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tamente con Escipion y Silano la manera de ejecutar aquel pensamiento, volvióse á Cádiz para mejor disimular y encubrir el designo. Pudo mover al terrible numida á obrar de este modo el ver cuán de caida iban las cosas de su patria, y pudo tambien Escipion ganar con su política el ánimo de un príncipe que le habia visto portarse tan generosamente con su propio sobrino (1).

Revolvia ya Escipion y traia en su cabeza la idea atrevida de apoderarse de la misma Cartago. Con este propósito partióse para Africa al intento de atraerse al viejo rey numida Siphax. Conseguido esto, regresó á Cartagena satisfecho de haber suscitado á los cartagineses un embarazo en su propio país.

A su vuelta se propuso castigar el agravio que las dos ciudades Illiturgo y Castulon habian hecho á los romanos. Encomendó á Marcio el escarmiento de Castulon; tomó sobre si el de Illiturgo. Defendiéronse brava y heróicamente los de esta última ciudad viendo que no podian evitar el suplicio, pero tomáronla los romanos por asalto. Si horrible habia sido el crímen y grande la deslealtad, grande y horrible fué tambien la expiacion. Todos sus moradores sin distincion de sexo ni edad, hasta los niños de pecho fueron pasados á cuchillo, sus edificios incendiados; no quedó piedra sobre piedra; sembróse de sal el sitio en que habian

(1) Acordó, dice el gravísimo to de la fortuna y bailar al son Mariana, de moverse al movimien- que ella le hacia. Lib. II. c. 22.

estado las murallas. Negra mancha que echó Escipion á la fama de generoso y templado que antes tenia. Dificilmente los más moderados guerreros dejan de empañar el lustre de sus glorias con algun acto de inhumanidad y de fiereza. Parece llevarlo consigo el ejercicio de las armas y el hábito de derramar sangre. Castulon fué con menos dureza tratada, acaso porque habia sido menos culpable (1).

Volvió Escipion á Cartagena, donde quiso dar un ejemplo de piedad filial honrando los manes de su padre y de su tio con magníficos funerales. Asistieron á estas fiestas fúnebres los principales gefes españo les, y aprovechó aquella reunion el romano para afianzar más su amistad y tomar mayor ascendiente sobre los indígenas (2).

Entretanto el intrépido Marcio iba subyugando el resto de las ciudades de la Bética. Solo Astapa (cerca de donde hoy está Estepa), recelando le estuviese reservado un castigo semejante al de Illiturgo por haber muchas veces maltratado los pueblos aliados de Roma,

(1) App. de Bell. Hisp.-Tit. Liv. lib. XXVIII.

(2) En estas fiestas se vió por primera vez en España (ó por lo menos es el primer caso que hallamos consignado en la historia) dirimirse una cuestion de derecho por medio del duelo ó combate personal. Dos ricos españoles, Corbis y Orsúa, ó hermanos ó primos, se disputaban el derecho al señorío de la ciudad de Iba, cuya situacion hoy se iguora. Acordaron los dos contendientes terminar su quere

lla por la via de las armas en singular combate. Quiso el mismo Escipion intervenir en el negocio y reconciliarlos. Aceptó su mediacion Corbis; no así Orsúa, que se obstinó en llevar adelante el duelo: cara le salió su obstinacion, pues aceptado por Corbis y batidos los dos campeones pereció Orsúa en la demanda, quedando su victorioso rival dueño y señor de Iba. Antiguo ejemplo de los famosos juicios de Dios, tan comunes de puès en la edad media. Liv. lib. XXVIII,

