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rente. Nuestra situacion debe tener algo de anormal para que haya sido posible que un acontecimiento, en sí mismo insignificante, haya podido turbarla tan de repente. El mundo político sólo vé en estos cambios agitaciones parciales. París, siempre escéptico, rie y se divierte. Pero más allá del mundo político y de París está la poblacion de Francia, la verdadera opinion pública, que sólo concibe lo que desarrolla sus negocios, y esa opinion pública permanece desorientada. A nuestro alrededor hay otras naciones que asisten inciertas y hostiles á estas convulsiones promovidas por motivos insignificantes. Durante ocho dias hemos sido objeto de las miradas de todos, de la admiracion de muchos, de la risa desdeñosa de algunos. Sería una desdicha renovar semejante espectáculo..

M. Gambetta se ha creado, con sus actos, una situacion difícil; con su constante inclinacion á la izquierda, se ha convertido en jefe del radicalismo, significacion que, llegado al poder, no podria conservar un sólo instante; pues en Francia no hay grandes reformas que llevar á cabo, instituciones contrarias al espíritu del siglo que destrui, clases cuyos privilegios aniquilan; la labor ministerial es oscura, sencilla, propia para ejecutada en el seno de las comisiones parlamentarias, sin el aparato ni el brillo de las grandes medidas que conmueven y agitan á todo un pueblo. La ley de imprenta, la de asociacion, la de reunion, los trabajos para acabar el plan de obras públicas y muchas otras reformas análogas á estas, en sí importantísimas, indispensables para la marcha regular de la sociedad, no bastan á satisfacer las aspiraciones de los que creen que el ministerio, al pasar de manos conservadoras á manos radicales, va á cambiar por completo la faz del país.

Y no sólo curaría un ministerio Gambetta el mal de los ministerios sin iniciativa, curaría tambien el grave mal de las imposiciones parlamentarias. Es el Ministerio en los pueblos regidos por el método constitucional inglés, el natural director de la mayoría parlamentaria con toda la responsabilidad de los actos que ejecuta, de las leyes que presenta y áun de las que acepta; pues formado por los jefes de la mayoría, continúan éstos en el poder siendo lo que eran en la oposicion, los inspiradores, los directores de su partido, cuyos principios, desenvueltos en leyes, han de aplicar á la gobernacion del Estado.

Conocedores de los gravísimos males que la desmesurada intervencion de las Asambleas legislativas en las funciones propias de los otros poderes ocasiona, los que fundaron la Constitucion americana establecieron, y sus sucesores han mantenido, la casi separacion de los dos poderes. Hamilton decia, que en los gobiernos republicanos hay una tendencia peligrosa, la tendencia del poder legislativo á convertirse en fuente única de derecho y de poder; y Madison, el célebre fundador de la Universidad de Virginia, añade, que el pueblo debia estar apercibido á resistir las invasiones de la legislatura, que amenaza siempre convertir la democracia en oligarquía. Y cuando estos inmortales varones se creian obligados á precaver el mal en nacion tan democrática como la nacion americana, ¿qué decir de Francia tan inclinada al cesarismo, en que no há mucho una fraccion del partido republicano mantenia con tenaz empeño la doctrina de que bastaba á derogar una ley el voto de un colegio electoral? Un escritor distinguido, de no sospechoso republicanismo, M. Alberto Gigot, ex-prefecto del Sena, se expresa en estos términos en el prefacio á la traduccion de los últimos escritos de Gladstone: "La Constitucion de 1875 ha hecho de la eleccion del presidente de la República por las Cámaras reunidas, la primera prenda de armonía ensre los poderes, y al mismo tiempo la primera consagracion del principio de la soberanía parlamentaria. Ilustrada por la funesta experiencia de 1848, no ha dejado al jefe del poder ejecutivo el derecho de proclamarse el elegido del pueblo, de innovar su propia responsabilidad, y de oponer su política personal á la política de sus ministros. La Constitucion creó un Presidente inviolable y un Gabinete responsable.

"Este principio ha sufrido peligrosas pruebas. No há mucho lo hemos visto abiertamente negado por ministros que no temieron arrojar á las llamas de una lucha electoral el nombre respetado de un presidente irresponsable. Quizá no está hoy ménos gravemente comprometido por la extraña situacion parlamentaria que crea una mayoría sin programa y sin jefes reconocidos, incapaz de constituir, de sostener ni de derribar por sí sola un Ministerio, impotente para imprimir direccion determinada á la política general, y sin embargo, deseosa siempre de hacer pesar su autoridad en los detalles de la administracion, y

dispuesta á malbaratar lo mismo la dignidad de los ministros que la legítima independencia del poder ejecutivo. La debilidad de la fuerza gubernamental que resulta de esta extraña situacion, y el cansancio que en el país produce, constituyen un peligro real para el porvenir de nuestras instituciones, que comienza á ser explotado con igual ardor por los adversarios de la República y por la escuela jacobina, eterna enemiga de la libertad, que oculta bajo la máscara de la autoridad de que se ampara y del desprecio que aparenta hácia las ficciones constitucionales, sus afinidades con el despotismo y sus ensueños de dictadura."

