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los más atrevidos conspiradores; las palabras enérgicas que salen de su boca los humillan y anonadan. El testamento arrancado por sorpresa al moribundo mouarca es rasgado en menudas piezas por las manos de una muger. Un tanto repuesto el soberano de sus dolencias y de su asombro, trasmite el cetro de la monarquía á su tierna esposa para que la rija hasta el total restablecimiento de su salud. Desde este momento la escena cambia. Cristina abre con una mano las puertas de la patria á los liberales proscriptos, y con otra rompe los cerrojos con que los enemigos de las luces tenian cerrados los templos del saber.

vez, y

Fernando recobrado de su enfermedad lo bastante para poder manejar el cetro vuelve á empuñarle otra ratifica el acta de 1830. La tierna Isabel es jurada solemnemente princesa de Astúrias y heredera del trono por las Córtes de la nacion. Carlos protesta. Muere Fernando VII. en 1833.... Isabel es aclamada y reconocida como reina legítima de España. Comienza aquí una nueva era para la nacion.

XVIII.

Cuando al leve soplo de una brisa suave se ve caer derrumbado el árbol añoso y robusto, que parecia desafiar las tormentas y los huracanes, preciso es reconocer la intervencion de un poder superior que da á los agentes secundarios una fuerza de accion desusada y que de las leyes naturales no se pudiera esperar. «Dios, hemos dicho en el principio de este discurso, cuando suena la hora de la oportunidad, pone la fuerza á la órden del derecho, y dispone los hechos para el triunfo de las ideas. »

Todo lo habia ido preparando por caminos en que tal vez los hombres de entonces no repararon bastante. El fué sin duda el que cuando la existencia del monarca parecia más marchita le dotó de una sucesion que le habia negado en los dias de su mayor virilidad. El quien permitió que el que tantas veces se habia retractado en vida, en contra siempre de los hombres de unos principios, se retractára una vez en favor de

ellos in articulo mortis, subsanando así en la muerte, si posible fuera, las contradicciones de la vido. No es esto solo.

Hallábanse de un lado todos los elementos de fuerza, del otro solo debilidad. De un lado la influencia y el poder, de muchos años ejercidos por hombres prácticos y sagaces, que contaban con un príncipe en edad sobradamente madura para poder manejar el cetro con propia mano, y dispuesto á realizar su reaccionario sistema: del otro dos princesas hermanas, y dos niñas inocentes; la flaqueza de la edad, y la flaqueza del sexo. De un lado el apoyo de medio millon de bayonetas; del otro el arrimo presunto de un partido debilitado por los infortunios, diezmado por los patíbulos, no muy numeroso entonces de suyo, y diseminado por estraños climas. Y con todo esto dejáronse arrebatar al poder de entre las manos los poderosos y armados de los desarmados y débiles. Y el árbol añoso y robusto, que parecia desafiar las tormentas y los huracanes, cayó derrumbado al suave soplo de una brisa ligera.

Al fallecimiento de Fernando, declaráronse abiertamente los partidarios del príncipe Carlos contra los derechos de la hija del monarca, y estalló la guerra civil. La de 1833 venia á ser una continuacion de la de 1827, Aquellos innumerables voluntarios realistas, que cuando eran todopoderosos se habian dejado desarmar, en unas partes con escasa resistencia, en otras

como flacas mugeres, fueron á engrosar las filas de la rebelion. Lo que no hicieron cuando eran cuerpos organizados, intentáronlo cuando eran solo individuos. Necesarios eran estos errores inconcebibles para que los que entonces eran todavía pocos triunfaran tienpo andando de los muchos. Agrupáronse á su vez los liberales en torno á la cuna de la hija de Fernando y en derredor de la bandera enarbolada ya por la viuda del rey. Cristina reclamó su auxilio y no podian negársele. Necesitábanse mútuamente, y hablaban en favor de esta union la gratitud, el deber, la hidalguía y la conveniencia. Era la causa de dos reinas, inocente Ꭹ tierna la una, bella y jóven la otra. Era además la causa de las luces, de la civilizacion y de la libertad. Los enemigos de ellas habian abierto el combate, y la lucha fué aceptada.

Comprimido por dos sangrientas reacciones el gran principio de libertad que desde 1810 habia ido sobreviviendo á las persecuciones y los infortunios, pugnaba por dilatarse. La resistencia se anunciaba terrible. Era por lo tanto insostenible en tal situacion el sistema de inmovilidad y de stato quo que intentó plantear un ministro poco conocedor de la ley natural del movimiento y de la resistencia. Quiso por medio de un Manifiesto célebre tranquilizar á los dos partidos, y descontentó y desazonó á todos. Procuró disfrazar el absolutismo bajo formas menos odiosas, y dándole un nombre más bello que exacto; pero aun

así se le reconoció, y fueron repudiados el autor y el sistema.

Reemplazóle otro ministro con el Estatuto Real, término medio entre la libertad y el absolutismo, concepcion indefinible entre la ficcion y la realidad, y que pareció un parto raquítico á los amigos e las reformas, y una nueva quimera en el estado en que ya los ánimos se encontraban. Proporiéndose su autor huir de las reminiscencias de la Constitucion francesa de 1791 que se advertian en el código de Cádiz, cayó en el estreino opuesto, como si hubiera tomado por modelo la carta otorgada de la restauracion, rasgada en las jornadas de julio. Sin cesar combatido el Estatuto desde su nacimiento, arrastró dos años de procelosa existencia, y cayó á impulsos de una revolucion movida por los más fogosos liberales. Por tercera vez se aclamó la Constitucion de 1812.

Brusca y desacatada fué la manera como se obtuvo el asentimiento de la reina regente: deplorables los excesos que en aquellos dias de agitacion se cometieron: digna de toda alabanza la sensatez con que se procedió á la revision y modificacion de aquel código político en cumplimiento de una condicion impue. ta. Desempeñaron esta delicada mision las Córtes cons-tituyentes con más aplomo del que pudiera esperarse en época tan revuelta y enmarañada. Alzóse la Constitucion de 1837 como una bandera de concordia en derredor de la cual habian de agruparse las diferen

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