda esa armazon espléndida del sistema parlamentario, ya lo presida una monarquía, ya una república, no son más que accidentes y garantías de la libertad y del derecho.

Ninguna de estas ideas de la revolucion de Setiembre se proscribieron al restablecerse la dinastía de los Borbones en Don Alfonso XII; antes bien en las primeras Córtes y al discutirse la Constitucion de 1876, las repitieron y mantuvieron con verdadera conviccion los hombres más eminentes del partido liberal, Sagasta, Ulloa, Albareda, Navarro y Rodrigo, Leon y Castillo, Ve

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