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« El Rey.

Mis Presidente y Juezes, Oficiales de la Casa de la Contratacion de la ciudad de Seuilla.

Yo os mando dexeis boluer a las islas Filipinas a Fr. Antonio de Santo Domingo, Descalzo de la Orden de San Francisco, Lector de Theologia, Custodio actual, Comisario Apostólico y Procurador general de su Prouincia de San Gregorio de aquellas Islas, y Fr. Miguel Bayot, que vino deflas en su compañía; y que pueda lleuar cinquenta religiosos y seis legos de su Orden, que le he concedido para la dicha su Prouincia, a costa de mi Real Hazienda; lo qual cumplid, no embargante que ayan benido él y su compañero de las indias y de lo proueido en contrario serca de que no puedan boluer a ellas los religiosos que hubieren benido de aquellas partes, que por esta vez y para en quanto a esto toca, dispenso con ello, quedando en su fuerza y bigor para lo demás adelante. Fecha en Madrid a 8 de Nouiembre de 1694 años.

Yo el Rey.

Por mandado del Rey nuestro señor, D. Bernardino de Pardinas Villar de Francos».

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En 27 de Junio de 695 se dió despacho de embarcacion a los cinquenta y ocho religiosos de esta Mision (1) ».

En 6 de Junio del año 1699 fué electo Provincial el P. Antonio de Santo Domingo, y a ruegos del Illmo Sr. don Francisco Pérez, obispo Bugiense y vicario apostólico de Cochinchina, mandó a las Misiones de Cochinchina a los Padres Fr. Juan Simón y Fr. Nicolás de San José (2). Falleció el P. Antonio de Santo Domingo durante su provincialato, girando la visita por la provincia de Camarines, en la enfermería de Naga, el día 21 de Julio de 1701 (3). Siendo Guardián de Manila escribió la Carta-Relación que ahora publicamos (*).

† J. M. J.

Nuestro charíssimo hermano Fr. Joseph de la Madre de Dios y mi amado Padre.

Es esta la segunda carta que escribo desde que salí de essa muy religiosa Prouincia mi madre, y tuue la fortuna de que la primera llegasse a manos de V. C. siendo segunda vez meritíssimo Prelado suyo, y muy digno de serlo de toda nuestra seráphica Orden; fortuna que pudiera tener esta segunda carta mía, a auer logrado todos la dicha que

(1) Según se hace constar al final de la Reseña citada, salió esta Misión en los navíos y patache de Honduras, dueño Juan Roque de Perea, junto con otros 28 Franciscanos que pasaron a Nicaragua.

(2) Acerca de estos dos religiosos véase lo que de jamos escrito en Archivo Ibero Americano, t. III, pág. 32.

(3) Véanse Fr. Juan Francisco de San Antonio, Martinez, Delgado, Huerta y Platero, ll. cc.

(4) El P. Antonio de Santo Domingo escribió esta Relación para el P. José de la Madre de Dios, provincial de la de San Diego de Andalucia.

se presumió, por lo muy valido y constante de la voz de General por la Ytalia y Roma, que por V. C. corrió en el Capítulo proxime pasado, segun que acá emos tenido noticia por nuestro hermano Pro-ministro Fr. Miguel Sánchez (1). Déle Dios a V. C. vida, que con ella aún espero tener noticia de el factum que deseo, y aun de mayores ascensos, que aunque sean los mayores, vendrán estrechos a los colmados méritos de V. C.

En la otra pasada di notizia a V. C. de hallarme próximo para hazer tránsito como misionario apostólico a la gran China; lo que no tuuo efecto, por auer determinado esta santa Provincia enviar Mission a los reynos de Syan, Tunchin, Cochinchina y Camboha, y para ésta fui yo nombrado Comissario prouincial de çinco religiosos y de todos los que se hallaren en dichos reynos a esta Prouincia sujetos. Y de facto, saliendo de la varra de esta ciudad el día segundo del mes de marzo de 1686, llegamos a Syan, distante de estas Yslas quatrocientas leguas.

