Imágenes de páginas
PDF
EPUB

bre los sitiados dardos y venablos y todo género de proyectiles. A los continuados golpes de los arietes, de las catapultas y ballestas caian con estrépito desplomados los muros, sin que por eso los bravos saguntinos desmayáran, ya levantando nuevas torres, ya retirándose al centro de la ciudad, que iba quedando reducida á estrechísimo recinto, y defendiéndose heróicamente parapetados en los escombros de las murallas y de sus casas mismas. Acosábalos ya tanto el hambre como el hierro enemigo. Tan congojosa estremidad movió los corazones de dos hombres generosos, cuyos nombres celebramos nos haya conservado la historia, Alcon y Alorco, saguntino el primero, español el segundo que servia en las filas de Anibal, los cuales sin conocimiento de los sitiados y obedeciendo solo á su buen deseo, entablaron tratados de paz con los cartagineses. Más las condiciones que estos exigian eran tan duras y pareciéronles á los saguntinos tan humillantes, que cuando les fueron noticiadas llenáronse de santa indignacion y enojo. Entonces fué cuando formaron la resolucion heróica de perccer antes que sucumbir y de darse á sí mismos la muerte antes que sufrir la esclavitud. Diéronse á recoger cuanto oro y plata, y cuantas alhajas y prendas de valor en sus casas tenian, y prepararon en la plaza pública una inmensa hoguera.

Pero antes, segun Appiano nos refiere, quisieron hacer el último esfuerzo de la desesperacion en la

única noche que ya les quedaba, intentando una salida vigorosa. Noche fué aquella de horrible carnicería y espanto, en que sitiadores y sitiados empaparon la tierra abundantemente con su sangre. No pudieron vencer los saguntinos, porque era ya imposible que venciesen, y recurrieron á la hoguera. Arrojáronse muchos á las llamas, que consumian alhajas y héroes á un tiempo. Imitábanlos sus mugeres, y algunas hundian antes los puñales en los pechos de sus hijos. Cuando entraron los cartagineses los sorprendieron en esta sangrienta tarea. Horror y espanto debió causar su obra á los vencedores, á los dominadores de cadáveres, de ruinas y de escombros.

Así pereció Sagunto (1), despues de ocho meses de asedio (534 de Roma, 219 antes de J. C.) Primer ejemplo de aquella fiereza indomable que tantas veces habrá de distinguir al pueblo español, (que por españoles contamos ya á los saguntinos, aunque griegos de origen, despues de más de cuatro siglos que vivian en nuestro suelo, como nadie ha dudado llamar africanos á los cartagineses, por más que fuesen una colonia de Tiro), y glorioso aunque triste monumento de la fidelidad que supieron guardar á los romanos (2). Fidelidad inmerecida, y borron eterno para Roma, que tan mal correspondió á tanta constancia y

(1) Polibio, Appiano, Livio, Plutarco, Floro y otros.

(2) Fidei erga romanos magnum

quidem sed triste monumentum. Flor. Epit. lib. II.

lealtad. Con razon murmuraban los romanos mismos la lentitud y apatía de un senado que malgastaba en embajadas y discursos el tiempo que hubiera debido emplear en enviar socorros. Dum Romæ consulitur, Saguntum espugnatur, se decia en Roma, y el dicho se hizo proverbial.

Ocupa hoy el lugar de la heróica y famosa Sagunto la ciudad de Murviedro en la provincia de Valencia, donde todavía se conservan restos y vestigios preciosos de su antigua grandeza; la historia conservará perpétuamente la memoria de su heroismo.

CAPÍTULO IV.

ANIBAL EN ITALIA: LOS ESCIPIONES EN ESPAÑA.

De 219 antes de J. C. á 211.

Declaracion de guerra entre Roma y Cartago.-Prodigiosa marcha de Anibal.-Los Pirineos.-Los Alpes.-Sorpresa de Boma.-Combates y triunfos de Anibal.-En el Tesino.-En Trebia.-En Trasimeno.En Cannas.-Susto y terror de Roma.-Anibal en Capua.-Venida de Cneo Escipion á España.-Bate al cartaginés Hannon y le derrota.Venida del cónsul romano Publio Escipion, hermano de Cneo.-Casi todos los pueblos de España se declaran por los romanos.-Los Escipiones se apoderan de Sagunto.-Angustiosa situacion de los cartagineses. Se recobran y vencen en dos grandes batallas.—Masinisa.— Mueren los dos Escipiones.-Congoja de los romanos.-Arrojo y heroicidad de Lucio Marcio.-Hace cambiar de nuevo la suerte de las armas. Claudio Neron en España.

Hondo disgusto y emocion profunda causó en Roma la noticia de la destruccion de Sagunto, que llego al mismo tiempo que sus embajadores regresaban de Cartago. Figurábanse ya ver el intrépido africano franqueando los Alpes, y aun se le representaban á

las puertas de la soberbia ciudad. Conocieron entonces de cuánto era capaz el jóven capitan cartaginés. Lo que al senado inspiró terror, produjo indignacion en

los ciudadanos: acusábanle estos de haber sacrificado por su indolencia y flojedad una ciudad aliada, y de haber comprometido el buen nombre de la república: difícilmente podia el senado justificarse de estos cargos. Era ya la guerra una necesidad; la guerra estaba en el sentimiento público, y pueblo y senado unánimemente la resolvieron.

Todavía sin embargo envió Roma nueva embajada al senado cartaginés para preguntar si la destruccion de Sagunto habia sido obra de Anibal solo, ó si habia obrado con acuerdo y de mandato de la república. Estraña insistencia, que solo puede comprenderse por el estudio y conato de Roma en hacer más y más patente á los ojes del mundo la justicia y fundamento de la guerra que iba á emprender. La respuesta no fué ni más esplicita ni más satisfactoria que las anteriores. Entonces uno de los cinco enviados romanos, y á lo que parece el principal entre ellos, Quinto Fabio Máximo, plegando la halda de su toga y estendiendo el brazo, «Senadores, les dijo, aquí os traigo la paz y la guerra; escoged.-Elige tú mismo, le respondieron á una vez.-Pues bien, elijo la guerra, contestó soltando el manto.-La aceptamos, esclamaron todos.» La segunda guerra púnica entre Roma y Cartago quedó declarada.

Vinieron entonces á España aquellos mismos embajadores romanos al propósito de negociar alianzas con los naturales del país, y remontando por la ribera

« AnteriorContinuar »