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á otra guerra que se suscitó en su propio país, la guerra de los mercenarios. Debemos decir dos palabras de lo que fué esta guerra horrible. Ella nos dará idea del carácter de los que vinieron en seguida á dominar nuestro suelo.

Ajustada con Roma la paz de Sicilia, Cartago trató de licenciar las tropas mercenarias, que le eran ya gravosas. Amotináronse éstas reclamando sus sueldos atrasados. Aquellas feroces bandas, procedentes de diferentes pueblos, que se espresaban en multitud de idiomas, excitaron y arrastraron tras sí á las ciudades africanas, irritadas entonces por el exceso de los tributos. Juntáronse pues á los veinte mil estipendiarios setenta mil africanos, y Cartago se vió asediada por este ejército formidable de rebeldes. Encomendó el senado su salvacion á Amilcar Barca, que se habia distinguido en las guerras de Sicilia. Amilcar soborna con dinero á los numidas, y priva á los rebeldes del auxilio de la caballería; pero irritados éstos, aprisionan á Giscon que habia ido á tratar con ellos, y mutilándole y desjarretándole, lo mismo que á otros setecientos cartagineses, los precipitan en el fondo de un abismo. Amilcar por via de represalias, arroja á las fieras todos sus prisioneros, y cercando á los rebeldes los reduce al estremo de devorarse de hambre unos á otros. En tan apurado trance acuden los gefes á Amilcar en solicitud de paz. Amilcar la otorga á condicion de que le entreguen en rehenes las diez

personas que él escogiera. Convenido que hubieron aquellos, pues bien, les dijo Amilcar, esas diez personas sois vosotros: y apoderándose de ellos los hace crucificar. Privados los rebeldes de sus caudillos, fueron degollados hasta cuarenta mil. Otros sirvieron de diversion á los habitantes de Cartago, que en sus espectáculos gozaban con la muerte horrorosa que les hacian sufrir. Así terminó la famosa y horrible guerra llamada de los mercenarios (1).

Concluida la cual, y en el año 238 antes de nuestra era, acordó el senado enviar á aquel mismo Ami!car Barca á la conquista de España, donde hasta entonces se habian limitado los cartagineses, á fundar colonias en el litoral, y á servirse de las alianzas con los pueblos ó tribus comarcanas para reclutar auxiliares y enviarlos á la expedicion de Sicilia.

(1) Polib., lib. I.

CAPÍTULO III.

AMILCAR, ASDRUBAL, ANIBAL.

De 238 antes de J. C. á 219.

Conquistas de Amilcar.-Fundacion de Barcelona.-Guerras con los indigenas. Triunfos del cartaginés.-Es derrotado.-Su muerte.-Sucédele Asdrúbal -Su conducta en España -Funda á Cartagena. – Es asesinado por un esclavo.-Anibal.-Retrato moral de este famoso guerrero.-Subyuga á los oleadas, arevacos, carpetanos y vaccéos.— Amenaza Sagunto.- Pretesto de la guerra.-Embajada de los saguntinos à Roma.-Su resultado.-Conducta del senado cartaginés. -Guerra saguntina.-Heroicidad asombrosa de los saguntinos.-Combates.-Destruccion de la ciudad.-Ultimo ejemplo de heroismo. ---Inescusable proceder de Roma.

Era llegado para los cartagineses el momento de emprender sériamente y á las claras la conquista de Esp ña. Roma los habia privado de una Sicilia, y necesitaban oponer una España á Roma.

Rápidas y activas fueron las primeras operaciones de Amilcar. En el primer año recorrió la Bética por las partes de Málaga, Córdoba y Sevilla, imponiendo tributos á nombre de Cartago. Al siguiente dirigió sus armas á la costa oriental, y sujetó á los bastetanos y contestanos, pueblos hoy de las provincias de Almería, Murcia y Valencia. Enviáronle los saguntinos una embajada, ó recordándole á haciéndole sa

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ber que eran aliados de los romanos. No faltarian al cartaginés deseos de acometer á Sagunto, por la misma razon que ella exponia para ser respetada: mas no pareciéndole todavía tiempo y sazon para inquietar á las colonias griegas aliadas de Roma, disimuló por entonces, y prosiguió hácia el Ebro, donde se detuvo á celebrar con fiestas y regocijos las bodas de su hija Himilce con Asdrubal su deudo.

Importábale principalmente á Amilcar la ocupacion del litoral para sostener el comercio marítimo de que era tan cuidadosa Cartago. Hasta entonces habia seguido la política de no atacar á los que á él no le hostilizaban. Conveníale mostrarse dispuesto á hacer alianzas, y no desechaba las que se le ofrecian.

Desde el Ebro prosiguió con su gente hácia los Pirineos, y en la region de los laletanos echó los cimientos de Barcelona, que el fundador llamó Barcino, nombre patronímico de su linage.

Llevaba ya el pensamiento de hacer la guerra á Italia tan luego como acabara de sujetar la España (1). y por lo mismo procuró desde aquellos puntos ganarse á fuerza de oro y de dádivas las voluntades de los galos, cuya amistad conocia de cuanto provecho podria serle para cuando llegara aquel caso. Mas de todos estos pensamientos vino á distraerle la noticia de que los tartesios y los célticos del Cunéo se habian levan

(1) Cum in Italiam bellum inferre meditaretur. Cornel Nepot.

dos

tado con propósito de defender su independencia amenazada. Capitaneábalos Istolacio, varon principal entre ellos. Acudió Amilcar, los derrotó, devastó sus campos y condenó á Istolacio al suplicio de cruz. Entróse luego por las tierras de los lusitanos y de los vettones, donde en lugar de aliados encontró tambien cincuenta mil combatientes que le esperaban mandapor Indortes. No fué menos feliz el cartaginés en esta segunda campaña que en la primera. Más fogosos aquellos españoles que hábiles y diestros para resistir á tropas disciplinadas, fueron igualmente arrollados. Asustó ya no obstante á Amilcar la energía feroz de aquellos bárbaros. Grande debió ser el número de prisioneros, cuando se cuenta que dió libertad á diez mil, acaso por atraer aquellas gentes ostentándose generoso, acaso tambien por desconfiar de ellos. Indortes, que habia podido huir, cayó despues en poder de los cartagineses, que le hicieron sufrir muerte de cruz como á Istolacio. Primeras y desgraciadas tentativas de independencia.

Triunfante Amilcar, revolvió otra vez sobre la costa oriental, donde habia hecho construir una fortaleza, que por estar sobre una roca blanquecina se llamó Acra-Leuka, donde hoy está Peñíscola. Allí tenia sus arsenales y almacenes, sus elefantes y municiones. Desde allí se comunicaba libremente con Cartago, y mantenia en respeto las colonias marsellesas de los griegos, aliadas de Roma. Allí crecia el jóven

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