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El primer estreno en la escena llamada por excelencia española, ha sido de una obra francesa. El coronel Esteban, no es otra cosa que Le fils de Coalie. Ignoro lo que los estatutos del antiguo teatro del Príncipe previenen en esta materia, y seguramente que dejarán en ámplia libertad á la empresa en cuanto al linaje de espectáculos que ha de ofrecer al público: mas tengo yo para mí que fuera equitativo, á la vez que oportuno, que sólo comedias españolas se representasen en el teatro Español.

Contamos, á Dios gracias, con un repertorio nacional, antiguo y moderno, que puede dar, y con largueza, abasto al público; y contamos, además, con una numerosa falanje de autores contemporáneos, merced á los cuales Madrid es, despues de París, una de las capitales que más novedades teatrales presenta anualmente en Europa.

Con todo ello ha sido forzoso que, para iniciar los estrenos de la temporada, acudiese el discreto y aplaudido poeta Francisco Perez Echevarría á M. Alberto Delpit en demanda de un argumento y una accion dramáticos.

El teatro, á decir verdad, habíase inaugurado con otro arreglo, mas á fé que de muy distinta naturaleza. La singular perspicacia y el clarísimo ingénio del ya fenecido D. Juan Eugenio Hartzenbusch, habia trasformado La Estrella de Sevilla de Lope de Vega, obra prolija y confusa, como con frecuencia acaece con nuestras mejores produciones escénicas del siglo de oro, en un Suncho Ortiz de las Roelas, donde, como en frasco primoroso, se encierra toda la esquisita esencia esparcida y un tanto desventada en la comedia original.

Más tarde, y como debido homenaje á la memoria del citado Hartzenbusch,

se representó su drama La jura en Santa Gude,, preclara muestra del estro vigoroso que dió vida inmortal á Los amintes de Teruel: luego se sometió al fallo público la primera representacion de El Coronel Estéin.

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El Sr. Echevarría, debo en justicia confesarlo, ha demostrado tanta destreza como ingénio al dar carta de naturaleza en España á El hijo de Coralia. El arreglo está escrito con sobriedad y buen tino; la reencarnacion de los personajes efectuada felicísimamente, de tal modo, que parece realmente nacidos entre nosotros, y la dificultad insuperable de españolizar ciertos tipos y cos tumbres, esencialmente franceses, parisienses más bien, si no vencida, hábilmente esquivada, fingiendo que la heroina, ha residido largo tiempo en Pa rís, y que allí han ocurrido los hechos que solo allí ocurrir pueden.

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Con todo ello, la obra, que obtuvo en el Boulevard Bonne Nouvelle un éxito calurosísimo, no lo alcanzó sino tibio, y poco más, en la plaza de Santa Ana. ¿Por qué? Trataré de explicarlo tal como yo me lo explico,

Le fils de Coralie, de Alberto Delpit,que despues de largos aplazamientos y no escasas vicisitudes, y gracias á haber aparecido como novela en la Revista de Ambos Mundos, fué estrenado en el Gimnasio dramatico de París, la noche del 16 de Enero del corriente año,-es, en mi humilde juicio y segun el que de la lectura puede formarse, una creacion de gran valía. Presidirá en ella, si se quiere, una de esas tésis atrevidas, de que se enamoran á menudo los franceses; la debilitará tal vez alguna exageracion ó inverosimilitud, nunca de gran monta, pero, no vacilo en estamparlo, si como obra dramática merece aplauso, como obra moral merece elogio... ¿Cuál es si no la doctrina que sustenta? Que aunque la sociedad, cruel, é injusta,, manche á los hijos con el cieno de los padres, los hijos pueden ser y son, limpios y puros. Es más, pueden, por la virtud del amor filial, ganar para sus padres perdon y piedad si no respeto y honra.

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El capitan Daniel, de Delpit, ó el coronel, Esteban, de Echevarría, ama y es correspondido, á una linda niña, hija de una familia digna y honrada. Pide su mano al padre, y confiesa al hacerlo que carece de nombre, que es hijo natural y que sólo cuenta con el apoyo y el cariño de una tia suya. Como el enamorado-militar reune toda suerte de cualidades y es vivo ejemplo de hidalguía, de pandonor y de denuedo, la familia, á pesar de esta tacha, lo acoge con agrado. Pero al llegar la tia del novio, se descubre que no es otra que una antigua famosa cortesana llamada en París Coralie (Coralina en el arreglo) que arruinó á muchos amantes, que gastó un fausto insolente y que amasó un gran caudal, con el que ha dado educacion y carrera y fortuna al que pasa por sobrino y es hijo.