resolvió antes que rendirse parecer á ejemplo de Sagunto, y así lo cumplió. Sitiada por Marcio, y despues de haber hecho esfuerzos desesperados de valor, determinaron sus habitantes morir todos antes que rendirse. Tambien como los de Sagunto levantaron en la plaza pública una inmensa pira, y reuniendo sus mugeres, sus hijos, y todos sus efectos y alhajas, dieron órden á cincuenta jóvenes de los más determinados y resueltos para que en el caso de penetrar en la ciudad las cohortes romanas degollaran sus familias y aplicaran fuego á la leña. Ellos salieron como los saguntinos á atacar los atrincheramientos romanos; dejólos Marcio avanzar hasta tenerlos completamente envueltos: ciegos ellos de ardor, no ven el peligro, y perecen clavados por las lanzas romanas. Dirígense luego los vencedores á la ciudad... cadáveres solo y cenizas encontraron en ella. Lo que Sagunto habia hecho por no someterse al yugo de Cartago lo repitió Astapa por no doblarse al yugo de Roma. Solo en España se vieron estos ejemplos de rudo heroismo. ¿Por qué Astapa ha sido menos ensalzada que Sagunto? ¿Será porque la ciudad fuese de menos importancia, ó porque los historiadores han sido romanos y no cartagineses?

Reducidos estaban ya los cartagineses al solo recinto de Cadiz. No faltó quien de esta ciudad saliera secretamente á ofrecer á Escipion la entrega de la plaza. Pero descubierta ó traslucida la trama por el

gobernador Magon, redobló la vigilancia y las guardias, y arrestados los gefes de la conspiracion determinó trasportarlos á Cartago en una flota á las órdenes de Adherbal. Esta flota fué en su mayor parte destruida por la escuadra de Lelio, que en las aguas de Algeciras la aguardaba. Salvóse no obstante Adherbal en su galera. Lelio y Marcio, desesperardo de poder tomar por entonces una ciudad tan defendida y vigilada, volviéronse con la flota y el ejército á Cartagena.

Faltó poco todavía para que un inopinado incidente diera al traste con todo el poder romano en España. Acometió á Escipion una enfermedad grave, y se difundió la voz de que habia muerto. Los dos hermanos españoles Indibil y Mandonio, que se habian unido á los romanos, no tanto acaso por gratitud á Escipion, como con la esperanzo de expulsar con su ayuda á los cartagineses, creyendo en la muerte del caudillo romano, mudaron otra vez de partido y levantáronse en armas de nuevo. Sobre unos ocho mil romanos que acampaban á las márgenes del Ebro, creyendo tambien muerto á su general, amotínáronse so pretesto de faltarles las pagas, y deponiendo á sus gefes y nombrando en su lugar á simples soldados, encamináronse á Cartagena y llegaron hasta las orillas del Júcar. Pero Escipion no habia muerto; haIlábase por el contrario restablecido ya á aquella sazon; y con su consumada prudencia dejó avanzar los

rebeldes, los esperó, los hizo envolver por todo su ejército: mas no queriendo destruirlos ni diezmarlos, temiendo tambien la vecindad de Indibil y Mandonio, les habla, les persuade, les ofrece que les pagará de los tesoros mismos de los dos españoles, á quienes juntos van á batir, los reduce á la obediencia, y por satisfacer á la disciplina militar castiga un corto número de los sublevados.

Indibil y Mandonio, noticiosos de esta novedad, repasan el Ebro en retirada. Escipion los persigue, los acosa, los bate y los destruye. Convencidos estos españoles de la imposibilidad de luchar contra el ascendiente de Escipion, imploran su clemencia, y disculpando su ligereza demandan humildemente perdon para ellos y para sus conciudadanos. El romano vuelve á mostrarse generoso, y despues de reprenderles y afearles su perfidia, les otorga el perdon, y les deja suз armas y sus estados, condenándolos solo á una fuerte contribucion para el pago de sus tropas. Si artera y fingida fué la sumision, no fué menos política la indulgencia. Pero conveníale á Escipion dejar allí restablecida la paz, bien que fuese aparente, porque le urgía arrojar á los cartagineses de Cádiz.

Habia vuelto de Africa Masinisa con un refuerzo de caballos numidas, como para socorrer á los suyos, pero ya hemos visto cuán inclinado estaba á hacer causa con los romanos. Escipion se habia acercado tambien á Cádiz, y entonces fué cuando los dos cau

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