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paciones, vislumbrábase ya el sistema de las franquicias, y se levantaban muchas fábricas. El francés Orri hubiera necesitado más tiempo del que le permitieron las intrigas palaciegas para desenmarañar el caos de la hacienda: el creador de los intendentes no pudo hacer sino incoar algunas reformas, y no dejó de corresponder á la fama que traia de entendido rentista. Riperdá, á vueltas de sus jactanciosas utopías, suministró ideas económicas que fueron útiles despues. Era un loco que no carecia de conocimientos. El honrado español Campillo dió un golpe oportuno para libertar al pueblo de la plaga de los arrendadores asentistas de que Orri habia querido emanciparle ya. Trabajábase en regularizar la administracion, pero faltó energía para alterar el funesto sistema de impuestos. Las guerras consumieron inmensos capitales, y la nacion se encontró con una deuda de cerca de cincuenta millones de duros.

Educado Felipe V. en los principios de la escuela política de Luis XIV., poco podia esperarse en favor de las antiguas instituciones populares de Castilla.

Las rebeliones de Valencia, Aragon y Cataluña sirviéronle para acabar de esting ir las de aquel autiguo reino. El pueblo castellano, avezado como estaba por espacio de largas dominaciones á la ilimitada autoridad de los príncipes, no se inquietaba por la idea de recobrar la libertad civil, y solo vivian sus recuerdos en ilustradas individualidades. El Santo Ofcio continuaba fulminando sus sangrientos fallos con

toda la actividad de los tiempos de su juventud. Algo no obstante se habia adelanfado. Felipe V. no honraba con su real presencia los autos de fé, ni los tomaba por recreo como Cárlos II.

Isabel de Far

Un hombre hubo ya en este tiempo, de vasta capacidad, de asombrosa erudicion, de sólida virtud y de incontrastable fortaleza de ánimo, que quiso libertar la au'oridad real del vasallage de la Inquisicion, volver al trono y á la potestad civil las atribuciones que el tribunal de la Fé les tenia usurpadas, emancipar la corona de la dependencia de la tiara pontificia en los negocios temporales, y devolver sus antiguas libertades á la iglesia española. Hubiera tal vez aquel hombre insigne recabado de Felipe V. tan grandes reformas, si con la venida á España de nesio y la caida de la princesa de los Ursinos no se hubiera encumbrado en derredor del trono el partido italiano. Tomóle éste por blanco de sus iras, y cúpole á Macanáz la suerte que por lo comun está reservada al apostolado de las ideas, el martirio de la cion. Amábale el rey, pero supeditado por inquisidores y jesuitas le desterraba del reino: seguia queriéndole en el estrangero, y le mantenia proscripto; le nombraba representante en el congreso de Cambray, y no se atrevia á abrirle las puertas de la patria. Entretanto encomendados á otras manos los asuntos de Roma, negociábase la púrpura cardenalicia, y se admitia al nuncio á trueque de conseguir el capelo, y

persecu

le prometia el capelo á condicion de que se admitiera al nuncio: contrato en tres partes en que la doctrina canónica no hallaba ocasion de intervenir. Así se hizo el ajuste de 1717 y á parecido precio se obtuvo el concordato de 1737, si bien en este comenzaron ya á triunfar las ideas de Macanáz: hasta que en el de 1753 sancionó ya la Santa Sede el patronato universal de la corona de Españ.

En el autor del Memorial de los cincuenta y cinco párrafos, y de los Auxilios para gobernar bien una monarquía católica, vemos el representante del primer albor con que se anunciaba la regeneracion política de España. El entendimiento de Macanáz marchaba delante de su siglo. Muchas de sus máximas religiosas y políticas habian de ser puestas en ejecucion por los sábios ministros del gran Cárlos III., y algunas eran tan avanzadas que muchos pueblos de los que más progreso han alcanzado en la carrera de la civilizacion aun no han podido verlas planteadas en el siglo XIX. En las desapasionadas páginas de nuestra obra hallará por lo menos la justicia que le fué denegada en su tiempo: diminuta compensacion que por nuestra parte podemos dar al magistrado incorruptible, al sabio publicista, al hombre de la expatriacion de los calabozos.

y

Suelen no caminar al mismo paso el desarrollo de la ciencia política y el de otros ramos de los conocimientos humanos. Felipe II. que dejaba cantar á los

poetas tan libremente como quisieran, no permitia la circulacion de una sola idea que tendiese á menoscabar la plenitud de la potestad real. Luis XIV. empuñaba con una mano el cetro del absolutismo, y con otra erigia academias científicas de que plagaba el suelo de la Francia: con una levantaba el catafalco de las libertades francesas, y con otra encendia mil lumbreras de gloria. Así mientras su nieto en España permitia á un inquisidor que prohibiera los escritos políticos de Macanáz, ereaba por otra parte bibliotecas, academias y universidades á ejemplo de su abuelo. Nacieron entonces la de la Lengua y la de la Historia, la Biblioteca Real, el Seminario de Nobles y el Colegio de San Telmo. La revolucion literaria iba preparando sin que él mismo lo sintiese la revolucion política. Feijóo abrió una herida mortal á las preocupaciones populares, citándolas ante el tribunal del espíritu analítico, de la razon y de la filosofía. A pesar de la cautela con que se vedó á sí mismo el exámen de las materias políticas y religiosas, todavía faé delatado al Santo Oficio. Pero el sábio benedictino tuvo la suerte de alcanzar el reinado de Fernando VI. cuyos ministros le pusieron á cubierto de toda persecucion. El proceso

del P. Froilan Diaz habia marcado la transicion del reinado de Cárlos II. al de Felipe V.: el proceso del P. Feijóo divide y marca perfectamente el tránsito del reinado de Felipe V. al de Fernando VI.

Por primera vez despues de tantos siglos de eter

nas luchas subió al trono español un príncipe, que mirando las guerras como el más cruel azote de la humanidad proclamó el sistema de paz á toda costa. La de Aquisgran vino en 1749 á colmar los deseos del bondadoso Fernando VI. Desde este momento se encastilla en una prudente y estricta neutralidad, y deja que peleen cuanto quieran las demás naciones. Francia é Inglaterra, rivales antipáticas que se acechan para abatirse, rompen de nuevo las hostilidades, y cada cual solicita para sí con ahinco la amistad y el apoyo de España. Fatíganse en vano ministros y emb jadores por inclinar el fiel de aquella balanza á un lado ó á otro. Ayuda á Francia el Imperio, ponese la Prusia de parte de Inglaterra, España permanece neutral. Brindan los franceses á Fernando con Menorca, los ingleses le hacen la ofrenda de Gibraltar; tentadores eran los ofrecimientos, pero se estrellan contra la imperturbable impasibilidad del rey, lo mismo que la actividad diplomática. Igual lucha sustentaban dos ilustres miembros del gabinete español, predilecto del rey el uno, preferido de la reina el otro, queriendo el uno inclinarle á la alianza francesa, el otro á la amistad británica. Pero deshaciendo Carvajal la trama que Ensenada urdia, especie de tela penelópica tejida y destejida en el taller de la diplomacia, iba manteniendo Fernando la nave de la neutralidad entre contrarios vientos sin dejarla irse á fondo, y la paz era más honrosa cuanto la nacion se veia por dos estados poderosos

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