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acariciada. Situacion nueva para España, y seria dificil encontrar otra análoga retrocediendo siglos.

Así mientras las vecinas naciones sufrian los estragos horribles de la guerra, aquí á la sombra saludable del árbol de la paz, plantado por un monarca benéfico, prosperaban la industria, el comercio y la agricultura, desarrollábanse las letras y las artes, tomaba nuevo vuelo nuestra marina, y ¡cosa desoida en largos siglos! se encontraban sumas considerables en las arcas del tesoro.

El próspero y pacífico reinado de Fernando VI., acusacion elocuente de los seis reinados tumultuosos que le precedieron, nos ratificaria, si de ello necesi táramos, en que no es la gloria de las conquistas ni los triunfos estruendosos de las armas lo que labra el edificio de la felicidad de los pueblos.

Tras larga y penosa agonía, y cerniéndose en torno al lecho mortuoric del misantropo monarca intrigas sin cuento, fallece el virtuoso Fernando, dejando su esterilidad abierto el camino del trono, su prudencia el camino de la prosperidad, á su hermano Cárlos, el rey de las dos Sicilias, que arreglada la sucesion de aquellos reinos viene á tomar posesion de su nueva herencia. Nápoles llora su despedida y España entona cantos de júbilo á su arribo. Sus gloriosos antecedentes auguran dias de bonanza para su país natal.

XV.

No puede pronunciarse sin un sentimiento de amor respetuoso el nombre de Cárlos III. A él viene asociada la idea de la regeneracion española.

Si el talento de Carlos no rayó en el más alto punto de la escala de las inteligencias, tuvo por lo menos razon clara, sano juicio, intencion recta, desinterés loable, ciego amor á la justicia, solicitud paternal, religiosidad indestructible, firmeza y perseverancia en las resoluciones. Si le hubiera faltado grandeza propia, diérasela y no pequeña el tacto con que supo rodear se de hombres eminentes, y el tino de haber encomendado á los varones más esclarecidos

y

á las más altas capacidades de su tiempo, y puesto en las más hábiles manos, la administracion y el gobierno de la monarquía.

Inaugura su entrada en España restituyendo fueros y condonando deudas. Reconocióse luego al génio benéfico de Nápoles que venia á fecundar su suelo patrio. Duélenos por lo tanto verle abandonar en la política exterior desde los primeros tiempos de su reinado

el prudente sistema de neutralidad en que su hermano habia sabido parapetarse. Los afectos de la sangre conducen á Cárlos á ajustar con la Francia el famoso Pacto de familia, con que quedó ligada la suerte de España á la del vecino reino. Soberbio y atrevido reto que hizo una sola familia de príncipes á todos los pcderes de la tierra en circunstancias las más comprometidas.

La política de Choiseul, el negociador de la Francia, especie de ministro universal de Luis XV., envuelve a Grimaldi, negociador por España, en el Pacto de familia, como Mazzarini habia sabido atraer á don Luis de Haro al ajuste de la Paz de los Pirineos, los dos tratados que han ligado más las dos ramas de los Borbones. Carlos IV. y Luis XVI., Fernando VII. y Luis XVIII., nos recordarán á Cárlos III. y Luis XV., como estos hacen remontar nuestra memoria á Felipe IV. y Luis XIV.

Pronto comenzó España á probar las agnas amargas que brotaron de aquella fuente de discordias secretamente abierta en París. La guerra con la Gran Bretaña era consecuencia natural del Pacto de familia. Las dos preciosas joyas de nuestras colonias de Oriente y Occidente, Manila y la Habana, caen en poder de los ingleses, y no sin sacrificio se logra recobrarlas dos años despues por la paz de París.

Si pudiéramos establecer una línea divisoria entre el hombre y el monarca, aplaudiriamos los sentimien

tos que dictaron aquel concierto de familia como negocio del corazon. Pero en las potestades que rigen los pueblos, antes son los deberes de la soberanía que los afectos de deudo: y aquellos mismos sentimientos que merecian una bella página en la biografía de un príncipe pueden formar una de las hojas más tristes de su historia política. Creemos no obstante que hubo de parte de Cárlos III. algo más que los vínculos de cognacion. No tenia olvidado este monarca que la Inglaterra habia sido la que años antes, siendo rey de Nápoles, le impuso con aire de ruda y despótica amenaza aquella neutralidad mortificante que le forzó á reprimir los naturales afectos de la fraternidad prohibiéndole acudir en ayuda de su hermano Felipe. Veia Cárlos además con amargura y enojo ondear el pabellon británico en territorio español, y Gibraltar y Menorca en poder de los ingleses eran dos espinas que le punzaban como español y como rey. Concedamos, pues, algo al justo resentimiento, algo tambien al honor nacional lastimado y el Pacto de familia aparecerá, sin eximirle de lo impolítico, un tanto excusable al menos, y no por un solo motivo dictado.

Insurrecciónanse las colonias inglesas de América contra la metrópoli, y Cárlos, como vengador de agravios recibidos de Inglaterra y como cumplidor de Pacto de familia, fomenta en union con Francia una insu reccion que si al pronto enflaquecia á su rival habia de ser con el tiempo funesta á España. La eman

cipacion de los anglo-americanos, tan útil á la especie humana en general, no podia serlo á la nacion que tenia en aquella parte del mundo inmensas posesiones que perder. Hubo un español que vaticinó con maravillosa exactitud todo lo que despues habia de sobrevenir, y lo que es más, o expuso á su monarca con desembarazo y lealtad. Llegará un dia, decia el in«signe conde de Aranda en su Memoria, en que esta <república federal que ha nacido pigmea crezca y se «torne gigante, y aun coloso terrible en aquellas regiones. Entonces olvidará los beneficios que ha recibido de las dos potencias y solo pensará en su en«grandecimiento..... El primer paso de esta potencia, cuando haya logrado engrandecerse, será apoderarse de las Floridas á fin de dominar el golfo de Méjico... «Estos temores son muy fundados, señor, y deben «realizarse dentro de breves años, si no presenciamos antes otras conmociones más funestas en nuestras Américas.... Proponíale seguidamente un plan de emancipacion, con condiciones igualmente ventajosas á la metrópoli y á las colonias.

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Por desgracia el monarca, casi siempre deferente á los consejos de los hombres ilustrados, no escuchó esta vez el patriótico pensamiento del antiguo presidente de Castilla, y los resultados justificaron por desdicha la sagáz prevision del embajador. El mismo Cárlos III. alcanzó algunos chispazos del fuego de la independencia que habia comenzado á prender en

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