Referir los trabajos, necesidades y contratiempos, juntos con enfermedades graues, hasta llegar a estar tullido y sacramentado por mano de vn Sr. Obispo, es materia, sino imposible, muy dificil, por dilatada, i lo colegirá V. C. por lo que iré diciendo en ésta.

Dispersos los religiosos que me acompañaron por diferentes reynos y partes, tomé resolucion de yr al cumplimiento de mi apostólico empleo, pasando a vnas yslas, llamadas de Nicobar, distantes de la ciudad de Syan, que da nombre a este reyno, quinientas leguas; y para este fin obtuue zédula Real de el Rey de Syan, para quien yo auía ido despachado de estas Yslas por el Sr. Gouernador de ellas en forma de envajador, por cuja causa, siendo Rey gentil, pretendió que me quedara en su reyno, y no auiéndolo hecho, por justas causas, mandó en sus letras a su vicerey de vn puerto, llamado Tenacerid, me asistiera con nauío, gente y todo lo necesario, sin poner límite a mi voluntad para hazer tránsito a dichas yslas de Nicobar, y siendo estas de yndios caribes y algunos que comen gente, mandaba que los que me acompañaban en el nauío, me acompañassen con las armas para saltar en alguna de las yslas, y que estubiessen ocho días dado fondo, para que en ellos considerara yo si conuenía quedar en dicha ysla, y que después andubiessen vn mes barlobenteando, el qual pasado, voluiessen a dar fondo, para que yo gustando de quedar en dicha ysla, quedasse, y quando no, pasaran a otra o a otras yslas, que son más de 300, vezinas a la Yndia oriental y zercanas a la canal o boca de la costa de Choromandel.

Esto sepuesto, día viernes ynmediato a el miércoles de zeniza, pasado, de el año de 1687 (2), salí de la ciudad de Syan acompañado sólo

(1) Del P. Miguel Sánchez ya hemos dado una breve noticia en Archivo Ibero Americano, t. V, pág. 459.

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(*) Entre líneas y de letra del P. Juan de Jesús se dice: que fué a 14 de Febrero, y al margen, de letra también del P. Juan de Jesús: Este mismo dia dió el hábito de Terzero al Yllmo Sr. D. Luis de Leaneu, francés y Vicario Apostólico y Administrador general de la Missiones de este Archipiélago ..

de vn yndio de estas Yslas y de otro natural de Vengala de la Yndia oriental, y aunque a la sazon me hallaba yo tan accidentado, que estaba más para la sepultura que para tan onerosso empeño, de la gracia de Dios asistido, no temí caminar cien leguas de desierto, sin otro matalotaje que vn poco de arroz, algun pescado seco y verenjenas, que asadas eran mi continuado alimento. Guiábannos en dicho camino algunos syanes gentiles, no sin peligro de la vida, porque los páramos, y montes de esta inculta tierra son habitados de elefantes, vestias formidables, y de tigres, fieras indómitas. Tardamos vn mes en este camino, pernoctando donde hallábamos alguna agua encharcada. Llegamos a Tenacerid, que es pueblo de vn millon de gente, al parezer de aquí, por vn caudalosso rio; acompañado de mis dos indios pasé a Merguí, puerto del mismo reyno de Syan, medio día de camino distante de Tenacerid.

Presenté mis letras al virey de esta prouincia, que era ynglés hereje, y su nombre Mestre Vit; obedeziólas puntual, y siendo menos de vn mes que habité en dicho puerto, dió la Diuina Magestad principio a premiar mis trabajos con el logro de ganar vn alma para El, y fué de esta forma. Aprehendió dicho virey por ladron a vn mozo, al parezer de edad de 20 años, y en la profesion morò, y sentenciándolo a muerte, yntenté ganarle la vida eterna, y para esto valíme de vn mestizo christiano que sabía la lengua mora, y por medio de este, estando el moro próximo a la muerte, lo persuadí a que se hiziera chistiano; prometiólo si le conzedían la vida; díxele ser prezisso que muriera, y con esta vltima resolucion, la tomó él de ser christiano; baptizélo con nombre de Pedro de Alcántara, y yncontinenti arboló vn syan vna, catana, que es al modo de alfanje, y in ictu oculi le zerzenó el cuello subiendo su dichóssa alma, segun nuestra fee, al consorzio de los bienauenturados.

