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alternativamente segun las influencias que accidentalmente dominaban. El desgraciado monarca, hipocondríaco y enfermo, asediado y hostigado por todos, timido, vacilante, irresoluto y zozobroso entre instigaciones y consejos, opuestas pretensiones, personales afectos y escrúpulos de conciencia, estrechado por embajadores, grandes, inquisidores, confescres, consejeros y ministros, no acertaba á resolverse á nombrar sucesor. La Europa entera pendia de sus lábios, y Carlos no pronunciaba. Representósele hechizado; muchos creyeron en el maleficio; él lo creyó tambien, y su confesor le exorcizaba con la fé más cándida y más pura. Consultábase á los teólogos, á los juristas, al pontifice; apelábase á las respuestas de las mugeres endemoniadas; y todos, hasta los malos espíritus intervenian en el negocio de la sucesion à la corona de Castilla, menos las Córtes del reino, con las cuales no se contaba.

Firmó por último Cárlos en el lecho de muerte el documento que fijaba la disputada sucesion. Falleció á poco tiempo el atribulado monarca. Abrićse con toda solemnidad el codicilo. La política de Luis XIV. habia triunfado. El elegido era su nieto el duque de Anjou. Felipe V. de Borbon era el rey de España. La cinastía austriaca habia concluido.

Esta dinastía como la antigua de los Trastamaras, habia pasado en dos siglos, como aquella, de la actividad nás vigorosa á la nulidad más completa. Aun

fué mayor la degeneracion de Cárlos I. á Carlos II., que de Enrique II. á Enrique IV. No carece ni de exactitud ni de genio la pintura que de esta degradacion hace un ilustre escritor contemporáneo. «Carlos V. (dice) habia sido general y rey: Felipe II. fué solo rey: Felipe III. Felipe IV. no supieron ser reyes; y Cárlos II. ni siquiera fué un hombre. »

Obstinada la dinastía austriaca en dominar la Europa despobló la España, sacrificó sus hijos, agotó sus tesoros y ahogó sus libertades políticas.

Quiso abatir la Francia é imponerle un rey de su dinastía, y sufrió la ley providencial de la expiacion, siendo ella misma la que llamó á un príncipe francés á ocupar el trono de España. Y á tal estremo de desolacion habia venido nuestro pueblo, que hubieron los españoles de mirar como un bien el ser regidos por un príncipe estrangers; uno de los últimos recursos de los pueblos agobiados por los infortunios. Era el ano 1700.

Si los reyes Católicos hubieran resucitado, ¡cuántas lágrimas de amargura hubieran vertido sobre esta pobre España que dejaron tan floreciente y con tantos elementos de prosperidad! Si es que podian reconocer en la España de fines del siglo XVIII. la misma España que ellos legaron en principios del siglo XVI.!

XIV.

« Desde este instante ya no hay Pirineos.» La Europa alarmada recogió estas palabras fatídicas con que el gran Luis XIV. apost: ofó al nuevo monarca español al salir para España con el superior beneplácito de su abuelo. En siglo y medio no las ha olvidado, y en nuestros dias ha tenido ocasiones de recordarlas.

El tratado de los Pirineos produjo el testamento de Cárlos II. Habia en aquel una cláusula que se procuró hacer desaparecer en este. ¿Se invalidaba la renuncia de María Teresa al trono de España estipulada en las capitulaciones matrimoniales de los Pirineos, con la condicion de que no se reuniesen en una misma persona las coronas de Francia y España puesta en el testamento de Cá: les? ¿Cuál de las dos dinastías alegaba mejor derecho á la sucesion española, la rama austriaca o la rama borbónica? ¿Cuál era más conveniente á España? La cuestion de derecho y cuestion de conveniencia la resolvieron la voluntad del rey y la voluntad de los españoles. Habia además para Europa la cuestion de forma. La politica capcio

la

sa de Luis XIV. habia desabrido al Austria y burlado á las potencias signatarias de los tratados de particion. La guerra, pues, era inevitable. Pero tenemos la conviccion de que cualquiera que hubiese sido el fallo de este gran litigio, se hubiera apelado de él al terrible tribunal de las campañas, que es donde por desgracia se fallan siempre en última instancia las querellas de los príncipes y los pleitos de las naciones.

Cuando estalló la guerra, halló á Luis XIV. espe rándola con arma al brazo, y cuando las primeras águilas imperiales penetraron en las posesiones españolas de Italia, encontraron al gallo francés despierto y vigilante y preparado á la pelea.

Francia y España luchan ahora solas contra la Europa confederada. Nuestra península se ve invadida por Oriente y Occidente. Las escuadras anglo-holandesas cruzan nuestros mares, cañonean nuestras plazas y destruyen nuestros escasos bajeles. Valeucia, Aragon y Cataluña se levantaron contra Felipe V. y proclaman al archiduque Cárlos de Austria. Estamos en plena guerra de sucesion.

España y Austria se encuentram guerreando entre sí, en expiacion de sus faltas respectivas. Austria, que causó la ruina de España envolviéndola en temerarias y costosas guerras esteriores, recoge ahora el fruto de su funesto sistema teniendo que lidiar con esos mismos españoles que han excluido su fatídica Jinas

tía y defienden con las armas à un príncipe de la familia más enemiga del Imperio. España paga el error de haberse enflaquecido por :obustecer la casa de Austria, y de haber antepuesto a su felicidad doméstica el brillo de las conquistas esteriores. Ur. Carlos archiduque de Austria, rey de España, y cmperador de Alemania despues, fué el que movió aquel desbordamiento de la España. Otro Cárlos archiduque de Austria, que tambien ha de ser emperador de Alemania, es el que trae ahora sus legiones á pelear dentro del territorio español en reclamacion de un trono de que he sido excluido. Al cabo de dos siglos (¡tan lentas son las grandes lecciones de la historia, porque tan lento es el desarrollo de la vida de los pueblos!) Carlos VI. de Alemania se ve reducido al papel de pretendiente desairado al trono español, por consecuencia de la política iniciada por Carlos V. de Alemania.

Parece imposible que en el estado de abandono, de desnudez y de miseria en que habia dejado Cárlos II. el ejército, las plazas y el erario, pudieran los castellanos solos desenvolverse de tan cruda guerra, teniendo que combatir á un tiempo en Levante y en Poniente, contra ingleses, holandeses, portugueses y alemanes, y lo que es más, contra catalanes, aragoneses y valencianos, distraidas las fuerzas de su única aliada la Francia, en el Rhin, en Italia y en los Paises-Bajos. Y sin embargo los triunfos de Al

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