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les amenazaban los soldados. Desnudos enteramente unos con sola la camisa, otros ofrecían el espectáculo más mísero y hacían tener por feliz la suerte de algunas personas, sobre todo el sexo femenino, que ya subiéndose á los tejados, 6 ya enagenándose en las cloacas hallaban un momentáneo asilo. ¿Cuál podría ser éste cuando unos contínuos y copiosos aguaceros vinieron á aumentar las desdichas de estas gentes y cuando ardió la Ciudad habiéndola pegado fuego los aliados por la casa de Soto en la calle Mayor casi en el Centro de la población en un parage en que ya no podía conducir á ninguno suceso militar? ¿Cuando otras casas fueron incendiadas igualmente por los mismos? Solo este contemplo de desdichas y desastres faltaba á los habitantes de San Sebastian que ya saqueados, privados aún de la ropa puesta, los que menos maltratados, otros mal heridos y algunos muertos, se creía haber apurado el caliz de los tormentos. En esta noche infernal en que á la oscuridad protectora de los crímenes, á los aguaceros que el Cielo descargaba y al lúgubre resplandor de las llamas se añadía cuanto los hombres en su perversidad puedan imaginar de más diabólico, se oían tiros dentro de las mismas casas, haciendo unas funestas interrupciones á los lamentos que por todas partes llenaban el aire. Vino la aurora del primero de Septiembre á iluminar esta funesta escena y los habitantes aunque aterrados y semivivos pudieron presentarse al General y Alcaldes suplicando les permitiese la salida. Lograda esta licencia, huyeron casi todos cuantos se hallaban en disposicion; pero en tal abatimiento y en tan extrañas figuras, que arrancaron lágrimas de compasión á cuantos vieron tan triste espectáculo. Personas acaudaladas que habiendo perdido todos sus haberes no pudieron salvar ni sus calzones; Señoritas delicadas medio desnudas ó en camisa ó heridas ó maltratadas, en fin gentes de todas clases que experimentaron cuantos males son imaginables, salían de esta infeliz Ciudad que estaba ardiendo sin que los carpinteros que se empeñaron en apagar el fuego de algunas casas pudiesen lograr su intento pues en lugar de ser escoltados como se mandó á instancia de los Alcaldes, fueron maltratados, obligados á enseñar casas en que robar y forzados á huir. Entre tanto se iba propagando el incendio y aunque los Franceses no disparaban ni un solo tiro desde el Castillo no se cuidó de atajarlo antes bien se notaron en los soldados muestras de placer y alegría pues hubo quienes despues de haber incendiado á las tres de la mañana de primero de Setiembre una casa de la calle Mayor bailaron á la luz de las llamas.

Mientras la Ciudad ardía por varias partes, todas aquellas á que no llegaban llamas, sufrían un saqueo total. No solo saqueaban las tropas que entraron por asalto, no solo las que sin fusiles vinieron del campamento de Astigarraga distante una legua, sino que los empleados de las Brigadas acudían con sus mulos á cargarlos de efectos y aún tripulaciones de transportes Ingleses, surtos en el Puerto de Pasages tuvieron parte en la rapiña, durando este desorden varios dias despues del asalto sin que se hubiese visto ninguna providencia para impedirlo ni para contener á los soldados que con la mayor impiedad, inhumanidad y barbarie robaban ó despojaban fuera de la Plaza hasta de sus vestiduras á los habitantes que huían despavoridos de ella, lo que al parecer comprueba que estos excesos los autorizaban los Jefes, siendo tambien de notarse que los efectos robados ó saqueados dentro de la Ciudad y á las avanzadas, se vendían poniéndolos de manifiesto á público, á la vista é inmediaciones del mismo Cuartel General del Ejército sitiadas por Ingleses y Portugueses. Uno de esta última Nación traía de venta el copon de la Parroquia de San Vicente que encerraba muchas formas consagradas sin que se sepa que paradero tuvo su preciosísimo contenido. La plata del servicio de la Parroquia de Santa María que se hallaba guardada en un parage secreto de la Bóveda de la misma, fué vendida por los Portugueses, despues de la rendición del Castillo.

