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na movida por resortes materiales y ocultos. Referiríamos imposibles los hechos, y nos dispensaríamos del · sentimiento y de la reflexion. Veríamos morir sin amor y sin lágrimas al inocente, y contaríamos sin indignacion los crímenes del malvado: mejor dicho, no habria ni criminales ni inocentes; unos y otros habrian sido arrastrados por las leyes inexorables de su respectivo. destino, no habrian tenido libertad. Desechemos el sombrío sistema del fatalismo; concedamos más dignidad al hombre, y más altos fines al gran pensamiento de la creacion.

Por fortuna hay otro principio más alto, más noble, más consolador, á que recurrir para esplicar la marcha general de las sociedades, la Providencia, que algunos no pudiendo comprenderla han confundido con el fatalismo. Aun suponiendo que los libros santos no nos hubieran revelado esa Providencia que guia al universo en su magestuosa marcha por las inmensidades del tiempo y del espacio, nada mejor que la historia pudiera hacerla adivinar, enseñándonos á reconocerla por ese encadenamiento de sucesos con que el género humano va marchando hacia el fin à que ha sido destinado á por el que le dió el primer impulso y le conduce en su carrera. Dado que el órden providencial fuera tan inesplicable como el fatalismo, le preferiríamos siquiera uese solamente por los consuelos que derrama en el corazon del hombre la santidad de sus fines. El que trazó sus órbitas á los planetas, no podia haber deja

do á la humanidad entregada á un impulso ciego.

Creemos, pués, con Vico, en la direccion y el órden providencial, y admitimos además con Bossuet, segun en el prólogo apuntamos, la progresiva tendencia de la humanidad lácia su perfeccionamiento; y que este compuesto admirable de pueblos y de naciones diferentes, de familias y de individuos, vá haciendo su carrera por el espacio inmenso de los siglos, aunque á las veces parezca hacer alto, á las veces parezca retroceder, hasta cumplir el término de la vida: es una pirámide cuya base toca en la tierra, y cuya cúspide se remonta á los cielos.

He aquí los dos grandes y luminosos fanales que nos han guiado en nuestra historia. De esta escala de Jacob procuramos servirnos para subir de los hechos á la esplicacion del principio, y para descender alternativamente á la comprobacion del gran principio por la aplicacion de los sucesos.

En esta marcha magestuosa, los individuos mueren y se renuevan como las plantas; las familias desaparecen para renovarse tambien; las sociedades se trasforman, y de las ruinas de una sociedad que ha perecido nace y se levanta otra sociedad nueva. Pasan esos eslabones de la cadena del tiempo que llamamos siglos; y al través de estas desapariciones, de estas muertes, y de estas mudanzas, una sola cosa permanece en pié, que marchando por encima de todas las generaciones y de todas las edades, camina constantemente hácia su per

feccion. Esta es la gran familia humana. «Todos los hombres, dijo ya Pascal, durante el curso de tantos si«glos pueden ser considerados como un mismo hombre «que subsisté siempre, y que siempre está aprendiendo. » Gigante inmortal que camina dejando tras sí las huellas de lo pasado, con un pié en lo presente, y levantando el otro hacia lo futuro. Esta es la humanidad, y la vida de la humanidad es su historia.

Como en todo compuesto, así en este gigantesco conjunto cada parte que le compone tiene una funcion propia que desempeñar. Cada indivíduo, cada familia, cada pueblo, cada nacion, cada sociedad, ha recibido su especial mision, como cada edad, cada siglo, cada generacion tiene su índole, su carácter, su fisonomía, todo en relacion á la vida universal de la humanidad. ¿Cómo concurre cada una de estas partes á la vida y á la perfeccion de la gran sociedad humana? No es fácil ciertamente penetrar todas las armonías secretas del universo. Entre muchas relaciones que se comprenden, escápanse otras infinitas á la sagacidad del entendimiento humano. A veces un acontecimiento grande, ruidoso, universal, revela á las naciones que á él han cooperado el objeto y fin de su marcha anterior, hasta entonces de ellas mismas desconocido. No estrañamos que esto fuese ignorado de los antiguos, porque faltaban las lecciones prácticas de los grandes ejemplos; pero hoy la humanidad ha vivido ya mucho, ha salido de su menor edad, ha visto y sufrido muchas tras

formaciones, y ha podido apercibirse de su destino, y aprender en lo conocido las conexiones secretas de lo que le resta por conocer. Pongamos un ejemplo.

Una generacion antigua, dividida en grupos de naciones, avanzaba hácia un fin que conocia solo el que guiaba secretamente el movimiento, al modo que las legiones de un gran ejército concurren á un punto dado por caminos y direcciones diferentes para encontrarse reunidas en un mismo dia, sin que nadie penetre el objeto sino el general en gefe que ha dispuesto aquella combinacion de evoluciones. Ocurrió la proclamacion del cristianismo en las naciones del mundo y la gran catástrofe de la caida del imperio romano. Y entonces pudieron conocer los pueblos de la antigüedad que todos habian contribuido sin saberlo á aquella grande obra de la regeneracion humana. Entonces pudo penetrar el filósofo que no en vano la Providencia habia colocado la cabeza de aquel imperio en el centro del Mediterráneo, que no en vano habia dotado al pueblo-rey de aquel espíritu incansable de conquista; porque era necesario un poder, que poniendo en comunicacion todos los territorios, todas las naciones mediterráneas, conquistador primero y civilizador despues, difundiera por todas aquellas regiones un mismo lenguage, una misma religion, un mismo derecho. Necesario era que se desplomara aquel grande imperio al soplo del cristianismo; necesario era que la Italia, Is Galias, la España, el Africa, la

Grecia, el Asia Menor, la Siria, el Egipto, la Judea, que despues de estar sometidos el judaismo y el politeismo á una sola voluntad, presenciaran aquella general trasformacion, para que el mundo antiguo se convenciera de que llevaba en sí el secreto defecto de un principio insuficiente para sostener la vida, y de que si el género humano habia de seguir marchando hácia su perfeccion necesitaba ya de otra religion, de otra civilizacion, de otra vida.

Tenemos, pues, fé en el dogma de la vida universal del mundo, que se alimenta de la vida de todos los pueblos de todas las regiones, de todas las castas, y de todas las edades. Que cuando la vida humana ha gastado su alimento en unos climas, pasa á rejuvenecerse en otros donde halla sávia abundante. Que cada edad que pasa cada trasformacion social que sucede, va dejando algo con que enriquecer la humanidad, que marcha adornada con los presentes de todas. Levántase á veces un génio exterminador, y el mundo presencia el espectáculo de un pueblo que sucumbe á sus golpes destructores; pero de esta catástrofe viene á resultar, ó la libertad de otros pueblos, ó el descubrimiento de una verdad fecundante, ó la conquista de una idea que aprovecha á la masa comun del género humano. A veces una creencia que parece contar con escaso número de seguidores, triunfa de grandes masas y de poderes formidables. Y es cuando suena la hora de la oportunidad, la Providencia pone la

que

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