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Era un hidalgo embozado en ancha capa oscura, bajo la cual asomaba largo hierro.

-Detened á esa mujer,-gritaron los perseguidores de la vieja.

-¿Qué ha hecho?-respondió el hidalgo.

-Ahora lo sabreis.

-¡Socorro! ¡socorro!—clamó aquella vívora.

-Si sois inocente,-dijo el caballero,-nada temais estando yo aquí.

Y como la vieja le reconociese,

-¡Dios de misericordia!-exclamó ocultando el rostro con la mantilla.

-Pero, ¿qué ha hecho esta mujer?-prosiguió el hidalgo. -Ha entregado á una dama por dinero.

-¿Dónde?

-A la puerta de la iglesia.

-¿De qué iglesia?

-De las benedictinas.

-¿Qué es lo que escucho?... ¡Ira de Dios!... ¿A ver su cara? Y el hidalgo le desgarró bruscamente la mantilla.

Al descubrirle el rostro saltó hácia atrás como movido por una corriente eléctrica, y toda la sangre de sus venas afluyó á su cerebro.

-¡Horror! ¡Execracion!-rugió lleno de cólera.

-¡Perdon, D. Tello!—dijo la vieja poniendose de rodillas. -¡Villana!... ¡Infame! Vas á morir.

-¡Perdon! ¡Perdon!

-No lo esperes.

Don Tello guardó silencio un momento sujetando la ardiente cabeza que parecia saltarle de entre las manos.

Y ébrio de corage, y como fuera de sí, sacó luego la daga.

-¡La vida!... ¡La vida!-exclamó la vieja.

-No, no,—dijo el hidalgo con enronquecida voz.-Debes morir y morirás, vieja de Luzbel. Tu delito es peor que el robo y el asesinato. ¡No eran falsos mis temores!... Algo de siniestro he visto siempre en tu horrible semblante... Las furias del averno te han inspirado tan horrendo delito, pero la Providencia te

trae á mis piés para que yo sea á un mismo tiempo juez y vengador.. ¡Muere, culebra inmunda!...

Y diciendo y haciendo le asestó tan certero golpe en el corazon, que la víctima sólo hizo para morir un ligero extremecimiento nervioso.

D. Tello, que con tanto afan se dirigia á la iglesia, se volvió á su casa pálido y jadeante, jurando buscar á D. Enrigue de Sotomayor, que en su concepto no podia ser otro el raptor de la dama,

Los mendigos cayeron como chacales sobre el cadáver y le despojaron del vil puñado de oro que acababa de producir tan tristes sucesos.

CAPÍTULO III.

I

Cuando D. Diego de Ulloa llegó al convento, halló al prior en el jardin.

En extremo aficionado al estudio de la botánica, sabia nuestro religioso cuanto en su tiempo se podia saber en la materia. Sabia hasta su historia,

Sabia que los egipcios habian sido los primeros en ocuparse de esta ciencia, pues, segun Moisés, acostumbraban desde los tiempos de Jacob á embalsamar los cadáveres, lo cual prueba que conocian las propiedades de algunas plantas (1).

Sabia que muchas celebridades de Grecia se habian distinguido por sus conocimientos en la materia, como Aristeo, Jason, Telam, Teucro, Patroclo y Aquiles, y que hasta la temible Medea habia debido su fama de hechicera al estudio de la botánica, tanto como el mal uso que hizo de sus descubrimientos.

Aristóteles le era familiar y aun Hipócrates, Cráteras y Teofrastros, sin embargo de que estos sólo se ocuparon de las plantas que podian reportar algun alivio á la humanidad doliente, cuyas plantas estudiaba tambien nuestro héroe con pre

(1) Las momias descubiertas en nuestros tiempos confirman el texto del Génesis.

ferencia. Porque acaso de su tiempo data la fama que en la ciencia de curar han conservado los frailes de Conjo hasta la exclaustracion, pues segun los ancianos de la ciudad, no hay actualmente farmacéutico, droguista, ni herbolario que tenga para cada caso el talisman que ofrecian aquellos religiosos.

Entre los romanos, el padre Gonzalo admiraba á Plinio, autor de la historia de los árboles y las yerbas, y al insigne español Columela, padre de la agricultura, de quien nos quedan trece libros.

El prior deploraba el abandono en que habian caido durante la Edad Media esta y otras ciencias; pero aunque asistia á los albores de un gran renacimiento (iniciado, no por los extranjeros sino por los sábios españoles que visitaban la América, tan encomiados por Linneo) no se consideraba en edad de completar sus estudios emprendiendo un viaje al mundo de Colon.

Estaba admirado de lo bien que vegetaban ciertas plantas del Mediodía y de los Trópicos, en el templado clima de la costa de Galicia, y esperaba impaciente á su amigo, en la seguridad de que su viaje no sería en ningun sentido infructuoso.

Habia dado órden de que lo introdujesen en el huerto; mas estaba tan entretenido, que no le vió hasta que le tenía muy

cerca.

-Amigo mio,-dijo el fraile, -el jardin es mi elemento.

