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Sin embargo, nunca eran infructuosos estos procesos públicos para España. Aun habia romanos virtuosos: y á los escándalos en esta acusacion descubiertos, se debió la ley que acertó á arrancar el tribuno del pueblo Calpurnio Pison, por la cual se daba á las ciudades sujetas ó aliadas de Roma el derecho de denunciar los excesos de sus magistrados, y de reclamar ante el senado la devolucion de las sumas que indebida y arbitrariamente les exigiesen. Ley justa y reparadora, que algun coto puso á la rapacidad de los avaros pretores.

Veamos las consecuencias que en España produjo la alevosa y sangrienta ejecucion de Galba.

CAPÍTULO II.

VIRIATO.

Desde 150 antes de J. C. á 140.

Quién era Viriato.-Lo que le movió á salir á campaña.-Eligenle por gefe los lusitauos.—Burla al pretor Vetilio.—Primer ardid de guerra. -Derrota y muerte del pretor.-Otros triunfos de Viriato.-Condúcese ya con la prudencia de un consumado general.-Vence á otros dos pretores.-El cónsul Fabio Máximo Emiliano.-Vicisitudes de la guerra.-El cónsul Metelo.-El cónsul Serviliano.-Singular táctica de Viriato. Ofrece la paz al cónsul cuando le tenia vencido.-Paz entre Roma y Viriato.-El cónsul Cepicn.-Escandalosa violacion del tratado, y renovacion de la guerra.-Muere Viriato traidoramente asesinado.-Carácter y virtudes de este héroe.-Sométense los lusitanos.

Entre los pocos lusitanos que habian logrado escapar de la matanza villanamente ordenada por el pretor Galba, hallábase un hombre de complexion recia, de corazon grande, y de un alma tan elevada Cuanto era su condicion humilde, por que habia sido pastor de oficio. Este hombre se llamaba Viriato.

Habíanse derramado por el país él y los demás que milagrosamente salvaron la vida, pregonando la infame traicion de que habian sido víctimas tantos millares de compañeros suyos, y excitando á un le

vantamiento general para tomar venganza, no ya del pretor aleve, que pronto se marchó á Roma, sino de la aborrecida tiranía romana. Sus acentos hallaron eco en el país, y no tardaron en reunirse hasta diez mil lusitanos, poseidos todos del mismo espíritu de indignacion, todos ansiosos de vengar tamaño ultrage. Nombraron gefe y caudillo suyo á aquel Viriato, sin duda por ser entre ellos conocidos ya su valor y su capacidad para grandes cosas. Pronto mostraron los sucesos que habia recaido la eleccion de aquellas gentes en quien era digno de mandarlas.

Hizo Viriato una irrupcion en la Turdetania hácia el estrecho de Cádiz, donde el pretor Vetilio, que habia sucedido á Galba, le obligó á entretenerse por algun tiempo en lugares ásperos y fragosos. Como el hambre llegase á apretar ya á sus soldados, comenzaron algunos de ellos á mover pláticas de paz. Entendido que fué por Viriato, recordóles con energía la abominable conducta de. Galba, la mala fé de los romanos que tantas veces habian esperimentado, lo poco que habia que fiar de sus palabras, y que entregarse á ellos era entregar las gargantas al cuchillo: que si querian seguirle y ejecutar lo que les mandara él sabria sacarlos del peligro á salvo y con la honra que á hombres tan esforzados correspondia. Reanimó á todos este discurso, sintiéronse inflamados de ardor hasta los más pusilánimes, y todos á una voz juraron ejecutar sus disposiciones. Satisfecho Viriato de tan

buena resolucion, púsolos en órden de batalla, previniéndoles que cuando le vieran montar á caballo, se desbandaran á un tiempo, y por diferentes caminos que les señaló fueran á reunírsele en Tríbola. Hiciéronlo así, y sorprendido el pretor con tan estraña maniobra no sabia qué hacer ni á qué resolverse. Ultimamente determinó perseguir á Viriato y á los ginetes que le acompañaban, pero el astuto lusitano, fingiendo por un momento hacer rostro al enemigo para dar tiempo á que su infantería estuviese á salvo, de repente mandó picar espuelas y las picó él mismo, y partiendo al galope por desusadas sendas dejó de nuevo burlados á los romanos, que ni conocian el terreno ni por lo pesado de sus armas podian darles alcance (1).

Ganó Viriato con este primer ardid tanta fama con los suyos como enojo causó al pretor Vetilio: el cual, queriendo vengar la pesada burla, encaminóse con su ejército á Tríbola, donde supo se hallaba el lusitano. Salió éste á recibirle; hizo ademan de aceptar el combate; pero vuelve luego espaldas como quien huye temeroso, hasta atraer el ejército romano orillas de un bosque donde habia dejado emboscada su gente. Entonces Viriato revuelve repentinamente contra el enemigo, la muchedumbre sale de la celada, cae como una nube sobre los romanos, que acosados por

(1) Appian. De Bell. Hisp. p. 490.

todas partes, sin poderse apenas mover en terreno estrecho y fangoso, se dejan degollar hasta cuatro mil, entre ellos el mismo pretor, que yendo á buscar venganza encontró la muerte.

Seis mil hombres que habian quedado vivos se refugiaron á Tarteso. Desde allí el cuestor pidió auxilio á los titios y belos sus aliados. Acudieron de ellos cinco mil. pero salióles al camino Viriato, y dió sobre ellos con tal ímpetu que ni uno solo quedó con vida; no hubo, dice Appiano (1), quien pudiera llevar al cuestor la noticia del desastre. Permaneció aquel en Tarteso esperando socorros de Roma (147).

Vino el pretor Plancio en ocasion que Viriato recorria la Carpetania. Allí le fué á buscar el nuevo pretor; halláronse frente á frente el español y el romano. La misma astucia que habia empleado Viriato con Vetilio en Tribola usó con Plancio en las orillas del Tajo: el éxito casi el mismo; cerca de otros cuatro mil romanos perecieron. Despues de esto Viriato repasa el Tajo, y va á campar á un monte de olivos no lejos de Ebora (2), donde espera á los romanos. El pretor, escarmentado ya, llevó allí todo su ejército. Empeñóre un combate formal en la llanura: larga y brava fué la pelea; aquello tuvo ya todas las condiciones de una batalla. La victoria quedó tambien

(1) Appian. De Bell. Hisp. página 490.

(2) Mariana le nombra el monte de Venus.

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