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exactitudes que acerca de la vida de Cárlos V. en Yuste han consignado casi todos los historiadores que nos han precedido, y daremos á conocer con verdad los pensamientos que preocupaban al grande hombre en su retiro.

En 1556 era rey de España Felipe II.

XII.

Aun desmembrada la corona imperial que heredó de Carlos V. su hermano Fernando, quedaba todavía Felipe II. el soberano más poderoso de Europa, y su matrimonio con María de Inglaterra le daba además gran mano en aquel reino.

Entre el padre y el hijo absorven casi todo el siglo XVI., pero le imprimen distinta fisonomía, porque no se asemejan en índole y en carácter. Así, dotados ambos de talento claro y de perspicacia suma abrigando en mucha parte los mismos designios, constituyéndose uno y otro en representantes del catolicismo y de la unidad religiosa, difieren grandemente en la política y en los medios. Flamenco y educado

en Flandes el uno, habia desagradado á los españoles porque no hablaba su idioma; español y criado en España el otro, habia disgustado á los flamencos porque no conocia su lengua. Cárlos, flamenco, tenia la vivacidad española; Felipe españel, tenia la fria calma de un flamenco. Parecia que habian equivocado la patria. Carlos era espansivo y cosmopolita; Felipe sombrío y político de gabinete. Aquél, infatigable en el ejercicio del cuerpo, habia querido gobernar el mundo hallándose en todas partes; éste, incansable en el manejo de la pluma, aspiró á regir la Europa desde el rincon de un monasterio. Aquel dictaba leyes á cada país en su propio territorio; éste se las imponia desde su bufete. El padre hacia temblar un estado con su presencia; el hijo le intimidaba con un decreto. El padre paseaba las tierras y los mares perso nalmente; al hijo le bastaba tener un mapa sobre su mesa. Cárlos asistia á todas las asambleas de Euro; a; Felipe daba instrucciones á sus embajadores, era el gefe de los diplomáticos, y sabia más que ellos.

¿Era Felipe II. el demonio del Mediodia, como le nombraban entonces los estrangeros, ó era el rey santo, el hombre religioso, el que liberté la Iglesia de la heregía, y salvó de la anarquía los estados? ¿Fué el representante del fanatismo y de la tiranía, el hombre de las hogueras y el verdugo de los pueblos, ó fué el gran político que comprendió su siglo, y dió á España engrandecimiento y gloria? Personage tan

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ensalzado como deprimido, cada cual le ha colmado de elogios ó de invectivas, segun sus ideas ó sus pasiones. Observamos en ciertos escritores nacionales, empeño en unos, tendencia en otros á rehabilitar su memoria. Nosotros hemos procurado estudiar el genio del hombre los designios del monarca, en el interior de su familia y palacio y en la direccion de los negocios públicos. Hemos visto sus decretos originales: ha pasado por nuestras manos su correspondencia diplomática, y hemos leido sus disposiciones en letra de su puño. Hemos tenido ocasion de examinar muchos de sus escritos, de sus propios borradores, allí donde al cabo de trescientos años parece verse todavía la cabeza que concebia, el corazon que dictaba, y la mano que se apoyó sobre aquel mismo papel; allí dende las líneas puestas á un márgen para sustituir á otras que se tachaban, revelan el pensamiento primitivo y el pensamiento nuevo que le reemplazó. Despues de todo esto podemos decir sin género alguno de apasionamiento que admiramos las grandes cualidades de aquel monarca y reconocemos y ainamos algunas virtudes que le adornaron; pero sentimos no sernos posible amarle tanto como le admiramos.

Por nuestra parte hemos creido descubrir en Felipe II. las prendas de un gran político; pero tambien las cualidades de un gran déspota. Sombrío y pensativo, suspicaz y mañoso, dotado de gran penetracion

para el conocimiento de los hombres y de prodigiosa memoria para retener los nombres y no olvidar los hechos, incansable en el trabajo y expedito para el despacho de los negocios, tan atento á los asuntos de grave interés como cuidadoso de los más menudos accidentes, firme en sus convicciones, perseverante en sus propósitos y no escrupuloso en los medios de ejecucion, indiferente á los placeres que disipan la atencion y libre de las pasiones que distraen el ánimo, frio á la compasion, desdeñoso á la lisonja é inaccesible á la sorpresa, dueño siempre y señor de sí mismo para poder dominar á los demás, cauteloso como un jesuita, reservado como un confesor y taciturno como un cartujo, este hombre no podia ser dominado por nadie y tenia que dominar á todos; tehia que ser un rey absoluto.

El hombre por cuyas manos pasaban todos los negocios de Estado en una época en que sus relaciones se estendian por las regiones de ambos mundos; que lo leia todo y lo decretaba todo por su mano, ó lo anotaba y corregia de su puño; el que sabia las intrigas y manejos de las cortes estrangeras antes que le informaran de ellas sus embajadores acreditados; el que cuando un embajador le designaba las influencias de un gabinete y el lado flaco de cada principe, recibia al propio tiempo informaciones confidenciales de la conducta y de las relaciones y tratos de este mismo embajador; el que sabia las circunstancias y

los medios de cada uno de los gefes de la insurreccion de Flandes, las propiedades de cada aspirante á la corona de Francia, la índole de cada pretendiente á la mano de la reina de Inglaterra, el carácter de cada cardenal y las opiniones de los que influian con el papa ó habian de asistir al concilio; el que conocia de antemano el mérito y conducta de cada uno de los que se presentaban á pedir un empleo; el que sin asistir á los consejos sabia cuanto en ellos pasaba, y no asistia con el fin de que su presencia no impidiera á cada cual manifestar libremente sus pasiones; el que sabia dividir para reinar y fomentar los partidos para neutralizar mejor las influencias; este hombre no hubiera podido reinar sin gobernar solo, porque se sentia con genio, con propension y con capacidad para ello.

Así las córtes que el padre habia reducido á simple formula las redujo el hijo á pcor condicion que la nulidad, y las libertades que Cárlos extinguió en ViПlalar con Padilla acabó de ahogarlas Felipe en Aragon con Lanuza.

Uniendo al ardor del religioso la frialdad del calculista, cuidando de no separar nunca el mejor servicio de Dios del mayor engrandecimiento de sus reide que el fanatismo no obstára al acrecimiento ó conservacion del poder, quiso extinguir la heregía que agitaba la Europa ayudando á los católicos contra los reformados y hereges, pero esperando ven

nos,

y

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