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los hombres del progreso, desavenidos que fueron los coalicionistas pasó el poder á manos de los que se nombraban conservadores, ya por arte y maña de los unos, ya por incomprensible inercia y flojedad de los otros Obra suya fué la reforma del código de 1837, ó más bien la nueva Constitucion de 1845. Resolvióse tambien el importantísimo punto del matrimonio de S. M., realizándose en un dia la doble boda de la reina doña Isabel II. y de la princesa su augusta hermana, no sin protestas y disgustos del gabinete de la Gran Bretaña, causa y raiz de algunas malas inteligencias que despues entre los gobiernos de ambas naciones sobrevinieron.

Ha sido el alma de la situacion creada en 1843, con breves intérvalos, el general Narvaez, duque de Valencia, hombre de nervio y de accion, y uno de los que contribuyeron más al triunfo del movimiento coalicionista de aquel año. Deben en gran parte los que desde entonces han regido los destinos de España á su actividad y su fortuna, el haber sofocado ó vencido los sacudimientos y perturbaciones de diversas índoles y tendencias que desde aquella época han acontecido en varios períodos y puntos de la península, no sin que haya vuelto á correr sangre española en los campos, en las calles y en los patíbulos: deplorable fatalidad de las revueltas y agitaciones políticas

XIX.

Hemos apuntado con cuanta rapidez nos ha sido posible los hechos principales que han ido trayendo la España á la situacion en que hoy se encuentra, cuidando de citar en lo perteneciente á las últimas épocas tan solamente aquellos sucesos consumados que ningun partido político puede negar, que nadie puede borrar ya de las tablas de los fastos españoles. En el tiempo que estos sucesos se verificaban, nosotros, cumpliendo con un deber que á fuer de cspañoles amantes de nuestra patria nos habíamos impuesto, emitíamos diariamente nuestro juicio y los calificábamos segun nuestro leal y humilde saber en escritos de bien diversa índole que el presente. Por espacio de más de diez años levantamos nuestra débil voz en defensa y vindicacion de la ley, de la moralidad y de la justicia, no siempre acaso sin fruto, siempre animados de la mejor fé, jamás faltando á nuestra conciencia, aun en aquello en que tal vez pudiéramos como hombres equivocarnos más.

Hoy como historiadores tenemos deberes muy distintos que cumplir. Actos y sucesos que entraban bien

en el dominio del periódico no pueden entrar todavía en el de la historia, si ha de presidir á esta la crítica desapasionada y la más estricta imparcialidad. Las consecuencias y resultados de los grandes acontecimientos políticos tardan en desarrollarse y en dar sus frutos saludables ó nocivos, y no son las primeras impresiones las que deben servir de norma al fallo severo del historiador. ¡Cuántos acaecimientos de la historia antigua debieron parecer calamidades á los que entonces los presenciaban, y solo más tarde se vió que no habian sido sino en provecho de la humanidad!

Hay verdades y principios que tenemos por fundamentales y eternos. Pero las modificaciones de las formas no pueden ser históricamente juzgadas sin riesgo de equivocarse en su apreciacion, hasta que sufren la prueba decisiva del tiempo. Por eso, así como ni debemos ni podemos juzgar del espíritu de un siglo ó de una época remota por las ideas que dominan en el presente, seria igualmente aventurado calificar lo de hoy como lo más conveniente para mañana, cuando el tiempo y las combinaciones políticas han hecho tantas veces fallidos los cálculos humanos.

Por eso en nuestra obra, donde tenemos que ser más estensos y más esplícitos como narradores y como analizadores, llegaremos hasta donde prudentemente creamos que puede estenderse la jurisdiccion, el deber y la libertad del historiador, sin que considera

ciones humanas, ni antojos propios, ni halagos agenos, ni tentaciones de ningun linage nos muevan á traspasar ni una línea los límites que nos habremos de prescribir.

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Podemos, sí, anticipar sin inconveniente que en este último período de regeneracion política, único que nos ha cogido en edad de poder aplicar nuestro humilde criterio á los hechos que hemos presenciado, hemos visto sucederse alternativamente en el poder hombres eminentes é ilustres, y tambien hombres oscuros de todos los partidos. Todos en nuestro entender, à vueltas de algunas reformas útiles y de algunas providencias beneficiosas, han cometido errores más o menos escusables, que han hecho más laboriomás imperfecta la obra de la regeneracion. Nos contentáramos con que hubiera sido solo errores de entendimiento. Hemos visto nacer ambiciones, desarrollarse pasiones bastardas; hemos presenciado faltas de justicia, inobservancias é infracciones de ley. Gobernantes, legisladores, pueblos, clases, individuos, ¿quién podrá decir que no tiene algo de que acusarse? No nos toca fallar quiénes hayan pecado más. Deploramos los males, pero no nos han sorprendido. Habíamos leido ya bastante en la historia de la humanidad, sabíamos demasiado lo que en todos los pueblos y en todas las edades ha acontecido en períodos de agitacion y de turbulencias políticas, para que pretendiéramos que los hombres de nuestra época, que

nosotros mismos, pudiéramos tener el privilegio de obrar ni pensar libres y exentos de las pasiones que en circunstancias análogas se desenvuelven siempre y son el patrimonio triste de la humanidad.

Estamos por lo tanto muy lejos de halagarnos con la idea lisonjera de que la sociedad y la época en que vivimos hayan alcanzado una condicion tan ventajosa como la que nuestro natural deseo nos hace apetecer. Muchos y graves males tenemos que lamentar todavía. Lentos y penosos son los mejoramientos sociales porque es larga tambien la vida de los pueblos. Mucho le falta todavía a la gran familia humana para llegar á ese posible perfeccionamiento á que debe tenerla destinada el que la dirige y guia; mucho tambien á España, como parte de este todo social. Pero aliéntenos la confianza de que mejorará su condicion. Cabalmente vivimos en un siglo en que la razon ha hecho grandes conquistas, y la razon humana no retrocede. Sufrirá combates y oscilaciones, contrariedades y vicisitudes: este es su destino; pero seguirá su marcha progresiva; este es su destino tambien. Si creemos que no hemos adelantalo, volvamos la vista atrás, ojeémos la historia, meditemos las grandes catástrofes por que ha pasado la humanidad, y nos consolaremos.

Natural es que nos afecte mucho más la impresion de los males que vemos, que palpamos y que sentimos, que los recuerdos de otros mayores que les tocó sufrir á las generaciones que nos precedieron. Nos

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