Cuando se creyó concluida la expoliación, pareció demasiado lento el progreso de las llamas y además de los medios ordinarios para pegar fuego que antes practicaron los aliados, hicieron uso de unos mistos que se habian visto preparar en la calle de Narrica en unas cazuelas y calderas grandes desde las cuales se vaciaban en unos cartuchos largos. De estos se valian para incendiar las casas con una prontitud asombrosa y se propagaba el fuego con una explosión instantánea. Al ver estos destructores artificios, al experimentar inútiles todos los esfuerzos hechos para salvar las casas, despues de perdidos todos los muebles, efectos y alhajas, varias personas que habían permanecido en la Ciudad con dicho objeto tuvieron que abandonarla mirando con dolor la extraordinaria rapidez con que las llamas devoraban tantos y tan hermosos edificios.

De este modo ha perecido la Ciudad de San Sebastian. De seiscientas y más casas que contaba dentro de sus murallas, solo existen treinta y seis con la particularidad de que casi todas las que se han salvado están contiguas al Castillo que ocupaban los enemigos, habiéndose retirado á él todos, mucho antes que principiase el incendio. Tampoco se comu

nicó este á las dos Parroquias, pues que servían de Hospitales y Cuarteles á los Conquistadores teniendo igual destino y el de alojamientos la hilera de casas preservadas segun se ha expuesto en la calle de la Trinidad al pié del Castillo. Todo lo demás ha sido devorado las por llamas. Las llamas de las casas que componían esta desdichada Ciudad, eran de tres y cuatro altos, muchas suntuosísimas y casi todas muy COStosas. La Consistorial era magnífica, lindísima la Plaza Nueva, y ahora causa horror su vista. No menos lastimoso espectáculo presenta el resto de la Ciudad. Ruinas, escombros, balcones que cuelgan piedras, que se desencajan paredes al desplomarse: hé aquí lo que resta de una plaza de Comercio que vivificaba á todo el patio comarcano de una población agradable que atraía á los forasteros. El saqueo y los demás excesos rápidamente mencionados, aunque tan horrorosos no hubieran llevado al colmo la desesperación si el incendio no hubiese completado los males, dejando á más de mil quinientas familias sin asilo, sin subsistencia y arrastrando una vida tan miserable que casi fuera preferible la muerte. Los artesanos se ven sin pan, los comerciantes arruinados, los propietarios perdidos. Todo se robó ó se quemó; todo pereció para ellos. Efectos, alhajas, muebles, mercaderías, almacenes riquísimos, tiendas bien surtidas fueron presa ó de una rapacidad insaciable, ó de la violencia de las llamas. En fin nada se ha salvado pues aún los edificios se han destruido. San Sebastian tan conocida por sus relaciones comerciales en ambos hemisferios, San Sebastian que era el alma de esta Provincia, ya no existe. Excede de cien millones de reales el valor de las pérdidas que han sufrido sus habitantes y este golpe funesto se hará sentir en toda la Monarquía Española, é influirá en el comercio de otros Paises.

Más no es esto todo. No solo se han perdido todas las existencias, sino que padecerán aún los tristes residuos de las fortunas de los comerciantes y propietarios con la quema de sus papeles y documentos. Todos los Registros públicos, Escrituras y documentos que encerraban las diez Numerias de la Ciudad, los que se custodiaban en su antiguo y precioso Archivo y el del Ilustre Consulado cuantos contenían los de los particulares, los libros y papeles de los comerciantes, los libros parroquiales, toto todo se ha reducido á cenizas, y ¿quién puede calcular las consecuencias funestas que puede producir una pérdida semejante? La posteridad tendrá que llorar catástrofe tan espantosa y sin ejemplo que ahora reduce casi á la insensatez á sus desgraciadas víctimas. ¡Víctimas inocentes dignas de suerte menos lastimosa! ¡Víctimas antes de la tiranía

ÍNDICE

1.o

Fundación de la Villa de San Sebastián, sus titulos

y relación de los servicios prestados.

Privilegio de la fundación de la Villa de San Sebastián.—(Año 1202).......
Relación de los servicios que la Noble y Leal Ciudad de San Sebastián,
sus hijos y naturales han prestado á sus Reyes.—(1370 á 1586)...
Titulo de Noble y Leal concedido à la Villa de San Sebastian.—(1522).
Titulo de Noble y Leal concedido á la Ciudad de San Sebastian.-(1662)

2.⚫

Ordenanzas municipales.

Ordenanzas municipales confirmadas por los Reyes Católicos en el Real
de la Ciudad de Baza.—(Año 1489)
Ordenanza hecha por esta Villa de San Sebastian para nombramiento
de Alcaldes y Jurados en ausencia de los principales y para que no
usen de oficios mecánicos mientras pertenecen al Regimiento.-(1575)
Ordenanza de los salarios que se han de abonar à las personas que re.
presentan en sus negocios á esta Villa.-(1577)..
Ordenanza confirmada por S. M. sobre la fábrica y edificios de las ca-
sas de esta Villa.-(1630)..