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Fácilmente se comprende que al ser conocido su abolengo y el orígen, vergonzoso de su riqueza, lo rechacen cuantos lo habian acogido como deudo. y que su desesperacion sea inmensa al saber que tiene por madre una mujer

tal, que ni decirle puede á él quién es su padre. Pero el alma generosa del capitan llega, por sublime arranque, no sólo á perdonar, sino á redimir el pasado de la que le dió el sér, con estas frases nobilísimas.

-No llevo tu nombre; pues bien, te doy el mio. No me reconociste al nacer, pero eres mi madre, me has amado: yo te legitimo. Abrázame (1).

Hasta esta escena, con la que finaliza el acto tercero de Delpit,el segundo de Echevarría,-marchan autor y traductor de acuerdo, salvas las modificaciones y reformas que el último ha conceptuado conveniente introducir, y que son, por lo general, acertadas. En el desenlace varían, y el poeta español lo traza por cuenta propia. Por mi parte, no estoy de acuerdo con su enmienda.

Delpit, que hace de la niña enamorada una figura interesantísima de primer término, mientras Echevarría la deja en la penumbra del segundo, supone que ella, firme en su amor que en nada cambia, pues tampoco cambia en nada intrínsecamente aquel á quien lo dedica, persiste en su propósito y deja comprender que no retrocederá ante medio alguno para que, bueno ó mal grado, le consientan tomar por esposo al honrado militar de quien ha jurado ser, suceda lo que quiera. Y cuando el conflicto causado por la resuelta actitud de la jóven y las dudas del amante, que no se decide á huir de ella, es más grave, Coralia, despues de una conmovedora entrevista con la prometida de su hijo, desaparece para siempre, entrando en un convento, y él, que ha renunciado á sus bienes y á su grado, se une, por fin, con la elegida de su corazon. Así, el desgraciado, aunque sin culpa, no sufre inmerecida pena, antes bien vé premiados con el sacrificio de su madre y el amor de su prometida, su abnegacion y su nobleza, y la culpable muere para el mundo, deja de ser un obstáculo á la ventura de su hijo y se apresta á pasar por la expiacion necesaria para que la perdone Dios.

El desenlace de Echevarría tiene, á mi ver, como defecto esencial, no ser desenlace. Coralina quiere marcharse, pero no se marcha al fin; la novia insiste en amar á Estéban, pero nada consigue; él, bueno como ninguno, es como ninguno infeliz; pues se aleja para siempre y con el corazon desgarrado de la que adora. Es un final de acto, no de drama. Pueder volverse á encontrar, puede morir Coralina, pueden suceder diversidad de accidentes que resuciten la situacion matada violentamente por el poeta. Este, además, des. naturaliza por completo el pensamiento del autor original. Segun Delpit, el capitan Daniel, que es tan bueno como desventurado, alcanza al fin un premio; segun Echevarría, el coronel Estéban, que es tan desventurado como bueno, sufre al cabo un castigo.

No por esto fué justo el público del teatro Español al acoger solamen

(1) Traducido fielmente del original, que apenas ha alterado en este puuto el Sr. Echevarría.

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te con benevolencia y agrado, el drama en cuestion. Frases y situaciones hay en él, que harto merecian entusiastas manifestaciones; pero, doloroso es decirlo, y mucho más observarlo, la gran mayoría de ese público no supo apreciar en todo su valer ciertas filigranas ciertos delicadísimos toques. Por tal razon, excusable es que el Sr. Echevarría haya suprimido alguno de los bellísimos diálogos del original, haya acentuado en sentido cómico el tipo del padre de la niña, y haya reducido, en conjunto, las proporciones grandiosas del original. Este, tal como es, hubiera fatigado á un auditorio que desdeña los primores de la frase, que no gusta de sutilezas, que se paga más de las pasiones que de los sentimientos y que carece de la ilustracion, y tambien de la paciencia, del público francés.

Tenia, por otra parte, el nuestro algunas razones en apoyo de su actitud amistosa y no apasionada. Obras como Le fils de Corulie, reclaman, como condicion imprescindible, una ejecucion esmeradísima, en la que cada uno de los actores dé poderoso realce á su papel, contribuyendo al propio tiempo á la armonía del conjunto-este conjunto, el más atendido en la escuela italiana y francesa, y el más descuidado, por lo comun en la española,-este conjunto que ha de ser y es como la tropa en el combate: la suma de individualidades cuyo esfuerzo comun obtiene el triunfo.