Prediqué el Juebes Santo a algunos christianos nueuos el sermon de la Pasion de Christo nuestro bien, y el segundo día de Pasqua de Resurreccion de el mismo año, nos dimos a la vela para Nicobar, adonde llegamos en 11 ó 12 días (1), y no llebando yo lugar determinado, degé a Dios la eleccion para que dirigiera la proa adonde tubiera sus predestinados, con firme resolucion de saltar en tierra en la primera ysla que descubriéramos, aunque fuera vna llamada de Andenianes, que comen gente. Vna mañana, al amanezer el día juebes, onze o doze de Abril (2), descubrimos vna ysla, que está en 9 grados de altura y 18 minutos en la vanda del Sur, i con este descubrimiento hallé el dichosso término de mi nauegazion, y en brebe espacio de tiempo, nos hallamos cercados de vnas quinze o veynte envarcaciones y en ellas de algunos 300 nicobares, hombres agigantados, muy fornidos, desnudos desde los pies hasta la cabeza, cubiertos sólo el miembro viril con la corteza de vn arbol y

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(1) Al margen escribió el P. Juan De Jesús: que fue a onze o doze de Abril..

(2) Debió ser en el dia 10 de Abril, que en el año de 1687 fué jueves.

llenos de diferentes rayas de sangre y tintas por la cara y cuerpo dispersas; era, finalmente, su formidable aspecto más de fieras que de hombres. Procuré darles a entender por señas quería acompañarles a su ysla; respondieron propicios, y alegre, avandonando por Dios mi vida, dexando la compañia de las armas, more apostolico, acompañado de mis dos yndios, me envarqué con los nicobares, yendo como cordero entre lobos. Llegamos a su ysla, que era en lo material llana, de vnas treynta leguas de vox, y en lo formal, hermosa, problada de palmas de coco y otros árboles silvestres. Llegados a la playa, de rodillas, dí gracias a Dios a vista de mucho gentío, hombres y mujeres, vestidas ellas de sola vna sayuela de paja, que tapaba sus partes. Daban todos muestras de alegría con los nuebos huéspedes, y io más alegre que ellos, ignoraba el suzeso de aquellas demostraziones.

Llebaba a el cuello vna lámina de bronze, en que estaba vaziada vna ymagen de la Concepcion, patrona de mi Mision, y un santo Christo, incluso en vna caxa de bronze. Preguntábanme los nicobares qué fuesse vno y otro, y io, en la forma posible, les daba a entender ser Christo y su Madre. Mostrábanme agrado y me ofrezian para comer vnas raizes, que les siruen de pan, y la médula de vna fruta llamada coco, que les sirue de carne y pescado, y esta es su comida vsual, porque no tienen otra, saluo algun poco de pescado, que por marauilla cojen y esto lo comen crudo.

A las cinco de la tarde del mismo día, queriendo voluer a el nauío para traer de él las cosas a mi ministerio necesarias, ellos no lo permitieron. Considéreme captiuo en el cuerpo, y nunca tan libre en el alma. Quedéme con ellos, y el día siguiente, di orden para desenbarcar las cosas que pertenezían a el ministerio dicho, y tanbien mucha rropa, como hierro, tanbien cuchillos, lanzas y otras cosas, que llebaua para gratificarlos a ellos. Todo vn día desde por la mañana hasta las quatro estubieron los mismos naturales con sus enbarcaciones trayendo estas cosas a la ysla, y io esperaba que acabassen para repartir a los nicobares las cosas que para ellos auía lleuado, quedándome con las que para mi eran precisas.

Llámasse esta ysla Nancapat y el pueblo principal, donde io tomé asiento, se llamaba Albanan.