Ordenanza en que se manda que siempre que se juntaren los del Go-
bierno y especiales, valga lo decretado por la mayor parte.-(1632).
Provision Real para que ninguno que no fuese hijodalgo sea admitido á
los oficios de honores de paz y de guerra.-(1634)...

Provisión Real para que ninguno que tuviese pleito con esta Villa sobre
maravedis sea admitido en las elecciones. -(648)
Ordenanza confirmada para que ningún hijo, ni nieto de extranjero sea
admitido á oficios de paz ni guerra.—(1697).....

3.o

Asuntos eclesiásticos.

Memorial elevado por esta Villa á S. M. el Rey para que no autorice el
establecimiento de un convento de P. P. Jesuitas en esta Ciudad, pr
falta de sitio para ello.- Año (1620)..

Real Cédula por la que S. M. cedió para Hospital el colegio que fué de
Jesuitas en esta Ciudad.—(1769)..........

Escritura de fundación del convento de San Francisco.—(1607)...
Capítulos de la escritura de concordia celebrada entre el Prior y Cabil-
do Eclesiástico de las Parroquiales de esta Ciudad, con el Prior, frai-
les y Convento de San Telmo de la misma.—(1544 y 1692)..............
Contrato otorgado entre la Villa y el Convento y frailes del Monasterio
de San Telmo.-(1531)

Bula del Papa Paulo V., concediendo la autorización necesaria para es

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un patriotismo el más decidido y aún heróico para manifestar tanto afecto á los aliados al propio tiempo que se burlaban con peligro inminente de las vidas las órdenes francesas, negándose absolutamente tus habitantes á los trabajos del sitio y habiendo sido obligados los prisioneros Ingleses y Portugueses á emplearse en ellos por dicha causa? ¿y podías esperar que el premio de tan aerisolada fidelidad sería tu destrucción? Pero ni esta ha bastado para entibiar en lo mínimo tu entusiasmo. Entre esas humeantes ruinas, sobre esos funestos escombros has proclamado con júbilo, has jurado con ansia la inestimable constitución política de la Monarquía Española, concurriendo tus más principales vecinos dispersos en varios pueblos á tan solemnes actos. ¡Espectáculo único en el mundo, que suspendiendo el curso de las lágrimas amargas que arrancaba la vista de tantos lastimosos objetos, daba lugar en aquellos patrióticos corazones á impresiones más alhagüeñas haciendo formar en un oscuro porvenir esperanzas que sirven de lenitivo á sus males. Tus Ciudadanos se unen más íntimamente á la gran masa nacional y se felicitan de haber salido de la opresión enemiga aunque sea de una manera tan dolorosa. Ellos en su primera representación al Lord Duque de Ciudad Rodrigo han dicho estas memorables palabras; «Si nuevos sacrificios fuesen posibles y necesarios no se vacilaría un momento en resignarse á ellos. Finalmente si la combinación de las operaciones militares ó la seguridad del territorio Español exigiese que renunciásemos por algun tiempo ó para siempre á la dulce esperanza de ver reedificada y restablecida nuestra Ciudad, nuestra conformidad sería unánime, mayormente si como es justo, nuestras pérdidas fuesen soportadas á prorrata entre todos nuestros compatriotas de la Península y ultramar.»>

Inclita nación Española, á la que nos gloriamos de pertenecer, hé aquí cuales han sido siempre y cuales son ahora nuestros sentimientos; y hé aquí tambien una relación fiel de todas las ocurrencias de nuestra desgraciada Ciudad. Cuantas asersiones van estampadas son conformes á la más exacta verdad y de ellas respondemos con nuestras cabezas todos los vecinos de San Sebastian que abajo firmanos. Enero diez y seis de mil ochocientos catorce. Pedro Gregorio de Iturbe, Alcalde.—Pedro José de Belderrain, Miguel de Gazcue, Manuel Joaquin de Alcain, José Luis de Bidaurreta, José Diego de Eleicegui, Domingo de Olasagasti, José Joaquin de Almorza, José M.a de Echanique, Regidores.— Antonio de Arruabarrena, Juan Asensio de Chorroco, Procuradores Síndicos. Pedro Ignacio de Olañeta, Tesorero. --Por el Ayuntamiento

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