-Yo soy tambien amante de la naturaleza,-respondió el hidalgo.--Pieneo acabar mis dias en la aldea de Silvaboa.

-Celebro saberlo, porque voy á enseñaros mis plantas más notables.

Entraron en un parterre, construido bajo la direccion del prior, al abrigo de las tapias del convento, con orientacion al Mediodía.

Don Diego se sorprendió al ver las plantas que se ofrecieron á sus ojos. La region ecuatorial estaba representada por los bananos, orchideas, pandaneas, mimosas, bejucos, varias especies de cactus y algunas gramíneas bombáceas; las zonas tropical y subtropical por las euphorbiaceas, los diospiros, las magnolias los helechos arbóreos.

y

Llamó la atencion de D. Diego una gramínea que crecia á gran altura.

-Es el trigo del Nuevo Mundo,-le dijo el religioso.—Yo quisiera que nuestros aldeanos lo cultivasen, porque es de una gran produccion. En algunos de nuestros valles, en los más regados y soleados, estoy seguro de que podria cultivarse con éxito, y creo que, tarde ó temprano, se cultivará.

La prediccion de nuestro religioso se cumplió en tales términos, que el maíz es hoy el primer elemento permanente de produccion en aquel país.

Sin embargo, entre las variedades que cultivaba el prior no estaba aun la más productiva, la cea mays pensylvaniæ, introducida mucho tiempo despues por Jhonin en Europa.

Don Diego aplaudió el pensamiento de su amigo; mas cuando comenzaba á exponer sus razones en apoyo de él, se deslizó por entre los arbustos del jardin un jóven lego á poner en conoci miento del prior que ya la mula estaba enjaezada.

al

Los dos amigos, cada uno en su cabalgadura, emprendieron poco rato la marcha con direccion al castillo.

A respetable distancia les seguia el lego en otra mula de ménos alzada que la del prior, llevando en las alforjas las viandas del almuerzo.

La conversacion del fraile y el hidalgo versó en un principio sobre la campaña que se iba á entablar, y luego sobre el proyectado enlace de Elvira y Tello, enlace que en su concepto no podria estorbar ningun obstáculo.

A una legua de la ciudad se apeó el prior; pasó un vado y continuó el camino á piá por la márgen opuesta del Sar, deteniéndose á cada paso para recojer algunos ejemplares de extrañas leguminosas, con que se proponia enriquecer su hervario.

D. Diego le seguia con la vista asombrado de que se arriesgase en su edad á atravesar zarzales y matorrales por el solo deseo de examinar algunas plantas.

Pero no es de extrañar el afan del prior Gonzalo de Leiva por conocer la vegetacion espontánea de Galicia, cuando se lamenta el P. Sarmiento, hijo ilustre de aquel país, de que siendo tan rica y varia da fuese tan poco conocida (1).

(1) Visitaron, sin embargo, á Galicia y se ocuparon de su Flora los botánicos extranjeros Antonio y Bernardo de Jussien, Quer, Bosc, Bony de

Cuando el prior y su amigo llegaron á la confluencia del Sar y el Sarela, paraje deliciosísimo donde el rumor de los saltos de agua que ponen en movimiento las ruedas de varios molinos ensordece los aires, quiso nuestro religioso volver á la otra orilla, cuyo aspecto le sorprendió agradablemente.

Iniciada la primavera, los alisos y abedules, bellísimos árboles que en las márgenes de aquellos rios entrelazan sus ramas con los chopos, sáuces y álamos, comenzaban á descubrir sus tiernos brotes.

Las praderas estaban ya matizadas de olorosos jacintos azules y blancos que el prior cultivaba con tanto esmero como los cultivan hoy los jardineros belgas y holandeses, logrando, como ellos, dar mayor desarrollo á estas bellas flores del Norte, de que nunca se prescinde en los salones elegantes.

No sabiendo el prior por dónde pasar á la márgen opuesta, un molinero, que á la puerta de su molino estaba recogiendo una redada de truchas asalmonadas, le señaló un puente rústico, formado de troncos de roble, y llamó á su perro que, ladrando afanosamente, le salia' al paso.

El prior, apoyándose en su cayado y asegurando bien el pié, ganó la orilla opuesta, y volvió al lado de su amigo.

-¿Cuántas han caido?-preguntó el fraile.

-Más de las que necesitamos,-respondió el hidalgo, que ya habia pagado un par de docenas y dicho á la molinera que las aderezase.

-Lo celebro. Creo que este es el mejor sitio para almorzar. -Es delicioso.

El prior entregó al lego los pequeños ejemplares que habia recogido, y el lego tendió los manteles sobre el césped, sacó de las alforjas los fiambres, y dejando á los dos amigos entretenidos con un capon cebado y una empanada de lamprea, entró á buscar las truchas en la caseta del molinero, pescador, propietario y cultivador á la vez de una pequeña hacienda, labrada con dos vacas, que surtian de leche á su inmensa prole, dispuesta tam

Saint Vicent y el abate Pourret, á cuyos trabajos hay que añadir en nuestros dias quinientas y tantas especies descritas por el sábio naturalista gallego D. Miguel Colmeiro.

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