Ahora bien: el papel de Coralia, uno de las más difíciles que en el teatro moderno existen, fiado en París á una actriz de talento y reputacion notorias, Aimée Tessandier, otorgóse en Madrid á quien no podia darle relieve alguno. Los restantes, excepto el del coronel Estéban, tienen secundaria significacion en el arreglo del Sr. Echevarría, y no podian, por tanto, realzar la obra - si bien Mariano Fernandez dió excelente colorido al suyo (creacion casi todo él del ingénio feliz del Sr. Echevarría) Morales lo representó bien, y tuvo un arranque de efecto la señorita Contreras. En cuanto á Vico, se encontró como ceñido y atado en un personaje que resulta escaso en el arreglo; pero, como siempre, tuvo en el momento dado ese arranque soberano que subyuga y arrebata al público.

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En realidad, sobrado paciente se ha mostrado él mismo. En lugar de una compañía de cantidad y calidad tales como debe y puede ofrecerse en el primer coliseo de la córte, se ha conformado, con resignacion ejemplar, á una mitad de compañía, menos todavía, á un actor solo la mayor parte de las veces, rodeado de figuras sin vida ni calor. Dos compañías para un mismo teatro se habia visto más de una vez, pero dos teatros para una sola compañía, no se habia visto hasta ahora.

II

Tambien el teatro de Apolo ha reverenciado la memoria del ilustre académico Hartzenbusch. Años hacia que tenia escrita el sábio anciano la letra

de una zarzuela que habia de titularse El amor enamorado, pero circunstancias diversas impidieron su representacion escénica, y esta, no se ha efectuado hasta despues de muerto el autor.

La novela de Apuleyo, conocida generalmente por el, 4sno de oro, ofrece entre sus episodios uno bellísimo: la historia de Cupido y Psiquis-si bien á decir verdad no es propiamente episodio sino, relato. Este, que lo hace una vieja en una cueva de bandidos para entretener á una mísera cautiva de aquellos desalmados, algo de lo cual, sea dicho, al paso, imitó hábilmente Lesage en su Gil Blas de Santillana este relato, digo, y esta historia no es otra que la de Heliodora, por otro nombre Psiquis,

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Pero al ser trasportada á la escena la fábula mitológica que Lafontaine, como es sabido, desarrolló y adornó con las galas de su ingénio, no puede en manera alguna conservar aquella vaguedad delicadísima, aquel misterio en cantador y poético que resalta en el poema amoroso por excelencia. Por otra parte,cual concesion, sin duda, al gusto vulgar, ingirió el autor el elemento cómico en Heliodora, y más de una vez corre el riesgo, por esta razon, de confundirse con las parodias burlescas de la mitología.

Hartzenbush, pues, escribió primorosamente el libro de la zarzuela; el maestro Arrieta lo envolvió, si vale la frase, en la red de oro sútil y finísima de una música cuyas melodías, si no hieren viva y hondamente el ánimo de la masa general del público, halagan y acarician el espíritu de los iniciados.

Con todo ello, preciso es confesarlo, la obra ha obtenido un éxito de respeto y estimacion, y no otra cosa. Oponíase á que este éxito tomára mayores proporciones, por un lado la índole del argumento, que en sério no puede ser apreciado ni apenas entendido, y que en cómico se desnaturaliza y cae en lo bufonesco; por otro, la encarnacion plástica de este argumen to, en artistas que, si bien desempeñaron con gran acierto la parte lírica, ni por su diccion, ni por su apostura, ni por su traje podian producir, ni por un instante, la ilusion que reclama una obra cuyos elementos primordiales son la belleza. Belleza en forma humana y el Amor en alma y cuerpo.

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Finalmente el aparato escénico, tan decantado, y en algunas decoraciones realmente adecuado, mostraba en otras, arquitecturas egipcia, romana y hasta morisca, tratándose de la época primitiva del arte griego, y en general los restos más ó ménos hábilmente aderezados, rejuvenecidos y trasformados de los trastos y telones del Desengaño en un sueño,

Hay cosas, á mi parecer, en las que no cabe término medio, y una obra fantástica y á la vez poética es una de ellas.

III

que ha presen

El corregidor de Almagro se nombra la segunda novedad tado á sus concurrentes el mismo teatro de Apolo. La letra de esta zarzuela

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