Auían concurrido a la nouedad de mi llegada como 4000 personas, y esperaban, a el parezer, que yo les diera de aquellas cosas, por ser ora ya de voluerse a sus pueblos, que son veynte y tres los que ay en esta ysla. Esto se dilataba, por no auer aún acabado de desenbarcarlo todo, y zerca de las cinco, impazientes con la dilacion, dieron sobre todas las cosas que se auían ido juntando en vna casa vastantemente capaz, y el dueño de ella, llamándome por señas, porque al parezer sentía lo inconsiderado de el tumulto, me dió a entender la determinazion que tenían. Llegando yo, vn principal de ellos, aquien pareze tenían más respecto, me dió a entender que sólo querían ver vnos al modo de platos, su materia de cobre. Eran estos hasta veynte, y cada vno quería para sí vno de estos, por ser para ellos alaxa de mucha estimacion, siruién

doles a el modo de canpana, y para esto la tocan con vn palo. Yo que no tenia puesto el corazon en cosas materiales, lebantándolo a Dios, me vajé de la cassa, y consideré que a este rrompimiento se seguiría la muerte mía y de mis muchachos. Ignoraba qual fuesse la voluntad de Dios, y tomé por vltima resolucion voluer a el nauío para considerar mejor lo que deuia hazer, y aunque dudosso de conseguirlo, porque el día antes me lo auían estorbado, dirigí a el mar mis passos, siguiéndome el yndio de Vengala; llegué a vna de las envarcaciones de los nicobares, y a la sazon llegaba tanbien el yndio de Manila, que acompañaba a los que desenbarcaban las cosas. Estando persuadiendo a los nicobares para que a mi y a mis muchachos nos lleuaran a vordo, asomó por la playa vn nicobar en cuya casa se auían recojido todas las cosas, y en su idioma y por señas me llamaba; llaméle yo a él, y llegando a la lengua de el agua, le persuadí me acompañara para ir a vordo; hízolo como yo deseaba, y en vna enbarcacion suya, con treynta vogadores nicobares, llegamos a el nauío. Era ya tarde, y instaba él para que nos bolbiéramos, y io que aún no auía tomado la resolucion, dándole alguna ropa, que aún auía en el nauío, le despedí, rogándole voluiera por mi otro día; fuesse, y io me entré en la cámara de el nauío, lebantando el corazon a Dios, sin desear otra cosa mas que el cumplimiento de su santíssima voluntad, llamaba a las puertas de su misericordia, para que me inspirasse lo que deuía hazer; oyó benigno su diuina Magestad mi súplica, con eficaz resolucion, que de improuiso en mi senti de voluer a la ysla, aunque fuesse en vna tabla, porque io preuenía que los nicobares no voluerían a el nauío, ni teníamos lancha, porque la noche antes, con vna tormenta, se auía perdido. Pasé la noche en continuado llanto de arrepentimiento, pareciéndome auía buelto a Dios las espaldas y huido a la muerte, que por tal Señor vbiera sido preciossa. Llegó la mañana, y estándome io quitando vna camisilla que, por mis muchos achaques y estar medio tullido y lleno de dolores a planta pedis vsque ad verticem capitis, aún conserbaua, y en aquella ocasion despreciaba, por morir más a lo seráphico, sentí vn ruido muy grande de nicobares, quando discurría io que ninguno vendría, y luego preuine que esta intenpestiba llegada sería para rendir el nauío, por no ser mucha la gente que lo defendía; pues sólo serían hasta cinquenta personas, los diez o doze herejes ingleses y los demás moros y gentiles. Con accelerada presteza, auiendo metido el hábito hasta la cabeza, vestida vna parte de el cuerpo y desnuda la otra, salí a vordo, y de allí incontinenti me arrojé a vna enbarcacion de los nicobares que zercaban el nauio con más de treynta, i serían ellos más de quinientos, todos con sus armas y lanzas, que a ellos no sería dificil, porque en el agua son como pezes. Quietáronse, teniéndome en su posesion, llamándome capitan repetidas vezes, nombre que oyen a los superiores de los nauíos que por allí pasan, y sin duda creyeron por el respeto que en el nauío me tenían, por lo mucho que io auía desenbarcado y por lo singular de el hábito, que era persona graue. Di orden a el capitan de el nauío para que lebassen las anclas y se diessen a la vela, que sin mandato mio

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