Un Ministerio, cuyo destino es disolver unos cuantos frailes, no puede vivir mucho tiempo; la opinion habrá de apartarse muy pronto de esa política que todo lo trasforma sin producir ningun fruto; el instinto público, en naciones como Francia, concluye tarde ó temprano por apartarse del peligro oculto algun tiempo por las nubes de la pasion. El partido republicano, estrechamente unido en la lucha contra los poderes ciegos que atentaban á la existencia de la República, cuya sustitucion era imposible, corre velozmente á romperse en dos grandes fracciones, la una autoritaria, avanzadísima, jacobina, con el espejismo de próxima revancha, apercibida á complacer á la izquierda, mientras la izquierda pida sólo leyes contra la magistratura y contra el clero; la otra, más modesta, genuinamente liberal, sin dejos jacobinos, dada á la sencillísima tarea de consolidar la República, sin vínculo alguno con la extrema izquierda, conservadora de todas las instituciones permanentes. Y esto sucederá, en nuestro sentir, el dia no remoto en que el partido republicano cuente en el Senado con mayoría independiente del apoyo que á cualquiera de las dos fracciones en lucha pueda prestar la multicolor derecha; mientras tanto, los que ven con disgusto la política imperante; los que creen que una democracia que niega la libertad, siquiera sea á sus mayores enemigos, niega su orígen, niega su esencia; que las dictaduras legales concluyen por engendrar dicbaduras que se ejercen fuera de la ley, sepultarán en el fondo del corazon sus recelos, temerosos de dar á sus jurados enemigos momentánea victoria que ceda en daño de las instituciones fundamentales, en daño de la República, á cuyo servicio se con

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sagraron en los dias de la desgracia, mientras muchos de los que hoy los acusan de poco republicanos, dirigian al imperio cariñosas miradas.

Grandes desaciertos hemos estudiado en este artículo; ma yores puede cometerlos todavía el nuevo Ministerio en su ciego y vano empeño de destruir violentamente el predominio clerical. Mas, que no se forgen ilusiones los partidos reaccionarios de dentro y fuera de Francia: durante mucho tiempo, por sobre los errores de sus hijos, se alzarán invulnerables las instituciones republicanas, que han prestado á Francia beneficios que es imposible dar en un momento al olvido. Frente á la República sólo hay partidos sin prestigio, aventureros políticos, aspirantes petrificados en los recuerdos de tradiciones gloriosas, sí, pero que seria locura resucitar, por todas partes lo inseguro, lo desconocido; y un pueblo próspero y rico hoy, castigado ayer por la guerra, con el recuerdo de pasadas desgracias siempre presente, lo sufrirá todo ántes que sortear de nuevo las peligrosas sirtes de una política de aventuras. El buen sentido del pueblo, hostil á las ideas socialistas, como lo han demostrado los últimos Congresos obreros, y la riqueza incomparable de la clase media, constituyen la fuerza de la República. Que los gobernantes no destruyan aquél con imprudentes promesas de reformas imposibles, ni atenten á esta mezclándose en temerarias empresas, y los mismos que hoy se acogen al senɔ de la República, para mejor atacarla, concluirán por renunciar á las esperanzas engendradas por los desaciertos de los republicanos, resignándose á servir la causa de instituciones que los acontecimientos harán superiores á su ódio; y de este modo Francia disfrutará del mayor bien que puede alcanzar un pueblo: poseer instituciones acatadas por todos los ciudadanos.

JUAN ALVARADO.

LA LEY PROVIDENCIAL DEL PROGRESO.

(Continuacion.)

XIII

La solucion del conflicto.

Pretender que el interés no sea el móvil de los actos humanos; que la materia se divorcie del espíritu; que los sentidos no apetezcan lo que la razon entiende que es bueno y bello, es bastante mayor utopia y más insensata quimera que todas las teorías formuladas por los pensadores para asegurar la felicidad de los hombres, porque todas estas van sucesiva y parcialmente realizándose en hechos, y aquella no ha sido siquiera admitida ni practicada por sus propagadores, egoistas en grado superlativo y apóstoles del más torpe utilitarismo. Armonizar el interés individual con el colectivo, hé ahí todo el problema; nada más sencillo. Que no haya ningun hombre desheredado en la tierra; que el trabajo sea el único título de la propiedad en la sucesion de los tiempos, respetando la que adquirieron nuestros antepasados; que la libertad de asociacion reemplace á la tiranía del salario, y la atraccion multiplicará las fuerzas sociales, verificándose la gran evolucion hace diez y nueve siglos iniciada por el único impulso del amor universal. Haced que las utilidades se

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